bachi
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Post by bachi on Jan 17, 2015 18:49:28 GMT
1890 A pesar de todas las cosas que daban vueltas por la cabeza de la bailarina, cosas no necesariamente ordenadas o agradables, se permitió sonreír y suspirar. Quizás era una de esas cualidades que tenía Balthasar al tratar con sus polluelos, quizás era que había esperado una especie de estallido al mostrarse petitoria respecto a la situación de Angie, pero fuese de la forma que fuese, nada terrible de lo que había esperado que sucediese pasó. Y eso le dio el espacio libre para hablar. —El qué ya lo sabe, señor —enarcó las cejas algo sorprendida de que se lo preguntara—. Logré hacerme un pequeño espacio en la agenda ocupada de LeCounce y soy algo así como… —Hizo ademán de malabares, pensativa— Su dama de compañía en ocasiones “especiales”. Ya sabe, ese tipo de reuniones privadas que son lo suficientemente importantes como para acudir con buena compañía, pero no lo suficientemente decorosas como para ir con su propia mujer —Julie se permitió guiñarle el ojo—. De momento no pude reconocer a ninguno de los hombres con los que ha hablado y tratado, fuimos solo a una reunión y creo que fue una especie de prueba. La siguiente, con suerte, será la próxima semana. Pero LeCounce no me avisa con tiempo. “Ahora bien, hay… ciertas cosas que necesito saber antes de seguir —Julie tenía una mano apoyada sobre el escritorio, tamborileaba los dedos no de manera impaciente, sino más bien dubitativa. Cuando clavó su par de ojos en los del jefe, lo hizo sin tapujos: Quería toda la verdad—. Primero que nada, saber que usted responderá ante mí si algo sucede. Sabe que no puedo tomármelo a la ligera, no sé con quiénes estamos tratando, Balthasar, y no te mentiré: Tengo un poco de miedo. Segundo, necesito algunas clases de gramática —Cerró los ojos y apretó los labios con fuerza. No le había gustado admitirlo, por eso, cuando volvió a fijarse en él, hubo un dejo de amenaza en su mirada—. No sé escribir ni leer, me parece que siempre lo has sabido, pero no por eso quiero que se enteren todos los demás. Y por último… Dependiendo de lo que pretendas que suceda con LeCounce, deberé pedirte algunos… Ejem, favores. Eso último lo soltó con la inseguridad de aquel que recién comienza a meterse en los negocios, del que padalea que tiene una mera gota de poder entre sus manos, pero que no con toda seguridad sabe cómo usar sus cartas. Y Julie sabía que estaba frente a uno que sí sabía.
Agnes entró sucia, dolorida y con la barbilla en alto. Sentía sobre sus hombros la garra de hierro de su escolta, pero no dejó que aquello la deprimiera, después de todo, acababa de conseguir aquello por lo que había aparecido en un primer lugar: Reconocimiento. Sí, necesitaba el dinero porque robar y mendigar no se había convertido en algo muy rentable en los últimos meses. Los niños que competían con ella habían crecido en tamaño y en astucia, y si bien Agnes sabía con total seguridad de que su astucia había crecido el doble que la de sus compatriotas, no era así físicamente. Y los demás lo habían notado también. No había sido la primera (pero sí esperaba que la última) vez que la habían perseguido en grupo por “trabajar en zona ya tomada”. Y tampoco había sido la primera vez que no había conseguido escapar. Así que había tomado una resolución, y eso incluía a su padre y eso incluía las palabras “trabajo” y “chantaje” de por medio también. Mientras avanzaba por el local, recorría con ojos casi libidinosos el cortinaje, las mesas y toda la mueblería. Faltaba que se babeara y que se pusiera a corretear como perro famélico buscando una bocanada de pan por todo el lugar, pero contuvo la emoción. Allí adentro estaría, quizás, aún más en peligro que afuera, comprendió cuando miró hacia el personal que se había acercado a la barra, reunidos en grupo sobre un hombre tendido que gimoteaba. Agnes se volvió con una carcajada. —¿Ese es el idiota que golpeó uno de tus idiotas, Charlie? —soltó, bien claro y audible antes de que desaparecieran por un curioso corredor que nuevamente le llamó la atención e hizo que le bombeara con fuerza el corazón: Allí había mucho, mucho por aprender.
2015 Rachel comprendió lo mismo que Katia al echar una sola mirada al rostro de la modelo. Hubiera sentido un poco de compasión por ella de no haber tenido tantas conclusiones precipitadas en la cabeza, y tanto llamado insistente en el teléfono, que la hizo volverse a atender, antes de dedicarle una última y mortífera mirada al fotógrafo: Señaló el pasillo por el que había venido con un furioso ademán, y volvió a señalar la taza de café antes de sumergirse en su trabajo.
Si Logan accedió (más tarde diría a cualquiera que se lo preguntase, que fue “de buena voluntad”) por inercia al mandato de la secretaria, solo fue por estaba en extasis. El análisis de Katia no tardaría en llegar, supuso mientras iba y volvía por el trapo y el agua olvidados, y cuando eso sucediera, ahí sí que se jugarían las cartas (y la carrera). Así que en el preciso momento en el que Jean-Claude, dentro de la oficina del Sr. Blanc ahora invadida por la presencia femenina de su nombre, sonreía y estrechaba animosamente una mano, Logan tarareaba y fregaba el café como si fuese la condenada mucama más feliz y hermosa del mundo, que acababa de tirarse al jefazo de la mansión. —Ay, Mia —canturreó, casi creyéndose el papel—, pero si cualquiera diría que te preocupa algo…!
—¿Eso es un sí, entonces, Mademoiselle Blanc? —sonrió emocionado, recuperando un poco del brillo de niño que todavía no desaparecía de sus ojos— ¿Acabo de comprender bien y me está ofreciendo un lugar en su revista? Porque en caso contrario, puedo seguir insistiendo —bromeó con soltura, confiado por aquella muestra de respeto mutuo.
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Post by Eve on Jan 19, 2015 17:10:20 GMT
1890
Compraría largas y suaves cortinas de terciopelo en color vino, traería los almohadones de plumas, mandaría a remodelar las sillas..No, mejor compraría unas nuevas y le haría creer que solo había mejorado la tapicería. Lo hombres normales no se daban cuenta de esos detalles. Además, todo era por el bien de su local. Balthasar observó a Julie mientras hablaba, oyendo solo lo que le interesaba, confirmando sospechas e ignorado datos que, sabía, podría conseguirlos por otros medios. -Querida- dijo cuando, por fin, terminó de hablar. Cielos, cómo detestaba descubrir a los niños que quieren jugar a ser grandes. Por otro lado, eso le otorgaba cierto control. Despues de todo...¿No era sobre lo que giraba el negocio?- Ya hemos hablado de esto. No dejaré que nada te ocurra a ti ni a nadie que este de mi lado- sonrió angelical- Yo he prometido responder por ti y si me la estoy jugando, es porque tengo información segura de que saldrás tal como entraste...sin que se den cuenta. En cuanto a las clases de gramática, eso lo veo un tanto complicado, pero no imposible. Si no quieres que nadie de aqui se entere, puedo ponerte en contacto con una persona de afuera y claro, yo asumiré el costo. Se aclaró la garganta, llegado al punto de interés de ambas. Escaneó con la mirada a la mujer frente a él, sintiendo hasta orgullo por el riesgo que había tomado al pedir favores cuando, aun, ella no había hecho gran cosa por él. La tenían a prueba, sí, pero en ambos lados. -Eso dependerá de lo que quieras pedir- dijo suavemente.
No sabía a dónde iba, ni siquiera estaba segura de que esa huida del cabaret contaba como otro punto menos de los que, seguro, Annette llevaba cuenta. Estaba furiosa con Charlie. Aun cuando, tal vez, éste no tuviese la culpa. Nunca habían acordado nada, era cierto. Pero él siempre había tenido más consideración con su hermano que con la demás gente de Molino Rojo. Y sin embargo, ahora Matt estaba sobre la barra con una hinchazón del demonio en la barbilla mientras los idiotas de Tanner y aquel otro que no recordaba, reían. ¡Qué mierda! Eso le sabía a traición. Se detuvo a mitad de la calle cuando oyó unos pasos tras ella. Pareció retroceder a aquella madrugada, un barrio más lejos de ahi, cuando la encontraron y llevaron a casa. La diferencia era que cuando giró y reconoció el rostro, no se sintió insegura. -¿Med?
-Deberíamos agradecer que no es la asistente del doctor que nos atiende a todos- dijo con cierta dificultad al hablar. Ayudó a sostener el hielo sobre la barbilla y trató de seguir por el rabillo del ojo la voz insultante de alguien a quien no reconoció. Volvió la mirada hacia Teva y alzó las cejas, mirándola entre divertido y expectante. No creería si no tuviese una hipótesis sobre el intruso, había reconocido el brillo del entendimiento cuando su amiga había vuelto para terminar lo que su hermanita ni había comenzado- ¿Y bien? ¿Quién es?- preguntó curioso mientras se incorporaba despacio, aun sentado sobre la barra. El golpe dolía, sí. Pero había trabajo por hacer y pasar hambre era peor que unos cuantos centímetros más de rostro.
2015
Mia observó a la maquillista, analizándola con una sonrisa de burla en su perfecto y bien cuidado rostro. Ja-ja, perra, ¿Qué se siente tener por trabajo el hacerme lucir espléndida? Sí, veo tus esfuerzos por afectarme. Veo tus nuevas alianzas. Pero si supieras....si tan solo supieras... -Pobre Alessandri- dijo suavemente- Siempre tan atenta a cada insignificante detalle y aun así, no tienes ni puta idea de lo que hablas. Para empezar- continuó mientras daba un pequeño rodeo al charco de café que el fotógrafo limpiaba- mis "desastres" no son de tu incumbecia y la única persona a quien le responderé (si llegara a pedirme explicaciones), es a quien me ha contratado. No a ti, tú no eres nadie- soltó venenosa antes de dar media vuelta para regresar por el mismo lugar donde había entrado. Confiaría en que Jean-Claude supiera jugar sus cartas y consiguiera quedarse en Etiqueta Negra. Sería capaz de tolerarlo sólo para poder restregárselo en la cara a Katia- Por cierto...te faltó ahí- agregó asomando la pelirroja cabellera y señalándole a Logan un hilo de liquido que corría hacia la larga mesa roja donde Rachel estaba, con un rápido guiño y una media sonrisa, regresó en busca de Blanc.
-Eso solo subiría el ego que tengo a base de esta empresa. No serían dosis saludables- Rió encantadora sin poder apartar la mirada de Jean-Claude- Solo me queda preguntar...¿Desde cuándo puede usted empezar a....?- pero se detuvo. -Jean-Claude Rambaud- saludó Benjamin entrando, finalmente, en la oficina. Había logrado escuchar parte de la conversación antes de decidirse a entrar- Qué sorpresa tenerlo aquí. Sophie mantuvo la sonrisa y la tranquilidad. Esta sería su pequeña venganza y acababa de decidirlo. -Cariño, te presento a la nueva estrella de Etiqueta Negra. Estuve hablando con él y estoy segura que podrá aportar muchísimo a la nueva dirección que esta tomando la revista. ¿No es asi?- preguntó dirigiendo la mirada al joven modelo- Ahora, si nos disculpas...Jean, creo que monsieur Blanc y yo tenemos algunos asuntos de negocios que tratar. -Bienvenido- agregó Benjamin.
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Milly
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Post by Milly on Jan 25, 2015 0:42:04 GMT
1890
Sus pequeños ojos color pardo se desplazaron lentamente desde la peculiar pareja que desaparecía, hacia la de su maltrecho paciente. Su respuesta inicial fue una sonrisa traviesa. —Es Adrien —comentó como si en verdad supiera de lo que hablaba, ayudando al mesero a incorporarse. Los años le habían enseñado que existían circunstancias en las que no valía la pena disuadir a Matt—. Un bocazas con un particular nivel de influencia, ¿no te parece? —no esperó a recibir la respuesta—. Veremos quién de los dos descubre antes la causa del revuelo que ha producido su visita. Mientras tanto... ¿tienes algo que hacer? Cuando te recuperes del golpe, quiero decir —la expresión dulce e inocente que para entonces instaló en su rostro no permitía negativas—. Ya va siendo hora de que entre en ambiente y me deje caer por los vestuarios. Pero no termina de agradarme la idea de entrar ahí... yo sola.
Las interrogantes se acumulaban en la mente de Médéric a medida los pasos de Angie la distanciaban de Molino Rojo y sus calles. No obstante, cuando la mujer finalmente se detuvo y dio la vuelta para enfrentar a su perseguidor, lo que escapó de sus labios no tenía nada que ver con sus dudas interminables: —Lo siento —musitó a unos pasos de la joven pelirroja, la vergüenza apenas insinuada en cada línea de expresión—. Sé que no tengo el menor derecho de preguntarte qué te ocurre, pero no podía permitir que te marcharas así sin ofrecerte una disculpa por... bueno, por todo. Lo que dije estuvo mal, es solo que... no importa —No era momento de importunarla con sus propios problemas cuando ella ya parecía completamente sobrepasada con los suyos propios. Avanzó un par de pasos cautelosos—. Matt estará bien, Angie. Sabes que es un hueso duro de roer.
2015
Inspiró una profunda bocanada de aire. Y contuvo la respiración hasta que su piel pálida adquirió un nada saludable tono azul-violáceo. Se obligó a pensar en sus materiales de maquillaje, en el trato con Périer, en las esperanzas de Logan... cualquier cosa que no guardase directa relación con la idea de cometer femicidio. Solo cuando su mirada comenzó a nublarse y sintió los síntomas de un inminente desmayo, accedió a vaciar sus pulmones, solo para comprender que el acceso de furia no había disminuido en absoluto. Pero Katia gozaba de cierto talento cuando se trataba de disimular sus frustraciones. Aguardó a que el fotógrafo acabase con su trabajo para reunir el material y llevarlo de vuelta ella misma al lugar donde se guardaban todos los artículos de limpieza. Solo al volver la mirada para comprobar que Logan le seguía el paso, se atrevió a hablar: —Espero, Delastair... de verdad espero que esa sonrisa que llevas en el rostro se deba a que tienes algo en mente, y no a un sinfín de suposiciones carentes de fundamento —su voz era una curiosa mezcla de ruego y amenaza. Ni el porte orgulloso ni la mirada altiva permitían concebir la posibilidad de una derrota casi completamente asumida—. Si mis esperanzas son vanas, creo que me quedaré una temporada en el armario de limpieza. No tiene sentido seguir fingiendo que no nací para que frieguen el piso conmigo.
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bachi
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Post by bachi on Jan 25, 2015 19:18:05 GMT
1890 Julie sonrió. Si fue una sonrisa petulante, condescendiente y/o atrevida, quedaba a criterio del interlocutor. Aquella gama de especias emocionales pasó como un torbellino y se fundió en una última cosa indefinible que, junto al brillo controlado de los ojos que la bailarina procuraba mantener a raya, impuso un velo entre los dos, una fina capa de niebla que de ahora en adelante sería cada vez más visible a medida avanzara en aquel pequeño trabajito. Lala no era como Cyrille, extrovertida hasta el hartazgo, despampanante y exótica. No conseguía nunca meterse en el papel como quizás conseguía su amiga, al punto en que a veces no lograban distinguirse una de otra. Pero Lala también podía actuar, y si algo tenía en claro Julie ahora, era que acaba de meterse en algo peligroso que requería de toda su experiencia, valor y lucidez, cosa que quizá en otros aspectos como cultura general e intelectualidad fallaba. Así respondió la bailarina. —No puedo pedir nada todavía que no ha sucedido nada. Pero en caso de que quieras que mi relación con Pierre pase a mayores —Lala se cruzó de piernas, seria y pensativa, mirando la madera del escritorio—, y con “mayores” me refiero a camas y pétalos de rosa, sí deberé contar con algo de ayuda extra —Se volvió a él—. Regalos caros me encargaré de recibir, pero si voy a mezclarme con la alta sociedad, no quiero pasar por una simplona de barrio. Y creo que eso va perfectamente a molde con lo que tú pretendes en la renovación de Molino —Un rápido vistazo al lugar donde se había escondido el cheque y le guiñó el ojo y sacó la lengua, cómplice—. Así que de vez en cuando tendré que pedir adelantos. Pero quiero dejártelo en claro —Se inclinó sobre el escritorio y en el arrebato que le volvió al rostro en forma de mejillas encendidas se leía claro que volvía a ser la misma Julie trabajadora y cometida de siempre—, no son limosnas. Yo siempre me encargaré de lo que pueda con mi propio salario. Puedo con esto, Balthasar, pero pido paciencia nada más. Sabes que estoy ahorrando… Para otra cosa. En ese momento golpearon a la puerta. Y así terminó de hablar la mujer.
Laurent no esperó a que le permitieran pasar. Dio aviso con tres modestos golpes y abrió la puerta, eficiente. —El señor LeCounce necesita que trate otro tema con urgencia —No hizo falta ni un rápido vistazo para descubrir en toda su esencia la silueta perfilada de Julie, quien estaba poniéndose de pie—. Sabe de qué hablo, espero. Con un tirón, Agnes apareció dentro del campo de visión. La chica fue rápida: Se deshizo con un mohín del fuerte agarre de su captor y avanzó tres pasos hasta Balthasar. Una vez allí, hizo una exagerada reverencia, quitándose el sombrero raído y sonriendo con una picardía angelical. —Señor, un gusto señor —saludó con la bien actuada torpeza barrial en cada sílaba—. Soy Adrien y, aparentemente, su nuevo y mejorcito empleado. ¡Fiel como sabueso pulgoso, merde! —exclamó enseñando una sospechosa pulcra sonrisa y llevándose la mano como saludo militar. Habiendo acaparado toda la atención, Julie logró atravesar la oficina y dirigirse hacia la salida. Antes de que pudiera alcanzar el pomo, Laurent la abrió por ella. Un minuto exacto de silencio en el que ambas miradas se cruzaron, midiéndose mutuamente, y luego todo terminó. La bailarina salió por el pasillo y el secuaz de la Roca se encerró, volviendo la atención a donde de momento le competía. —Cierra el pico —farfulló el hombre tirándole de la oreja al muchachito y haciéndolo retroceder. Miró a Balthasar con los ojos vacíos—. Debe ser un trabajo sencillo —explicó—, nada bien remunerado que le permita lo suficiente para vivir. Bajo perfil, poco contacto. Eso quiere LeCounce.
2015 —Por supuesto. Jean-Claude se volvió a mirar a Benjamin con la misma mirada perdida con la que había entrado a la revista. La magia había desaparecido. Enderezó la espalda y con una sonrisa cordial y movimiento debido de cabeza saludó a la máxima autoridad de Etiqueta Negra, antes de dirigirle una última mirada a Sophie Blanc y saludarla con un dejo mayor de cariño. El respeto que el joven destilaba casi podía atraparse en el aire, entre los dedos. Pero así como había entrado, se fue, en silencio. Con la dosis justa de andar felino para que su masculinidad resultara impecable, Jean se metió las manos en los bolsillos y paseó por el pasillo directo a la salida. Era algo que le salía natural. Sería solo allí que escucharía las voces (bastante atropelladas y vulgares en su opinión) procedentes de la recepción, y que se detendría justo a la vuelta de la esquina para evitar nuevos encontronazos. Retomó la parsimoniosa marcha, y si bien cualquiera que lo hubiese visto habría dicho que dormitaba al verle el rostro relajado con dulce somnolencia, dentro de su mente sucedía todo lo contrario. Quizás fue por eso que nunca llegó a escuchar el andar furioso y triunfal de la modelo con la que se chocó segundos después de que sus otros dos enemigos hubieran desaparecido, también, del campo de batalla. Para estabilizarse y recuperar el espacio personal, Jean-Claude tomó a la muchacha por los hombros, evitando que callera. Su rostro presentaba pequeñas arrugadas de fastidio, hasta que reconoció las facciones y una mansa alegría se dibujó en su boca. —¡Mia! —exclamó—. Qué gusto encontrarte. Estaba por irme. Iba justo a pedirle una reunión a la secretaria.
Logan soltó una risilla cariñosa y le dio dos palmaditas en las mejillas a Katia. Para que despertara, claro. —Katie, si quieres que vayamos al armario de limpieza para tener una charla un poco más “personal”, no me juzgues, pero prefiero otros rincones sucios en los que embarrarme —Chasqueó la lengua y meneó la cabeza negativamente—. Pero nada de fregaderas de piso, ni cuellos de tortuga (Iajj), o cualquier otro condenado tipo de renuncia. Esto es la guerra, querida, y te prometo, y te prometo —repitió, mirándolo por sobre el marco de los lentes— que lo único que fregarás será la sangre de varias modelos y que para lo único para lo que usarás armarios de limpieza será para tener un buen polvo a hurtadillas. Ahora bien, tanto discurso de batalla es agotador —Espantó moscas imaginarias con una mueca y la mano—. Yo no soy Russell Crowe. Vamos a buscar ese condenado café que nunca logré tomarme y de camino a la oficina de Périer (tengo unos cabos sueltos que charlar) y mientras vemos las fotos de hoy, te cuento cómo serán las cosas de ahora en adelante. Si mis radares no fallan, por supuesto. Y te cuento, por si no lo sabes Alessandri, que suelen fallar poco.
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Post by Eve on Jan 28, 2015 22:57:22 GMT
1890
Recorrió a la muchacha con la mirada, porque debajo de esas fachas, él reconocía su verdadera naturaleza. ¿Bailarina? No, no, ni siquiera serviría para las que nunca subían al escenario. Además él había dicho que nada bien remunerado. ¿Mesera? Necesitaba llenar un puesto ahora que Teva ya no encabezaría a todo el grupo, pero en esos pocos segundos había descubierto al animal salvaje que Adrien era. Y ya la amaba. -Creo que puedo hacerle un lugar....-dijo Annette haciendo un vago movimiento con la mano- En la limpieza o algo así, ya veremos para qué sirve ¿Podría empezar...hoy? Creo que tengo una baja allá afuera- agregó.
-Teva...sabes que daría la vida para librarte de las garras de esas bestias en lentejuelas, pero mi poder es limitado al cruzar esa terrible primera puerta bajo el escenario- explicó con una media sonrisa no intencional, no podía mover bien un lado del rostro- Estarás bien, lo sé. Además, te han dejado con Veronique, ella no es mala y lo sabes- agregó dándole una mirada como un padre reprochandole una pelea a su pequeña hija- Además, las otras le tienen un cierto respeto...ya sabes. Balthasar no te dejaría indefensa en ese lugar.
Angie lo observó en silencio por un segundos, memorizando sus gestos al hablarle. Eso le agradaba de él, era sincero cuando pedía disculpas y de cierto modo, cuando él le hablaba, le hacía sentir una dama respetable y no una vulgar bailarina de cabaret. Mierda, si tan solo Charlie fuese asi... -Med- empezó ella dando unos pasos en su dirección- yo se que Matt se pondra bien ¿Si? Lo que me molesta es la forma en que ha ocurrido, yo pesé que de todas las personas... -no terminó esperando que él lograra encajar al sujeto que faltaba- pensé que no correría peligro por ese lado. Lo sé, soy una tonta. Y...yo tambien siento haberte hecho enojar.
2015
Mierda. ¿Por qué tenía que ser tan ridículamente guapo? Estúpido muñeco de porcelana. Pero Mia sabía que Jean-Claude era más que solo una cara bonita, aunque no era motivo suficiente para que dejara de incomodarla con su aire despreocupado. La mayor parte del tiempo pensaba que él andaba tan o más drogado que ella. -Te invito un trago- saludó. Cinco minutos más tarde cruzaron la puerta hacia el recibidor, donde encontraron a Rachel hablando por teléfono. Cuando hubo colgado, se acercaron. -¿Y bien?- preguntó con una amplia sonrisa, aun cuando sabía que los ojos de Lavalley estaban puestos en su acompañante- ¿Qué dijo? ¿Explotó? ¿Ahorcó a Delastair? ¿Renunció? Por favor, dime que renunció.
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Milly
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Post by Milly on Jan 29, 2015 3:29:30 GMT
1890
A pesar de las esperanzas, Teva no había esperado una respuesta diferente. —Supongo que no —contestó con un suspiro melancólico y sufrido, solo para castigar a su amigo con un leve deje de culpa por rehusarse -muy razonablemente- a servir de compañía en la ruta que separaba a la pequeña joven de su objetivo.Luego se irguió cuan "alta" era, lista para emprender la retirada—. En fin, no tiene sentido seguir retrasando este asunto. Ya hemos corroborado que no tú no vas a desmayarte, y dejando de lado esa horrible hinchazón que escondes detrás del hielo... tienes mejor aspecto que hace unos minutos. Mi trabajo está hecho aquí —tomó el vestido que había ocultado entre los licores de Médéric en medio de la confusión y se alejó, pasito a pasito. Estuvo a punto de tocar la puerta del vestuario de bailarinas una vez hubo dejado atrás las escaleras, pero el puño quedó suspendido en el aire a centímetros de su primer golpe. ¿Qué demonios creía que estaba haciendo? Ahora era una bailarina. Una increíblemente odiada por sus compañeras y terriblemente propensa a cualquier tipo de boicot, muy probablemente. Pero bailarina a fin de cuentas. Así que inspiró hondo, giró el pomo de la puerta, y se adentró a esos desconocidos terrenos con la cabeza en alto.
No tardó en comprender el verdadero motivo de las inquietudes de Angie. El arrepentimiento y la culpa con la que aún cargaba no bastaron para evitar que se alegrase de que la imagen todopoderosa de cierto sujeto ausente en la escena comenzara al fin a flaquear. No era momento, no obstante, de alimentar las decepciones de la señorita. —En adelante podemos estar seguros de que nadie que trabaje en Molino Rojo estará jamás del todo seguro —anunció sombrío, casi de inmediato configurando su expresión a una más optimista—. Pero de momento todo ha vuelto a la normalidad... y no veo un motivo por el cual una dama como la que tengo ante mí debiera perderse en estas calles.
2015
Moncef abrió la puerta de su oficina sin una pizca de entusiasmo, y la expresión de jaqueca insoportable no hizo más que acentuarse cuando descubrió la identidad de sus inesperados visitantes. —Espero que esta clase de apariciones no se conviertan en una costumbre —musitó con evidente frustración—. Da la casualidad de que acaban de cancelar la entrevista que tenía programada... pero en general no suelo disponer de tiempo para interrupciones antojadizas. —Deberías mirar el vaso medio lleno, corazón —canturreó Katia al adentrarse en la oficina con fuerzas renovadas, tanto por los positivos vaticinios del fotógrafo que la acompañaba como por el café que al igual que el susodicho, portaba entre las manos—: acabamos de liberar tu tarde. —No he arreglado mis borradores —sentenció entonces el reportero, repentinamente inmune a las encantadoras y dulces sonrisas de Alessandri. —Eso puede solucionarse. Y de cualquier modo, el que necesita una charla contigo es Delastair. Espero que en esta oportunidad no se trate de información clasificada. Sin interponer una sola palabra elocuente, la mirada impaciente de Périer se desplazó hasta dar con el dueño del segundo vaso de café humeante presente en la habitación. Y cerró la puerta.
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bachi
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Post by bachi on Jan 31, 2015 20:54:23 GMT
1890 —¡Sí! —exclamó de repente Agnes, golpeando con los nudillos la mesa e inclinándose hacia su nuevo “jefe” —Sí —respondió Charlie mucho más calmado, tirando hacia atrás de la chica por el cuello de la camisa y reubicándola. En ningún momento quitó los ojos aburridos de Balthasar—. Hoy mismo. Cuando quieran, no importa. Yo me encargaré de supervisarlo. Y ya sabes: Bajo perfil. Oh —agregó de forma desinteresada, mientras se arreglaba las mangas de la camisa, enderezándolas—. Y hoy me veré obligado de avisar de cualquier otra interrupción en el negocio. Estaré por aquí hasta que el señor LeCounce decida echar un vistazo, así que espero que no le moleste la pequeña compañía que ya de antemano invité. No te preocupes, saben de etiqueta, tomar alcohol y no vomitarlo en los baños. Son chicos educados, capaz ya hayas oído hablar de ellos. Te doy mi palabra: No dejaré que nada fuera de lugar suceda hoy—Lo miró, dejó correr los segundos de inmutabilidad y al final enarcó las cejas y miró al reloj—. Ya está entonces. Fue la chica la que frenó el recorrido de Charlie directo hacia la puerta. Él ya se había movido del lugar, pero en cambio ella había mantenido los pies pegados al suelo. —Esperen un minutín —sonrió el “chicuelo” —, necesito una pequeña visita guiada por el lugar, ¿no creen? Si voy a trabajar aquí hoy, necesito instrucciones y… y todo eso, ¿no creen? Con la mano en la perilla, Charlie rechinó los dientes. Apenas se veía la base de su mandíbula tensa, pero por dentro estaba haciendo un esfuerzo enorme. Enorme. —Instrucciones. Claro —se volvió el hombre mirándola fijamente. Ambos sabían qué significaba eso: Más tarde pagarás cada palabra dicha de más. —¿Y bieeeeen? —prosiguió Agnes, impaciente— ¿Quién está disponible? ¿Estás seguro que quieres seguirnos, Charlie? —bufó y se rió, restándole importancia—. Será aburrido. —Yo solo los seguiré —respondió con calma—. No me pagan por niñera. Todavía —sonrió. A veces, a medida su malhumor iba in crescendo, su humor aparentemente cómplice, aparentemente vivaracho, crecía con él. Sólo alguien que lo conociera de verdad podría haber notado la sutil amenaza que dentro de Laurent borboteaba como veneno.
Tap, tap, tap. Los tacos de Julie repiquetearon en el suelo hasta perderse en los pasillos que la conducirían a los vestuarios. No llegó a ver el momento en el cual Teva entró por poco, pero las voces bajas que sonaron desde atrás de la puerta no la intimidaron a pasar: Ese siempre había sido su lugar y no dejaría de serlo ahora. Así que actuó. Suspiró, dejando que el aire se alargara incluso una vez dentro del lugar e irrumpió en escena con la mirada cansada y los hombros caídos. Avanzó hasta su lugar y sacó algunos de sus vestidos listos de varias perchas persistentes sobre su cabeza, y en cuanto sus manos tocaron el vestuario, su espalda se irguió, relajando los músculos como gato al sol, el cuello se estiró tal cual era y las piernas se tensaron en toda su extensión. Se volvió con una media vuelta brusca a Veronique, con una sonrisa sugerente, haciendo que el cabello le ondeara. —¿Qué vamos a practicar hoy entonces? Supongo que tendremos que empezar desde cero, enseñándole la coreografía a nuestra nueva compañera pero, Vero, ¿estás segura de que lo correcto es que debute justo hoy? No me malinterpretes, Teva —la miró—, ser una bailarina puede ser una estupidez para alguien con talento como Veronique, pero recuerdo la primera vez que toqué aquel escenario y vi a toda aquella gente frente a mí: Me sentí estúpida, torpe y menos sensual que una foca. Mientras hablaba, se sentó suavemente y apoyó la espalda contra la pared. Lala ladeó la cabeza analíticamente, casi actoral, con una mano en el mentón mientras sopesaba de manera al parecer neutral las habilidades de su nueva compañera por la extensión de sus piernas. Al final volvió a la veterana. —Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy?
2015 Con fresca jovialidad, Jean-Claude rió, modesto. —Un trago a esta hora —Sonreía con la amabilidad de un amigo que ve a otro como una causa perdida, pero que aún no ha desistido—. Paso, hermosa, y te obligo a que pases conmigo. Aunque no almorcé todavía. No comí desde que bajé del avión, así que si quieres podríamos cenar hoy a la noche. Y ponernos al tanto el uno del otro, ¿hum? —le preguntó durante esos cinco minutos que tardaron en llegar hasta Rachel. Encontrarían, en efecto, a la secretaria casi tal cual la habían dejado, atareada. Al verlos acercarse, principalmente al ver la melena rojiza de Mia, Rachel se preparó. Relajó los músculos sin embargo en cuanto vio que venía acompañada. La chica tardó en convencerse a sí misma de que volvía a ver por segunda vez a aquel extraño joven que no podía ser, sin lugar a dudas, otra cosa que un modelo. No era tanto la sorpresa por la evidente apariencia física, sino más bien por “eso-otro” que le hacía fruncir el ceño, como si hubiese algo que no encajaba. A Rachel eso le decía dos cosas: Primero, que el tal Jean-Claude tenía el poder visual del impacto como para perturbarla a ella, siempre tan medida. Segundo, que al parecer no sólo sucedía con ella. Si seguía allí, andando con tanta tranquilidad como dueño por casa, solo quería decir una cosa clara, y descontando las obviedades que su mente calculó, fue más allá y supo que la otra cosa (no ya tan obvia) era que una pequeña batalla entre su jefe y su mujer se había desatado. Pero Rachel sonrió, distante ante el extraño pero manteniendo la cordialidad con Mia. —No seas mala… No, no renunció —Se rió mientras les daba la espalda para abrochar un par de papeles—. Se fueron con Logan y creo que los vi pasar con café hacia los ascensores, así que si eso no significa nada para ti, deja que te lo explique —Acomodó, pam pim pum, y miró a la modelo—: De no-sé-dónde sacó las fuerzas para resistir la tempestad —bromeó—. Ahora ya. Shu shu —echó a la mujer—, estoy atareada y si no les molesta… —De hecho —Rambaud interrumpió en el silencio exacto y se inclinó entre el monitor de la computadora y la planta que la secretaria tenía en frente—, quería preguntarte si mañana por la mañana ibas a estar aquí en Etiqueta Negra. La pregunta la extrañó. —Pues sí. Trabajo aquí, me parece ob… —No me expliqué bien. Me gustaría que mañana por la mañana, antes de que abrieras la oficina, tuvieras una pequeña reunión conmigo. Quiero empezar a trabajar cuanto antes —Sonrió y se enderezó, rascándose detrás de la oreja. Y esa era toda la información que daría, comprendió Rachel, y una marabunta de posibilidades le pasó por la cabeza. La más idiota e infantil, digna de una quinceañera, fue que aquella figura de reconocida imagen internacional estuviera coqueteándole, pero sus preferencias y gustos, y demás conclusiones, le hicieron desechar rápidamente aquello: Había algo en él que no terminaba de gustarle, era como si nunca fuese completamente Jean. Ella, por otro lado, no era su tipo. No, por supuesto que no. Sin embargo, por extraño que parezca, tampoco lo veía emparejado con Mia, tan alta, hermosa y deslumbrante modelo que era. ¿Quizás…? Dejó el análisis denso para sus descansos entre lecturas. Supo de inmediato por qué quería juntarse, y para ser un modelo, aquella nueva faceta profesional del sujeto le pareció bien: Iba en serio. —Por supuesto. Por lo general están aquí el Señor o la Señora Blanc antes, luego llego yo y en seguida el personal de limpieza. Pero puedo hacer una excepción por mañana —respondió con otra sonrisa amable—. Ahora sí, si ya no me necesitan, los echo a los dos. Por cierto, felicidades por entrar a Etiqueta Negra —dijo perspicaz, ya hundida en un mar de notas. Jean-Claude asintió, algo divertido y compartió con Mia (sintiera ella la complicidad o no) su diversión. Se alejó hacia la puerta y esperó a que la modelo lo siguiera. —Entonces, ¿hoy a la noche?
Para Logan, la expresión de jaqueca del Señor Vanidad solo fue como un poco de néctar en su jugo. Pero evitó (e hizo el esfuerzo) mirar a la maquillista para que Périer no pudiera interceptar una mirada que seguro entendería: Triunfo. En silencio, tras tres sorbos de café, pasó Logan con la computadora debajo del brazo y se sentó en el escritorio como si nunca hubiera sido el dueño otro que él. Encendió el condenado aparatito, bebió dos sorbitos más, sabiendo que Katia encontraría algún elegante lugar desde donde observar el espectáculo, y miró al periodista por sobre los lentes y el borde del monitor. —Resulta evidente que no te enteraste de las buenas nuevas que —Buscó, cómplice, la mirada de la mujer antes de volverse al legítimo dueño de la oficina— acaban de sacudir Etiqueta Negra. Considera nuestro adelanto como una muestra de nuestra “humilde” amistad —Se rió y volvió la computadora hacia él—. Ya realicé el filtro principal con alguna que otra sugerencia de la dama aquí presente. Espero encuentres todas las fotos seleccionadas de tu agrado, sino, te puedo pasar el resto pero te advierto: Son más de 1234 fotos. Logramos reducir el número en más de la mitad, así que creo que tiene bastante para trabajar todavía a gusto: 501 (no pude contener la última) —Sabiendo de memoria la ubicación del touchpad, avanzó el puntero hasta la última foto: Era la recepción. La foto, en blanco completo a causa del brillo de los pisos y la pared, estaba centrada en los únicos dos puntos de color del paisaje. El traje color negro del sujeto que estaba, de espaldas al fotógrafo, con los codos apoyados sobre el escritorio rojo en forma de medialuna. Frank, en efecto, muy cómodamente hablando (podía deducirse por la poca porción de perfil que se distinguía) con la persona que estuviera detrás, de la cual sólo se le veía la sombra. Logan se arrastró hasta los demás sentado en la sillita de ruedas, analizando la foto—. Hay que admitir que tiene unos buenos cuartos traseros y que esa pose lo beneficia. Pero en fin —espantó moscas y miró desde abajo a Périer, sonriendo—, ¿te contamos o no?
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Post by Eve on Feb 5, 2015 2:32:50 GMT
1890
No pasaron mucho minutos antes de que el mesero se arrepintiera y fuera en busca de su compañera. Cruzó el pasaje de gruesas cortinas rojas lo más pronto que pudo, persiguiendo el eco de sus pasos, pero cuando llegó a su destino solo vio una puerta cerrándose. Más allá vería a Julie salir de la oficina de Annette, dedicándole apenas unas pocas palabras pasó de largo, entrando ella en los vestuarios y él deteniéndose de golpe en la puerta. Había olvidado que tanto Charlie como Adrien habían entrado. Annette despedía a ambos con una sonrisa y cuando Matt estaba por retirarse, oyó su nombre. -Dubois- dijo el hombre tras la mesa- ¿Podrías darle una visita guiada a nuestros invitados dentro del local? -Pensé que Dur...- se interrumpió al ver agrandarse los ojos de su jefe- Como usted diga.
-Oh- fue lo primero que atinó a decir la rubia cuando ingresó la mesera dentro de los vestuarios. Con un rápido movimiento de las manos comenzó a cortar los hilos que faltaban y a quitar los alfileres que había dejado por aqui y por allá- Teva- continuó esbozando una tímida sonrisa cuando levanto la vista y extendió el precioso vestido que otras manos hubiesen destrozado una hora atrás- Que buena que llegas, justo quería que te midieras...Oh, Julie- saludó Veronique al ver ingresar a la otra bailarina. Estiró un poco el cuello, por si veia a la rizada melena pelirroja, pero esta no apareció y ella se sintió un poco más aliviada...hasta que empezó a destilar veneno-Estoy segura de que ella puede empezar hoy mismo- comentó sin apartar la mirada de Odair- practicaremos la coreografía luego de que ella se pruebe esto- señaló el pequeño vestido de cuenta doradas- estoy segura de que la ha visto tantas veces que le será fácil ¿No es así? Además, sí ella esta aqui, es porque puede con esto.
Angie esbozó una pequeña sonrisa al tiempo que daba unos pasos hacia él, tomaba de su brazo y juntos enrumbaban de vuelta a Molino Rojo. -Sigues sonando triste- comentó en el camino, dedicándole una mirada de reojo que recorrió todos sus gestos antes de volver a fijar la vista al frente- No quiero meterme en tu vida- aclaró- ni averiguar qué es lo que te molesta o incomóda o... entristece- agregó- Pero sí quiero que entiendas que, por mi parte, nada de lo que haga será para herirte. Med, eres un increíble amigo. Sea lo que sea que haya ocurrido...se que puedes contar no solo conmigo, sino con las personas que te queremos dentro de Molino. Y si me equivoco y al final sí fui yo quien sacó a ese sexy hombre malhumorado- bromeó en medio de otra fugaz mirada, asegurándose que no fuera a estallar de nuevo, pero comprobó que él aun parecía relajado- lo siento... ¡Listo! Ya esta, lo dije y no lo repitas.
2015
El desgraciado siempre conseguía lo que se proponía. Ya iba anotando mentalmente todas las preguntas que le haría apenas estuviesen lejos de aquel condenado edificio. Pero por mientras, desplegaba la mejor y más distante sonrisa de catálogo que poseía. Una parte sentía lástima a las pobres almas que ya iban cayendo a los encantos de Jean Claude, pero la otra parte (si es que eran confirmadas sus sospechas) sabía que podría conseguir una ventaja en su amigo. -Hoy a la noche- confirmó con un guiño, cruzando la puerta y desactivando la alarma de un elegante auto azul marino- ¿Pasas por mi o nos encontramos?- preguntó antes de que le iluminara el rostro con otra sonrisa traviesa-¿O quieres que pase por ti con un ramo de flores?
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Milly
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Post by Milly on Feb 5, 2015 13:11:50 GMT
1890 En aquel momento, al comprobar la disposición de Veronique a ponerse de su parte y defender sus capacidades, Teva llegó a la conclusión -no sin algo de dolorosa reticencia- de que tenía la obligación de aceptar el débil atisbo de alianza que la veterana le ofrecía. Eso, al menos, si pretendía sobrevivir al cambio que actualmente asumía. Los años la habían llevado a asumir que jamás formaría parte del cuerpo de bailarinas de Molino Rojo, y por consiguiente, la joven jamás se animó a realizar el menor esfuerzo por cultivar buenas relaciones con ninguna integrante del elenco; la pelirroja Dubois no hacía más que encabezar una larga lista de tensas rivalidades. Así fue que en lugar de reaccionar a las insinuaciones de Odair e ignorar las palabras de Veronique, apretó los dientes y avanzó para tomar el vestido que esta última le tendía. De algún modo consiguió contener su emoción al observar los detalles de aquella delicada pieza y responder a las dos mujeres sin mirar a ninguna: —Me sé sus coreografías. Todas —admitió, indiferente al probable escepticismo de sus compañeras tanto como a su propia vergüenza. Odiaba dejar en evidencia cuánto había llegado a anhelar el puesto que hoy ocupaba... pero no se enfrentaría a las dudas de Lala sin defenderse. Se ocultó tras un pequeño biombo situado en una esquina -ahora había tiempo para usarlo- y se probó el traje proporcionado. Salió para mostrarle el resultado a su orientadora, en tanto ignoraba a Odair tanto como le resultase posible para no reconocer que, en efecto y a pesar de la genialidad del traje, se sentía menos sensual que una foca. En cualquier caso, su expresión debió de dejar en evidencia su parecer, pues antes de volver tras los bastidores articulados, soltó: —Me las arreglaré para hacerlo lucir bien esta noche.
Esa última afirmación pareció conseguir al fin arrancar al desdichado barman del agujero al que él mismo había decidido lanzarse. La sonrisa espontánea llegó entonces acompañada por una carcajada cálida y genuina. —Tengo la impresión de que este pasará a ser un día histórico para Francia —bromeó—: Angie Dubois, ofreciendo una disculpa. Es el tipo de cosas que un hombre puede presumir de haber visto en su vida —Se interrumpió con un suspiro distante, observando de reojo a la bailarina—. De cualquier modo, si te hace sentir mejor... no fue tu culpa. Es solo que me cuesta trabajo imitar la fortaleza que todos ustedes poseen. Pero he superado cosas peores, así que puedo decir, casi con total seguridad, que superaré esto —se encogió de hombros, sin frenar la marcha ni separarse del brazo de la joven—. Aunque pensándolo bien, si en tu opinión mi mal humor resulta de algún modo atractivo, quizás debería enfadarme más a menudo —volvió a reír—. Quiero decir, no hubo suerte con la gran Cyrille. Pero todavía conservo la esperanza de que logre llamar la atención de alguna otra bailarina de Molino Rojo, tal vez alguien más susceptible.
2015 Moncef no acababa de decidir si había hecho bien al confiar en ese terrible par de mentes perversas y conspiradoras, cuando la última imagen del compilado proporcionado por Delastair brilló en la pantalla, casi gritándole para reclamar la atención que se merecía. En apenas un segundo la expresión del reportero cambió por completo, olvidándose ya de cualquier cansancio, frustración o irritación reciente. Ante Logan y Katia se manifestaba ahora un Périer más auténtico que pocos conocían, cada línea de expresión dando fe de una concentración e interés genuino, la mirada profesional destilando la necesidad de resolver el misterio que se le proponía. Era otro regalo en un día repleto de sorpresas. ¿Qué tenía que ver Delatore en sus tratos con aquellos dos que tenía en frente? Tomó asiento en la única silla todavía libre, aproximándose a la computadora y apenas advirtiendo que Alessandri se mostraba casi tan intrigada como él mismo. Mantuvo el silencio en la habitación unos minutos más, analizando la imagen, intentando elaborar sus propias conjeturas a partir de lo que veía. Cuando hubo reunido un buen grupo de suposiciones en su cabeza, decidió que era momento de contrastarlas con la información que tenían para él. Se irguió, observando a uno y a otra de hito en hito. —¿Moncef? —consultó Katia, temiendo que el aludido hubiese sufrido alguna especie de trance. —Los escucho.
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bachi
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Post by bachi on Feb 8, 2015 20:47:59 GMT
1890 Matt comprendería rápidamente que, a pesar de que aquellas dos personalidades a las que estaba acompañando a realizar una pequeña marcha de reconocimiento, no se llevaran bien (de hecho, todo lo contrario); eso no haría de modo alguno que ninguno de los dos tomara partido por él. En el preciso momento en el que Annette lo indicó como el guía, Charlie esbozó una mofosa sonrisa que sólo vería él al estar de costado junto a la puerta. En tanto Agnes, un vistazo rápido sobre su rostro detectaría un análisis exhaustivo sobre años, papel en Molino y posible víctima... Lo cual acababa de dar positivo. Mientras Laurent empujaba al chico para que cortara con las ridículas reverencias que hacía hacia su nuevo jefe, la mocosa se volvió a Matt y durante un relampagueo de segundo sus labios pronunciarían en silencio una sencilla palabra. Antes de que la mueca se descompusiera en su cara, una ansiedad psicótica trastocada en sonrisa, le guiñó el ojo. La puerta, la única salida de escape, se cerraría detrás de los dos y Adrien pondría los brazos en jarra, recuperando el autocontrol sobre su sobreactuada locura con la seriedad de un comerciante avaro. —Bueno, “guía”, tengo un par de lugares importantes que recorrer antes que vuelvan a dejarte morado el otro ojo, pero podemos hacer excepciones. Sí —sopesó las posibilidades como si se tratara de contar manzanas—, creo que sí. Así que si decidimos llevarnos bien de ahora en adelante, me contarás anécdotas graciosas de tu infancia mientras me muestras la cocina. Porque hay cocinas, cierto? —miró a Charlie, pero éste detrás de Matt, negó lentamente con la cabeza. —Esto no es un restorán, niño. Las cocinas que hay son irrelevantes. Vamos a la información en bruto —Puso una mano sobre el hombro del mozo—, llévanos a los baños, que ahí es donde trabajará. —¡Ya escuchaste, Durand! No voy a estar en los baños, voy a estar justo aquí, trabajando como mesero... Así que quiero conocer a mis compañeros —Los ojos de Adrien brillaron—, hey, tú, conoces a alguno? Antes de que pudiera responder, Laurent rió por lo bajo. —Suficiente. Llévanos a los baños, Matt —Dos palmaditas amistosas y se inclinó hacia delante para verle la cara—, de acuerdo? Empezaremos por lo aburrido, e iremos creciendo en interés. Agnes sacó la lengua, y se la agarró con el índice y el pulgar, haciendo una mueca de asco.
—Por supuesto —se apresuró a responder Lala, como si la hubieran acusado inocentemente—, nunca nadie lo puso en duda. Y aguardó en silencio sin atreverse a emitir ninguna otra palabra, cruzándose de piernas y brazos cuidadosamente apoyados en el regazo, observando todos los movimientos de su nueva compañera con interés. No fue sino solo hasta que salió detrás del biombo (cosa que no tardó mucho en suceder), que un pinchazo de culpa le golpeó en el estómago. Julie se obligó con toda la fuerza de su prudencia en mantener la compostura y la expresión neutral, pero una lenta sensación de compasión la embargó. No era por Teva en sí, la chica sabía perfectamente que era por completo autosuficiente, eficiente y que tenía una fuerza de voluntad monstruosa si, después de todo, acababa de llegar a bailarina, cosa que quizás en su condición ella nunca hubiera conseguido. Era más bien por la resignación destrozadora en la voz que se lo movió todo adentro. Pero apretó con fuerza los puños y se contuvo al recordar lo mordaz y mortal que podía ser aquella pequeña con la lengua. Julie se puso de pie y les dio también la espalda haciendo lo propio, lista para prepararse. —No te preocupes —Se probó rápidamente sobre el dorso de la mano dos labiales y se decidió para la noche— De eso nos encargamos todas. Después de todo esto sigue siendo un trabajo en equipo si mal no recuerdo. Aquel desliz fue todo lo que le permitiría decir a Julie.
2015 Jean alzó la mano y un Mercedes Benz se detuvo junto al auto de Mia. El taxista bajó la ventana del acompañante y asintió, habiéndolo evidentemente esperado. Mientras se arrimaba a la parte posterior del coche, el joven modelo sonrió. El carisma natural o forzado de Mia era encantador y refrescante para él luego de todo el tiempo que había estado fuera de escena. —Nos encontramos. Voy a estar dando vueltas todo el día, te llamaré en cuanto sean las 8. Si tienes preferencias por algún lugar, házmelo saber, sino, que el azar nos engatuse —Se sentó dentro y cerró la puerta. Justo antes de hablar, bajó la ventanilla—. Pero lleva ese ramo de flores. No te olvides: Margaritas.
((XDD Pobre Moncef)) Aquellas palabras fueron como miel en los oídos de... Qué miel y qué diantres. Miel en las orejas podía ser lo más asqueroso del mundo. Pero fue todo lo que Logan quería escuchar. Avocándose por completo a la computadora e ignorando a Moncef y Katia, volvió las fotos al principio y dejó que pasaran por detrás mientras la charla se abría ante ellos. Que el reportero comprobara la calidad de su trabajo mientras revelaban bonitas confidencias debía darle la señal de que iba en camino correcto. —Genial —respondió y se puso de pie para acercarle a Katia una silla entre los dos. Se volvió a sentar, señaló la foto que posaba ahora sobre la pantalla y sonrió—. No me cae muy bien Mia. Quítale la cabeza y es un cuerpo encantador, pero ponsela y en cuanto la boca se abre... ZAS. De todas formas, su pelo es hermosa para fotografías y se matan dos pájaros de un tiro: No le tengo que ver la cara —Se rió, antes de acomodarse los lentes y cruzar las manos en el regazo. Volvía a ser el Logan de siempre, frío, mordaz y cínico, pero antes que nada, profesional. Si bien su interior se había muerto de ganas por desabrocharse las braguetas del alma y vomitar toda la información que en conjunto con Katia habían conseguido, ahora sabía que había actuado correctamente. Manteniendo los ojos fijos en su trabajo, que desfilaba parsimonioso frente a ellos, habló. —Hoy a la mañana ha habido una pequeña interrupción en Etiqueta Negra que te interesará, considerando que casi acabamos de salir de una reunión laboral que nos compete a todos. Pero considero que te afecta directamente a ti porque, si las revistas de chimentos no se equivocan (y déjame hacértelo saber, Moncef querido, se equivocan solo en lo que quieren), la reciente adquisición (Katia quizás te diga que aún no es seguro porque no lo sabemos, pero yo ya estoy seguro que está dentro de la bolsa. A ver —se rió como si fuera obvio— es él) de la revista provocará grandes cambios. Molestos cambios —Giró y los enfrentó, fijándose exclusivamente en Katia, dándole el relevo—. No sé si has escuchado hablar de cierto Jean-Claude Rambaud, Moncef, pero entró hace pocos minutos a Etiqueta Negra solicitando trabajo. Por si no sabes quién es, como la querida Lavachey y un poco menos nuestra apreciada Katia, es un modelo con herencias en la pasarela no solo de nombre y apellido, sino también por sus “revolucionarias” y algo molestas repercusiones en el trabajo. En esta gama de trabajo. Ahora bien, no termina aquí todo, tengo más para decir pero quizás tal vez nuestra amiga quiera agregar algo y yo me estoy tomando demasiadas molestias en gastar saliva y confianzas en aturdirlos.
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Post by Eve on Feb 17, 2015 23:53:06 GMT
1890Los ojos de Marie observaron cada pequeño detalle en el vestido que ahora usaba Teva. No la miraba con malicia o compasión y esperaba que ella no se sintiera ofendida por el examen que le realizaba. Se acercó a la bailarina, la plantó frente al espejo y con sus manos tomó la tela que sobraba en la cintura y la ajustaba a su pequeño cuerpo, enseñándole el resultado de lo que había cruzado por su mente segundo antes. -Le pondré unas pinzas justo aquí- dijo con una amable sonrisa que logró mantener aun cuando notó el cambio en el tono que usó Julie, creyendo por un momento que al fin tendría un poco de ayuda por parte de la mujer pero desechó la idea cuando observó el rostro indiferente- El maquillaje servirá también. Tranquila, todas hemos pasado por esto- agregó al tiempo que la liberaba de su agarre. En aquel momento hubiese deseado que Balthasar eligiera a otra persona. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo o de lo que tendría que hacer. Oh, cielos, ni siquiera sabía qué canción tendría que ensayar para aquella noche y menos aun las que usaría para incluir a Teva en el show. Diferente sería si Cyrille siguiera en su puesto, ella era mandona por naturaleza y a punta de gritos y peleas se había logrado el respeto de las otras fierecillas que ya llegarían a cambiarse. Incluso tenía a una aliada, aquella que minutos antes pareció flaquear y ahora volvía a verse firme. Chevalier se la estaba cobrando, esa era su pequeña venganza personal y ella recién caía en cuenta. -Las espero en el escenario- dijo de pronto al cruzar hacia la puerta- empezaremos con Don't tell Mamma. Iré a cerrar las cortinas. Baños. Oh bueno, eso era nuevo. Con una amplia sonrisa (o tanto como podía estirar su hinchada mandíbula) los guío por el pasadizo, escaleras arriba. -La última puerta es donde guardamos todo lo que utilizamos dentro del local. Escobas, mesas, telas, vestuario viejo...es un almacén. La que le sigue es la oficina de Annette, ya la conoces- dijo echándole una mirada al chiquillo- esta de aqui es la del vestuario de bailarinas, no te recomiendo entrar sin avisar. Se ponen susceptibles con los intrusos y nadie esta de humor para escuchar voces tan chillonas y furiosas. Y esta de aqui - rebuscó en el bolsillo del pantalón y sacó una vieja llave que metió en la cerradura- es el baño del personal. Solo los que trabajamos aquí podemos entrar, los borrachos...bien, ellos pueden buscar su lugar en la acera.Se te dará una copia- añadió antes de emprender el camino hacia el exterior, abriéndose paso entre las gruesas cortinas rojas y prestando la menor atención posible al intercambio de palabras de los otros dos. Su trabajo era enseñarle el local, no socializar. Por suerte. - Estas cortinas funcionan como pasajes ocultos, de este modo las bailarinas pueden aparecer de la nada en medio del show ¿Ves? - al estirar una de sus manos y atravesar la cortina intentó probarle un punto- Cada cierto ramo están cortadas, pero las dos entradas principales se encuentran junto al bar y la entrada al segundo nivel, en donde se encuentra la mesa principal, solo para personas importantes como Pierre LeCounce, por ejemplo. -Lo primero que te digo ¡Y es lo primero que haces!- reclamó la pelirroja en medio de una contradictoria sonrisa. En cierto modo, se había sacado un gran dolor en el centro del pecho al creer que había sido causa suya la explosión anterior del barman y el hecho de arrancarle esa sincera carcajada, logró animarla a ella también y borrar cualquier rastro del fastidio anterior que la había llevado a escapar del cabaret.- Eres una gran persona Med- agregó luego de unos segundos de silencio en lo que habían alcanzado la entrada de Molino Rojo- y estoy segura de que esas heridas que tienes justo aqui- una de sus manos se había deslizado sobre el corazón del hombre mientras alzaba los ojos verdes hacia él- van a ser curadas por alguien...-y al decir aquello, sintió un pequeño e incómodo pinchazo en su interior. Angie no creía que dentro del cabaret hubiese nadie lo suficientemente digna de Médéric. Sin importarle las miradas curiosas de los meseros, se alzó sobre las puntas de sus pies para alcanzar el rostro de quien tenía al lado. Una mano sobre el corazón, la otra sobre el hombro seguro y los labios sobre la tibia mejilla. 2015Me dirijo hacia usted para expresarle mi malestar con los recientes acontecimientos. La situación no podría ser peor. El negocio se cae a pedazos y los del entorno empiezan a dudar de qué tan verídica es nuestra palabra. No nos queda mucho tiempo, pronto tendremos que rendir cuentas y varias cabezas van a volar. Los que se creen poderosos sin serlo ya, esos son los primeros que huirán. Yo velo por mis intereses, usted lo sabe.Terminaré mi último trabajo y para bien o para mal, me alejaré.Quedo de usted...No tenía firma, o tal vez la tuvo en algún momento antes de ser consumida por el tiempo. Le había costado descifrar la escritura que debido a la humedad (oh, dulce ironía) se desvanecía en aquel papel amarillento con manchas más oscuras repartidas por aqui y por allá. Frank leyó nuevamente la pequeña carta, intentando no frustrarse. Aquella era la primera de muchas otras que estaban escondidas dentro del paquete robado en la mañana, cuando todo aquel lío empezó. Si algo tenía claro, era que lo que fuera que tuviese en su poder, no estaba completo. Esa correspondencia envolvía a dos personas y ahi, solo tenía la mitad de la historia... Media hora después bajó las escaleras, tarareando una pegajosa canción canción pop. -I'm hurting baby, I'm broken down. I need your loving, loving I need it now- cantó a medida que se acercaba a la recepción y, sin importarle quien estuviese esperando, entró a la estancia en medio del moonwalk- When I'm without you, I'm something weak. You got me begging, beggind I'm on my knees- un guiño a la sorprendida secretaria tras el mostrador y fue suficiente para que actuara como la superestrella del momento, una mezcla entre los pasos de Michael Jackson y Mick Jagger bastaron para compensar la desafinada voz del reportero- ...SUGAR, YES PLEASE ~ 3 minutos de sufrimiento después, Frank accedió a finalizar su pequeño acto (previo vibrato de "lucirse") y dedicarte una encantadora sonrisa a Rachel. - ¿Tienes alguna jugosa historia para mi?
((Para escuchar la canción de Frank, ir al playlist ~~ ))
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Milly
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Post by Milly on Feb 20, 2015 4:45:59 GMT
1890 Teva tenía bastante claro que las pinzas y el maquillaje no harían mucho en favor de su deplorable imagen. La convertirían en una bailarina decente, desde luego, pero no bastaría para destacar del modo que lo hacían las demás, con sus curvas y sonrisas hipnotizantes. Sería una del montón, la nueva adquisición que no tardaría en ser olvidada... y no estaba dispuesta a vivir con ello. Pero como siempre, la pequeña Attia contaba con un as bajo la manga. Pensar en ello la hizo sentir algo de culpa, considerando el esfuerzo de las dos bailarinas ahí presentes para levantar su moral. Pero el sentimiento no duró demasiado, en cambio la envidia volvió con fuerzas renovadas cuando salió por segunda vez del biombo y contempló la actitud distraída con la que Odaire probaba labiales. Como si necesitara algo de color para llamar la atención. Salió de los vestidores sin dedicarle una sola palabra, siguiendo a Marie.
A lo mejor la vida no era tan desdichada como aparentaba ser. A lo mejor todo se trataba de un asunto de perspectiva. A lo mejor Médéric se estaba comportando como un idiota, y era momento de dejar de hacerlo. —Otra cosa de la que un hombre puede presumir por el resto de su vida —aseguró con una risita nerviosa, memorizando su piel el lugar exacto en que los labios de Angie lo habían tocado. Una cosa era bromear en su barra durante la hora más decadente de una nueva noche de espectáculo... y otra muy distinta era realizar semejante exhibición, aunque inocente, a vista y paciencia de todos los empleados del local, en horas de absoluta cordura y sobriedad. Después de eso volvió a considerarse un idiota, ¿qué más daba? ¿Qué más podía verse más allá de una sincera muestra de afecto? Correspondió con un galante y divertido beso en el dorso de la mano de la pelirroja antes de separarse y ofrecerle una caballerosa reverencia. Habría dado lo que fuera que cierto personaje hubiera formado parte del pequeño público que los observaba, sino para fastidiarlo, al menos para darle una lección de las atenciones que una dama requería. —Pero estás equivocada esta vez, mi querida Cyrille, mi pequeña Cyrille —sonrió con picardía antes de dirigirse a su triste y solitaria barra—. No hay heridas en este corazón que necesiten curarse. No hacen falta las limosnas.
2015 —Solo quisiera aclarar —Katia alzó el ofendido índice de su diestra, dramática como solo ella sabía serlo— que sé muy bien quién es el sujeto en cuestión. Ninguna maquillista que se precie de mantenerse a la vanguardia del mercado de la moda podría mantenerse a flote si no conoce a figuras tales como las que representa el apellido Rambaud. Pero que esté al tanto de su asombrosa trayectoria no significa que esté dispuesta a rendirme a los pies de sus grandes hazañas —frunció el ceño y cruzó los brazos, lo que no resultó en absoluto amenazador. Parecía una chiquilla con ropa extravagante haciendo pataletas—. Su supuesta perfección es irritante. Muy irritante. El hecho de que él parezca tan convencido de ella no mejora esa impresión. Sin embargo... Los llamativos ojos pardos volaron hasta el rostro indescifrable de Moncef, y Alessandri volvió a sonreír, todavía como una niña traviesa. —A juzgar por las actitudes de Mia, el hecho de que la pretensión hecha persona sea contratada aquí le molesta mucho más que a mí. No la juzgo. Seguro es difícil para ella reconocer la posibilidad de que algún ser vivo pueda hacerle sombra —la sola idea le arrancó un suspiro de satisfacción—. Como sea, la opinión de Logan es que, de acabar el sujeto en este lugar, nos encontraremos por delante un montón de beneficios. Aquello fue suficiente para Périer. —Beneficios para ustedes, si sus aspiraciones tienen que ver con causarle dolores de cabezas a Mia. Algo que en cualquier caso me parece innecesario, infantil y contraproducente. Pero ustedes son dueños de sus vidas —la frustración comenzaba a borbotar otra vez en su pecho. Inspiró profundamente para mantenerlo a raya, sin quitar la vista de las imágenes brillantes de su ordenador—. Quiero pensar que si disponen de mi tiempo de esta forma tan mal educada es porque, en medio de sus peligrosas maquinaciones a espaldas del pobre Jean-Claude Rambaud (sí, Logan, también yo sé de quién hablamos), han ideado alguna ganancia para este reportero. Si es así, agradecería más claridad. Odio los rodeos. Pero odio todavía más perder mi tiempo.
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bachi
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Post by bachi on Feb 20, 2015 20:50:02 GMT
1890 Cuando quedó sola en el vestuario, Julie soltó el labial y se miró la mano. Lentamente, tras comprobar que en efecto temblaba, su par de ojos voló al reflejo de su rostro. Un giro fugaz la hizo despegarse del asiento en el que reposaba, todo rápido, todo veloz dirigiéndose hacia la salida detrás de su nueva y vieja compañera antes de que su cabeza pudiera calcular el pensamiento que había pasado por su mente y se lo transmitiera hecho y derecho como la pregunta que inevitablemente ya se estaba formulando: ¿En qué carajos se estaba metiendo? Por suerte para Julie (o no tanto. Quizás, nada de suerte), cuando salió al exterior y antes de que Marie hubiera podido cerrar por completo las cortinas, el caos al otro lado, entre las mesas todavía no dispuestas del cabaret; la hizo olvidar sus cavilaciones. No era la única con turbulentos arrebatos de suicidio-social al parecer, aunque el sujeto que, en efecto, estaba cometiendo el acto poco y nada tuviese de problemas con ello. Una vez más en el día, Julie solo pudo abrir la boca en una lenta “o” y quedarse estática en su sitio, contemplando lo inevitable.
Adrien estaba aburrido, Agnes estaba aburrida, incluso al mirar de refilón hacia un costado, podía jurar que el perro de su padre también estaba aburrido. El que, al final de cuentas parecía estar disfrutando el tour (por no decir tortura), era ese condenado mesero que la estaba sacando de quicio con su pasito alegre y su esfuerzo por sonreír aún con el ojo hinchado como un sapo. Pero ya no tenía fuerzas para contrarrestar el aburrimiento, simplemente seguía allí, por inercia, escuchando la perorata infinita de Matt. Un par de veces, con los hombros caídos, Agnes alzó la vista hacia el joven y lo miró con odio cansino. Habían dejado de hacer chistes con Charlie (cosa que pocas veces solía suceder y, sabía, no volvería a pasar) hacia ya un par de minutos, ya había ganado él, ¿qué más quería de ella? ¿QUÉ MÁS? Por favor, que se callara… Mientras el otro balbuceaba, Agnes había filtrado la información importante y necesaria para su supervivencia para compactarla en un recoveco de su mente. Había varias cosas, como los pasadizos, algunos oscuros corredores y los nombres del personal que le habían interesado sobremanera, pero era el escenario lo que la había fascinado. El escenario o más bien la plataforma hueca sobre la cual se asentaba. Agnes se había jurado a sí misma que encontraría la forma de acceder al lugar y hacerlo su refugio. Era lo primero en lo que había pensado al acceder a realizar aquella loca aparición pública: La chica necesitaba un lugar donde dormir y esconderse, y su nuevo trabajo sería su madriguera. Si encontraba la manera, allí escondería sus tesoros. Infiltrarse en Molino de noche, post-show sería un reto, pero ya había divisado un par de entradas de ventilación por los cuales perfectamente cabía… Todo esto iba maquinando el pequeño diablillo hasta que se dio cuenta que ella sola estaba siguiendo al “insoportable-Matt”. La chica lo detuvo aferrándolo por la manga de su camisa mientras miraba a Laurent alejarse y mientras se le dibujaba una hermosa sonrisa en el rostro. —¡Mira, insufrible! Al fin tendremos algo de baile después de tu K.O. —le codeó y señaló.
—Limosnas te voy a dar yo, pedazo de mierda. En el preciso momento en el que Méd había dado media vuelta para la barra, había sido el preciso momento en el que Laurent había aparecido justo frente a él, casi rozándose las puntas de las narices. Con una calma intacta y perceptible en el rostro, lo sujetó por el cuello de la camisa con una mano, para darle un puñetazo con la otra, soltarlo y dejarlo caer en el suelo. Todo había sucedido con tanta naturalidad, con tal armonía, que él no pudo menos que seguirle el juego a la pareja: Había caminado lentamente hacia allí, tranquilo, apartando las mesas como un caballero y no como un demonio, y así procedería a continuación, mientras se remangaba de nuevo la camisa, se ponía a horcajas sobre el tumbado barman, lo sujetaba de nuevo, lo ponía de pie y procedía a dedicarle con autoría otro puñetazo más. Sip. Él se comportaría como un caballero, no como un vagabundo sarnoso y borracho. —¿Así que no hay heridas en ese joven corazón? Ow. Pero qué lástima, amiguito. Permíteme el favor de concedértelas.
2015 Por suerte para Frank, las dos personas que aguardaban en la recepción venían juntas y ofrecían nuevos servicios de iluminación que, como bien les hizo saber la secretaria, no eran necesarios en este momento. La entrada triunfal solo hizo reforzar su argumento, y cuando las dos espantadas personas huyeron del hall, Rachel soltó una carcajada. —Si necesitas azúcar para el café, sólo tienes que buscarlo en la cocina —bromeó, girando en su silla para mirarlo, divertida— ¿Qué quieres que te cuente? —Apoyó las mejillas en las palmas de las manos y los codos respectivamente sobre el escritorio, dirigiendo sus ojazos al interlocutor— Tengo un par de cuentos espeluznantes de Poe bajo la manga pero, meh, dudo que sea el momento. Rachel volvió a reír por lo bajo mientras negaba con la cabeza y volvía a sus asuntos. El tap-tap del teclado fue bruscamente detenido cuando la mujer subió la vista de nuevo. Sus ojos brillaban casi terroríficamente como una de las protagonistas de los cuentos de Poe. —De hecho, ahora que lo recuerdo, sí hay algo nuevo para contarte —Esa fue su introducción a todo el asunto del supuesto nuevo modelo que, nada más y nada menos, había salido junto a Mia. Para cuando terminó, había una gran mueca de mofa en sus labios—. No sé qué piensas tú al respecto, pero creo que cuando llegue a casa, hoy voy a dormir como morsa del Ártico. Suficiente para un solo día. Tuve el broche de oro con tu actuación —Jugueteaba con el botoncito retráctil de una de sus biromes tras dar un profundo bostezo— ¿Sabes si Blanc terminó la reunión con su mujer? —preguntó de repente, frunciendo el ceño distraída— Necesito hablar con él antes de que se vaya.
Logan se quitó las gafas. Y se volvió lentamente al reportero. —Sabes, Périer —Oh sí, se había acabado la confianza de los nombres de pila—, puedo ser un estúpido malcriado y caprichoso susceptible, pero mi vida no gira en torno a la vida privada de las demás personas —Oh sí, le estaba dando directamente a su trabajo—, ni debajo sus piernas o sobre ellas. Y mucho menos me interesa lo que haga la zorra de Mia con sus vestidos, perlas y pechos o nariz cocainómana. No vine hasta aquí, a darte mi trabajo gustosamente, por el cual he sacrificado estudios, dinero hasta ahogarme al cuello y más de una noche fatal para que, Monsieur Fierté, me trate como un condenado idiota. Así que te recomiendo que: A)Si te duele la cabeza, te tomes una aspirina, B)Si has tenido una mala entrevista o mala resolución de trabajo, te consigas un hobby, C) Si, sencillamente, eres así, puedes irte a la merde. O conseguirte una novia. Y no me busques para lo último. Oh sí. Todo lo dicho por Moncef le había dado justo en el orgullo adolorido, directo al pecho. ¿Quién dijo que trabajar en una revista de modas era sencillo? La seriedad en el rostro del fotógrafo había acabado con toda la cordialidad y jovialidad anterior. Lo miraba cruzado de piernas y con los brazos apoyados plácidamente, campante como si ese fuera su oficina y no la de Moncef. Esperó a que pasaran los minutos y volvió a ponerse las gafas para mirar la pantalla. —Por otro lado, como parece que mostrarte mi trabajo es una pérdida de tiempo para ti —Cerró la ventana, cerró la carpeta y dejó de fondo el escritorio de la pc—, pasaré a darte el dato en bruto: Katie dice la verdad. La llegada de Rambaud aquí será un cambio. Intentará ponerse a la altura de los jefes, y de hecho sino lo ha hecho ya, tirarse a la esposa de Blanc. Si eso no funciona, buscará destruirlo todo poco a poco hasta quedarse él con algún provecho, o lograr los cambios que quería en la revista. Es un monstruo empresarial. Es un vendedor de arte y viene a por nuestros, tú culo —Se volvió a mirarlo— y si vinimos hasta acá a advertirte es porque ahora que comienzas tu proyecto, deberás incluirlo a él. Y no será fácil de convencer, será todo un grano en la próstata. Eso no era lo que queríamos decirte, quizás, pero es lo que te diré. Lo de Mia —Despejó el aire frente a su nariz con un movimiento de manos—, son efectos secundarios encantadores. Yo que tu, cachorrito, me pondría a investigar como alma que lleva al diablo debajo de la alfombra a ver qué oscuros secretos oculta tu nueva joven adquisición, en caso de que ya haya firmado contrato. No dijo nada más, se levantó en silencio, abrió la puerta y esperó a Katia afuera contra la pared y cruzado de brazos, por si ella quería hablar alguna otra cosa en privado.
((Perdón Méd, perdóoooon ;_;))
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Post by Eve on Feb 21, 2015 2:24:43 GMT
1890
Las cortinas se habían enganchado y no la dejaban cerrar el escenario para sus propósitos. Así que cuando vio entrar a Méd, estuvo a punto de pedirle su ayuda...hasta que la siguiente escena la inmovilizó. No era el hecho de que Angie besara al barman, eso lo hacían todas las bailarinas durante todas las noches. Tal vez, la diferencia, era el horario. Pero lo que en verdad la horrorizó fue ver a la figura masculina salir del pasillo de cortinas, cruzar el salón tan...calmado para luego desatar el caos. Un último tirón de la gruesa tela y la cortina cedió, cerrándose para ocultar el terrible acto que se desarrollaba. -No puedes ir- dijo girándose hacia Teva, adivinando la expresión en su rostro- Fue diferente con Matt, fue un error y causado por uno de los hombres de seguridad. Durand es diferente y, estoy segura, no fue casual. El grito de horror escapó incluso antes de que el puño de Charlie impactara contra el rostro de Médéric. -¡BASTA!- chilló corriendo hacía él y aferrándose a la parte posterior de su camisa antes de que pudiera asestar un tercer golpe sobre el barman- ¡BASTA! ¡CHARLIE!- lloriqueó cuando lo sintió arrastrarla hacia adelante por la fuerza que utilizaba. Sintió un par de manos sujetarla firmemente y alejarla del lugar donde la pelea recién comenzaba. Por más que pataleó, chilló y arañó, quienquiera que la mantenía atrapada no cedió y ella observó toda la escena. -Por favor- susurró en medio de lágrimas cuando otro golpe sonó dentro del cabaret. Justo al frente, veía a su hermano sujetando a un mocoso que parecía deseoso de obtener una mejor visión.
2015
Luego de unir cabos sueltos y contarle el bochornoso momento que le hizo pasar a Mia (como complemento de la llegada del nuevo modelo), Frank pasó a contarle lo poco qué sabía sobre el matrimonio Blanc. -No sé si estará libre ya, pero si no están aqui, dudo que se la estén montando (literal) en este preciso instante sobre el escritorio- soltó con una pícara sonrisa para horror o disfrute de la secretaria-¿Sabes por qué? Al parecer, y estas son suposiciones que hago debido a la reciente información proporcionada, Benjamin no ha autorizado que se contrate al joven Rambaud. Si la memoria no me falla, mientras el modelito estaba en conversaciones dentro de su oficina, Mia ya debería haberlo encontrado para mostrarle su "inquietud" sobre el aspirante- Frank dejó pasar unos segundos de silencio que llenó con un dramático suspiro- No se tú, pero yo estaría muy molesto si alguien, asi sea mi propia madre, se toma la libertad de pasar sobre mi palabra. Siendo yo el jefe, claro. Y...¿Para qué quieres ir a verlo?- preguntó, apoyando ambos codos sobre la larga media luna roja y sosteniendo su rostro sobre sus manos- ¿qué es lo que no me esta contando, señorita Lavalley?
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Milly
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Post by Milly on Feb 21, 2015 20:29:37 GMT
((Méd: Ni perdón ni olvido u.u))
1890 La cortina se cerró en el momento justo en que un puño poderoso impactaba contra el rostro de Médéric. Si aquella vez consiguió contener el grito de espanto que se atoró en su garganta, se debió únicamente al instante de ceguera patrocinado por Marie y su limpio movimiento. Permaneció un instante paralizada, las manos cubriendo la mueca de espanto que deformaba la inocencia de sus facciones. Pero las advertencias de la bailarina bastaron para hacerla reaccionar. —Apártate —siseó al atropellar a la mujer durante su avance hacia las cortinas, su voz un témpano de hielo y peligro. Los chillidos de la hermana de Matt llegaban hasta Teva con una claridad terrible a pesar del obstáculo que suponían las cortinas, describiéndole el horror de aquella escena sin necesidad de apreciarla con sus propios ojos. Pero entonces sus manos temblorosas alcanzaron aquellas telas que obstruían su visión y las apartó con un solo ademán, decidido e impaciente. No le habría importado sortear la altura del escenario, dejar atrás a sus compañeras y relevar a la llorosa pelirroja en su intento por detener a Durand, pero antes de dar el primer paso... el panorama ya había tomado una dirección distinta.
La ofensiva, como cabía esperar, lo había tomado por sorpresa y con la guardia baja. No es que eso lo irritara. Médéric sabía muy bien la imagen de indefensión que estaba dejando en evidencia, y aún mientras recibía su paliza se regodeaba pensando en el efecto que aquella escena tendría sobre los presentes. Adelante, que Durand le diera una buena paliza, ya verían luego cómo se tomaba aquel acto la pobre involucrada que, con el corazón encogido, él oía sollozar a unos pasos del conflicto. El tercer golpe empezaba por fin a trastornar sus sentidos, y eso no resultaba nada conveniente. Así que con la mirada medio borrosa, llevó una mano titubeante para sostenerse en uno de los hombros de su adversario antes de volver a dar contra el suelo. Todavía tambaleante y maltrecho, el rostro convertido en una experiencia de dolor insoportable, adivinó la pronta llegada del siguiente impacto. El definitivo. El que le haría perder el conocimiento. Cerró con fuerza su mano libre, sacando provecho de la escasa distancia que lo separaba del sujeto para lanzar todo el peso de su cuerpo en el puñetazo que, de improviso, cayó de lleno en el desprotegido estómago de su oponente. Solo necesitaba dejarlo sin aire para obligarlo a retroceder y librarse de su agarre. Dio tres pasos atrás cuando descubrió que su desesperada estrategia había tenido éxito. Hasta que Durand pudiera recuperar el aliento, Méd contaba con tiempo de sobra para manifestarse con un contraataque decente, lo sabía gracias a los conflictos que vez en cuando debía resolver cerca de su barra a base de pura fuerza bruta. Y deseaba hacerlo, sus nudillos hormigueaban con el deseo de borrar ese rostro siempre atento... pero su cabeza tenía muy claro que no podía corresponder a las atenciones de Balthasar de esa forma. El derecho a defenderse era el único que podía reclamar en ese momento. Perdió el equilibrio y cayó al suelo sentado. —¿Y bien? ¿Tuviste suficiente ya? —musitó entre respiraciones forzadas y dolorosas, la ira evidentemente contenida en cada palabra. Sentía la sangre caer por la nariz, el ardor de las heridas abiertas en el área de sus ojos y a la altura de sus labios. Reverenció al aludido con un sombrero imaginario—. Supongo que puedo aguantar un par de golpes más, si al hombre del señor LeCounce se le antoja otra ronda de ataque injustificado. En mi opinión, sin embargo, la dama detrás de ti ya ha tenido suficiente.
2015 Katia tardó menos de dos segundos en formular una teoría que no necesitaba procedimiento empírico alguno para comprobar su veracidad: compartir el mismo el mismo estado anímico era prácticamente imposible para personas como Logan y Moncef. Si uno se hallaba de buen humor, el otro no podía hacer más que responder con una muy predecible cara de pocos amigos. Y ahora que el fotógrafo retornaba a su acostumbrada irritabilidad, Périer hacía lo propio recuperando de forma muy paulatina a esa sonrisa capaz someter a cualquiera -o casi- a sus deseos. No era buen asunto, tomando en cuenta que ella necesitaba de ambos para lograr sus objetivos. Tendría que ser rápida, o esa pequeña alianza se extinguiría en el mismo tiempo que ella habría tardado en enumerar las virtudes de Mia. El periodista contempló la retirada de Delastair sin alarmarse. —Me pondré a ello, desde luego. Muchas gracias —dijo con toda tranquilidad. Solo cuando volvió el rostro hacia la maquillista, su restablecida jovialidad se vio amenazada por la inquietud. ‘¿Ahora qué?’ decía el recelo de sus ojos. —Supongo que de todas formas tendremos que vernos más tarde —suspiró rendida, poniéndose de pie—. Todavía quiero leer tu trabajo antes que cualquier otra persona. —Espero que tu amigo haya dejado sus fotografías en mi ordenador —respondió él sin más—. Sin ellas, no importará de nada todas las correcciones que pueda hacer al borrador. El trabajo seguirá incompleto. Katia le dedicó una mirada fulminante. —Lo necesitas más allá de esas fotografías, Périer, lo sabes —Moncef iba a decir algo, pero ella se adelantó—. Y si aún no lo sabes, es que eres tan idiota como él cree. —Si de algo puedes estar segura, mi querida Alessandri —el hombre le guiñó un ojo—, es que no suelo desaprovechar oportunidades. Haré mi trabajo. Ustedes ya han hecho el suyo. Si es necesario, no tengo inconveniente en volver a darles las gracias. Así que... gracias.
Un minuto después, la pequeña mujercita caminaba por el pasillo junto a Delastair. —Sí sabes que fuiste muy descortés, ¿verdad? —lo encaró cuando llamaban al ascensor—. Si vas a insultarlo cada vez que se vean, no tardará en hartarse. Y por ahora, estoy segura de que Moncef es nuestra mejor alternativa para lograr algo, en caso de que tus predicciones sobre Rambaud sean acertadas... lo que todavía no hemos comprobado.
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bachi
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Post by bachi on Feb 23, 2015 0:26:18 GMT
((Cielos y dioses. Ustedes postean tan rápido que mi cerebro se quema, ¿entienden? SE QUEMA. El siguiente chotopost es todo culpa suya JAJAJA))
1890 Pero a Julie nadie le había dicho nada. Bastó que Teva abriera la cortina para que la bailarina se lanzara por el pequeño resquicio entre las telas y saltara con algo de torpeza hacia el suelo. El breve momento en el que pareció que iba a perder el equilibrio pensó que lo único que le faltaba era quebrarse justo es noche el tobillo, y que allí ya tendría suficiente... Pero se mantuvo firme y con la fuerza del impulso logró sortear la pequeña muralla de meseros que se había formado para retener a una desquiciada Cyrille. La muchacha propinó un par de disculpas a medida emitió codazos de abertura y alcanzó a su amiga con tenazas de hierro. La sujetó por los hombros, la obligó a sentarse en el suelo y darle la espalda a la escena y fijar sus ojos en los de ella. —Cálmate —le ordenó, con severa dulzura en la voz, mientras eran rodeadas por las piernas de aquellos que ya se habían volteado a ver la escena. Justo en ese momento (porque todo sucedió en minutos), la partida cambiaba sus apuestas de lugar y Méderic se enfrentaba con un certero puñetazo estomacal al chacal de Durand. Ese instante aprovechó Julie, que había visto entre la multitud la actuación del barman, para volverse y sonreírle a su amiga, ésta vez permitiéndole observar y ayudándola a ponerse de pie. Todavía le aferraba el brazo con fuerza cuando se instaló el silencio entre los dos contrincantes y sus espectadores, pero la bailarina miraba absorta al frente.
Esto no había sido por Angie. El golpe le había dado justo y de lleno. Charlie siempre había considerado en secreto al barman del cabaret como al único que quizás algún día le daría problemas con su forma liberal y sincera de comentar, y quizás uno de los primeros que saldría en defensa de Balthasar en caso de que las cosas se pusieran feas, pero no por eso había dejado de considerar el grado físico con el que podría responder a alguna tentativa... violenta. Aquella pequeña disputa se lo ratificó: Si alguna otra vez volvía a enfrentarse a Favre, y lo encontraba de pie y atento, y no con la guardia baja como hasta el momento; sería un rival difícil de eliminar. El aire volvió después de la tercera vez que inhaló. Había trastabillado hacia atrás y había logrado mantener el equilibrio y la compostura inclinándose hacia adelante y apoyando las manos en las rodillas. El rostro de Durand estaba escondido por la propia sombra que se hacía al agachar la mirada, pero levantó lentamente el rostro para limpiarse un hilillo de baba del mentón. El problema para Favre era que, cuando volviese a suceder el encuentro (oh, porque ahora sabía que habría un próximo. Él se aseguraría de ello), Charlie también estaría listo para reaccionar. No había llegado a donde estaba por regalar exactamente flores y no le tenía miedo al dolor. La burlona sonrisa y el vacío en la expresión con el que miró a retador eran la prueba fehaciente de ello. Con una mano frenó de lleno a los dos matones de la entrada que se habían acercado corriendo al ver el altercado, empujando al personal para hacerlo a un lado, y se irguió delicadamente con una mueca de dolor. No, definitivamente no se había detenido por Angie. —¿Suficiente? ¿Injustificado? —Dejó de inspeccionarle la obra de arte que le había dejado en el rostro luego de un par de minutos suficientes como para que comprendiera la indirecta—... Espero que tengas las agallas para mantener esas bonitas palabras. De ahora en adelante —Recuperada su altura y el dominio de su cuerpo antes tambaleante, Charlie dejó de sonreír. Delante de toda aquella gente sólo serían insinuaciones, pero lo que había dicho bastaría para que todos comprendieran el desastre que sus últimas palabras implicaban. Sobre lo último que dijo el barman, no emitió comentario. En cambio se volvió a sus dos compañeros. —Vayan a buscar al maldito coordinador del cabaret y díganle que lo espero afuera. Creo que esto sirve para explicarle literalmente a qué me refería cuando le hablé de cambios en este lugar. En cuanto a los demás —Cuando uno de los dos se hubo marchado, Laurent alzó la voz y miró al grupo apiñado junto a Cyrille—, más les vale ir desfilando fuera de aquí. Ahora —agregó al ver que nadie se movía de su sitio. Una marcha fugitiva y escurridiza las dejó a las dos bailarinas de pie como monolitos solitarios. Charlie se volvió a ellas, con los ojos sólo asequibles para la pelirroja mientras se encendía un cigarrillo con la parsimonia de los recién levantados. Tosió por el dolor abdominal y carraspeó antes de relajar los hombros, dar media vuelta y salir del Molino Rojo seguido de su compañero. Una vez afuera, el guardia no se atrevió a romper en seguida en silencio. Charlie se contemplaba distraídamente los nudillos partidos de las manos. —Entiendo que uno no puede meterse así como así con la chica de uno, Charlie —Soltó al final cauteloso, encogiéndose de hombros, aceptándole otro cigarrillo—, pero el jefe no verá con buenos ojos esto. Sólo te lo digo amigo. Prepárate para tiempos jodidos, merde. Pero por otro lado... —Uno no puede meterse con la chica de uno así como así —repitió en un susurro pensativo, comprendiendo la proposición y sobresaltando al otro por la irrupción. Mordisqueó la punta del cigarrillo—. No hoy, mañana a la noche tampoco. El día de la inauguración. Tengo una idea. Más animado, su compañero soltó una roncosa carcajada de experto en tragos de bajo fondo.
2015 ((*Baila vals abrazando su cerebro en silla de ruedas*)) Por suerte Rachel era inmune a los "encantadores" comentarios sin filtro de sus compañeros de trabajo. Se limitó a sonreír con una de esas expresiones ¿En serio era necesario?, mientras negaba con la cabeza, como causa perdida desde tiempos Jurásicos. —Oh, cierto que había olvidado que el señor Blanc expresa cuidada atención a lo que Mia diga... —soltó mitad irónica mitad cómplice—. No, por supuesto que entiendo tu punto. Yo solo sé que Rambaud salió de aquí con la seguridad de tener trabajo, y en caso de que regrese y se entere que no ha sido contratado, no por ser quién es, sino por ser un supermodelo trabajador armará el escándalo del siglo —La chica acomodaba papeles y suspiraba frente al ordenador—. Ya sabes cómo son los del sindicato de modelos de extremistas. A veces dudo que no tengan algún tipo de raíz histórica con el anarquismo —Lo consideró en serio, deteniéndose para reflexionar observando el techo—. En fin, si la Sra. Blanc lo contrató y tiene la mitad de Etiqueta Negra en el bolsillo, el pobre Benjamin tendrá que negociar duramente con ella para que cambie de parecer. Igual no sé, ¿es tan terrible contratar a un pobre sujeto a mitad de año? Digo yo. Sino hubiera sido por Blanc, no sé dónde estaría parada hoy en día. En fin —repitió adormilada pero sonriente y satisfecha. Acababa de terminar de orden la que llevaba atrasado un día y se le iluminó la cara mientras volvía al salvapantallas—, ¿qué? Ah, no es nada. Una consulta sobre vacaciones, creía que habías escuchado. Tú, siempre metiche en todo —Se echó para atrás, cruzó de brazos y enarcó una ceja, divertida.
Esperando el puto ascensor, Logan suspiró pero sonrió. —Katie, creí que a esta altura de nuestras vidas y con un compromiso programado a futuro ya comprenderías mi exótico carácter. Sí, fui una histérica, ¿y qué? No voy a permitir que un simplista reportero de cierto renombre venga a decirme cómo proceder con mi vida laboral... Y creo que tú me entiendes en eso —La miró desde lo alto, de reojo—. Soy un espíritu libre. Me tomo la libertad de mandar a la mierda a los que se la toman conmigo muy de vez en cuando, sí, ¿puedes tirar la piedra y esconder la mano? —Se rió con complicidad— ¿Cómo fue que le dijiste? Ah, sí —Se aclaró la garganta y puso cara peligrosa mientras imitaba el momento justo en el cual la maquillista contemplaba el vestido destrozado por Mia— "Que sufra. La muerte es mucho más de lo que se merece. Tiene que sufrir hasta el último de su días."—Tomó aliento y miró con una perezosa sonrisa hacia delante—. No te preocupes, Moncef no se hartará como yo no me hartaré de él. Es un caso de supervivencia biológica por cooperación. Además, al idiota le encanta sacar de quicio a la gente y sentir que recupera el control de una conversación. Es el mal de todos los periodistas con algo más de ego que sentido de la moda. Por Rambaud no te preocupes. Ahora quienes nos deben preocupar son Mia y el pequeño Frank. No sé qué rumbo o partido tomará en todo esto.
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Post by Eve on Feb 23, 2015 17:26:23 GMT
((Angie: *no ha parado de llorar desconsoladamente desde que le pegaron en la naricita a su Med* ))
1890
Solo cuando pudo enfocar la mirada en los familiares ojos azules de su amiga, dejó de golpear y arañar. Su cuerpo aun temblaba cuando fue llevada de nuevo hacia el círculo y observó la escena desarrollándose. Ahora era el barman atacando y Charlie perdiendo el aire y el equilibrio. Otro sollozo escapó de sus labios y con él, las lágrimas volvieron a brotar. Escondió el rostro en el cuello de su amiga, permitiéndose al fin quebrarse, después de todo, la mayoría de ojos estaban puestos en los dos hombres. Fue así como Charlie la encontraría minutos después, con los ojos hinchados y el maquillaje corrido. Observándolo con ansiedad antes de que éste diera la media vuelta y saliera. La bofetada debió tomarlo por sorpresa. El ruido de sus tacones fue silenciado por la risa del otro hombre, lo que le había proporcionado cierta ventaja a su favor, luego de que lograra liberarse del fuerte agarre de su amiga. Angie sentía la palma derecha arder y aun veía la huella enrojecida de su mano sobre el rostro de Charlie. Cualquier sentimiento de culpa que la hubiese invadido dentro del cabaret, había desaparecido para ese punto. Ahora la mujer lo observaba fijamente, con la barbilla en alto, como si lo estuviese retando. -¿Es así como funcionan las cosas para ti?-preguntó, escuchando su propia voz temblar- Es tu trabajo, lo entiendo- se apresuró a añadir. No era como si no conociera las obligaciones del hombre frente a ella- Pero ¿Y Matt?- y la rabia volvió a apoderarse de ella al recordar la visión de su hermano postrado inmóvil sobre la barra- ¿Por qué no hiciste nada? ¿Por qué mierda no lo detuviste? ¡Pensé que teníamos un acuerdo! ¡Tú lo sabías! ¡A cualquiera menos él!...y ahora esto. Lo peor es que no tuviste ningun motivo para golpear a Médéric. ¡Él NO te hizo nada! Al contrario, él hizo lo que tú no fuiste capaz o no te dio la gana de hacer- siseó venenosa- Pero sabes qué es lo que me da curiosidad? Saber quien sigue en la lista de personas que Laurent Durand quiere ver con el rostro destrozado. ¿Balthasar? ¿Julie? ¿Yo?- sus ojos brillaron cuando dio un paso al frente- Adelante.
La mujer corrió a través de las cortinas, chocando contra un hombre que hacia lo mismo. Ambos dirigiéndose presurosos hacia el camino al sótano. Cuando Veronique levantó la mirada, se encontró con Matt. No necesitaron decirse nada, ambos sabían iban en busca de Balthasar. -¿Qué es todo ese ruido?- preguntó el hombre que terminaba de ajustarse el cinturón del pantalón. Algunas machas blanquecinas del maquillaje salpicaban las raices del cabello más cercanas al rostro, como si fuesen canas. Fue Matt quien habló primero. -Durand- dijo sombriamente- Ha golpeado a Médéric. Balthasar abrió los ojos como platos y salió disparado hacia la puerta de salida, dándose de cara con uno de los hombres de LeCounce. Luego de un intercambio de palabras, se dirigirían al exterior.
2015 -¿Qué esperabas? De eso vivo - contestó sin cambiar la perezosa posición y extiendo los labios en la sonrisa que en más de una ocasión lo había salvado de problemas con...todo el mundo-No puedes culparme si me preocupo por quedarme abandonado en esta selva. Menos después del rumbo que tomarán las cosas dentro de Etiqueta. ¿Sabes? Estoy pensando en colaborar- mintió- Un poco de publicidad no me vendría mal y si en algun momento decidiera irme de aqui a explorar otras áreas (por supuesto, llevandome conmigo todos sus sucios secretos), sería conveniente tener cierto prestigio. Claro, eso a menos que Moncef decida dinamitar mi historial y dejarme hecho pedacitos. ¿Tú que opinas? ¿Me arriesgo o no?
-No me agrada, pero ya lo hiciste y no quiero ni voy a imponerme sobre ti- agregó observando por sobre los lentes a la rubia mujer frente a él. Ella entrecerró los ojos y apretó los labios. Entendió la indirecta. -No le veo ningun problema. ¿No era esto lo que querías? Ahí tienes a un muchacho con una historia para contar. Imagínatelo, el apellido Rambaud de vuelta sobre las pasarelas. Benjamín negó con la cabeza, ella no entendía. Y ya se lo había explicado varias veces durante la última media hora. -¿No me estas escuchando? No me interesa si él decide o no participar dentro del proyecto para Etiqueta Negra. Me preocupa lo demás. Tengo referencias sobre Jean-Claude Rambaud y no voy a tolerar sus excentricidades y caprichos. Mientras yo sea el jefe, se hará lo que yo diga. -Oh, cariño. Se te olvida que la mitad de esta revista es mia.
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Milly
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Post by Milly on Feb 26, 2015 3:12:16 GMT
1890 Magullado y dolorido, Médéric se propuso desaparecer de la escena al comprobar que lo peor había quedado atrás. Pero nada más dar media vuelta en dirección a su barra, otra vez se encontró con un rostro dispuesto a interceptar su camino. Sintió que los músculos de su cuerpo se tensaban... y la ráfaga de alerta se desvaneció al comprobar que la figura frente a él era mucho más pequeña que su anterior obstáculo, mucho más escuálida. De furiosos ojos color pardo. —¿Eres consciente de que acabas de firmar tu sentencia de muerte? —la voz de Teva era mordaz, un siseo que se notaba intentaba contener un torrente de frustración. El barman no respondió enseguida. En cambio, esbozó una espeluznante sonrisa, todo labios y dientes rojos. Y reanudó el paso, apenas consciente del nuevo escenario que comenzaba a desarrollarse a sus espaldas. —Solo soy consciente de que estás siendo descaradamente exagerada —mintió él con soltura, disimulando el dolor tan bien como le resultaba posible—. ¡Como si hubiese hecho algo que justifique este teatro! —En el fondo tenía muy claro que la bailarina debutante llevaba razón y que sus excusas podían ser cualquier cosa... pero jamás verdaderas. Desde el inicio de aquella mañana no había hecho más que provocar a Durand, la mayoría de las veces, muy a conciencia. El hecho de comprobar que su paciencia hubiese llegado al límite en apenas una mañana (y con insinuaciones sumamente sutiles de su parte) era todo un aviso. Una advertencia sin códigos, pura y dura. Pero por descabellado que pareciera, también era un estímulo para seguir adelante. Ya habría tiempo para pensar en las consecuencias. La pequeña Attia, apurando el paso para no quedarse atrás, observaba a su compañero de trabajo con una angustia mal disimulada. —Eres un idiota, pero no te mereces nada de esto, Méd —suspiró—. No es tu culpa —En ese momento, sus ojos destellaron de resentimiento al identificar la cabellera roja que para entonces se apuraba a enfrentar al otro implicado en el conflicto. Ambos sabían a quién responsabilizaba la muchacha, pero también sabían que ella se contendría de sacar el tema a colación, porque era evidente que él no estaría en absoluto de acuerdo. En cambio, estiró las manos para tocar el rostro hinchado de Favre—. Ven, vamos a limpiarte un poco esos golpes —hizo una mueca—. Si tu intención era hacer alguna especie de retorcida competencia con Matt, te informo que has ganado por lejos. Pero Médéric se apartó antes de que los delicados dedos llegaran a encontrarse con su piel amoratada. —No hace falta, pequeña —aquella vez le costó un poco más de trabajo sonreír. Las protuberancias en su rostro seguían creciendo—. Tengo más de treinta años. Si a estas alturas no supiera ya cuidarme solo, no me quedaría nada. Dejó atrás la barra y desapareció por el pasadizo de cortinas rojas.
2015 Esa cita de sí misma despertó, detrás de sus anteojos, la furia parda que aquel día se encendía con un nivel de repetición que en cualquier momento la volvería loca e inútil. Y como la inutilidad no servía en absoluto cuando se trabajaba en pos de perjudicar a quienes lo merecían y favorecer a los... bueno, a ella, repitió por enésima vez un esfuerzo por controlarse. —Pero qué pésima analogía, Logan —suspiró, delicada, tomando el brazo del fotógrafo cuando las puertas del ascensor se abrieron, y arrastrándolo con el mismo cuidado al interior de esas pequeñas cuatro paredes—. Aunque tienes razón en lo demás, mi querido Sherlock —apoyó su cabeza contra el hombro de Delastair—. Lo más seguro es que Mia insista en su estrategia de hacerle la pelota a Blanc con tal de mantenerse a flote. Puede que en algún inesperado y prácticamente imposible momento de lucidez se le ocurra apostar por una estrategia menos evidente, pero la verdad no me preocupa mucho, de momento. Ahora —se separó lo suficiente de Logan como para que este pudiera apreciar en toda su esencia la repentina sonrisa de fascinación que iluminaba su rostro—, Frank parece esmerarse en ser todo un misterio. Uno que pide a gritos que lo resuelvan.
((¿He tardado lo suficiente esta vez como para no ser merecedora del odio de ninguna? T.T))
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bachi
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Post by bachi on Feb 26, 2015 18:39:24 GMT
((Ni aunque postearas cinco segundos después de nosotras podríamos odiarte 8 DDD <3!! Bueno, sí, un poquitito XD PERO NO VIENE AL CASO C8))
1890 No le sorprendió que lo siguiera enfurecida. No fue eso, porque no tenía el derecho a estarlo, en absoluto. La que había cometido el despilfarro, el desliz y la vulgaridad de codearse con el barman había sido ella, la maldita zorra de Angie que se había atrevido, sin más, a refregarle en la cara sus jueguitos con los hombres de Balthasar. Porque Favre no implicaba a uno, sino a todos los hombres de Molino con los que la había visto charlar aunque sea alguna vez, alguna risita cómplice, alguna estúpida muequita de zorra comedida que le gustaría tanto borrar del rostro… Lo que le sorprendió fue el bofetón en mitad de la luz del día. Lo que le sorprendió fue el arrebato y el ánimo que le vio dibujado en el rostro al hacerlo, casi como un desafío a su autoridad. Lo que le sorprendió a Charlie fue que la cachetada no le dolió ni le molestó en absoluto. Sino el veneno corrosivo que lentamente subía por su garganta al ver que ese gesto, ese golpe había sido por golpear al otro. Por defender lo que era suyo, por la integridad y la caballerosidad de un desgraciado en vez de corresponderle a él. Su primer impulso fue sujetarla por los hombros con firmeza. —Retenlos ahí —ordenó sin mirar. Calladito, el que antes había reído fue directo a la puerta. La arrastró hacia el callejón más cercano y la acorraló contra la suciedad de una pared de ladrillo viejo. Le observó el intento de forcejear con distancia, como un investigador que se mantiene al margen de la tribu autóctona, las lágrimas que amenazaban con salir, las prepotencias, los insultos y las mejillas arreboladas, e incluso ese brillo… ¡Ese! ¡Ahí estaba!: Era el miedo de ella lo que le hizo acelerar el corazón cuando se lo distinguió transfigurado en el rostro como una capa de maquillaje debajo de la piel. El segundo impulso de Laurent fue besarla. La besó con violencia, la abrazó como mordazas, le mordió el labio con rencor sin llegar a hacerle daño, y le invadió el espacio personal presionándose más contra su cuerpo, tirando un poco de su cabello para hacerle la cabeza atrás y dejarle el cuello expuesto. Se separó agitado, respirando entrecortado, observándole la curva delicada de la garganta que procedió a besar suave. Si el primero fue un beso desgarrador y pasional, el segundo fue perversamente el de un padre comedido. —Cyrie, Cyrie —susurró contra su piel con los ojos cerrados—. Ay, Angie. Es tiempo ya de que elijas de qué lado estás, amor. Porque yo avanzaré y no puedo esperarte. Hundiría al mundo por ti, Cyrelle, pero no me pidas que me hunda en la bazofia porque no te lo permitiré. ¿Tú hermano? Fue un descuido de los hombre de LeCounce ¿Me culpas por qué, exactamente? ¿Por estar a metros de él y no llegar a tiempo? ¿O me culpas en realidad por cosas que tú quieres y no consigues? —Ardió rabia en sus ojos y los más pérfidos celos. Separó el rostro de su piel y le soltó el cabello para que lo mirara. Con la mano ahora libre le acarició el mentón, ya manteniendo a raya su temperamento, volviendo a la calma habitual—. Si quieres a esa clase de sujeto, quédatelo, pero no me hables de su inocencia cuando los dos perfectamente sabemos que todo esto es un juego para él. Al parecer para ti también —Se apartó bruscamente—. Si quieres cursilerías e indulgencia como en una guardería, ahí está la puerta. Pero no esperes que te suplique perdón por algo que tú has suscitado. ¿Me crees idiota, verdad? ¿Que no te vi? Me duele. Pero lo entiendo. Quizás ahora aspiras a otras cosas, así que lo entiendo: Ya elegiste. Charlie había avanzado hasta la salida del callejón, la miraba con seriedad imperturbable. —Yo también elegí, me temo. Y también tengo curiosidad… —Frunció el ceño pero no se lo preguntó—. Pero no te preocupes. Te lo juro por mi vida: no tocaré a tú querido Favre si eso es lo que quieres. Charlie la dejó en el callejón en el momento justo en que se asomaba Balthasar por la entrada. —Quiero a tu barman trabajando hoy a la noche. El otro puede descansar. Si necesita ayuda con las botellas, tienes un nuevo ayudante para poner a prueba —Arrojó la colilla del cigarro a los pies del dueño, como un vaticinio futuro de cosas venideras. Llamas y juegos de poder.
…Donde fue interpelado. Julie se interponía en el camino de Méderic con los brazos cruzados sobre el pecho, al principio de forma retadora, pero luego la figura se transfiguró hasta adquirir el cariz de la autoconservación de quienes han visto la catástrofe consumarse. La mujer no hizo ademanes de ayudarlo, ya había visto lo que había hecho con la pequeña amiga que había socorrido a prestarle una mano, pero se notaba en su rostro que luchaba dentro con la idea de hacerlo. —No tienes ni idea —comenzó cuidadosa, con cariño, pero de la misma forma como la que había empleado con Angie: inflexible— de lo que acabas de comenzar. No sólo contra ti, Méd. Sino contra todos aquí dentro —Cerró los ojos de forma dolorosa y negó con la cabeza—. Es el momento menos indicado tal vez, pero esto si ha sucedido, fue porque nadie nunca tuvo la idea de poner las cosas sobre la mesa, de manera clara. Así que te daré dos opciones que, con gusto, puedes rechazar y no me ofenderé: Me dejas prestarte una mano y yo a cambio te explicaré una o dos cosas útiles. O ignoras la oferta, prosigues tu camino, y decides estar al margen. Como hasta ahora.
2015 La sonrisa de fascinación en el rostro de Katia encandiló a Logan hasta hacerlo reír. Pero las orejas bien grandes del lobo nunca bajaban la guardia, y quizás sólo fue gracias a eso que, oportunos sólo como ellos dos solían ser, escuchó las zalameras palabrerías provenientes de la recepción en tanto las puertas del ascensor se abrieron. Reconoció las dos a la perfección. Se cayó de inmediato mientras avanzaban con sigilo, seguro de que su risa baja no había sido percibida, y dejó que el eco de soledad que se celebraba en el territorio de la secretaria arrastrara hacia ellos el sonido dulce de una melodía audaz. “Alguien ya está jugando sucio” moduló en silencio para la maquillista y con sonrisa de tiburón. Y con orejas grandes, grandes para escucharte mejor.
—¡Ah no! —Rachel alzó la manos como quien es asaltada— Yo no busco culparte en absoluto. Pero a veces me pregunto sino se sentirán un tanto… “embarrados” tú y Moncef. ¿No es agotador meter las narices, ser desconfiados y paranoicos del mundo que los rodea todo el tiempo? —Giró en la silla mientras lo decía, pensativa de verdad, pero burlándose del reportero con desfachatez e ironía. La tomó por sorpresa, sin embargo, su última afirmación y detuvo la rueda en medio de la incredulidad. Rachel enarcó las cejas y abrió los ojos grandes— ¿De verdad? Me refiero a que, ¿de verdad harías eso? —Repentinamente lanzó una carcajada y negó con la cabeza— Ay, si son todos iguales… Pues si quieres mi opinión, Frankie, es lo más inteligente que puedes hacer. Yo soy una simple secretaria, por suerte no entro en el juego. Pero yo que tú, no me mediría en fuerzas con nadie. Todos son igual de… Zorros, ¿me entiendes? Siempre tienen algo, algo bajo la manga, algo que saben que tú no. En fin, participaría por el prestigio, pero no me iría con las manos vacías. Pero sí limpias. ¿Entiendes? Siempre hay forma de hacer las cosas de manera honesta. Aunque bueno, considerando que estarías poniéndote a merced de otro colega, eso podría suscitar pequeños celos profesionales insalvables entre ambos. Eso ya corre por cuenta propia. Parloteó su análisis detectivesco con soltura y confianza, hasta que se detuvo y, sin expresión posible de catalogar, clavó sus sospechosos ojos en el rostro del compañero. —A no ser que me esté olvidando que tú también eres otro zorro y que, por supuesto, cuentas con un jugoso as bajo la galera… Que, al tener un poco de honor imposible de ignorar todavía en posesión, decidirás compartir con tu simpática amiga Rachel —Esbozó una lente sonrisa de complicidad.
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Post by Eve on Mar 1, 2015 0:02:48 GMT
1890
Gritó, pataleó y forcejeó hasta sentir el frío de la pared contra su espalda, estaba decidida a darle lucha. Pero toda su determinación se desinfló como un globo pinchado al sentir el ardor de esos labios sobre los suyos. Debatiéndose entre el temor y la pasión, sintiendo el corazón latiendo desbocado contra su pecho se dejó envolver por las palabras de Charlie...hasta que fue apartada. Sintió sus ojos expandirse por la sorpresa y por primera vez no se molestó en fingir que todo estaba en control, porque no lo estaba. Hasta ese momento ella no sabía, no comprendía. Él nunca dijo nada, creía que no le interesaba. "Me duele" había dicho y sintió el corazón desgarrarse con esa afirmación. No, no había elegido. No podía elegir porque su única opción siempre fue él. Por eso cuando lo vio alejarse, solo pudo soltar un ahogado "Laurent" que él no llegó a oir.
-No puedo creer que lo haya hecho -¿Dónde esta ella? -Estaba aquí hace un segundo -Pobre Méd -Su rostro ¿con quién esta ahora? -La señorita Odair -Shh... ahí viene uno de ellos -Durand se la llevó -¿Le hará daño? -¿Dónde esta Balthasar? -Esperen, ahi viene Lo primero que vio al salir del cabaret, fue a los grupos de meseros cuchicheando y uno de los hombre de LeCounce haciendo guardia. Apenas un segundo atrás se había cruzado con Teva y Médéric, si no se detuvo fue porque tenía la órden directa de salir. Luego podría ver el estado del barman. Cuando todos quedaron en silencio supo que Charlie había vuelto. Asintió al hombre, pero cuando este calló él habló serio. -Espero que entiendas que esto no era parte del trato con tu jefe. Y me temo que será informado por esta nueva agresión.
2015
-Puede ser, puede ser- caviló el hombre- En el hipotético caso de que tuviese un as bajo mi manga, creo que podría tener en consideración. Te tengo cierto aprecio, Lavalley- agregó con una media sonrisa y un guiño rápido- Cierto aprecio que, tal vez, no se iguala con el de nuestro colega. ¡Ah! no me mires asi, ambos sabemos que él también sabe jugar muy bien sus cartas ( ¿quieres que te recuerde lo que ya ha conseguido? ) y, estoy seguro, buscará una forma de acercarse a ti. Laboralmente hablando, claro. Después de todo ¿No se trata de eso? ¿Trabajo? Si él se ha propuesto algo, creo tener la certeza de que lo conseguirá. A menos que tengas un escudo protector como cierta pelirroja.
Usted tiene un nuevo mensaje: Me encantaría tener una charla contigo. ¿El sábado a las 10? Será privado, solo nosotras dos. Te espero en... Había llegado al departamento dos minutos atrás, pensando en ducharse y dormir hasta que fuese la hora de encontrarse con Jean-Claude. Pero la grabadora terminó de empujarla hacia el mini bar, de donde sacó un botella de vodka que abrió y bebió de pico. Ella la estaba buscando, aun antes de que llegara a Etiqueta Negra. Ella sabía... Antes de abandonarse a los efectos del alcohol, anotó en un pizarrón en la cocina: Sábado 10am- Sophie Blanc.
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Milly
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Post by Milly on Mar 7, 2015 21:17:33 GMT
1890 A lo mejor eran ideas suyas, pero resultó inevitable no notar cierto tono de acusación en aquellas últimas palabras. "Como hasta ahora". Y el solo hecho de suponerlo le dolió profundamente, más que el escozor insoportable de las heridas abiertas y los moratones que cubrían su rostro. Separó los labios para replicar... Y luego se lo pensó mejor. Existían mil argumentos que lo defendían y lo libraban de la responsabilidad de todo el asunto recién acontecido, pero Médéric sabía muy bien a quién tenía en frente. Y si alguien entendía las cosas que ocurrían en Molino Rojo, incluso las más ocultas, esa era definitivamente la madura y siempre observadora Julie Odair. Él no tenía idea de nada. Él se había mantenido al margen. Y él había decidido de pronto inmiscuirse en un tablero cuyas reglas desconocía por completo. Observó a la bailarina, agradeciendo y admirando en silencio la sutileza con la que intentaba hacer ver al barman el nivel exorbitante de su propia ignorancia, y las terribles consecuencias que traía consigo. No quería causar problemas a nadie en el cabaret. No quería causar problemas a Angie. Cansado y otra vez triste, apoyó su peso contra el muro situado a su espalda. La dicha de la ignorancia había acabado para él. Otro duelo con el que debería aprender a cargar. —En mi opinión, el pasillo no es el lugar más adecuado para hablar de un par de cosas útiles.
2015 Era como si Dios, tras una vida completa de humillante silencio, hubiera decidido prestar atención a una de las interminables plegarias desesperanzadas que Katia era capaz de elaborar por segundo. Tras un instante de considerar si aquel gesto bastaba para reconsiderar la fe hacia algún ser superior, decidió que Dios se merecía una horda de seguidores ciegos, sordos y estúpidos, si creía que con semejante limosna podía recuperar el amor de una sierva hace siglos descarriada. Pero aceptaría el mimo con toda la cortesía y el descaro del que era capaz. Silenciosa y delicada, avanzó hasta situarse junto a Logan, con los oídos bien atentos a la conversación que tenía lugar fuera del campo de visión de ambos. Y conteniendo la carcajada incitada por el mudo comentario del fotógrafo, se concentraba ya en filtrar y clasificar la información. No era que los chismes de la revista no le importasen, pero en ese momento habían otras cosas que le resultarían mucho más útiles.
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bachi
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Post by bachi on Mar 8, 2015 2:13:55 GMT
1890 Charlie sonrió con la sequedad de un whisky añejo y caliente. En definitiva, la sonrisa se vertió por su rostro con la llamarada violenta de dicho alcohol. —No sé qué trato tenías con el señor LeCounce, pero creo que el que yo tenía con él era claro y funcionaba de forma… diferente. Así que no hay de qué preocuparse: Yo personalmente lo mantendré informado. ¿Algo más? —preguntó, dándole la espalda mientras recuperaba parte de su habitual atuendo. Cuando se volvió, se calzó sombrero en la cabeza— Porque sino se me requiere más, y como yo no necesito otra cosa, ya tengo que irme. Volveré. Y espero ver la casa en orden a la vuelta. Dos señas cortas y los dos hombres volvieron, arrastrando los pies, adentro del cabaret. Les tocaba el turno de la tarde también al parecer, pero serían reemplazados cerca de las 7. Laurent no esperó respuesta alguna. Contempló en silencio al semi-desmaquillado sujeto y se prendió otro cigarrillo… O no. Ya no le quedaban, así que no se fue. Entre suspiros profundos, tuvo que esperar todavía lo suficientemente cerca de Molino Rojo como para que se le instalara un bullicio tormentoso en la cabeza.
Sabía que había sido injusta al colocarlo en esa situación, luego de tamaña escena y con las defensas más bajas que un bebé elefante recién nacido. Pero Julie estaba acostumbrada a la autocompasión mezquina y sabía cómo tratar con ella a diario, por eso la espada, por eso la pared. Lo que no sabía tratar era la sorda resignación y aceptación, dulce o patética, de la derrota de un vencido. Y la tristeza clavada en aquellos pozos como ojos. —Se lo que vas a decir —lo regañó, sin darle tiempo a moverse del lugar, ya situándose debajo de su brazo y cargándose el peso de su cuerpo sobre los hombros. De esa manera daba por terminada tan presuntuosa presentación. De esa manera volvía a esquivar sentimentalismos con acción, de esa manera volvía a ser la misma Julie, “siempre bailarina”, de todos los días: Mamma Odair, tuvo la premonición de que algún día la llamarían, y evitó la mueca sorda y comenzó la lenta marcha— y desde ya te estoy adelantando que un “no fue mi culpa” no será suficiente para limpiar este desorden. Pero tienes razón, Med —Le dio dos palmaditas en el pecho, la cara ya tenía suficiente por un día—, este no es lugar para hablar. Vamos a la bodega. Ahí te sentirás como en casa. La broma fue lo único que hubo de comunicación por parte de la bailarina hasta que lograron bajar las malditas escaleras. Una vez dentro, se dio el lujo de soltar al malherido sobre varias bolsas de patatas y dio un largo suspiro, acariciándose el cuello. Desde allí lo contempló como a una obra de arte en exhibición, con mirada crítica y analítica de una enfermera, justo segundos antes de poner manos a la obra. Con la punta del taco cortó un trozo de hielo de la fuente principal y la envolvió entre dos pañuelos lo suficientemente higiénicos como para no empeorar las heridas, y se lo dejó entre las manos. —Lamento informarte que tendré que tomarme… ciertas libertades —comentó, quitándose los zapatos y observando hacia las estanterías más altas donde, en efecto, estaban las bebidas más caras—. Ahora sé buen chico y cierra los ojos mientras me trepo como mono para buscarte la medicina. En tanto —Bufó y se quitó unos mechones del cabello de la cara, mientras estiraba un brazo y se aferraba con uñas al tercer estante para no caer—, has las preguntas correctas y recibirás las respuestas que buscas. Anda, no tenemos mucho tiempo antes de que Balthasar te busque y quiero prepararte para cuando esté aquí.
2015 No le agradó demasiado la vuelta de tuerca. Pero Rachel debería haber supuesto que, si jugaba con fuego, un poco llegaría a quemarse. Sin embargo mantuvo la compostura, mientras se ponía de pie y preparaba sus cosas. —Frank, no hace falta que desvíes el tema para saber, para entender que, en el hipotético caso en que supieras algo de más, no me lo dirías. Eres de los que alardean, pachuchos, todo tipo de fuente; así que no —Negó con la cabeza rotundamente, mientras llenaba su morral de cosas—, no esperes que te crea que tienes “el bien preciado, el Santo Grial” —citó, con entonación y todo. La secretaria dio media vuelta para rodear la medialuna y situarse justo frente al reportero, mientras acomodaba las cintas de su bolso sobre su hombro. —Y no hace falta que te pongas en esa postura para que todas las modelos o Logans que pasan te miren el culo. Créeme: Hay muchos otros para mirar. Si quieres que el tuyo sea una exclusiva, ya puedes ir pidiéndoselo a Moncef. En lo que a mí respecta, los dos hacen una excelente pareja de estafadores. ¡Vaya! Deberían juntarse a beber algo casual y planear robos bancarios —Sonrió con frialdad y le dio dos palmaditas al pasar junto a él—. Y en cuanto a los escudos… No necesito cosas tan medievales para hacerme valer. No te preocupes por mí, tengo otras herramientas. ¡Pero buena charla! —Le guiñó un ojo y levantó los pulgares al darse media vuelta y seguir caminando hacia atrás, como haría cualquier guía en una charla para Alcohólicos Anónimos. Sí, lo tenía escrito en la cara: “Metiste la pata, viejo, y si quieres algo en un futuro, tendrás que recompensarme ahora. Ya mismo. Qué esperas.”
Fue justo antes de que lo ofendieran con sumo sacrilegio que se le ocurrió la idea. Podría haberlo descartado, podría aunque sea haberlo reconsiderado, pero habían ido y se habían metido enteramente con él y su integridad moral. Y ahora ya era tarde y ahora oh vaya que lo haría, solo para vengarse de la estúpida de la secretaria, del estúpido de Moncef y, ya que estaban, también del estúpido de Frank. Sin rencores, Delatore, es sólo que justo pasabas por aquí. Sacó el celular y tecleando a la velocidad del rayo, Logan buscó una única imagen en Google y, cuando la hubo encontrado, con la euforia de la venganza cruzándole la frente, los ojos, el semblante y el todo; se la enseñó a Katia: un grabador digital portátil. ¿Querían jugar al espionaje, las intrigas y los 007? Pues al carajo todo. Se los instalaría hasta en el culo, aunque volviera a endeudarse hasta el cuello. Asintió incluso antes de que la maquillista pudiera negar horrorizada ante la idea o aceptársela con la misma vehemencia ciega que la suya, y lo hizo muy suavemente, asintió muy lentamente. Y hasta ya tenía planeadas las defensas en caso de que dos años luego, lo citaran en la corte por escuchas privadas: “Yo sólo lo hice por el amor al arte, Su Señoría, y el arte es un bien público”
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Post by Eve on Apr 5, 2015 1:11:12 GMT
1890
La noche cayó en medio del caos. Balthasar había dado el aviso de que aquella sería la última puesta en escena antes de mudarse temporalmente hasta que el nuevo salón de baile Molino Rojo fuese abierto para el público. A pesar de haber hablado con sus dos muchachos heridos para que se tomaran la semana libre (ya luego él daría cara ante Durand), ambos se negaron y se mantuvieron firmes en que trabajarían como si nada hubiese ocurrido. La última media hora se la había pasado encerrado en su oficina, con una vaso de ron sobre la mesa y escuchando los pasos afuera en el pasillo. Su rostro volvía a empolvarse en tonos claros y sus ojos los ensombrecía como el negro de la noche, sobre la mesa ya tenía el rosado de los labios y sobre un maniquí, una larga y lisa cabellera negra caía en cascada. El vestido azul lo esperaba colgado en un perchero robado de las bailarinas. -¿Annette?- preguntó Matt asomando la cabeza dentro del pequeño cuarto, su mandíbula aun lucía hinchada pero aun no tomaba la tonalidad púrpura. Solo al día siguiente se darían cuenta del verdadero daño cuando el mesero apareciera con una gran mancha negra en la cara. Cuando ella alzó el rostro a medio maquillar, adivinó lo que él quería decirle: Aun no había rastros de Angie.
Veronique corría de un lado a otro en medio de las alborotadas mujeres, robando unos polvos de aquí y unas pinzas por allá. Aun cruzándose más de una vez con la mirada de "te lo dije" de Julie, no se detuvo en su afán de vestir a Teva como una verdadera bailarina. Prácticamente la tenía inmovilizada frente al espejo mientras ajustaba la tela a su cintura y definía sus curvas para lucirlas mejor. Había optado por usar poco maquillaje en ella, le coloreó las mejillas para darle un aspecto más saludable y a los labios apenas y les puso un poco de brillo. Sin embargo, centró toda su atención en resaltar esos ojos pardos que la seguían mirando desafiante y lograban estremecerla cada que se cruzaba con ellos. En más de una oportunidad se le había negado a Matt la entrada, pero cuando éste asomó por la fuerza preguntando por su hermana, fueron incapaces de echarlo ya que tomó la excusa de acompañar a su amiga en tan incómoda sesión. Apenas unos minutos antes él había salido por propia voluntad (justo cuando la ropa de varias mujeres empezó a caer) y las había vuelto a dejar a merced de la nueva y pequeña bailarina. Podría apostar que Teva pensaba lo contrario.
2015
Fin del día en Etiqueta Negra. Las voces toman un tono más alegre, más relajado y más juguetón. Las sillas en los escritorios suenan, algunas ruedas rechinan en la esquina mientras se alejan a toda velocidad a cumplir con compromisos nocturnos y es que en Paris es así. Un desfile de alta costura no puede pasar sin más para los amantes de la moda. No importa si es mitad de semana y al día siguiente tienen que madrugar, el maquillaje borrará la falta de sueño y todo valdrá la pena si es que apareces en la sección VIP de las mejores revistas del entorno social. Sophie salió del brazo de Benjamín, la cabeza en alto, como si no hubiese ocurrido nada fuera de lo común dentro de la oficina. Como si aquella guerra de poderes solo estuviese empezando y aun quedaban muchas batallas por ganar. Cuando estuvieron en recepción, ella se adelantó y pasó frente a Rachel con un escueto "Raquel" a modo de despedida y no paró hasta sentarse en el asiento del copiloto en el auto de su esposo. Benjamin, en cambio, se detuvo a intercambiar unas cuantas palabras con su secretaria, acordando una cita al día siguiente con ella para tratar de un tema relacionado a la nueva dirección de la revista y en donde tendría que organizar una larga lista de nombres y números. Unos segundos más y podría pedirle perdón por todo el trabajo que le daría esa semana.
Margaritas había dicho él y ella estaba cumpliendo. En el vaso mezclador llevaba ya los insumos listos para agitar y servir en aquellas dos copas que reposaban seguras en el asiento posterior. Mia daba vueltas por el centro de la ciudad, deteniéndose de cuando en cuando para fijarse en la hora. Jean había quedado en llamarla a las 8 y si su memoria no le fallaba y él no había tomado costumbres nuevas, no tardaría en llamarla para avisarle su punto de encuentro. Si tardaba un poco más, ella acabaría con todo el licor que traía en el auto y lo que pudiese comprar. Había pasado un largo tiempo desde la última vez que estuvieron en la misma ciudad y, definitivamente, tenían mucho que contar.
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Milly
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Post by Milly on Apr 5, 2015 3:38:05 GMT
1890 La pequeña Attia soportaba el alboroto con el estoicismo de un iceberg, flotando por encima de las conversaciones, de las pequeñas guerrillas por apoderarse de los maquillajes desperdigados en todas partes. Ahora que Matt la había dejado a su suerte, sabía que esa era la única forma en que se sabía capaz de evitar cualquier roce potencial con sus compañeras de baile. Si las ignoraba, si se concentraba únicamente en aquel reflejo que le devolvía la mirada, resultaría sencillo matar el tiempo sin incidentes hasta la hora del primer número en el escenario. Además, le agradaba aquello que veía en el espejo. Era la primera vez que sentía podía encajar en la denominación de mujer... siempre que no se concentrara demasiado en observar las asombrosas curvas de las bailarinas que pasaban junto a ella, quienes la ignoraban con la misma facilidad que Teva empleaba para anular la existencia de cada una de ellas. Cuando Veronique acabó con la empresa casi imposible de convertirla en una criatura algo más llamativa, la pequeña bailarina la observó fijamente. O más bien, observó fijamente su reflejo. —Gracias —dijo con forzada educación. Se levantó de su asiento, que apenas un segundo después volvía a estar ocupado por una nueva bailarina dispuesta a embetunarse con pinturas. Teva señaló la apartada mampara que a esas alturas nadie se ocupaba en usar, alejándose a medida que retomaba la palabra—. Estaré por allá, para que puedas concentrarte en arreglarte a ti misma. No sé si te acuerdas, pero eres la cantante principal esta noche... [Flashback]
El silencio de la bodega se estremeció bajo la apagada y repentina risita del barman. —Así que no vas a ponérmelo fácil —más que un reproche, era una observación sombría. Desde luego Médéric sabía que no merecía mucho más que aquel gentil ofrecimiento. No obstante, la claridad de su nada ventajosa situación no mejoraba en nada las cosas. ¿Cómo diantres iba a saber él -precisamente él- qué pregunta sería la correcta? ¿Cómo conocerla luego de haber optado por la acción equivocada minutos atrás, sin haberlo sabido siquiera? Con la mirada perdida en la oscuridad acomodó cuidadosamente el trozo de hielo envuelto sobre el rostro magullado, ideando una interrogante tras otra, sopesando el nivel de estupidez que Julie estaría dispuesta a soportar en un puñado de palabras. Al final, pensó que consultar respecto a la versión que debería presentar a Balthasar sería un buen punto de partida. Pero al separar los labios para formular esa pregunta tan concienzudamente planeada... —Julie... ¿qué es lo que está pasando? —habló en medio de un suspiro de frustración asfixiante, sumergiéndose cada vez un poco más entre los sacos que cumplían la función de asiento—. De verdad, no lo entiendo. No importa cuánto empeño ponga en comprender el sentido de toda esta tontería, simplemente no puedo verlo. ¿Significa que estoy loco? ¿Qué soy idiota? —Su voz era un sonido débil y destrozado, pero retomó algo de su fuerza cuando se vio interrumpida por una inesperada carcajada—. A lo mejor ahora, después de un par de golpes, mi cabeza sea capaz de ordenar cada cosa en su lugar.
2015 Momentos luego de la retirada definitiva del jefe, las puertas de los ascensores se abrieron para dejar en libertad a un pequeño puñado de periodistas agotados por otra extenuante jornada de trabajo. Moncef era uno de los pocos -prácticamente el único- que a esas horas todavía podía conservar la dignidad orgullosa de su porte. Con un gesto vago se despidió de sus colegas, amigos y rivales por igual, y les permitió que lo adelantaran varios pasos a medida que él trazaba una trayectoria directa y resuelta hacia la mesa roja donde la secretaria de Etiqueta Negra parecía afinar los últimos detalles antes de su retirada. —No te preocupes —tranquilizó a Rachel cuando esta lo reconoció en la distancia, antes de que ella pudiera excusar una retirada apresurada con algún invento de último minuto. Su voz, distante y profesional, era garantía suficiente de su siguiente aclaración—: vengo por asuntos exclusivamente laborales —Se permitió una pausa de expectación hasta finalmente alcanzar la superficie en forma de medialuna, su mirada concentrada en el papeleo pulcramente ordenado del lado opuesto al suyo. Le agradaba ese orden meticuloso, esa intención probablemente inconsciente de que cada cosa tuviera su lugar específicamente definido—. ¿Es cierto que el equipo de modelaje acaba de sumar hoy a Rambaud como nueva adquisición? Espero que no te moleste que acuda a ti para una tontería como esta, Lavalley. Pero los rumores no me agradan. He dado por hecho que tu categoría como secretaria de Blanc debe otorgarte la ventaja de contar con información más... fidedigna. Al menos la mayoría de las veces —Justo al acabar esa última palabra, su concienzuda inspección al escritorio concluyó. Y un par de ojos serios, ausentes del brillo de picardía habitual, se desplazaron hasta encontrarse con los de la mujer. Enarcó una ceja—. ¿Entonces? ¿Es ya información de conocimiento público... o tendré que aguardar la confirmación hasta que el jefe decida realizar un anuncio oficial?
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bachi
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Yaaawn~
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Post by bachi on Apr 6, 2015 4:33:52 GMT
1890 No hubo rastros ni de Pierre LeCounce (cosa ya sabida) ni de Laurent Durand durante toda la jornada. Pero, tal y como había prometido el samaritano y bien puro joven, una pequeña cuadrilla de sus hombres se hallaban dispersos por el lugar: Los dos matones habituales de la entrada, evitando la entrada de borrachos y acompañando la esencia paradójica de la velada tomando a dama juana libre con sus compadres; y los comensales habituales entre los que se dividían apostadores, simples espectadores aulladores del público y algún que otro afortunado acompañante de las bellas damas que se lucían sobre el escenario. Estaba inundado de ellos, aquellas manchas que Balthasar Chevalier quería limpiar a toda costa de su acostumbrada clientela de alta alcurnia. Los cuales, sin embargo, tal vez motivados por la temprana noticia de la renovación y pronta reapertura, se habían dejado llevar, uniéndose al caos general de la noche. Laurent Durand apareció bien entrada la noche. Se sentó entre medio de los hombres de LeCounce, antes habiéndose detenido en su andar lento y prolijamente cuidado, a cuanta gente se acercara a saludarlo. Llegó a la mesa de La Roca y se sentó en medio de sus perros aulladores como otro más de la jauría, pero en cuanto prendió el cigarrillo y rechazó la primera ronda de cartas de la noche, se hizo evidente su sombra de amo del lugar. Permaneció tranquilo y distante, riendo por lo bajo, observando fríamente al escenario, descuidado sobre los almohadones y rodeado de una espesa nube de humo. Su barbilla estaba en alto e intacta, no tanto así sus costillas debajo del traje caro.
La entrada de Matt sólo empeoró el estado de ánimo de Julie. Por fuera se mantenía seria, sobria, como siempre antes de salir a escena. Pero allí faltaban las bromas cotidianas, la confianza cómplice de una cabellera pelirroja cuya ausencia la estaba inquietando de más. En ese momento, Julie se sentía una invasora en ese vestuario ahora dirigido por una vieja compañera a quien conocía bien, pero con quien nunca había llegado a crear lazos. No había que malinterpretar: Julie respetaba y admiraba a Vero. Pero no eran íntimas. Y si se daba vuelta y giraba a mirar, encima además, ahora se encontraría con esos perturbadores ojos de búho incriminadores de Teva. La única que lograba mantener el caos a raya, sostener todo firmemente aferrado dentro de la mente de la mujer era Lala, ese papel que siempre se había figurado interpretar. Por ahora. Hasta que corrió como pólvora el rumor de que “Charlie” Durand había asistido finalmente a Molino Rojo, y todo volvió a precipitarse. Como un remolino, se deshizo de sus dudas y cruzó el vestuario hasta Veronique. —Déjame ir a ver si la encuentro —susurró. Sabía que no se lo permitiría, no tan cerca de salir a escena, pero debía intentarlo—. Puede que ella esté con él… El tema le perturbaba tanto casi como recordar la charla previa a la práctica.
Julie sonrió y, sin “anestesia”, le aplicó un paño húmedo en whiskey en la cara. Más tarde, cuando Méd le increpara, ella se excusaría diciéndole que no había nada mejor que reírse para tolerar los golpes espontáneos. La bailarina aplicó un par de veces más, limpiando con agua los restos de alcohol y sangre para que no quedase la cara pegajosa, y una última vez más antes de dejarle que se aplicara el hielo. Acto seguido, le dio una probada al whiskey, hizo una mueca y lo apartó a un lado. —No eres idiota Méd —se rió, acomodándose frente a él sobre un barril—, así que no lo seas ahora. De hecho —ensanchó una orgullosa sonrisa—, hiciste la pregunta correcta. Y Julie pasó a hacer el resumen más escueto posible pero audaz que alguna vez alguien habría escuchado salir de su boca. Contó a grandes rasgos cómo habían pactado LeCounce y Balthasar llevar adelante Molino Rojo. La relación tirante con la esposa del jefe, su aparente predisposición por el sujeto que detrás de las puertas del cabaret se disfrazaba sin tapujos con brillos y pelucas. La chica le hizo un breve resumen de las bandas que habían intentado boicotear el trabajo de ambos hombres, cómo habían logrado repelerlos. La llegada de Durand al grupo. La tensión con una aparente banda que se estaba infiltrando en el cabaret. El poder, el dinero y la mafia de alta sociedad que allí se escondía… —Y en medio de todo eso —se palmeó las piernas, con resignación— estamos nosotros, Méd: Tú, yo, Angie, Teva… Somos peones, ¿sabes? Esa ficha del juego ese ajedrez. Pero —Dudó—, no creas que yo lo sé todo. Hay… cosas que no comprendo y a veces. A veces me da miedo saber que quizás pueda descubrirlas —Lo miró fijamente. Nunca saldría de su boca que ella se estaba metiendo en todo aquel embrollo como también lo estaba, sin querer, Angie. Y, de momento, callaría lo que sabía de Durand porque el tenía la fatídica cortesía de guardar el suyo. Pero detestaba, detestaba ocultar así las cosas, ser parte de los “malos”. Por eso suspiró y se sentó junto a él, le tomó las manos y frunció el ceño—. Tienes que prometerme una cosa —Acto seguido sonrió—, claro, a no ser que quieras preguntar algo más.
2015 De hecho Moncef sí había adivinado los primeros impulsos de Rachel. Pero cuando notó su tono, se relajó y dejó aflorar una lenta sonrisa por su rostro mientras, en efecto, daba los últimos toques a su agenda personal. Había resaltado con un amarillo flúor “CITA CON MONSIEUR BLANC” y le había hecho un asterisco tanto escrito como mental: Todavía debía hablar con su jefe aquello que nunca había terminado de advertir. Rachel cerró la agenda y se abrigó mientras el reportero le hablaba. Le dio la espalda mientras él observaba su escritorio y acomodó la silla debajo de la medialuna. Dejó que Moncef terminase, paciente, sin borrar la modesta sonrisa y salió atrás del mostrador. Dio un pasito al frente, sugerente, lo suficientemente cerca del reportero como para olerle el rico perfume. —Ya somos dos a los que no les gustan los rumores —Ahí sí, dejó de actuar y se rió, más suelta, sincera—. Tienes razón. Al menos la mayoría de las veces tengo la ventaja de contar o no contar la información que, dada mi categoría de secretaria, poseo. Le dio una palmadita en el hombro, dejando que las propias palabras del hombre actuaran por ella, y caminó hasta la salida, donde lo llamó para que se adelantara, pues era la última en cerrar con llave.
Como artistas que eran, la mayoría de las veces los fotógrafos se tomaban la libertad de irse antes del trabajo, pues la mayoría de retoques podían hacerse fuera, tranquilo sentado en la comodidad del hogar. Y como Logan era uno de esos meticulosos (resaltando la palabra “culosos”) profesionales a los que gustaba hacer todo por mano propia, no sólo sacaba las fotos sino que además, también, las retocaba él. Sin embargo, hoy aquella carta sería utilizada como una excusa más que como una realidad. Habiendo guardado todo su equipo bajo llave en un casillero, y colgándose al cuello a su hija Cámara Carmen, se volvió a Katia para observarla con la curiosidad de quien mira a una criatura al otro lado del cristal en un zoo. Una vez afuera de Etiqueta Negra, volvería a insistir como un idiota hasta que su boca aclararía el “problema”. —¿Tienes algo que hacer hoy? —preguntó. Miró la hora que marcaba su celular— Porque sino me equivoco, hoy hay un bonito evento en el Museo de Arte Moderno. Ya sabes cómo esto —contestó fastidiado—: Todo es por el “arte” y “los niños pobres de África” —Hizo las comillas con los dedos— hasta que se les cruzan un par de martinis por el frente y convierten a los museos en boliches de las celebridades que cagan tanto dinero como para reservarlo. En otras palabras, estará repleto de idiota pero —La sonrisa de Logan fue una mezcla espeluznante entre diversión, malicia y caos— a que no adivinas quiénes irán.
((JAJAJA Mia, adoro tu forma de pensar. Y no soy la única~)) Y como buena criatura de rutina, Jean-Claude a las ocho en punto llamó. El cómo había conseguido un nuevo número de teléfono quizás sería una de esas anécdotas para contar, pero Jean esperó a que Mia siguiera con su costumbre de atender por diversión a números desconocidos antes de colgar. Sonrió cuando al otro lado contestaron. —Deberías ser más desconfiada, Mia, ¿quién te dice que quien llama al otro lado no es un desquiciado? —Jean suspiró divertido—. Dime por dónde andas, y te daré la dirección de mi departamento para que pases a buscarme —Tras una pausa, se rió despreocupado—. Es divertido esto de ser la chica, ahora lo entiendo. Se torna emocionante la espera. No era un error lo que la modelo escuchaba: Jean-Claude Rambaud le estaba dando libremente la dirección del lugar donde se estaba quedando. Por esa curiosa anécdota también podría preguntarle más tarde.
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