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Post by Eve on Apr 7, 2015 22:59:53 GMT
((PAGINA 3 WUUUUUUUU))
1890
Apenas la nueva integrante se alejara del grupo, Veronique comenzó con la tarea de maquillarse a si misma y fue ahi en donde Julie la interceptaría para preguntarle algo que ella ya se veia venir. -No- dijo sin rodeos girándose a verla- Matt estuvo aqui preguntando por ella y si es así, es porque no esta allá arriba ni con él ni con nadie. Yo también estoy preocupada- bajo la voz en este punto- pero ya conoces a Cyrille. Hará su entrada triunfal cuando menos lo esperemos y pronto la veremos imponiéndose frente a quien sea- trató de animarla con una breve sonrisa- Ahora termina de arreglarte. Aun tenemos tiempo, Balthasar saldrá antes que nosotras.
2015
Si ella se impresionó por aquel revelador comentario, no lo demostró. Ya luego tendría tiempo para enterarse de esos detallitos. Le dijo su ubicación exacta "en una calle buliciosa la cual no recordaba el nombre, bajo un semáforo y junto a un parque en donde dos enamorados estan más que besándose". -En cuanto a lo otro- continuó ella- hay una opción que dice "finalizar llamada" y otra muy útil llamada "lista negra". Ahora ¿A dónde debo ir por usted? Las margaritas se van a echar a perder.
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Milly
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Post by Milly on Apr 11, 2015 3:47:19 GMT
1890 El barman de Molino Rojo atendía a su clientela habitual, en su rincón habitual, con la eficacia habitual. Era un tipo de espectáculo diferente al que pronto tendría lugar sobre el escenario, uno en el que las botellas de licor se convertían en protagonistas elementales, apareciendo y desapareciendo de las hábiles manos de un hombre que maniobraba sin descanso para que todo comensal instalado en la periferia de la barra recibiera su pedido de la noche sin la menor demora. La magia nacía cada vez que algún curioso se decidía por las preparaciones más novedosas y extravagantes del siempre sonriente Médéric Favre, pero también en los pedidos tradicionales existía una suerte de cómoda maravilla. Era, en resumidas cuentas, otra buena noche para los bebedores de turno, y el hombre instalado detrás de la barra completaba la agradable espera de los números principales del cabaret con sus escandalosas carcajadas y sus maravillosos, disparatados y cada vez más tergiversados relatos sobre el motivo por el que hoy recibía a su público con un rostro impresentablemente amoratado. Cumplía en toda regla el papel de pieza y de peón. Y al mismo tiempo practicaba el papel de erudito que había decidido asignarse personalmente, estudiando la escena que se desarrollaba en torno suyo como una puesta en escena de la que hasta unas horas atrás formaba parte sin haberlo sabido. Una vez, en un pasado mucho más lucrativo y colmado de bienaventuranzas, Favre había aprendido la esencia de ese elegante y estratégico arte llamado ajedrez. De modo que si prestaba atención ahora, si se concentraba lo suficiente, lograba distinguir las piezas distribuidas por el cabaret y sus respectivos colores de tablero. En la mesa del segundo nivel reconocía al alfil, situado entre las almenas de la torre de un rey ausente, y por todas partes veía también muchos peones como él. ¿Cuántos de esos estarían ocultando su naturaleza de caballo? ¿Cuántos su verdadero color? Pasarían muchos días y muchas noches de estudio, y muchas lecciones de Julie para contar con alguna mínima noción. Mientras tanto, solo le quedaban las preguntas, y había una que aquella noche lograba inquietarlo más que ninguna otra. ¿Dónde estaba Angie?
—Tengo demasiadas preguntas —Aferrado a las manos de la bailarina, abrumado por esa compacta cápsula de información proporcionada, sonrió con el optimismo que momentos atrás hubiera hecho tanta falta en su semblante—. Así que me conformaré con esa única pregunta... por ahora. Y a cambio de tu maravillosa disposición para rescatarme del pozo de ignorancia que me ahoga hasta el cuello —rió una vez más, depositando la tela y el hielo en las manos de su interlocutora. Ya no había mucho más que hacer por su rostro—, te prometeré lo que quieras.
2015 No necesitaba saber quiénes irían; si Logan consideraba que la ocasión resultaba digna de mención, era porque realmente valía la pena. Y, en ocasiones, a Katia le encantaban las sorpresas. Así que sonrió. —¿Lo preguntas en serio, Delastair? Una persona como yo tiene siempre algo que hacer —dijo, revisando también su teléfono celular, dramatizando en exceso su pequeño acto de juguetona, ofendida y falsa reticencia—. Solo por cortesía voy a permitirme pasar por alto la ofensiva naturaleza de tu pregunta —una sonrisa más tarde, cuando reacomodó las correas de su bolso de cuero y reajustó sus lentes de marco morado, daría por finalizada la escena—. Lo cierto es que tengo una reunión pendiente con Périer. Pero supongo que eso puede esperar. Estará bien darle unas horas antes de la confrontación, y de todas formas este conjunto —señaló su llamativo vestido y sus escandalosas medias— necesita un poco más de exposición y reconocimiento del que puede recibir en la revista. Una pequeña mano flotó en el aire, a la espera de un brazo caballeroso que acogiera el gesto. —Mientras vamos de camino a ese bonito evento, si complace a monsieur, podemos charlar sobre las interesantes personas con las que tendremos el placer de compartir una agradable copa de Martini.
«Por su puesto» Solícito y digno caballero, atravesó la entrada de Etiqueta Negra, y el ruido del tráfico y el caos citadino lo recibió con los brazos abiertos. En un solo día se había visto en la obligación de superar los umbrales hasta entonces conocidos de su propia paciencia, y por eso no le resultó difícil aguardar tranquilamente a que Rachel acabase con el importante ritual de cerrar el negocio, para que la secretaria no contase con la alternativa de dividir su atención entre el reportero y una puerta. La idea de su resolución le produjo una carcajada involuntaria. —¿Sabes, Lavalley? —por un segundo, la fachada fría del reportero orgulloso y distante se debilitó, dejando a la vista un fragmento del hombre oculto bajo las sombras y el humo—. Hacerte de rogar se te da mejor de lo que quisiera reconocer. Y lo peor es que te sienta bien —rió—. Es frustrante. Y apenas un segundo después, sombras y humo retornaron por igual para mantener el efecto ilusorio de siempre. —Como sea —retomó, el tono profesional otra vez ahí, el porte elegante inalterable—, me hará falta una nueva reunión con Blanc el día de mañana. Esta vez harán falta más de tres minutos —paso atrás, paso atrás... y media vuelta para la retirada—. Pasaré por la recepción para confirmar la hora de la cita a primera hora.
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bachi
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Post by bachi on Apr 11, 2015 18:20:16 GMT
1890 Era una buena chica, pensó Julie mientras le devolvía una sonrisa resignada y asentía a regañadientes. Y tenía razón. Pero no sabía por qué, no sabía por qué algo de allí la preocupaba. No se arregló más, ya estaba harta y no era lo mismo sin Angie presente. Con una sutil bandera blanca en alto, la bailarina se acercó hasta la apartada Teva y se sentó donde encontró lugar, mientras intentaba espiar más allá del escenario con los oídos, aguardando por la voz de Annette deslumbrándolos a todos. Cerró los ojos y casi se dejó llevar, recordando sucesos pasados. Lo último que escuchó antes de adormecerse, fue su voz entre bostezos. —¿Cómo estás? —preguntó, sabiéndolo una inútil cortesía pero ya sin ganas de nada y con la suerte echada reciclada sobre la mesa.
Julie asintió con energía. —Hecho. No tenía problemas en responder más adelante cualquier duda que pudiese surgir en la mente de Favre. Pero sabía que con aquello que le había dado, ahora el hombre por su propia cuenta empezaría a sacar cuentas, y tarde o temprano comprendería que todo era tan fácil como un dos más dos. Lo que sí la hizo dudar, en cambio, fue la promesa. Al principio la había tenido clara: “Mantente al margen, Med. Sigue así ahora que tú puedes”. Pero luego de verle la expresión, tan esperanzado, tan… Casi infantilmente alegre de ser parte de un misterioso club secreto, su débil corazón no pude menos que aflojar su tenso semblante y dedicarle otra sonrisa. —Serás precavido de ahora en adelante —Lo señaló como una matrona, con su típico dedo índice—. Escucharás y actuarás tu papel. Mantente cerca de Angie, Med. Me preocupa… Claro, si esto no significa una carga para ti, por supuesto. Pero más importante que todo (y aquí me pondré firme), aléjate de Durand. No sabes qué clase de sujeto es. Apenas hemos visto la coronilla hoy. Ni tú, ni yo ni siquiera Angie. Y —se encogió de hombros y le plantó un fugaz besito en los labios— cuídate. Porque eres un buen chico, siempre te lo decimos todas. Ahora andando —Se puso de pie y viró rápido hacia la entrada para que no viera su rostro— antes de que comiencen a preguntarse dónde estamos, merde.
Agnes mantenía la misma sonrisa petulante que extrañamente había adquirido luego de toda la refriega ocasionada por la pelirroja incluso durante la noche. Se estuvo quietecita donde la llamaron y aceptó propinas extra de los bolsillos borrachos de los comensales de la barra. Deambuló entre la gente, escuchando a hurtadillas, silbando para ella una graciosa tonada feliz, hasta que se hartó del barullo y decidió salir a la noche. En la entrada se juntaban los que buscaban aire (como ella), los rechazados que no habían podido entrar y los que habían salido a fumar… más. La chica se apartó para contar sus monedas en paz hasta que una sombra detrás de ella la hizo sobresaltarse y ponerse en guardia. Un hombre se inclinaba hacia ella. —Escucha chico, ¿quieres ganarte unas monedas? Ahí su tensión se relajó. Actuando su intrépido papel de niñato inocente pero de calle, se rascó la oreja dos veces y se balanceó hacia atrás y hacia delante. ¡No podía creer lo bien que le estaba saliendo todo ese día! Todavía podía recordarlo muy claramente, oh sí… Las dos veces suben por las escaleras y se alejan por el pasillo. La puerta de la despensa se cierra detrás del hombre y ella, la sombra, espera un poco más. Un poco más. Cuando es plenamente consciente de que al final está a salvo, Agnes sale de la esquina a oscuras, pequeño recoveco formado por un taburete viejo y estanterías repletas. No importa el cómo, el cuándo el dónde, sólo la suculenta información que acaba de atesorar. Sólo escucha el gotear del hielo que olvidaron en la mesa, deshaciéndose a la intemperie, y aunque hace frío, Agnes suelta una carcajada.
2015 Pero al fotógrafo la maquillista no podría engañarlo tan fácilmente .Logan ensanchó una sonrisa en tanto tomaba con la delicadeza de un caballero medieval esa mano y se la guardaba bajo el ala protectora, y echó a caminar. —Ah, pero no tengo problemas en esperarte si esa reunión es muy, mucho importante —Miró por sobre su hombro y pescó el momento exacto justo antes de que secretaria y aludido se separaran en la entrada de Etiqueta Negra, cada uno por su camino—. Si quieres, todavía tenemos tiempo de alcanzar al afortunado. Y, mientras tanto, como para no caer con las manos vacías, yo me doy una escapada para comprar un vino rosa. Hay que mantener bajo control a las fieras con aires de grandeza.
El comentario le produjo una confianza calma y distendida, a tal punto que Rachel se permitió sonreír. —Lo tomaré como un halago —contestó guardando eficazmente las llaves en su bolso. Dio dos pasos en la acera y se detuvo frente a Moncef antes de que la magia desapareciera, para verlo tal cual debía ser debajo de la fachada falsa de periodista altanero, suspicaz y galán que había construido. Y lo dijo—. Y me alegra comprobar que no estás muerto por dentro. Y puf. Tan rápido como había salido, volvió a sumergirse en las profundidades forzadas que la jungla de asfalto ameritaba. La secretaria ladeó la sonrisa con resignada paciencia. —Tendrás tus cinco minutos —soltó, ella también comenzando a retroceder. Lo observó de espaldas y dio media vuelta—. Buenas noches, Périer. La secretaria caminó en silencio hasta la esquina y de ahí cruzaría para tomar el metro. Mientras iba analizando mentalmente la eufórica marea de acontecimientos del día, levantó la vista de su concentrado estudio y divisó a Frank, interceptado por un sujeto de rostro que le resultó familiar. Esa noche se despertaría de la nada, pues así solía funcionar el cerebro de Rachel, y recordaría a aquel sujeto como el oficial LeCounce. Con una mueca, se daría vuelta entre las sábanas, segura de que esos reporteros terminarían por matarla con esa cacería de brujas desesperada por rédito y premisas.
Tal y como habría reconocido la secretaria esa misma noche, Mathieu LeCounce había interrumpido el andar suelto y desenfadado de Frank, ofreciéndole (casi estampándole) un café descafeinado en el pecho. Antes de que pudiese preguntar, bebió un sorbo del suyo y le hizo una seña para que caminaran lejos hacia el estacionamiento. Mathieu iba vestido como si hicieran cero grados, aunque no estaba seguro de si por el frío o la paranoia. Un sujeto leía un periódico en el pórtico de una casa y miraba de refilón con desconfianza a otro que no despegaba la nariz de la vidriera de la perfumería de al lado. El oficial catalogó al segundo como “sospechoso” y no dejó de seguirlo con la mirada mientras andaba. —Espero que andes con tiempo Delatore, porque vengo a buscar algo así como un informe. Y al parecer no soy el único —Un movimiento disimulado de cabeza y señaló a los dos sujetos que habían dejado de fingir. Los observaban fijamente ahora que no había un alma más cerca de ello.
Jean la aguardaba debajo de un bonito edificio de departamentos, en un barrio cercano al centro pero fuera del bullicio. Había salido al exterior del recibidor, con una bufanda bordó alrededor del cuello y un saco negro abierto por encima de una camiseta con estampado juvenil. Cualquiera que lo hubiera visto, habría apostado por Jean 20 euros a favor de universitario ingresante, hasta que se fijasen por debajo de los jeans en los zapatos también bordó de punta cuadrada. Cuando entró en el coche, suspiró para quitarse el frío y agitó la cabeza. —Ten mientras cierro la puerta —Sin esperar, le dejó sobre el regazo un paquete pequeño con un bello moño verde. Se quitó el saco, dejó suelta sobre sus hombros la bufanda y se agitó con una mano el cabello, mirándola expectante—. No esperes la gran cosa. Solo son detalles, pero como hacía tanto tiempo que no nos veíamos… —Se encogió de hombros, como si eso respondiera el por qué del bonito pañuelo italiano que escondía la cajita. Solo ahí reparó en lo tragos y solo ahí se rió. —Amo cómo piensas, Mia. No sé si ya te lo había dicho.
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Post by Eve on Apr 12, 2015 17:57:08 GMT
1890
Matt regresó por el mismo camino por donde llegó, esta vez no se animó a entrar al vestuario de las bailarinas. No quería poner su salud mental al límite. Cuando salió al cabaret se encontró con la realidad de cada noche. Gente que llenaba ya las mesas con botellas relucientes, meseros yendo de una lado a otro atendiendo al público. Los músicos tocando una melodía alegre para empezar la noche y el telón cerrado. Annette tardaría unos diez o quince minutos en hacer su aparición, por o que había podido ver en su oficina. Dio una mirada alrededor, esperando verla por ahi despampanante y rebelde, pero no. Con un pesado suspiro, pasó por la barra, recogió una cesta con piqueos y luego de darle una mirada de tácito apoyo al barman (a él también le habían preguntado el por qué del la mandíbula amoratada), subió las escaleras hacia la gran mesa en donde se encontraban los hombres de LeCounce. -Señor- saludó él distribuyendo la mesa- ¿Puedo tomar su pedido para esta noche?
Unos polvos por aqui y por allá, sombras de ojos, labial, los rizos cayendo perfectamente alrededor del cabello y oh, la puerta se abría. Una de las meseras se acercaba con una colorida copa y una nota escondida que solo llegó a ser vista por Marie cuando ya la tenía segura en la mano. Con el corazón en la boca, abrió el pequeño papel, aquella mañana habia recibido una igual pero de la persona incorrecta. Esta vez no era así. Aprovechó el bullicio de las bailarinas y su ajetreo nocturno para leerla y al terminar, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Escondió la nota dentro del brasier y se dispuso a tomar aquel refrescante licor, armándose de valor para aquella noche.
Sostuvo la larga cabellera entre sus manos y mientras miraba al espejo. Traía el vestido ya puesto y solo faltaba aquel toque para terminar la transformación. Balthasar observó su reflejo y antes de si quiera pensarlo bien, se arrancaba el delicado traje y se metía entre sus viejos pantalones, frotaba el maquillaje de sus ojos, formando manchas oscuras en sus párpados. Destruía la imagen femenina con un sordo grito de frustración con la esperanza de ser cubierto por la música de allá afuera. 20 minutos más tarde saldría y pasaría por el vestuario para decirle a las chicas que las quería sobre el escenario y esperaran a su señal.
2015
Definitivamente aquel no iba a ser un fin de semana tranquila. Oh no, por ninguno de ambos lados. Aceptó el café (tampoco le quedaba de otro) a pesar que unas gotitas saltaron a su saco. Le dio un sorbo y con una sonrisa socarrona le hizo una seña a los dos hombres que lo estaban esperando para que se acercaran. -Caballeros- saludó- Tal vez deberíamos ir a un lugar más privado. Este no es el lugar más indicado para hablar- agregó señalando con la cabeza hacia Etiqueta Negra, en donde se veia a los últimos salir.
-No creo que pueda cansarme de eso- respondió en medio de una pequeña risa antes de abrir la caja y apreciar el regalo- Es hermoso, gracias Jean- agregó dándole una mirada para luego tomar el vaso mezclador y agitarlo mientras en el reproductor de música comenzaba a sonar una de sus canciones favortias: A guy who takes his time. Sirvió las dos copas y le ofreció una a su compañero, aun bajo la mirada reprobadora que traía encima. Antes de que él pudiese hacer nada, ella tomó su trago (no vaya a ser que se lo quite con la tonta excusa de "si bebes no manejes"). -Empieza tú- dijo cuando ya estaban en la avenida- Oh, pero antes tienes que decirme hacia dónde vamos.
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Milly
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Post by Milly on Apr 18, 2015 19:58:49 GMT
1890 Teva recibió la educada pregunta con un suspiro de indignación. —De todas las personas posibles... —inició su protesta, envarada como un gato al que se le han acercado demasiado—... de todas las que están en este cuarto, vienes y decides caer junto a la menos indicada para llenar el espacio vacío de tu amiguita —Sus labios delgados y cuidadosamente pintados se cerraron con fuerza, dando fe de la ira repentina que se encendía en su estómago. No tendría que haber hecho alusión a la chica Dubois, comprendió demasiado tarde. La simple acción de pensar en ella, de reflexionar en torno al hecho de que incluso con su ausencia era capaz de llamar como nadie la atención de todo el mundo... resultaba insoportable. Sabía que más allá de las cortinas los comensales aguardarían verla una noche más, y sabía que preguntarían por ella cuando no consiguieran encontrarla en sobre escenario, en su sitio privilegiado de cantante principal. Sabía también que, en medio de esa confusión, nadie se tomaría la molestia de reparar en la nueva chiquilla del cuerpo de baile que se perdía entre las demás. O tal vez lo harían. Tal vez la verían y se preguntarían en qué demonios habría estado pensando Balthasar cuando decidió aceptar a una muchacha tan insípida entre sus espectaculares muchachas. Tal vez, después de todo, los vaticinios furiosos de Cyrille formulados la noche anterior, se volverían realidad hoy. «No pienses en eso» –se regañó, las manos jugueteando nerviosas con los detalles de su traje– «Saldrá bien. Todo resultará bien. De un modo o de otro» —Te recomiendo que lo superes, que disfrutes de tu soledad y me dejes hacer lo mismo con la mía —tuvo que decir al ver que la siempre correcta Lala Odaire decidía permanecer justo donde estaba, torturando a la joven Attia con su presencia—. Eso, o búscate alguna otra amiguita de turno para matar el tiempo... —sus ojos fijaron su atención en Marie. La señaló, disimulando su curiosidad tan bien como pudo—. Puedes probar por ahí. Parece que acaban de llegar buenas nuevas —una sonrisita involuntaria y maliciosa se instaló entonces en el centro de su rostro, antes que decidiera desviar la mirada—. O puede que no tan buenas.
Méd se levantó, la sonrisa tan sólida en su rostro que cualquiera hubiera dicho que siempre había estado ahí. Inamovible e imperecedera. —Seré invisible —prometió, optimista y tranquilo. Tal vez demasiado—, si con eso consigo dejar de causar problemas por aquí. Es la única carga que de verdad me preocupa, ¿sabes? Así que sí. Claro que permaneceré cerca de Angie, tan cerca como resulte seguro para ella, al menos —echando un vistazo a la bailarina que caminaba por delante de él, dejó escapar un último suspiro—. Ojalá pudiera cuidar de ti también, Julie. Pero me llevas siempre tantos pasos por delante que... La puerta se cerró detrás de Favre, y su voz se perdió en el pasillo.
2015 Katia sí quería. Así que sin mediar ninguna otra palabra se soltó del brazo de Logan y comenzó a caminar, dirigiéndole al fotógrafo una divertida miradita de ‘Hasta luego’. Moncef le dedicó una de sus mejores sonrisas cuando reconoció a la colorida personita que decidía interceptarle el paso. —Ah —la observó con riguroso detalle—, aquí estás. ¿Cambiaste de idea sobre el guardaespaldas? —Ya nos alcanzará, así que más te vale no intentar ninguna jugada peligrosa, Périer —Los tacones de Alessandri resonaron por la acera cuando retomó la marcha hacia el lugar donde sabía se encontraba el apartamento del reportero—. Vamos, querido. Perder la noche contigo no figura dentro de mis planes.
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bachi
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Post by bachi on Apr 19, 2015 15:34:40 GMT
1890 Llegó Matt, se hizo silencio y casi en seguida estallaron risas en la mesa y algunos comentarios pasados de lengua. Cuando las aguas se amansaron, o más bien desviaron curso hacia otros temas más interesantes (como las piernas de tal y cual bailarina), Charlie se volvió a Matt. ¡Oh, vaya! ¿Estabas ahí? No lo había notado. —No sé qué querrán los muchachos —se encogió de hombros Laurent. Sí, vas a tener que preguntarles uno por uno y yo disfrutaré viéndote hacerlo—, pero a mí solo dame una cerveza. Y trae otro cenicero y un par de servilletas. Y maní. Y otra cosa más quiero ahora que lo pienso —Lo estudió fijamente, sin un ápice o indicio que indicara la maldad del último comentario que escupiría venenoso como una serpiente—, que salga tu cochino jefe de una vez a anunciar el show. Se me entumecen las ideas aquí dentro, ¿sabes? Deslizó perezosamente la mirada por sus alrededores hasta separarla del mozo.
Una ya estaba. Y faltaba la última. Deslizándose entre la gente con su natural habilidad de ratoncillo de callejón, Agnes pivoteó entre los tules de las bailarinas con exceso de cuerpo y falta de ropa, se metió entre las piernas de más de un apresurado mozo, y llegó al inicio de su descenso al Averno. Le gustaba pensar que estaba en una especie de misión especial, y si la paga valía tanto como creía que lo valía esa información ahí dentro, la chica recibiría una gratificante recompensa. Se frenó frente a la puerta, golpeó dos veces y por un breve segundo lo pensó. Le había pedido exclusivamente al amable sujeto que le leyera los nombres de los destinatarios, porque "no sé leer" (y agregó el toque triste, medio avergonzado medio retándolo a que se riera, que siempre daba resultado), pero se había tomado la libertad de ojear sin escrúpulos la carta que iba dirigida a Marie. Le dio asco, puras idioteces de adultos. En cambio, la de Balthasar estaba sellada... Podría quedarse y esperar algo, algún indicio en el rostro de su nuevo jefe. Pero decidió que no. Agnes se agachó y deslizó el sobre por debajo de la puerta. —Necesito que me de algo que pruebe que entregué el mensaje, señor —susurró con timidez al otro lado—. ¿Una pluma, quizás? La chica comprendió rápidamente que si quería ganarse la confianza de aquel sujeto, debía aceptar su privacidad y su meticulosidad. Y ella sabía ser profesional cuando el tiempo ameritaba.
Le dolió. Supo que Teva tenía esa maravillosa y mordaz habilidad con la selección de palabras justas y detestó admitir admirar ese poder. Al principio la crueldad de las palabras la abofeteó como una ráfaga, se mordió los labios, erizó la espalda como si le hubieran dado un choque eléctrico y estuvo a punto de ladrar, de escupir toda la bilis que fuera necesaria para destruirla cuando... lo dejó todo fluir. A medida Teva prosiguió, Julie descansó los hombros y relajó su expresión de absorta y cansada incredulidad, hasta que solo quedó el cansancio y la reflexión. Como si todos aquellos pensamientos hubieran pasado por delante de los ojos de la bailarina y se hubieran transmitido a su cerebro mediante un mágico chasquear de dedos, comprendió a la mujer que tenía enfrente. Y supo que todo sencilla y rayanamente recaía en la envidia. Julie ni siquiera se volvió a mirar a Marie. La descartó con distraído batir de manos. En vez de eso, reafirmó su asiento alejándose un poco más del borde del banco y cercando la posibilidad de escapatoria de la pequeña audaz. —Bueno —le dijo y se encogió de hombros. Estuvo así un par de minutos, jugando con la expectativa del vacío que simulaba que sus palabras habían producido en ella, el mero impacto de una mosca sobre la piel, y cuando consideró que la tortura había sido suficiente habló, todo el tiempo mirando a sus demás compañeras— ¿Me dejas que te recomiende algo a ti? Ya que estamos en un intercambio amistoso de consejos —Su voz, procuró, era neutral y desinteresada. Objetiva— No estés con los tacones de punta todo el tiempo. Si Matt es amigo tuyo, es porque seguramente le caes bien por algo. Además de que bueno... Es Matt. Espero que no sea una simple triquiñuela tuya, no te considero tan retorcida y manipuladora, pero debe haber visto algo simpático en ti —Volvió a encogerse de hombros para mirarla—. No soy nadie para dar clases de moral pero seguro que si compartieras eso más seguido con todas las demás, hasta llegaríamos a congeniar en pequeñas idioteces. Pero bueno, no te distraigo más. Tienes unos zapatos altos que llenar hoy y yo sólo estoy aquí, siendo una molestia. Julie se levantó y se fue a otro rincón, a escuchar las risitas tontas y comentarios bobalicones de sus demás compañeras.
2015 Cuando les tocó subirse a la parte trasera del auto, por una vez Mathieu se imagino viendo a los dos sujetos desde abajo, mientras cerraban la cajuela del baúl. No consiguió relajarse cuando comenzó el traqueteo del motor, en un intento desesperado de aparentar normalidad, se quemó la lengua con el último sorbo de café. Sacó el celular para comprobar la hora, le dijeron que nada de celulares, y decidió permanecer con cara de niño malhumorado, hundido y cruzado de brazos en el asiento. En más de una oportunidad le lanzó una mirada de refilón a Frank, odiando su aparente felicidad. ¿¡Pero de qué mierda sonreía!? ¿¡Era desquiciado!? Podría haberlo ahorcado ahí mismo. Suspiró y el auto se detuvo. Miró por la ventanilla: Un lugar oscuro, bajo y frío a orillas del Sena. —No esperarán en serio que nos bajemos aquí a charlar, ¿cierto? —No fue una broma. De hecho, LeCounce estaba cansado de las bromas. Fue una directa y concisa amenaza. Desde el espejo retrovisor le devolvieron una cansada e irritada mirada. —Sí, vamos a extender un mantel y tener un romántico picnic a la luz de la luna —Su compañero se rió y bajó. El hombre insistió un poco más y bajó también a continuación. Eso fue suficiente para Mathieu. —Sólo quiero que sepas que no porto armas en mis días de franco —Procuró que se sintiera el peso de cada una de sus palabras, y le hundiera en el rostro la expresión intachable al reportero.
—¿Que empiece yo qué, exactamente? —Jean sonrió y bebió un corto y sutil trago, sin dejar de mirarla— Yo no puedo empezar nada que ya hayas empezado tu con sobrada anterioridad, pero por si no te estabas refiriendo al margarita... Tienes que doblar en la siguiente esquina. Vamos al Museo Moderno. Sí, te usaré. Aprovecharé la ventaja de que voy con una hermosa modelo parisina y que no me cobrarán entrada, además de que accederemos fácilmente a la zona VIP, donde claro, por si quieres saber, hay más que solo margaritas. Sonrió y se dedicó a observar un rato en silencio las luces de la ciudad mientras se terminaba el vaso con modestos sorbos metódicos. —Dime Mia —comenzó con esa mansa parsimonia suya—, ¿qué tal los Sr. y Sra. Blanc? ¿Son sujetos competentes?
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Post by Eve on May 11, 2015 21:21:25 GMT
1890
Buscó una pluma y algo más. Cuando abrió la puerta, le hizo una seña para que se acercara y entre susurros colocó el adorno en su mano y una moneda en el bolsillo, con la clara indicación de ir al remitente y decirle que por esa noche se retirara. Cuando Adrien se fuera, Balthasar terminó de arreglarse con pasarse revisión frente al espejo. Esa noche sería su despedida del viejo Cabaret y lo haría tal como lo empezó, en plena decadencia. Para bien o para mal, el show debía continuar.
Un par de minutos Matt regresaba a la barra con una lista de órdenes cada una menos original que la anterior. -Todas son de la mesa central- le dijo a Médéric cuando pasó extendiéndole el pedido antes de sacar un cenicero y rellenar el cesto con maní- Créeme, en estros momentos desearía que Teva volviera a atender a ese grupo. Al menos ella sabía domarlos.
2015
Una risa oscura escapó de la boca de Frank. -No le pasará nada, oficial- dijo, pronunciando la última palabra como un insulto- No queremos que rebusquen más en el pasado. Si algo le pasara al señor LeCounce, lo primero en salir sería su tan secreto árbol genealógico. Un ajuste de cuentas le llaman- agregó- Aunque, tal vez, podríamos tomar el riesgo
Condujo en la dirección indicada, conocía el lugar, no sin antes soltar un bajo "Aprovechador". -Benjamin Blanc es un hombre correcto- contestó mecánicamente. Como si estuviese adiestrada para dar esa respuesta cuando le hicieran una pregunta directa sobre el jefe de Etiqueta Negra- Sophie Blanc...esa mujer es imposible- y ahi cayó cualquier otra respuesta diplomática que pudiese dar- Aunque tú ya ganaste su confianza- le lanzó una mirada cuando esperaba que el semáforo cambiara a verde- No es secreto que ella siempre ha sentido gran admiración hacia todo lo que envuelve tu apellido. Recuerdo, incluso, un par de portadas. El tenerte en Etiqueta debió saberle a victoria y no hay nada que le guste más a ella que ganar- añadió con un pequeño gesto de fastidio.
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Milly
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Post by Milly on May 21, 2015 20:12:09 GMT
1890 Procuró no invertir la más mínima cuota de energía en la tarea de disimular su ira, y a cambio de ello no escatimó en esfuerzos al momento de contener la intensidad de esta. El tiempo había sabido enseñarle a Teva como llevar el humor de las bailarinas para escapar de sus garras con apenas un par de rasguños, pues rápidamente supo reconocerlas como las criaturas que eran, irascibles, soberbias y vacías. Provocarlas e ignorar sus reacciones predecibles era un deporte que cada cierto tiempo la pequeña muchacha se permitía practicar. Pero Lala... Lala era harina de otro costal. Y en aquel momento, mientras Teva observaba la desenfadada retirada de la experimentada bailarina, los puños dolorosamente apretados sobre su falda, recordó la causa que inconscientemente la llevaba siempre a evitar a esa mujer con más frecuencia que al resto del elenco de Molino Rojo: con la posible excepción de Marie, Lala era la única que intentaba acercarse a Attia sin ánimos de causar daño. O eso era lo que daba a entender con sus palabras siempre gentiles, siempre sinceras, siempre con esa suavidad inteligente y audaz que hacían creer a la otrora mesera que sus defensivas verbales eran una inútil inversión de recursos. Y luego, justo cuando comenzaba a bajar la guardia, la honestidad sin censura de Odair conseguía devorar de una sola dentellada buena parte de la entereza y la seguridad de Attia. Fuera o no adrede, siempre causaba el daño que el resto de sus compañeras no conseguían con esa frialdad inestable que las caracterizaba. Ahora lo había hecho de nuevo, y en la peor de las circunstancias. La cabeza comenzó a dolerle, y solo entonces Teva cayó en la cuenta del tiempo que llevaba con los dientes apretados de puro terror y furia. Inspiró y expiró, inspiró y expiró hasta finalmente estar segura de que podría seguir adelante sin ahogarse en ese conocido y peligroso mar de la autocompasión. Se levantó con la delicadeza de su nuevo puesto y, aprovechando que una vez más nadie se decidía a reparar en ella, se escabulló hasta el pequeño bastidor olvidado. Sería un refugio tan bueno como cualquier otro en tanto se preparaba para el momento decisivo de su debut. Porque para bien o para mal, la amiguita de Angie llevaba la razón: tenía unos zapatos altos que llenar hoy. Y los llenaría. Ya verían todos que los llenaría.
Los ojos de Médéric recorrieron la pequeña lista cada vez más decepcionados... hasta que sus oídos captaron las palabras de Matt. Sí, eso explicaba muchas cosas, pensó mientras se volvía con una sonrisita para buscar botellas y rellenar vasos a una velocidad vertiginosa. —Muchas cosas de las que deseamos a menudo son imposibles, amigo mío —El barman acomodó los pedidos en una bandeja y de los entregó al mesero con un dramático suspiro—. Y si Teva tiene suerte hoy, no nos quedará de otra más que intentar arreglárnoslas sin sus talentos para ganarse a los comensales más... difíciles —a juzgar por su expresión, la perspectiva no agradaba al hombre en lo más mínimo, pero intentó arreglar las cosas con una poderosa palmadita en el hombro de su compañero. Cuando sonrió, sus magulladuras fueron aún más evidentes—. Para variar, esta me parece una magnífica noche en la que comenzar a practicar nuestra independencia de esa pequeña fierecilla.
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bachi
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Post by bachi on Jun 1, 2015 20:28:23 GMT
1890 Tap, tap, tap, tap. Un repiqueteo de dedos intenso, efusivo y contrariado. Tap, tap, tap, tap. Los tacones de una bailarina sobre el piso de madera en tanto esperan el Gran Comienzo. Tap, tap, tap, tap. Pedidos, bebidas que no llegan. Una marea de rizos como llamas que tampoco. Tap, tap, tap, tap. Se descorchan botellas, en un callejón se descorcha un vino rojo y espeso sobre el suelo. Tap, tap, tap, tap. Traquetea el tren de Louise, quien toma el siguiente barco a Norteamérica. Tap, tap, tap "Tapa aquello, querido. Y eso otro también. No dejes cabos sueltos. Volveré para corroborarlo".
2015 El tono apresurado, formal y anteriormente ensayado no pasó desapercibido, pero sí lo dejó pasar. Bebió lentamente y cualquier tipo de análisis que pudiera estar haciendo sobre el resultado de su pregunta, no lo dijo. Su rostro compenetrado hablaba por sí solo: Poco y nada le importaba el renombre de un apellido que él no supiera rellenar. La respuesta había sido un fastidio, pero aceptaba la sinceridad honesta con una grata complicidad. —¿Y qué tal tú relación con Blanc? Por tu tonito de displicencia noto que no te cae su mujer. Y parece ser un sentimiento compartido. Oh, ahí hay lugar para estacionar. Frénate aquí, podemos caminar un poco. La noche está agradable —Sonrió emocionado ante la idea—. Y sino trajiste abrigo, siempre puedo prestarte el mío, como en los viejos tiempos —Como todo en Jean-Claude, no se sabía si lo decía en broma o en serio. Hasta que no frenaran no soltaría la siguiente seguidilla— ¿Nunca te interesó algo más? Tu cuerpo ha estado tantas veces rodeado de hermosas telas y atuendos de ensueños, que no me extrañaría si te hubiera surgido repentinamente —Hizo el gesto con la mano libre— la idea de hacer tus propias creaciones. Poco a poco iba encaminándose al verdadero lugar donde quería llegar.
Mathieu no captó el mensaje. O Frank lo estaba amenazando o, claro y sencillo, tenía tan poca idea como él de qué diablos estaba sucediendo ahí. Decidió que no respondería, porque lo que probablemente saldría de sus impulsos, en vez de palabras, sería una trompada. Bajó del auto con las pocas ganas (siguiendo el ejemplo anterior) de un chico que va a la escuela temprano. Los otros dos sujetos los esperaban dándoles la espalda. Habían prendido cigarrillos y charlaban por lo bajo. Mathieu examinó pacientemente su contextura física e hizo los cálculos correspondientes: Estaba solo en esto. No esperó a Frank, sino que se situó un poco más atrás, entre los dos hombres para captar su atención. Uno se volvió y el otro se apartó para apagar el cigarrillo y hacerle señas al reportero. —Miren, esto es nada más para asegurarnos que las cosas van según lo acordado. Mathieu, tú no quieres verte implicado, y a nosotros no nos interesa que figure tú nombre, que podría seguirse históricamente en contexto en las calles de Francia —Sonrió y le echó el humo en la cara—. Así que a partir de ahora lo que plantea el jefe es recibir una seguidilla de informes no diaria, pero sí semanalmente. Verás, comprendemos que debido a su situación, están un poco apagados en cuanto a ideas. El tema es así: Saldrá todo bien. No tienen de qué preocuparse. Las cosas están en buenas manos. Pero sino recibimos la "cuota" semanal —Hizo una mueca—, podríamos empezar a sospechar de que, en realidad, no eres más que un infiltrado de la policía haciéndose por ahí el cocorito con aires de doble espía. De Frankie no sospechamos. Frank, está todo bien, ¿eh? —Se volvió a mirarlo y sonrió, extendiendo las manos al cielo— pero las cosas son así, tú tratas con gente poco confiable, poco responsable, de pocas... luces y —Chasqueó los dedos, ladeó la cabeza—. Y te conocemos, Frank, sabemos cuál es tu trabajo y lo respetamos. Por eso queríamos venir a charlar y saber si estaban de acuerdo con las condiciones. Nada más. Mathieu mantenía su cara de póker. —¿Y por qué vienen armados entonces? —Lo señaló con un movimiento de cabeza— No sé yo, quizás sean mis pocas luces, pero desde que tengo uso de razón la gente civilizada no anda por ahí charlando de a escopetazos.
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Post by Eve on Jun 15, 2015 23:17:07 GMT
1890
Las luces se van apagando, la música desciende hasta que solo se oye un vaivén de instrumentos y un círculo blanquecino recorre la estancia, enfocándose justo en el centro de las cortinas rojas. Una mano aparece entre ellas, se agita cual director de orquesta, guiando a la banda que acompaña la melodía mientras los dedos hacen un gesto sugestivo "acércate". De a poco, un hombre sale sobre el escenario. Su piel de un blanco mortecino resaltaba contra el negro de su viejo abrigo. -Willkommen, bienvenue, welcome!Fremder, etranger, stranger. Gluklich zu sehen, je suis enchante. ¡Qué gusto verte, pasa y quédate!- sus gestos y entonación lo indicaban, aquel hombre limitaba entre la razón y la locura. Balthasar estaba interpretando su primer papel, aquel con el que habían abierto Molino Rojo por primera vez-Willkommen, bienvenue, welcome. Im Kabaret, au cabaret, al cabaret- Manos juntas, mirada al público- Meine damen und herren, mesdames et messieurs, damas y caballeros. Guten Abend!, Bonsoir ¡Buenas noches! Wie geht's? Comment ca va? ¿Se sienten bien? ¡Apuesto a que sí! Ich bin euer confrecier; je suis votre compere...Soy su anfitrión - se mueve al compás de la música y avanza- Und sagen: Willkommen, bienvenue, welcome im Kabaret, au cabaret, al cabaret- pero mira a todos y se siente contrariado. ¡Eso no pude ser! No en su cabaret- ¡Dejen sus problemas afuera! ¿La vida los desilusiona? No...¡OLVIDENLO! Aqui no hay problemas. Aqui la vida es...divina. Aqui, las chicas son divinas. Aqui...¡Hasta la orquesta es divina!-y la música corre, las luces iluminan a la banda y luego regresan al dueño de Molino. Detrás de él, las damas de la noche ya estan en su lugar. Adelante los meseros cumplen su deber, las bebidas llegan a sus destinos y se retiran en silencio. No deben interrumpir.
-Ahora, ahora, ¡Ahora!- la voz de Marie sonó entre las muchachas, apurándolas con susurros para tomar el lugar que le correspondía a cada una. Minutos antes Balthasar había pasado por el vestuario, cambio de último minuto. Antes de que la última, la más pequeña saliera, la tomó suavemente del brazo- Será crudo y sin tapujos. Juega con el público, pero no dejes que nadie juegue contigo ¿Me entiendes? Balthasar cuidará de ti, pero una vez que él salga del escenario tú estarás sola- Aquí, las chicas son divinas- Nadie verá por ti, cada uno cuida su propia piel- Aqui, hasta la orquesta es divina- Anda, es nuestro turno.
-¿No les dije que la orquesta era divina? Y ahora presentamos a las chicas del Cabaret ¡ROSIE! ¡Un aplauso fuerte para Rosie! Más fuerte ¡MAS FUERTE!...- una a una, las fue llamando, presentando. Rosie, Lala, Marie, todas y cada una de las bailarinas fueron sacadas al frente, expuestas al público que celebraba con vitores y aplausos. Los silbidos no se hacian esperar y ellas sabían, por los ojos hambrientos, que esa noche podrían vaciar las billeteras. Sabían, que un poco de juego nunca vendría mal. Ellas sabían, ellas tenían la experiencia- ...und Teva- y la luz iluminó a la pequeña. Varios ojos posándose sobre el frágil cuerpo que ahora se acercaba al centro del escenario, acompasando sus pasos con el vaivén de la melodía- Teva es la niña- afirmó Balthasar- Yo soy un padre para ella- la toma por la cintura- Si es mala, la azoto- una palma toca en cuestión de segundo la piel. Sin dolor, él sabía- Si es buena, la azoto- risas- ¡Y Teva es muy, muy, muy, muy mala!¡Rosie, Lala, Marie y cada una de ellas son vírgenes! - risas incrédulas- ¿Qué? - finge ofensa- ¿No me creen? Vamos, no se fíen de mi palabra. ¡PRUEBEN A TEVA!- Aplausos y silbidos llenaron el lugar,la orquesta se desató y empezó la fiesta. Acababa de llegar su nueva estrella.
2015
Afortunadamente, Jean-Claude no mantenía su mente en un solo punto durante mucho tiempo, por eso fue fácil esquivar el tema por el que habían iniciado la conversación y saltar de una idea a otra tal como ahora hacían. Sí, le aceptó el abrigo porque no se sentía de ánimos para enfermarse aquel mes y caminó a su lado escuchando atenta los giros que iba tomando la conversación. -Sinceramente no- respondió encogiéndose de hombros- Lamento decepcionarte si esperabas alguna otra respuesta. Pero tú deberías saber que soy un desastre en cuanto a esas cosas. Sí, he querido ser más que la portada de las más importantes revistas de moda del país y del mundo y también que mi nombre sea conocido no solo por ser una de las modelos más controversiales de la historia- ella bromeaba, él lo debía saber por el tono que hacia y los gestos exagerados que hacía al hablar. Aquello no era lo que la apasionaba, pero era lo único que tenía a mano y no le iba mal. Podría considerarse afortunada, sabía que en el mundo varias adolescentes soñaban con ser una top. Pero era ese precisamente el punto, ella ya no era una adolescente- Hablando en serio- respondió al fin, dándole una rápida mirada, esta vez iría en serio- Lo he pensado, pero no es algo que realmente quiera. Digamos que me inclino más hacia otras áreas del arte...
-Por mi parte no hay ningun problema- respondió Frank, para él aquello era como una pacífica tarde tomando cervezas con sus amigos mientras observaban un partido de fútbol y su equipo iba ganando- Por la tarde envié copias de la información encontrada y aun mantengo en mi poder varios documentos que prefiero revisarlo antes de filtrarlo también-añadió. Pero la pregunta de Mathieu le llamó la atención, entonces le devolvió la mirada imitando su gesto paranoico- ¿Cuando tienes bajo tu cuidado a algun criminal no portas un arma para reducirlo por si las cosas se salen de control? Bien, en este mundo- su índice siguió un círculo perfecto, señalándo a los cuatro presentes- en nuestro mundo, tú eres el criminal.
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Milly
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Post by Milly on Jun 16, 2015 2:47:51 GMT
1890 Para una inexperta como Teva, el inesperado anuncio de que los planes para la entrada cambiaban sin más fueron motivo de sobra para permitirle un débil acceso de pánico. Ahora, dejando de lado ese nada despreciable inconveniente, la reconfiguración de los eventos programados también habría de traer consigo algunos puntos a favor: en medio del escándalo con el que todas las bailarinas repasaban a voz en cuello sus nuevas posiciones, nadie pareció notar que la pequeña novata abandonaba su improvisado escondite con un atuendo bien distinto al que el resto sus compañeras vestían a modo de uniforme. Así, para cuando llegó su turno de adelantarse en el escenario, el vestido modificado por la señora LeCounce resplandecía bajo las luces. La elegancia de la tela, la mesurada exhibición de piel que permitía a los comensales jugar con la imaginación, cumplían magníficamente la tarea de contribuir al papel de niña de Teva. Y siguiendo el consejo de Marie, ella no se quedaba atrás en el juego. Cada movimiento, cada paso era parte de una extraña y delicada coreografía de hada con la que pretendía engatusar a su público. La inocencia y la ternura desbordaban a raudales de ella, pero el brillito juguetón de su mirada, la sonrisa pícara y las suaves carcajadas desenfadadas se acomodaban en la balanza para proponer con perfecto equilibrio la imagen que Attia sabía –o suponía– que Balthasar esperaba obtener de ella: la representación del fruto prohibido, la ostentación de pureza y castidad que todo hombre que valorase en algo su virilidad fantaseaba con llegar a corromper alguna vez. Era La Niña, el juguete inalcanzable con el que todos intentarían jugar pero que, tal como anunciaba la seguridad de sus modos, sería muy difícil de manejar. La invitación a probarla estaba hecha por el Padre-Anfitrión, y ella la corroboró con un rápido giro pensado para agitar sus faldas, para generar un caos de encaje y de encanto delicado. Recibió los aplausos, dedicó unos pasos más a la orquesta y retrocedió otra vez hasta su posición para unirse a la fiesta, libre ya de todo anonimato, pero presa de la fama que estaba obligada a forjarse en adelante... si pretendía sobrevivir a su noche de debut.
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bachi
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Post by bachi on Jun 16, 2015 17:18:23 GMT
1890 —Mon dieu! —Válgame el… Un estallido de carcajadas y un poco de cerveza se derramó en la mesa. El grupo de la mesa más grande, más apartada y bulliciosa, seguía el compás de la música y la exhibición de hermosas figuras a su propio ritmo. Pero lo cierto era que la interrupción de la pequeña joya había desatado un tifón de paradojas en los comentarios de aquellos sujetos acostumbrados a otra… “narrativa”. Charlie fue el que le puso punto final al festejo, a los abucheos y los libidinosos gritos y silbidos. Dos puños golpearon con furia la mesa y sus hombres callaron en medio del borboteo lujurioso del resto del público. Había una contradicción palpable en el brillo salvaje de sus ojos, el ceño levemente fruncido y la voraz sonrisa que se abría paso en su rostro como una pincelada sutil de pintor experto. Se puso de pie, dio medio giro y, antes de que cualquiera pudiera preguntarle, desapareció. Los hombres permanecieron contrariados exactos 40 segundos. El resto fue olvidado cuando las atrevidas doncellas comenzaron a desfilar como fieras al ritmo de la música. Laurent LeCounce salió al frío de la noche y se encendió un cigarrillo. Le temblaban las manos. ¿¡Cómo se había atrevido esa perra, cómo se habían atrevido…!? —…Y usted se va en el momento menos oportuno —susurró entre dientes mientras masticaba con fuerza la punta de su varilla cancerígena. Su mente desplegó un mapa y un tablero. Ubicó a Julie con una montaña de roca. Ubicó a Teva con el espantapájaros que tenían por dueño del cabaret y ubicó a Angie… No la ubicó, puso signo de pregunta y acercó la ficha de Favre al cálculo. Acto seguido, estableció unas flechas que unieron a todos los personajes, unos con otros. Teva y Julie volvían a quedar en el medio, la ecuación se simplificaba y daba 0. Otro cigarrillo y se volvió a enfrentar el cartel del enorme molino rojo que había extendido sobre la entrada. Veronique y Sylvain acababan de sumarse. Detrás de Sylvain venían barricadas. Charlie al lado de la Roca ubicó una pluma, recordó una promesa y se dispuso a entrar de nuevo al Infierno, porque él era cliente regular de allí.
No había reparado en ello hasta que no estuvo justo arriba del escenario, sonriendo, abanicándose con una mano y guiñando un ojo burlón a la clientela. Julie ya no se ponía nerviosa como las primeras veces, había aprendido a actuar y a ser Lala una vez que se vestía y comenzaba el show. Ahora simplemente era “coser y cantar”, todo salía por inercia, por experiencia y, de vez en cuando, por experimentación. Las chicas allí olfateaban a las víctimas, les hacían creer que ellas eran los borreguitos audaces, ellos, los lobos alfa, y acto seguido daban el golpe de gracia, cambiando piel de cordero por piel de zorro. Pero mientras seguía con airosa libertad la coreografía y el coqueteo, notó que Teva ni había elegido ni Balthasar había sugerido un apodo para la nueva pequeña participante. De reojo la miró y le ocurrió un por qué. Quizás Teva no actuaba, y realmente era esa figura angelical por fuera, con la que ocultaba su destreza disuadora y su astucia rapaz. Si ese había sido su plan, lo estaba consiguiendo: Como juguete novedoso, todos y cada uno de los espectadores seguía con la mirada a ese pequeño ser feérico.
Agnes estaba que estallaba. La chica con apariencia de chico se había logrado filtrar en primera fila para observar la salida magistral de Balthasar… Oh. Rápida y mentalmente se corrigió. Se había logrado colocar en las primeras filas para no perderse la gran introducción de Annette. Se había reído con todo el público y había gritado un par de obscenidades malvadas a esas muñequitas de porcelana solo por el simple placer de saber que sus palabras quedarían olvidadas y sumergidas en el mar de halagos e improperios con la que la clientela masculina llevaba las de ganar. Pero se había dado el gusto. Así que mientras todo se encendía y enardecía en el local, brincando como Caperuza campante, Agnes enfiló hacia la única isla de reposo y mausoleo que de momento había quedado libre en el cabaret. Dio un salto ágil y se ubicó en el taburete justo frente a Méderic, en medio de un par de mozos que le dieron el visto bueno a ignorar al chico. Clavó los dos codos en la reluciente mesada, balanceó los pies y llamó con un movimiento de cabeza al barman mientras codeaba a Matt. —¡Les invito dos cervezas! —clamó divertida, adoptando su usual vocecita masculina orgullosa. Estaba de evidente buen humor—. Y otra, bien merecida para Adrien.
2015 Logan bostezó, pagó con débito y se llevó debajo del brazo un bonito champagne rosa, levemente caro, brevemente consumible. Cuando salió del local, donde había tenido que soportar por escasos minutos a la vendedora frustrada de cabello color fresa (curiosa elección de champagne, pensó luego, ¿y si había sido inducido por mensajes subliminales?), sacó el celular y tecleó rapidito rapidito mientras se encaminaba a la calle. Víveres conseguidos. Reportando disponibilidad. ¿Águila calva todavía en proceso?. Katia lo perdonaría, pero no había podido evitar la broma. Sea lo que fuere que Moncef estaba por comentarle o comentándole a la maquillista, él querría saberlo.
Mientras charlaba, Jean adoptó una compasiva sonrisa que, de no haber sido por el brillo juguetón de sus ojos, que indicaban casualmente lo contrario, podría haber pasado por lástima. En cambio él estaba situándose en el punto exacto donde acaba de situarse Mia: Lo tienes todo, o por lo menos lo que muchos querrían. Y sino lo tienes, es exactamente porque no estás haciendo el intento de tenerlo. Por eso, cuando se detuvieron justo frente a la entrada de la enorme y extravagante fachada semi-industrial del museo de arte moderno, el muchacho aprovechó la pequeña fila de expectantes invitados para responderle. —Es interesante lo que dices, no lo hubiera esperado —La miró— ¿Entonces otras ramas del arte te interesan? ¿No te parece una coincidencia que te esté llevando, justo y precisamente, a este lugar? —Rió y suspiró, por frío o costumbre durante las pausas, más que por resignación. Se lo notaba, de hecho, de buen humor y carácter despierto. Entregó la entrada y la miró— ¿Y qué piensa el Sr. Blanc de tus aspiraciones? Seguramente se lo habrás comentado. Ensanchó la sonrisa. Oh no, pequeña, no lo había olvidado. Pero te estaba dando el tiempo perfecto para que fueras ensayando una respuesta, cosa que, me temo, también sabré.
Los otros dos sujetos se rieron con ganas y Mathieu sonrió. —Oh, claro. Ahora un policía solo, desarmado, —Y acompañado de un inepto. Mentira, eso lo dijo sólo para sus adentros— y casi entrando en los 50… Es un criminal. Y de hecho, uno peligroso —Se permitió reír con los otros. Si lo que Frank estaba intentando era mantener un clima de cordial camaradería entre ellos, funcionaba. Pero Mathieu dudaba de las capacidades del reportero, no lo iba a negar. Y confiaba por demás en su instinto. Que por cierto, le estaba diciendo a los gritos que huyera de allí. —Exacto —asintió el que primero había bajado del auto. Todavía quedaba en su rostro los restos de una risa previa—. La cosa es, sin embargo, que esos datos que dices haber enviado, nunca llegaron al jefe —Pausa—. Frankie, amigo, dinos: ¿Exactamente cómo enviaste las copias? El corazón de Mathieu dio un vuelco y el primer lugar el que voló su visión fue al suelo. Acto seguido se fijó en Delatore.
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Post by Eve on Jun 28, 2015 19:57:04 GMT
((Solo paso a avisar que este rol quedará colgado un buen tiempo. No tengo el tiempo ni me encuentro anímicamente bien como para poder continuarlo, al menos no por ahora. Lamento si tenían ideas para Molino y no podrán utilizarlas, es solo que no me gustaría seguir alargando la espera de un post que no va a llegar. Las quiero u.u))
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Post by Eve on Jul 31, 2015 17:58:07 GMT
1890
Matt había regresado con una bandeja repleta de copas y vasos vacíos. Los pedidos ya estaban siendo atendidos por otros meseros que, aunque cubrían bien la ausencia de un miembro que ahora se lucía con tacones y encajes sobre el escenario, sentían la falta de la pequeña Teva quien imponía la voz de mando entre ellos. El joven dirigió la mirada hacia la puerta, la misma por donde segundo antes había visto desaparecer la figura del hombre de LeCounce. Tal vez él también esperaba verla. Tal vez regresaría trayéndola de vuelta. Juró no reclamarle nada a la pelirroja si la veía entrar al cabaret del brazo de aquel hombre. Pero cuando éste regresó solo, empezó a preocuparse. Un golpe en el brazo le hizo volver a la realidad, ahí estaba la nueva adquisición de Balthasar, diciendo en medio de su emoción algo que él comprendió como “bebidas gratis”. Sí, definitivamente necesitaba un trago, los demás podrían encargarse. -Este muchacho está empezando a agradarme- comentó contagiándose del estado de ánimo de Adrien cuando se volvió hacia Médéric- ¡Trae esas cervezas! Después de un día como este, tenemos que animarnos con algo
Balthasar había tomado a La niña gentilmente del brazo y ahora la guiaba entre las mesas, presentándola a determinadas personas de apariencia más sobria y alejando a los borrachines que osaban estirar las manos en un intento por tocarla. Oh no, esta vez no. -¡Monsieur Podleskis!- saludó alegre, acercándose a una mesa en el centro, donde tres hombres charlaban al tiempo que bebían una de las botellas del mejor vino que había en Molino Rojo. Pero solo se dirigió a uno en especial, que ahora alzaba la vista. Los ojos celestes contrastaron con el cabello azabache en un implecable corte, mientras una irresistible sonrisa se extendía en la boca de seductor. Era atractivo, sin duda, y muchas de las bailarinas ahí lo sabían- Que sorpresa tenerlo de visita, hace un tiempo que no nos complace con su presencia. -Asuntos de trabajo- dijo haciendo de menos el comentario con un gesto de la mano, donde relució el anillo de matrimonio- Me enteré que piensas remodelar el cabaret ¿A dónde iremos a parar nosotros? -Oh, no debe de preocuparse por eso. Mañana a esta misma hora podrá encontrar fácilmente el camino al local que utilizaremos en lo que Molino es mejorado- sonrió lanzándole un rápida mirada a Teva quien se hallaba en silencio a su lado, Podleskis también dirigió la mirada hacia ella, apreciándola. -Pequeña dama-saludó inclinando ligeramente la cabeza hacia la bailarina- Aquella fue una encantadora presentación ¿hace cuanto la tienes aquí?- la pregunta iba dirigida hacia Balthasar. -Se sorprendería. -Pues la tuviste bien escondida- agregó el hombre encontrando la mirada de la joven y llevándose una grata sorpresa al descubrir aquella bonita tonalidad en sus ojos. Un par de segundos después, garabateaba algo sobre un trozo de papel que había sacado de una libreta en el bolsillo del saco y se lo entregaba a Teva bajo la mirada atenta del dueño del Cabaret. -Es el precio que está dispuesto a pagar por ti- le explicó cuando se hubieron alejado de la mesa- En esto yo no puedo interferir, si decidieras aceptar. Pero tengo una imagen muy clara de ti- agregó observándola directamente- y creo que tomarás un rumbo diferente a muchas de aquí.
2015
La sonrisa burlona se dibujó en los labios rojos de la modelo cuando oyó la siguiente pregunta. Se había relajado antes de tiempo, Jean no lo había olvidado. No le molestaba hablar con él, de hecho le tenía la confianza suficiente como para contarle varias de las dudas que rondaban en su cabeza sobre temas que no podía soltar libremente con cualquier otra personas. Lo que le inquietaba realmente era el motivo que movía a su…¿acompañante? ¿amigo? ¿acosador que ahora tenía un puesto de trabajo en el mismo lugar que ella aun cuando le pidió alejarse? Para seguir volviendo al tema de Benjamin Blanc. Finalmente se decidió a hablar, aunque permitiéndose el derecho a reprocharse a si misma en caso estuviera tomando el camino equivocado. -Él me apoya- dijo mirando al frente mientras caminaban- Me ha conseguido un par de contactos, es solo que yo…tal vez soy muy floja- agregó como quien comenta sobre el clima. La palabra adecuada, pensó, hubiese sido “cobarde”. Pero no lo iba a admitir.
Sus ojos se dirigieron con rapidez hacia el oficial con un gran signo de interrogación dibujado en su cara, imposible de ocultar. Y luego cuando vio que éste apartaba la mirada y la dirigía al suelo, cayó en cuenta. El escalofrío recorrió su espalda. -¿Qué hiciste?-preguntó en un susurro audible, la confusión en su rostro desaparecía solo para darle paso a una de palpable ira.
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Milly
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Post by Milly on Aug 2, 2015 21:21:08 GMT
1890 La mirada del barman se desplazó lentamente desde la pequeña figurita sobre el escenario hacia la que se encontraba en el taburete de la barra, justo frente a él. Entonces enarcó las cejas, divertido, y se inclinó sobre la mesada. —Derrochar el dinero antes de recibir la paga es un hábito terrible, muchacho —sentenció con mirada de padre antes de incorporarse e ir por una botella—. Deja que el viejo Méd te guíe por el buen camino e invite esta ronda. Considéralo un gesto de bienvenida. Segundos después, Médéric entregaba a sus compañeros dos vasos de cervezas bien heladas. Para él, por supuesto, no habría nada; prefería mantener ciertas precauciones en horario de trabajo... y más valía conservarlas hasta que los aires se calmasen un poco en Molino Rojo. Luego de otro ciclo de mezclas y licores encargados por los comensales, volvió hacia Matt y el chico Adrien, concentrando la atención en este último. —Entonces, muchacho... ¿qué hay de ti? —consultó con ese aire distendido que solía usar con sus clientes—. Seguro traes contigo alguna historia interesante, ¿eh? Tomando en cuenta el alboroto que causaste con tu llegada...
Solo por curiosidad echó un vistazo al papel que llevaba en sus manos, dando un pequeño respingo antes de mirar otra vez a su acompañante. —Oh, Balthasar, deberías tener más cuidado —otra vez esa sonrisa de ángel—. Jamás se termina de conocer a las personas, ¿sabes? Yo tuve que aprenderlo desde muy, muuuy pequeña. Creer lo contrario solo te convierte en un blanco fácil para los engaños. Aunque, por esta vez... —volvió una vez más el rostro hacia la mesa cada vez más distante de Podleskis y, con esa elegancia que sabía la diferenciaba de sus compañeras, dejó que el pequeño trozo de papel flotara suavemente por el aire hasta tocar el suelo. Se aferró al brazo de Balthasar, como si en verdad necesitara de su protección contra las miradas que sentía la seguían durante su recorrido por el gran salón—. Es cierto. No te has equivocado.
2015 La respuesta de Katia no se hizo esperar. 'Trae ese vino ahora.'
Minutos más tarde, Moncef abría la puerta de uno de los apartamentos más elegantes y costosos que existían en el barrio Montmartre, e invitaba al fotógrafo a pasar. Su semblante ya no era el del periodista engreído, ni siquiera el hombre malhumorado. Se limitaba a ser el tipo profesional que aparecía en escena cuando el trabajo lo llamaba. En la sala de estar, Katia aguardaba sentada sobre un amplio y lujoso sofá, y leía algo de la laptop situada sobre sus piernas. Alzó el rostro al notar la llegada de Logan. —Ah, creí que ya te habías marchado sin mi —comentó de increíble buen humor, señalando la computadora a su compañero—. Périer ha hecho un trabajo magnífico. Me muero por ver la cara de Bourg cuando lea este artículo. —Crónica, Alessandri —añadió el periodista—. Es una crónica —Se volvió a Delastair—. ¿Alguna novedad respecto a su modelo supuestamente contratado? Por mi parte no conseguí sacar nada en limpio al respecto. El hecho de volver al tema era, para Moncef Pèrier, un modo muy rebuscado de disculparse por la actitud protagonizada en su oficina.
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bachi
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Post by bachi on Aug 3, 2015 6:09:07 GMT
1890 ((Mattieeee :ccc)) Agnes se rió. No supo si de las palabras de Méderic o la extraña impresión que éste daba detrás de la barra luego de la pelea con el perro Durand. Pero se rió jovial y con ganas, sincera. ¿Quizás había robado por allí en el camino algunas copas de incautos comensales? —¡Oh Buen Méd! —exclamó y alzó los brazos. Las palabras del mesero la habían animado— Invitar rondas a borrachos extraños es un hábito terrible —Le guiñó el ojo—, y déjame agregar, que bastante feo. ¡Pero no me voy a perder esta intachable oportunidad! ¡Bien merecidas las tengo, así que vengan esos vasotes gigantes! Cuando Agnes los vio llegar, se le agrandaron los ojos. Nunca había probado algo de esa calidad. Por lo general la cerveza de tabernas de barrios bajos, estaba mezclada con otras cosas que no quería saber exactamente qué eran. Y eso, oh eso, sabía a cielo. Sí señor. Tomó dos largos sorbos antes de responder, ganándose un simpático bigote de espuma que no notó. —¿Hmm? —Inquirió. Cuando reparó que se estaban dirigiendo a ella, tragó y bufó para despabilarse— Oh pues, no sé qué hayan escuchado de mí, pero si sirve para cambiarle la cara larga a este muchachito —Le pellizcó una mejilla a Matt como haría una tía abuela de la edad prehistórica y se rió—, con gusto les cuento algo mío. Pero primero, información por información —Rápidamente aprenderían que Adrien aparentaba mucho y era poco, pues lo que hacía segundos atrás había parecido un chicuelo distendido por el alcohol, era ahora un chico con cara de pillo exigiendo gestualmente con la mano ese "algo" a cambio de su "algo"— ¿qué es lo que te trae esa cara —Se interrumpió de repente, se llevó un puño al pecho, donde dio dos golpecitos y acto seguido eructó. Como si nada la hubiese interrumpido, prosiguió— laaarga larga, Mattie Pettit?
A Lala le costó un poco hacer aparición esa noche. No era porque no le gustase bailar, cantar o jugar, pero esa noche en especial Julie hacía aparición continuamente. Aunque Lala lograba despegar mentalmente, irse y volar, Julie aparecía como peso muerto para traerla de nuevo a tierra. Había otro factor extra de por medio. Un factor sutil pero eficiente, un repelente habitual, como peste, como advertencia implícita: En ese momento había pasado a ser "una de La Roca". No había presa mas jugosa, más suculenta que esa, y sin embargo... Esa noche no estaba para hacer alarde de la pequeña recompensa conseguida por Lala. A falta del premio mayor, sin embargo, la bailarina sabía cómo condecorarse de otras formas. No dejaba de desfilar ante las mesas, haciéndose de galante anfitriona inferior, de servicial benefactora "¿Necesitas algo más, querido? Oh, ya te los llamo. Ah, no" Un par de risitas de por medio y la mano atrevida retrocedía con sapiencia "Hoy no". Así desfilaba Lala, luciendo con todo su esplendor, un par de hermosos pendientes de perlas, regalos obviamente, del gran señor del lugar. Sin embargo el problema para Julie eran dos, más que uno solo. La faltante figura de su despampanante amiga se había hecho sentir aunque Balthazar hubiese querido ocultarlo (pues así empezaba a comprender ahora su accionar) con su nueva joyita y triquiñuela infantil. Aunque Angie siempre había tenido (por desgracia) evidentes preferencias charliezcas, eso nunca la había detenido mucho de efectuar su trabajo con eficiencia: En otras palabras, coquetear, insinuarse y jugar con algún otro cliente. Y esta noche algunos habían preguntado, quizás con la timidez que a veces la borrachera incipiente generaba. O quizás era algo más. Y Julie sospechaba qué. Con un paso sensual, lento pero decidido, saludando a medida pasaba, contoneándose de vez en cuando de acuerdo a la música, Lala encaró para la mesa más apartada y VIP, diríamos hoy en día, de Molino Rojo. Había mucho ruido para allí llegaba el justo y necesario como para escuchar las conversaciones. Varias de sus avispadas compañeras ya se habían acercado al lugar, sentándose a jugar a las cartas con los muchachos de LeCounce, invitándolos a bailar mientras delicadamente deslizaban sus manos entre los pantalones para robar inocentes billetes ¡Oops! ¿Cómo apareció esto allí?. Lala hizo su aparición y un par la saludaron. No lo iba a negar, se sentía bien. Pero ella ahora estaba preocupada por otras cosas. Sus ojos se fijaron en Laurent Durand, la otra razón de sus preocupaciones esa noche y de las tímidas preguntas de los segundones fans de la radiante pelirroja. El aura de humor que lo rodeaba distaba mucho del contexto. Su instinto le sugirió alejarse, pero hizo de tripas corazón y apartó a un muchachito encandilado con la compañera de su prójimo, para tomar su lugar. Sin mirarla, Laurent ladró. —Qué diablos quieres. Julie frunció el ceño. —¿Dónde está Angie? Se que quizás no sea oportuno preguntártelo, pero eres el último que la vio, Durand —Lo miraba fijamente mientras hablaba. No hacía falta ser una experta (aunque posiblemente ella lo era) para darse cuenta que a medida iba soltando lo dicho, la cara del otro gradualmente se descomponía. Bajó el tono, fue con cautela. No sumisa, pero sí abierta—. Y me preocupa su parade... Charlie se inclinó lentamente a ella, de modo que sus rostros quedaron muy cerca por las mejillas. Por debajo de la mesa, el hombre de un momento a otro sujetaba con una fiereza temblorosa la muñeca de la bailarina. —Mira —la interrumpió—, que le hayas chupado lo suyo a LeCounce no te hace aquí reina campante de nada, perra. Bájate del pedestal, o te voy a bajar yo. No me des razones extra. Tengo rifas gratis en los bolsillos —Sonrió, trémulo—, ¡estoy hasta el cuello de ellas!. Y no te las quieres comprar todas. Así que no vuelvas a importunarme con el paradero desconocido de la puta de tu amiga. Julie se soltó de un manotazo. —Si le hiciste algo, Durand, te juro que... —siseó, hecha una furia. Charlie viró violentamente la cara. Se rozaban las puntas de las narices, estaban incómodamente demasiado cerca. Sus ojos destilaban ira, una locura ciega que la impulsó a apartarse, pero él volvió a retenerla en el lugar. —¿Qué? —Silencio. Detrás sonaba la música, seguían las risas, el baile—. Eso creí. No sé dónde está. No vuelvas a molestarme. Te lo estoy sugiriendo amablemente. Esta es la última vez contando desde ahora, prostituée. Aprovechó la pequeña distancia para darle un beso fugaz. Sonrió y se apartó para contemplarla. Le dio dos palmaditas cariñosas en una mejilla y se puso de pie. Se perdió entre la multitud. Con un nudo en la garganta, sintiéndose sucia y con ganas de vomitar, Julie desapareció detrás de uno de los escondrijos de Molino. Lo más rápido que se lo permitieron los tacos.
—Yo creo que sí. La voz fue pronunciada con el tono adecuado para que aún por sobre la música pudiera escucharse sin resultar exagerado. Laurent Durand había interrumpido el andar estrella de las dos figuras que en ese momento eran el centro de atención de todo Molino Rojo. Su aspecto era intachable, descartando una corbata desalineada, las mejillas apenas sonrojadas y las mangas de la camisa vueltas hacia los codos que, lo único que hacía, era avivar el misticismo detrás del hombre correcto. Nada quedaba del desequilibrio patente durante la conversación con la otra bailarina. Ahora había una sonrisa sugerente, pero el tacto justo y cordial del caballero que se anima a hacer una petición quizás algo atrevida. Charlie no era Monsieur Podleskis, de elegante porte, elegante nombre y elegante billetera. Y lo sabía. Se pasó la mano por el cabello y eso sólo incrementó con avidez la inocencia de la propuesta todavía no efectuada. Se volvió a Balthazar, y fue dulce. Dulce como la miel y la seda. —Quiero pasear con la señorita si ella me lo permite, claro —Bajó casi imperceptiblemente la cabeza. Para Teva eso podría significar sumisión, pero para Annette era algo más concreto y menos amigable. Solo que ellos dos lo sabrían, claro. No le estaba pidiendo permiso a él. Sino a ella. Y eso acababa de significar dos cosas: Teva tenía voz y voto ahora. Y lo más importante. Podía decidir por encima de su superior. Pero Charlie no era idiota. Teva recién empezaba y no iba a echar por la borda sus nuevos gloriosos inicios con Balthasar así como así. Eso veía claramente de él en ella: Ambición. Y ambición enfocada. Por eso se rió y dejó caer los hombros con jovialidad, natural. —Es decir, ejem: Me gustaría sacarla a bailar —la miró. Eso lo cambiaba todo. Ya no era una plática personal. Era un simple cliente, pidiendo una pieza de baile. Si existía el rechazo, sólo sería al gesto. Doloroso, claro, para el valiente, pero nada más que eso. No implicaba una negativa a futuros compromisos. Pero en la mente de Charlie existiría.
2015 Se les acercó inmediatamente gente para saludar que Rambaud ignoró de forma descortés y cortante. Ajeno a todo lo demás, el modelo encaró directamente a los pasillos de exposición donde comenzaba la galería expuesta, lejos del ajetreo del centro del museo donde se celebraba la fiesta. No supo si Mia lo seguiría, solía ser un alma errática en las fiestas y detestaba las conversaciones vanales de apariencia altruista. Y dada la temática entablada previamente con la mujer, supuso que en ese momento su amiga buscaría la misma tranquilidad segura que el comienzo de la galería implicaba. —Tengo una oferta indecente que hacerte, Mia Bourg —la llamó, sabiendo que varios se volverían a verlos—... si tienes el placer de seguirme —Se había acaparado una botella de champagne que una mesera había deslizado desafortunadamente frente a sus narices. Para desconcierto probable de la modelo, el rostro indescifrable de Jean-Claude no era claro. Pero sonreía, y le mantenía la vista fija y directa, sin pestañear ni dudar. En cierto momento ladeó la cabeza, insistiendo. —Invitar rondas a desconocidos es un hábito terrible, no me hagas adoptarlo ahora...
Y a partir de ese momento, como si todo hubiera sido una especie de palabra clave, se desencadenó el caos. Lo que Mathieu había observado en el suelo, era más precisamente la sombra de un silenciador de considerable alcance. El oficial fue rápido, aún para su edad. Se arrojó de cuerpo completo encima del sujeto para retenerle el arma al costado y que no pudiese alzarla. En cuanto comprendió la movida, el compañero corrió hacia el lugar donde ambos hombres forcejeaban en el suelo, levantando tierra y puñetazos por igual. —¡Merde, merde, merde! —no dejaba de maldecir, mientras intentaba apuntarle a Mathieu sin darle a su compañero. La voz del oficial salió de repente, rasposa entre medio del agarre al cuello que estaba sufriendo. —Frrrraaaaankkk...! —gruñó. HAS ALGO, MALDITO IDIOTA, gritaba a todo pulmón su mente, mientras lograba deshacerse del codo asesino con una toma. No había rastros del arma en medio de todo ese tumulto. Para cuando Mathieu mencionó al reportero, pareció que el sujeto caía en la cuenta de la cuarta persona implicada. Lo miró, cruzaron miradas, y volvió a mirar a los que se revolcaban como perros hambrientos en el suelo. Todo en segundos, y volvió a fijarse en Frank. Le apuntó con el arma. —¡Déjate de joder, LeCounce, o le vuelo la tapa de los sesos a Delatore! ¡Levántate del suelo, andando ANDANDO! —Pero no pareció dar resultado. En un francés vulgar, el sujeto maldijo y sin mirar a Frank, le disparó—. DIJE QUE PARES, MERDE. Quedando se espaldas sobre el suelo, Mathieu soltó al tipo que tenía entre los brazos y alzó los brazos bien en alto. Le sangraba la nariz y tenía una ceja partida, pero respiraba con bastante normalidad, cosa que su contrincante no hacía. Dando tumbos, se sujetaba el abdomen, intentando ponerse de pie. —Pero qué hijo de p... —balbuceó con torpeza— No encuentro mi arma, Alexandre. —Pues búscala, idiota. Rápido —Su compañero pareció tomar riendas de la situación— ¡Ahora de pie, LeCounce! ¿ME OYES? ¡De pie o ésta vez prometo que le doy algo más arriba de la pierna, y creo que Delatore le tiene aprecio a sus...! Nunca llegó a terminar la frase. El arma había estado debajo de la espalda de Mathieu todo ese tiempo. El oficial se había movido rápido, había girado sobre sí mismo, había apuntado y le había dado justo en la nariz. Ya no sentiría nada. El que sí sentiría sería el pobre de Delatore, que además de haberse ganado un disparo en la pierna, probablemente tendría sesos esparcidos en la ropa. —Ahora... —La voz de Mathieu todavía no se recuperaba. Miró al otro. Le apuntaba con seguridad aún desde el suelo— dime, Delatore... Ahora, ¿qué hacemos con este? Parecía demasiado calmo para encajar en toda la situación.
No iba a negarlo: El "recibimiento" lo tomó con sorpresa. Por eso lo primero que atinó a hacer Logan, cuando Moncef pronunció aquello, fue dedicarle una sutil (pero no demasiado) sutil mirada de desconfianza. Se quitó la bufanda, se la entregó a su anfitrión, pero no soltó la bebida. —Si es tu extraña manera de pedir ayudar, te pido que seas más claro, porque te recuerdo que soy un "idiota" —Atravesó el recibidor y se acercó a darle un beso en la coronilla a Katia a modo de saludo. En seguida se asomó por encima del hombro de la maquillista para contemplar lo que, evidentemente, la estaba haciendo taan feliz. Sonrió cuando vio a qué habían hecho referencia anteriormente los dos. —¡No puedo cree! ¿¡Ya la terminaste, Perier!? Pero si eres... —Levantó la vista, lo miró de arriba abajo y asintió, resignado— Está bien, eres un genio. No me gusta tu nariz, pero el resto está pasable. Puedes llegar a ser un verdadero bastardo cuando te lo propones, pero si esto es lo que te lleva a serlo, ¡mon dieu que vale la pena! —En ese momento reparó en que seguía sosteniendo el champagne con las manos. Los miró—. Podría abrir esto aquí para festejar... Pero nos quitaría mérito a ti y a mi si llegamos con las manos vacías a esa fiesta, querida —Miró a la maquillista—. Por no-única vez, dejaré que tomes esta bella decisión que bien podría alegrarnos el alma, pero arruinarnos nuestra pobre escalada social. Se lo dejó a un costado y se acercó a uno de los sillones mientras se quitaba el resto del abrigo. La mirada sagaz de Logan no tardó en hacer notar todos los interesantes detalles. —Ahora veo por qué tú y Delatore trabajan de reporteros, malditos sean. Limosnas recibimos los demás —Suspiró—. Pero qué se le va a hacer, es la vida de sacrificio del artista. En fin, Moncef, no creo que haya sido invitado aquí por pura y exclusiva caridad —Sonrió y apoyó las manos sobre las rodillas—. Soy todo oídos.
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Milly
ultra nerd
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Post by Milly on Aug 6, 2015 22:01:10 GMT
1890 Como no podía haber sido de otra manera, Médéric recibió la propuesta de Adrien con una carcajada inusitada. Qué chico astuto. A saber la de cosas que escondía detrás de aquella rápida táctica evasiva de contraataque, una que, definitivamente, el barman de aquella mañana jamás habría sido capaz de identificar. No sabía si aquello le agradaba del todo. —Para ser nuevo por aquí exhibes un peligroso exceso de confianza —era una observación casual, apenas un reproche desenfadado y distendido, pero la intención de librar al mesero -si quería- de responder la interrogante planteada saltaba a la vista. Porque Méd temía oír la confirmación de sus sospechas respecto a la preocupación de su compañero; también él había mirado la entrada del local en repetidas ocasiones, a la espera de la llegada repentina de aquella criatura ausente que nadie pasaba por alto. Si Matt compartía sus temores, significaba que en efecto había motivos para temer. «Yo no debería estar aquí» -pensó incómodo, desplazando su mirada por el salón; cualquier cosa con tal de pensar en algo más. Pero cuando sus ojos distinguieron al tipo que menos deseaba recordar esa noche, deseó en serio servirse aquella cerveza que acababa de vetarse. El deseo fue todavía más grande cuando entendió el lugar al que sus pasos lo llevaron.
Un momento de sorpresa, luego aquel dulce gesto de agradecimiento ante el halago ofrecido. Y aunque cada movimiento parecía natural, fresco y absolutamente auténtico, los implicados sabían cuánto de aquello formaba parte de la puesta en escena de la niña celebrando sus primeros mimos. La siguiente sonrisa, sin embargo, era tan real como la diversión que brillaba en esos ojos de intenso pardo. —Alguien tiene que abrir la ronda de bailes —se encogió de hombros, juguetona, aprontándose a poner paños fríos y recordarle a Balthasar que, aunque la decisión recaía en ella, el protocolo limitaba las opciones de ambos—. ¿Quién mejor que nuestro embajador Durand? Así fue que se aferró al brazo de su nuevo acompañante, delicada, dando toda la impresión de que acababan de rescatarla de una compañía para nada deseada. Se dejó arrastrar sin mediar palabra, permitiendo que el silencio ayudase a su acompañante a apreciar en detalle el desplante de particulares e inocentes atributos que Teva ponía en práctica esa noche, invitándolo a juzgar objetivamente el resultado de su propuesta. Porque aunque no fuera a reconocerlo, la pequeña bailarina había aguardado impaciente la reacción de este sujeto en particular; el hecho de que a diario Cyrille gozara de la atención de Laurent no significaba que el resto de las bailarinas -o la mayoría de ellas- no suspirase constantemente ante los atractivos del hombre de confianza de La Roca. Así que ahora no solo presumía de contar con la atención de un favorito en su noche de debut, sino que también se aseguraba de probar la efectividad de sus métodos con una pieza especialmente difícil. A propósito ignoró el hecho de que acababa de convertirse en plato de segunda mesa, porque tenía bastante claro lo diferente que habría resultado su suerte de estar presente cierta odiosa y siempre impresionante cabellera pelirroja. Luego de un par de minutos, habló al fin. —Puede que no lo haya notado, pero es la segunda vez que interrumpe una de mis conversaciones, monsieur Durand —hizo la observación con un suspiro casual—. Aún no decido si debo sentirme ofendida por semejante atropello a mi privacidad, o halagada por el exceso de atención que he recibido el día de hoy. A primera vista parecía que la joven pedía un empujón para resolver su veredicto, pero si algo había aprendido desde su primera conversación, era que su acompañante sabía perfectamente cuándo leer entre líneas y que, como ella, disfrutaba de los diálogos secretos, de las palabras jamás dichas y siempre evidentes bajo las apariencias. "Bien, aquí me tienes" decía esa sonrisa traviesa y a la vez cándida "Veamos qué tienes para ofrecerme. Veamos si hoy consigues atrapar a esta criatura escurridiza".
2015 Las palabras de Logan arrastraban a Périer a una situación que le resultaba por completo incómoda. Habituado como estaba a trabajar solo y ganar fácilmente, la idea de solicitar ayuda por segunda vez en un mismo día no hacía más que debilitar su ego y su moral, y se notaba en la forma casi conmovedora con la que sus hombros caídos buscaron apoyo en el muro a su espalda. —Si he de ser completamente sincero, la única razón por la que cuentas con el derecho de sentarte en mis muebles es Alessandri —media sonrisa, brazos cruzados sobre el pecho, casi a la defensiva—. Pero ya que estás aquí... el caso es que estuve investigando por mi cuenta sobre su nuevo objeto de interés. Como ya sabes, Delastair, estoy bastante al tanto de su trayectoria profesional, pero respecto a la huella de su influencia... —acercándose por la espalda a la maquillista y rodeándola con sus brazos, tal vez de un modo excesivamente invasivo a juzgar por la nerviosa reacción de la mujercita, tecleó un par de cosas en la laptop que ella sostenía. Un montón de pestañas con artículos alusivos a Jean-Claude Rambaud aparecieron en la pantalla, y entonces Moncef retrocedió para que sus colegas pudieran observar—... eso no lo sabía. Y ahí, en cada pestaña, flameaba la evidencia de todo cuanto el fotógrafo había advertido a Moncef aquella tarde. No eran artículos claros, por supuesto. Pero para quien sabía qué buscar, resultaba simple cruzar los datos de la trayectoria del modelo en cuestión y los acontecimientos que relataba cada noticia apuntada por el reportero. Era un trabajo limpio, y el resultado claro a ojos expertos. —Tengo planes para la revista —anunció de pronto, cuando decidió que maquillista y fotógrafo había tenido tiempo suficiente para husmear cada pestaña de internet—. Nada peligroso, por supuesto. Solo me interesa seguir avanzando, como cualquier persona que aprecia su profesión. Innovar, crear... etc. Y este personaje —su índice se posó sobre la fotografía que brillaba en la pantalla— bien podría echar a perder cada uno de mis proyectos. Si puedo evitarlo, no dudaré en hacerlo —observó a Logan—. Tenía un trato con nuestra encantadora Katia. Pero es claro que ustedes dos trabajan en equipo. Tengo que saber, entonces, si puedo contar también contigo. Alessandri ya me dio su precio. —Y has pagado bien, corazón —sonrió la aludida, intentando guardar sin éxito la bonita botella de vino en su diminuta cartera. Moncef asintió, según parecía, ligeramente perturbado. —Si puedo pagar tu precio, Delastair, lo pagaré.
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Post by Eve on Oct 22, 2015 15:06:25 GMT
Disculpe usted si no gustó de mi respuesta anterior.
Pero si he de confesar, no creo poder cumplir con el trabajo encomendado.
La situación ha cambiado y todo comienza a jugar en favor de la otra parte implicada.
Usted comprenderá que debo cuidar mis intereses. Sin embargo, mi lealtad sigue estando en usted.
Aunque preferiría mejorar el trato que ya tenemos.
El dinero no importará cuando una bala llegue a mi cráneo o veneno caiga en mi copa.
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bachi
ultra nerd
Yaaawn~
Posts: 165
True Gender: Alien.
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Post by bachi on Nov 2, 2015 22:58:08 GMT
1890 Agnes era rápida a pesar de estar en los umbrales de la ebriedad. Se giró en el taburete, y aún así descubrió que le faltaba sitio para ver a donde estaba mirando el barman, así que miró por sobre su hombro derecho y... Sonrió tan ancha como la boca del gato de Alicia en el País de las Maravillas. Se volvió a Favre, que había sido el único capaz de darle rienda suelta al monstruo y asintió, como si reconociera su valentía. —Ahhh. Ya veo, ya veo por dónde viene el asunto. ¿Monsieur Durand, quizás? O... ¡Ah! —Se tapó la boca con ambas manos antes de reír como una chiquilla. Agnes debía ser precavida. Su aletargado cerebro reaccionó tarde y pudo compensar la falta de entereza con una carcajada varonil que, para quien no fuera lo suficientemente atento, salvaría su actuación de jovencito—. Ya veo por dónde va el asunto. ¿Así que ustedes también ya conocen al perro pordiosero de LeCounce? Un sujeto de lo más infame! Un...! —Soltó un par de palabrotas, entre hipo— Pero bueno, ¿qué asuntos le traen con él? Aparte del odio general, claro.
Si pedía un empujón o no, Laurent se lo dio. Comenzó la música. Era una pieza distinta, un pequeño ápice de lo que vendría de nuevo en Molino cuando el flamante Balthasar abriera para la crème de la crème. Y un reflejo exquisito de lo que representaba de distinto Teva, una pieza única para que una criatura tan sutil como ella brillara en medio de un mar de caos libidinoso, sonido sugestivo y sensual. Comenzó la música y Laurent buscó la mano izquierda de Teva con la propia, recorrió el brazo hasta dar con ella y siguió con la mirada el movimiento hasta que la tuvo en alto. Su par de ojos se volvieron a ella. No sonreía. Parecía compenetrado. Parecía comprometido. Miró su mano derecha y hubo una pausa sutil, era una disculpa de antemano, pero no hubo duda en sus ojos cuando se volvieron a fijar en ella: La puso en la pequeña cintura de la bailarina y la acercó sensualmente hacia él. Había espacio suficiente para huir tanto como arrimarse, en eso consistía la sugerencia. Abrieron la pista de baile ellos dos, una pareja de aves distinta. Eran un bálsamo de pura inocencia que contagió a la muchedumbre. Varios pares de manos masculinas, torpes algunas, alcoholizadas la mayoría, invitaron con una cortesía inusitada a bailar a las damas presentes, fueran compañía o meras empleadas, y rodearon a la pareja atrevida de cortar la orgía orquestral. Amparados por la muchedumbre, Laurent se mantuvo en silencio observándola mientras se deslizaban. Seguía sin sonreír, casi hasta el punto de que podría causar incomodidad con la intensidad con la que miraba a Teva. Si en algún momento había dudado en ser la segundona del fuego de Molino, cualquiera habría dicho que no había nadie más. —Pues para mí es indiferente la inclinación que sientas hacia cualquiera de esas dos variantes. No me malinterpretes, es de mi total incumbencia si decides considerarme un simple metiche de poca monta o un caballero con cierta predilección real hacia ti. Lo que me resulta indiferente es la decisión en sí, porque eso no cambiaría el curso de los hechos —Le dio una vuelta y todo el velo del vestido giró y flotó graciosamente sobre sus piernas, detalle en el que Laurent se fijó y no buscó disimular. Volvió a atraparla entre sus brazos—. Lo que sí me interesa saber es qué haces aquí. La música exigió acercarse más y él así lo hizo. La diferencia de altura en realidad no fue un impedimento. Laurent aprovechó la cercanía para hablarle cerca del oído. —¿Llegué demasiado tarde y Balthasar ya te ha atrapado entre sus redes como a otras ilusas? Nunca me lo perdonaría de ser así. Pero... —Se separaron. Finalmente sonreía, con una perversión divertida y cómplice que evidenciaría a cualquiera que los observaba, una conexión, una sapiencia de piel uno del otro— Tú no eres así, ¿cierto Teva? Oh no. Tú eres mucho más lista que muchas de ellas. Y no se lo dijo, pero en cierto sentido lo estaba haciendo. Porque con Angie podría haber una química abrazadora y deliciosamente mortal entre ambos, pero ella ya había elegido. Teva, en cambio, era eso: El juego inteligente, las palabras, el desafío abierto y la encantadora certeza de saber que continuamente le estaba poniendo los puntos y al mismo tiempo dejarlo avanzar. Y Charlie se moría de ganas por ganar ese premio.
2015 A Logan le molestó la aparente y repentina complicidad entre Katia y Moncef. Cosa que por supuesto no ocultó. —No sé en qué andan ustedes dos —Los acusó con el dedo índice—. Y no sé quién se creen que soy yo... Pero sé muchas cosas del Otro Mundo de abajo, que seguramente, a pesar de toda tu experiencia Moncef, no te salte a la vista —Asintió—. No sé si ese camino es el que quieres seguir, si a eso quieres llegar. Pero si puedes pagar mi precio, por supuesto que te ayudaré. La cuestión es, exactamente, ¿hasta cuánto están dispuestos a bajar los dos? La cosas habían cambiado repentinamente de papel. Ahora era Logan el Diablo y aquellos dos abogado y secretaria que debían decidir si aceptar firmar el pacto con sangre. Sabía que había captado su atención, pero no sabía si habían compartido del todo la idea que les estaba dando. Se puso de pie, giró la computadora hacia él y tecleó rápidamente en el buscador. Saltaron diez pestañas. Diez intachables Homes de bares, clubs y discos de que iban desde lo más exclusivo y chick a lo under y desconocido de París. La mayoría no era explícito en el contenido, pero había un par que sí y se reservaban el derecho de entrada. El resto eran conocidos clubs gay de la más exquisita alcurnia. —¿Quieres información? Vamos a buscarla —Se dio media vuelta y buscó el abrigo. Recuperó el vino espumante rosado y se abrazó divertido a él—. Pero te advierto: No todo lo que escuches será de tu agrado. Por cierto, Katia está despampanante. Tú, por el contrario, das pena. Ponte decente o no entraremos ahí ni aunque esté yo con ustedes.
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Milly
ultra nerd
Posts: 131
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Post by Milly on Nov 4, 2015 17:06:20 GMT
1890 El barman se irguió imperceptiblemente detrás de su barra, de pronto observando al muchacho con algo más de interés. Desde luego la indiscreción expuesta no era de todo su agrado, pero estaba dispuesto a pasarla por alto. De momento. Desvió la mirada para preparar una nueva ronda de cervezas. —No hay muchos asuntos que puedan vincular a simples empleados con los contactos directos de La Roca —el hombre esbozó una débil sonrisa amistosa, apenas prestando atención a los jarros de cerveza que volaban a toda velocidad para llegar a manos de los sedientos comensales—. Salvo por el hecho de que, según parece, ahora recibir un par de golpes de parte de los altos puestos parece venir dentro del paquete de contrato. Sin embargo… Méd detuvo la última jarra rebosante de alcohol antes de que pudiera volar lejos, la arrastró medio camino en dirección al chico y los síntomas visibles que delataban su incipiente borrachera. Estaba dispuesto a ofrecérsela... pero entonces se detuvo. Y la última cerveza de fue en una nueva bandeja. Ni por toda la información del mundo podía cometer la bajeza de hacer algo así a un chiquillo, no después de lo que él mismo había vivido durante su último episodio de excesos; no sin conocer los límites del muchacho ni cuánto podría llegar a perder por un simple capricho del barman. Tragándose la vergüenza hacia sí mismo, ocultando la aversión que de pronto sentía de ser él, volvió a mirar al muchacho. —Sin embargo, no parece algo a lo que tú debas temer: entraste al cabaret bajo su tutela, ¿no? Pero así y todo te concedes el derecho de dedicarle un par de... peyorativos. Es curioso —recargó el cuerpo contra la barra, y el gesto pareció forzado. Pues más allá de intentar ofrecer un sutil gesto de intimidación al tal Adrien, intentaba sin resultado apartar de su campo de visión la imagen de Teva y su acompañante. ¿Qué tramaba ahora esa muchacha? —. Que lo conoces ya es un hecho. Qué te llevó a considerarlo un infame, eso es otro asunto. Uno que no tengo ganas de verte evadir otra vez. Así que, si me haces el favor, te agradecería que puedas distraerme con algo que sí tengas permiso de compartir. Chico.
Conforme el tiempo pasaba y sus encuentros con Laurent iban acumulándose uno tras otro, Teva comenzaba a entender las razones por las que ese sujeto y no cualquier otro era el hombre de confianza de LeCounce. Pues no cabía la menor duda de que ejecutaba su trabajo con sobra de talento. Apenas a un paso de la perfección. A medida la música los envolvía, la joven observaba con atención cada movimiento, estudiando fascinada los gestos y detalles que sabía eventualmente la llevarían a confundir la realidad con la fantasía. Llamaba particularmente su atención la moderación exhibida por su pareja, tan distinta al arrebato del que hubiera sido protagonista esa misma tarde. Era una magnífica puesta en escena que fingía entregar a Teva el control absoluto, y la ilusión estaba tan bien maquillada que cualquier dama habría tenido derecho a cometer la grave equivocación de pensar que podía tirar de cualquier hilo y manipular la situación a su antojo. Pero esa joven muchacha que hoy salía a la luz llevaba años de experiencia observando entre las sombras. Por eso sabía que continuaba siendo una marioneta, una insignificante pieza al interior de un tablero muchísimo más grande que ella. El hecho de que fuera consciente de ello, no obstante, le concedía la ventaja de participar en el verdadero juego y planificar parte de sus movimientos, libre de influencias, libre de manipulaciones sutiles. Attia era, por tanto, inmune -o casi- a los hechizos que pretendían caer sobre ella. Mantuvo aquel espacio que los separaba. Sin huir ni arrimarse. Conteniendo sus impulsos y obligándose seguir centrada. Repitiéndose que no podía ceder a las apariencias, que los negocios iban antes que el instinto. Pero nada había cambiado para quien apreciara la escena: la timidez y la inocencia justificaban las distancias. —Soy lista. Más lista que todas ellas —corrigió ella sin molestarse en fingir humildad, correspondiendo a esa sonrisa lobuna con dulce picardía. Sus ojos relampaguearon, y luego de la siguiente vuelta acercó un poco más su cuerpo, con exquisita cautela. La mano izquierda, antes rígida sobre el hombro de su pareja, ahora caía como una delicada mariposa en la base del cuello de Laurent. Apenas la insinuación de una caricia—. Demasiado lista como para dejarme atrapar por cualquier red, Monsieur. Al próximo giro, la formalidad retornó. Pero la sonrisa seguía intacta, como el interés implícito en sus acciones. —Un anzuelo es algo distinto, sin embargo. Mientras la red atrapa al cardumen desprevenido… la presa de más valor decide ser atrapada por el anzuelo. Puede incluso resistirse, si descubre que el premio no le satisface —explicó con apenas un susurro, muy cerca de Durand para hacerse oír, sin perder el paso en ningún momento. Sus pies respondían magníficamente luego de años de ensayos detrás de los escenarios. Sabía exactamente dónde moverse, sin embargo, permitía que Charlie dirigiera cada desplazamiento, le entregaba el control, porque de hecho él lo tenía—. He visto algunos de los que Balthasar ha preparado para mí, y aunque llaman mi atención... bueno —rió, dulce, observando los detalles delicados de su vestido con una complicidad maligna—, usted ha visto cómo pueden cambiar las cosas de una noche a la siguiente. Ahora puedo permitirme barajar mis opciones. Suponiendo, por supuesto, que existen otras opciones para mí. ¿Las hay, Charlie? La música terminó, y ella se mantuvo cerca.
2015 Maquillista y periodista se encontraron intercambiando una mirada involuntaria. La de Périer era inquisitiva, pero Katia respondía con absoluto desconcierto. Porque aunque Alessandri estuviera dispuesta a seguir a Logan hasta el fin del mundo con apenas un par de reproches, seguía siendo cierto que más de la mitad de las veces desconocía por completo las intenciones del fotógrafo. Con Delastair todo se trataba de confiar en su instinto, y por eso no tardó en ponerse de pie luego de arrojada la propuesta, aguardando junto a su compañero. —Anda, corazón —le dijo mientras estiraba su vestido y se colgaba del brazo del fotógrafo, entusiasmada—. Ve a ponerte guapo. Diez minutos después bajaban a los estacionamientos para buscar el auto de Moncef. Para cuando se detuvieron frente a un bonito Porsche deportivo de color negro, las dudas seguían asediando al reportero. Pero la información era información, y habían pocas cosas que podían detenerlo cuando se trataba de obtenerla. ¿Acaso no había caído lo bastante bajo en el pasado como para obtener lo que quería? Ser un profesional exigía sacrificios, exigía riesgos. Y, de todas formas, se habían cancelado los planes que tenía para esa noche. —Vamos a tener que apretarnos un poco —dijo a modo de disculpas antes de subir al vehículo—: solo hay dos asientos. —¡Bueno! —rió Alessandri al entrar, apenas prestando atención a los reparos de Périer, ya acomodándose para hacer espacio a Logan—. Si las pintas de Moncef no son suficientes, bastará con esto —dio unas afectuosas palmaditas al volante.
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bachi
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Post by bachi on Nov 5, 2015 6:44:13 GMT
1890 Agnes podía estar borracha, pero ni aún eso le haría caer en la estupidez. No más de la cuenta. Se había vomitado la vida en callejones repletos de ratas y apestando a cosas más tiernas y asquerosas que su propio vómito, así que un par de cervezas de buena calidad no harían mella en su estómago. Quizás sí en sus palabras. Eso no evitó que el "jovencito" se volviera hacia el barman que ahora lo retaba abierta y discretamente sobre la barra, que se extendiera tal cual era, aplastado contra sus brazos cruzados, y devolviéndole una mirada algo alterada por la bebida, pero fija. Sólo se apartó de él para seguir con los ojos la cerveza que por poco había caído en sus manos y fue desviada a último momento lejos de sus garras. No estuvo seguro del por qué: ¿Acaso se estaba burlando de él? No entraba en la mente de aquel chico algún indicio de benevolencia y pronto Médéric sabría apreciar el gesto de los sabios, que no siempre resultaba ser el de los justos. Primera lección de Julie que chocaría contra su natural bondad y honestidad. Así que tras dedicarle una sonrisota torpe y cruzarse de piernas sobre su rodilla con un tambaleo del taburete que supo controlar a tiempo, antes de irse de bruces, entre nuevas risotas, Agnes se sorbió la nariz y se pasó la manga de la camisa por la boca. —Hay al menos un millón de razones que involucren a los empleados de Molino Rojo con LeCounce, Buen Méd. Pero respetaré tu privacidad y la del buen caballero mozo que acaba de marcharse a hacer su respetable trabajo —Asintió, asintió—. ¡Es sensato! Soy el nuevo, ¿qué es eso de ir alardeando por ahí? Claro —Se golpeó la frente— ¿cómo no lo vi? Si quiero algo a cambio, primero tengo que ganármelo. Aunque eso signifique soltar un poco la lengua, ¿no? —Se inclinó hacia él imitando su postura y frunció el ceño, divertida. Se podrían haber rozado las narices si fuese más alta— ¿Quieres que te cuente mi historia entonces, eh? ¿Eso quieres? Aunque es moneda corriente lo del perro de LeCounce...—Lo pronunciaba como escupir mocos por la garganta— ¡Vaamos! ¿En serio tantas razones necesitas que te de para odiar a ese bastardo? Ya lo conoces —Palmeó, triunfante la barra y señaló su cara, los restos de la batalla campal— ¿qué puede no haber hecho para ganarse mi antipatía? Eso es lo que de verdad debes preguntar. Pero te daré un adelanto, hey, acércate y escucha mi secreto: Yo no le debo nada a nadie. Ahora, si me haces el favor de servirme otra de esas deliciosas cervezas en vez de devorarte con los ojos a la pareja que baila más allá en la pista —Sus ojos chispearon, ávidos y astutos—, tendrás el privilegio... ¡No! El honor de escucharme algún par de verdades. Qué sea qué, quedará en tus manos. Chico.
Le encantó que lo corrigiera. Lo hizo reír, cosa poco común en él, un gesto sutil y natural con el que perdió el control de sus impulsos hasta que duró. Pero la pantomima seguía, y de hecho, estaba invitándolo a cruzar las fronteras del engaño para inmiscuirse en las dulces aguas de la pura y cruenta realidad. Porque Laurent estaba deseando a esa jovencita, estaba relamiéndose inconscientemente del placer que le producía ese juego. Y deseaba decírselo, deseaba de verdad poder expresárselo con sinceridad, pero ahí destilaba la acción de la voluntad: Ambos jugaban. Y siendo como sospechaba que era ella, lo usaría a su provecho sin dudar. Todo era un mar de suposiciones, ahí radicaba la verdadera diversión. Sin embargo, cuando estuvo a punto de pensar que allí acabaría la cosa, sintió la voz, el tacto y la pequeña sugerencia. Un desliz metafórico suave, una invitación a la perdición. Teva sólo tuvo que pronunciar al final su nombre, su verdadero nombre, y Laurent Durand fue suyo. O viceversa. Terminó la canción e inmediatamente una seguidilla de fuertes aplausos y vitoreos a la banda provino del público, algo tan lejano, tan ajeno a la escena que se presentaba entre los dos, que Laurent lo oyó distante. —Ven, sígueme —le habló por lo bajo, pegando el pómulo sobre su sien de forma delicada y tomándole ambas manos para devolverle una mirada imposible de descifrar. Soltó una en el preciso momento en que la música comenzaba otra vez, y sin echar siquiera un vistazo sobre su hombro, dirigió a Teva con seguridad entre la multitud. Fueron acercándose cada vez más a la parte restringida de las mesas, a la apartada y a la vez con la mejor vista. De allí salía una nube de humo particular, una tonada alta de conversación y un cacareo continuo entre las sombras. Los hombres de LeCounce saludaron con la alegría distendida propia de la ebriedad al recién llegado, pero Laurent permaneció sobrio y cortes ante tanto despilfarro de cariño. —Teva —Se volvió a ella parsimonioso, comedido y con una sonrisa perezosa regodeándose en sus labios—, estos rufianes son los muchachos. Muchachos —Alzó el tono—, ella es la señorita Attia. Por favor, nada de idioteces en su presencia. El comentario fue celebrado con abucheos y risas, cosa que el aludido aprovechó para apartarse un momento de la recién presentada. En tanto, Teva fue abordada por una oleada de comentarios repletos de obviedades, pero todos, a pesar de broma que iba, broma que venía, coincidieron en una cosa: El respeto. —Señorita Attia, ¡pero si estuvo encantadora esta noche! —Brillaba —comentó uno, señalando las luces del techo con aire perdido para fiesta de los demás, que detrás estaban imitándolo—, brillaba como un ángel, sí. —¿Me permite un truco de naipes, bella dama? Laurent, que se había mantenido al margen hasta ese momento, intercambiaba por lo bajo palabras rápidamente con los dos hombres que permanecían en la esquina, fumando y asintiendo a lo dicho. En cierto momento, Charlie sonrió fugaz, hizo una broma señalando con la cabeza hacia la barra y los dos hombres sonrieron. Se dieron la mano y se pusieron de pie. Laurent volvió junto a Teva para rescatarla justo a tiempo de una partida de cartas de dudosa legalidad. —Guárdate la baraja, François, y con ella la vergüenza. Ella te descifraría el truco en menos de lo que canta un gallo —Sonrió. Los dos hombres que se habían levantado a su lado, propusieron un brindis y en medio del caos de copas y sujetos, Laurent se escabulló por un costado sin soltar la mano de la pequeña bailarina. La urgencia de sus movimientos no minaba su elegancia, pero era evidente el propósito de toda la triquiñuela: Pasar inadvertidos, como también la existencia de otro propósito todavía más oculto que, quizás, ella sabría leer entre líneas si era lo suficientemente cauta al juzgar el despliegue de solvencia: La muestra de poder. Cuando pareció que se dirigiría hacia la entrada principal, a último minuto viró hacia una puerta lateral. Ahí aguardaban por ellos. Les abrieron la puerta, los dejaron salir y le pasaron las pertenencias de Durand. Charlie saludó al hombre, que entró por donde había salido, y se volvió a Teva. —Hace frío —fue lo único que dijo y frunció el ceño en tanto colocaba su abrigo sobre los hombros de la mujercita y le pasaba rápidamente la bufanda con dos vueltas desprolijas. Se detuvo un momento para observarla, ladeando la cabeza como si no hubiera caído en la cuenta de algo. Divertido, como si lo decidiera a último momento, le colocó con cuidado el sombrero sobre la cabeza y lo ladeó—. Te queda —Era un tono extraño en él, toda aquella escena de hecho. La suelta calidez con la que le había pasado sus prendas, la espontaneidad del gesto, era símbolo de algo que ellos dos de hecho no eran. Y como si reparara, turbado, en que quizás había ido demasiado lejos, a último momento agregó—. Pero lo necesito de vuelta luego. No le dio tiempo a responder. Volvió a tomar su mano y la guió fuera del callejón. Llamó a uno de los choferes arrimados al costado de la calle y esa fue la única oportunidad que le dio a Teva para retractarse. Abrió la puerta, puso los pies sobre el guardabarro del carruaje y la esperó con una mano extendida. Le vería quizás la duda bailar en el rostro y Laurent notaría esa parte responsable a raja tabla que siempre había caracterizado su desenvoltura como empleada. Pero ahí estaba ella y Charlie estaba tirando el anzuelo. No habría segundas oportunidades, no en esta vida. Y como para quitarla de las dudas posibles que le vendrían a una dama de aquella época ante lo inapropiado de la huida, sonrió. —Ven, Teva. Quiero enseñarte un lugar. Decidió no corregirle de todas formas la indirecta. Quizás más adelante. Pero Charlie se regodeó internamente en silencio: Él no pescaba, no era ni red ni anzuelo, como Teva no era un pez que, en realidad, poco podía elegir. Él cazaba. Caía en picada luego de un vuelo grácil y silencioso. Y allí estaba ahora Teva, allí estaba él, cada uno en las garras del otro.
2015 ((KUKUKU Logan y yo queremos saber QUÉ tan bajo cayó Moncef en el pasado (8< El cochino de Logan en el mal sentido, obviamente. Yo soy pura y solo quiero saber lo que hizo~)) Cuando Katia dio su veredicto, acercándose hacia él, y Moncef partió rumbo a sus aposentos para cambiarse, Logan no frenó el impulso y le plantó un sonoro beso en la mejilla a la maquillista, a sabiendas de que se ganaría un par de quejas insufribles por haberle corrido algún tipo de pintura. Para él había sido un triunfo, además, por los zapatos que llevaba la pequeña sagaz, sólo había tenido que agacharse a penas. —Descuida, querida —Logan agachó la cabeza y se acomodó lo mejor que pudo entre Katia y la puerta, que cerró con cuidado, cuando estuvo frente al Porsche—. Dios, esto me hace sentir que tengo las caderas anchas —rezongó mientras le pasaba el champagne a la mujer y se acomodaba—. Sostenlo mientras quito el cinturón de seguridad del humilde sitio donde no llega el sol —Acto seguido, tras retorcerse en el asiento, volver a suspirar sonoramente y recuperar su bebida, sonrió para seguir lo que había empezado—. Como te decía, querida: La agradable apariencia de nuestro galante Périer será nuestro caballito de batalla. Pero siempre contamos con el plan B. Oh, y no es el auto, y no soy yo tampoco —Se rió, esperando que el reportero captara la broma antes que Alessandri, y aprovechó para sacar el móvil de algún recóndito bolsillo de apariencia inaccesible. El pulgar de Logan fue veloz. Abrió una aplicación y una lista iluminó sus gafas. —Bien, tengo unas sugerencias pero quiero saber cuántas horas de sueño están dispuestas a sacrificar esta noche. De acuerdo a lo que me digan, limitaré los objetivos a un número coherente. Si es por mí —Se encogió de hombros—, puedo seguir de largo, pero no los arrastraré en mis talones —Y por si le había quedado alguna duda a alguno, se volvió a dedicarles cinco segundos de penetrante y poco empática mirada loganil a cada uno—. Porque, por si recién se están enterando, esto no será cuestión de ir a un solo sitio, sino a un mínimo de tres. Por supuesto que los demás podemos dejarlos para otro día de investigación —Se encogió de hombros y volvió a fijarse en su celular—. Ahora bien, Moncie, necesito que me digas qué quieres saber, y yo te diré dónde y cómo conseguirlo, pero de momento ya tengo dos lugares definidos, pues la noche es joven, y dependiendo la hora que sea, habrá gente o no en ciertos lugares. ¿Quieres fotos incriminadoras, Périer? Pues en ese caso te diré "Vira a la derecha y dale adelante hasta Sly", pero si quieres conseguir una entrevista con un viejo amargado empleado de la familia, podemos hablar con alguien en La Perle. De una u otra forma ya decidí que terminaremos la ronda en Les Souffleurs porque Les Souffleurs —dictaminó, como si esa justificación tuviera sentido para alguno más que él.
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Milly
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Post by Milly on Nov 6, 2015 19:29:08 GMT
1890 A pesar del consejo prefirió no desviar la mirada de su foco de atención… hasta que perdió de vista a la pareja y tuvo que contener el impulso ir a rescatar a la pequeña Teva de quién sabía qué clase de malos pasos a los que estaba siendo arrastrada. Pero se trataba de Teva, así que cabía la posibilidad de que ella supiera lo que estaba haciendo. Méderic se aferró a esa esperanza con uñas y dientes; la huida de Attia sumada a la ausencia de Angie no le permitirían acabar la noche con la cordura que se esperaba de él, si seguía dándole vueltas al asunto. Así que inspiró hondo, contó hasta diez y volvió a concentrarse en la energía inagotable del muchacho que, vaya a saber uno por qué, seguía aguardando del otro lado de la barra. —¿Seguro que puedes aguantar otra ronda? —Antes de que Adrien respondiera por su cuenta la pregunta, el barman lo estudió con ojo crítico un instante. Las risotadas esporádicas le otorgaban el derecho a dudar, sin embargo, sus ojos parecían todavía demasiado atentos. Con un suspiro de resignación preparó dos jarras de cerveza. Tendió una al muchacho, la otra era para él. Solo para aligerar las culpas. —Por las verdades —dijo alzando su brazo con dramatismo. Un par de comensales situados en la barra, en evidente estado de ebriedad, se le unieron al brindis.
Supuso que en algún momento de su breve discurso habría dejado escapar la palabra mágica, pues la mano de Laurent Durand no solo la había apartado de la multitud: la transportaba a un mundo diferente. ¿Era acaso ese el submundo oculto tras Molino Rojo… o acababa de salir de la perfecta burbuja constituida por el cabaret en el que había crecido? Del modo que fuera, sabía muy bien que su guía no hacía más que exhibir la superficie de algo mucho más interesante. Y disfrutó sin culpas de todos los detalles que observaba en aquel pequeño universo: las atenciones de los muchachos, el reconocimiento… la seguridad de los que se saben capaces de poner el pie sobre cualquiera que pretenda desafiarlos. La atmósfera de poder era apenas palpable, y de todas formas Teva estuvo segura de que podría embriagarse con ella si permanecía ahí el tiempo suficiente y no tomaba las precauciones adecuadas. Así que Durand la rescató a tiempo de ese ambiente, o fue lo que creyó hasta descubrir que una fracción importante de esa atmósfera que la cautivaba se marchaba con él. Y entonces, mientras recibía abrigo, bufanda y sombrero sin mediar palabra, observó con sincera curiosidad al sujeto que tenía en frente, preguntándose hasta qué punto pretendía llevar adelante ese juego antes de caer en la cuenta de que no había presa alguna que capturar: Teva se había entregado desde el momento en que Laurent había decidido convertirla en una criatura inalcanzable, ofreciéndole esa ilusión de poder con la que ella jamás había tenido oportunidad de jugar antes. Y ahora, con el carruaje frente a ella, todo indicaba que la ilusión podría llegar a convertirse en algo menos pasajero, más real… y también más peligroso. Con la sonrisa todavía invencible en sus labios consideró las probabilidades de que todo aquello no fuese más que una trampa, pero Teva no era alguien que hubiese dado motivos para apartarla del camino. Deshacerse de ella conseguiría como mucho ofuscar los planes de Balthasar, y no parecía el tipo de jugada por la que optaría alguien como LeCounce. No al menos ahora, considerando la actual ubicación de cada pieza en el tablero. Así que aceptó la mano que le era tendida e ingresó al interior del vehículo, y en sus ojos refulgía su determinación de arriesgarlo todo con tal de ascender un escalón, de sumergirse por completo en ese mundo al que Charlie pertenecía, persuadirlo de compartir con ella parte de sus privilegios y (¿por qué no?) descubrir cuánto de lo que ahora la mantenía bajo el hechizo era real. Eran metas ambiciosas, pero sabía que conformarse solo la haría retroceder. —Ojalá no sea un viaje demasiado largo —suspiró con naturalidad cuando hubo tomado asiento, y en el tono de su observación se adivinaba una infantil curiosidad por conocer el destino trazado por su acompañante—. A Annette no le va a hacer ninguna gracia ver que su nuevo juguete no está en exhibición.
2015 ((¡Guardaré los secretos de Moncefito hasta la muerte!)) El motor se encendió con un suave ronroneo. —Vaya, Delastair —dijo Moncef con desenfado, dirigiendo el auto por las calles de París casi sin mirarlas. Conocía de memoria cada pequeño callejón de esa magnífica ciudad—. Sabía que tenías una pésima imagen de mí… pero esto es peor de lo que creía —dobló una esquina—. No soy un extorsionista, en realidad. Solo quiero información para atenerme a la verdadera naturaleza de nuestro recién llegado, para saber cómo moverme en adelante. Ahora, sobre el tipo de información, me apetecen algunos testimonios. Ya sabes, compañeros de trabajo, superiores, bajos cargos… personas que hayan sufrido las repercusiones de la influencia de Rambaud, alguien que pudiera apreciar sus maniobras de primera fuente. —Sí, eso suena más a periodista que a otra cosa —convino Katia, la mirada fija en el frente—. Pero no quieras parecer más inofensivo de lo que eres, Périer querido. Todos en este auto hemos escuchado historias. Volviendo al tema que nos convoca… —echó una mirada inquisitiva a su compañero de asiento—. ¿Qué hay en Les Souffleurs? Ya que la parada en ese lugar parece obligada, ¿por qué no ir primero ahí? No es que tenga problemas con pasar de largo, el maquillaje puede ocultar las ojeras.
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bachi
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Post by bachi on Nov 8, 2015 5:16:22 GMT
1890 Agnes festejó el gesto con unos silbidos antes de unirse al brindis para sellar esa futura camaradería digna de cualquier borrachera. Sin embargo, solo se enfocó en el barman que tenía en frente. Un promesa era una promesa después de todo, ¿no? —Conocí al perrillo Durand en las calles. Tuve la mala suerte de querer robarle de los bolsillos cuando se cruzó en mi territorio y —Se encogió de hombros. Otro trago— me ligué una buena paliza. Por supuesto —Se rió— ¡tú no sabes por qué estaba en las calles! Pues, la historia de cualquiera, monsieu Favre: Madre soltera caída en desgraciada igual a chico que deambula por las calles. Al final me fui, no había nada para mi ahí. Y aprendí mucho más de donde vengo —Dio otro largo trago hasta casi dejarlo vacío. Restaba el pequeño culo del vaso y Agnes eructó como para reafirmarlo. Se inclinó hacia un costado, balanceando las piernas en el aire, y se dispuso a contar con los dedos—: El mejor lugar de donde robar pan, cómo cazar ranas en las orillas, de qué clase de pillos huir, dónde es mejor no estar durante las noches ¿Sabías que muchos mequetrefes prefieren la carne de un niño antes que la de una buena mujer? Si entiendes lo que digo, claro. Pero claro que lo entiendes —Suspiró y miró el último sorbo que quedaba mientras recostó la cabeza sobre la mesada—. Y bueno ¡eso es todo! —Como si hubiera terminado por decidirlo a último momento, se enderezó abruptamente y bebió hasta la última gota, arqueándose tanto hacia atrás, que se no la sostenían otro par de borrachos dándole palmadas de ánimo desde atrás, se iba de cabeza al piso. Con aire triunfal, dejó la jarra vacía y miró a su contrincante. —¿Te vas a tomar eso o no? —Quiso disimular un bostezo y le salió un estornudo.
Le dio la dirección y se sentó junto a la nueva bailarina de Molino Rojo, cruzando el tobillo derecho sobre la rodilla izquierda y la miró. —Annette ya no puede decirte qué hacer y qué no hacer —Enarcó las cejas, quizás sorprendido por la preocupación de Teva, quizás sorprendido porque hubiera accedido, quizás simulando asombro—. Es más o menos el doble filo de la espada que viene acompañando el hecho de que seas su nueva estrella. De una forma u otra, ya no puede tomar las decisiones por ti —Repitió mientras se revolvió los bolsillos. Nunca lo hacía, nunca pedía permiso—. ¿Te molesta si fumo? —Pero ésta vez preguntó. Una sonrisa pícara, y en tanto esperaba su rechazo o aceptación, los cascos del caballo por fuera resonaban únicos contra el empedrado de la calle. —No te preocupes —agregó al final—, volverás a la hora que quieras volver. Tus palabras serán órdenes. Además no estamos lejos. Quizás tardemos, pero eso depende de cuánto tiempo estemos dentro —contestó distraído, observando por la ventana. Y como si eso hubiera sido obra de palabras mágicas, el cochero se detuvo y Charlie se volvió para guiñarle fugaz el ojo, reafirmando lo dicho. Abrió la puerta, bajó de un brinco y ofreció la mano para ayudarla a Teva a descender. Ni siquiera se preocupó por pagar. El cochero saludó, insistente, y desapareció antes de que ellos se detuvieran frente a un pórtico cualquiera. Laurent subió los tres escaloncitos y golpeó la puerta desde la aldaba en forma de cabeza de león, y esperó contra el marco de la puerta, metiendo las manos en los bolsillos y dedicándole una escrutadora mirada a Teva sin borrar una la calma sonrisa que había mantenido desde que se fueron del cabaret, tal vez esperando que rompiera el silencio profundo de un barrio comercial a esa hora de la noche con alguna pregunta, alguna sugerencia.
2015 ((XDDDDD YA LOS SOLTARÁS ALGÚN DÍA, WE KNOW!)) Logan puso los ojos en blanco ante tanta perorata casi altruista. —Yo sólo te di ejemplos posibles, querido, no te ataques tanto, mon dieu! Yo no estoy aquí para acusar con ningún dedo acusador, pero Katia ha hablado ya por todos —Se rió, haciendo referencia al comentario suelto de la maquillista. El fotógrafo acomodó el codo contra la ventanilla y apoyó la barbilla en la palma de su mano para observar con pereza cómo pasaban las luces de París fuera del coche. De vez en cuando se cruzaron con algún desubicado con los vidrios polarizados y la música a todo volumen, pero ya habían pasado aquellos días de borrachos y peleas callejeras. Ahora simplemente los tres ancianos dentro de aquel lujoso auto se limitaban a observar. La idea le produjo una mofa irónica y triste. Por suerte allí estaba Alessandri para quitarlo de sus pensamientos. No la miró cuando le respondió, todo tono de posible mentira, quedaría en manos de la maquillista para interpretar. —Vamos a ir a Les Souffleurs a lo último, porque entre razones como que a esas horas ya no hay niebla de cigarrillo, música tan alta y condenados críos con problemas anímicos y ganas de llamar la atención, sirven buen café, hay vista agradable y hay una fuente confiable a mi humilde parecer de todo eso que Moncef quiere saber —Miró de reojo a la mujer y le guiñó un ojo, acto seguido, miró al conductor—. Por cierto, honorable guerrero xiolin de principios inquebrantables, nunca dijiste a cuántos lugares quieres ir. Katie aquí se acaba de declarar abierta a la aventura y yo la secundo luego de este maldito día inacabable. Sino terminó antes, ¿por qué no alargarlo aún más? ¡Ahí tienes un estacionamiento —chilló de repente, despegándose de la ventana y estirando el brazo hacia el parabrisas.
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Milly
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Post by Milly on Nov 9, 2015 1:50:40 GMT
1890 Apartó el vaso del alcance del muchacho. —Me lo voy a tomar, sí —confirmó con una sonrisa malévola, llevándose la jarra a los labios hasta reducir su contenido a la mitad—. El próximo trago vas a tener que pagarlo, de lo contrario… la barra está cerrada para ti. Tengo comensales a los que atender. Y dicho esto, volvió a la labor de concentrarse en los pedidos. Hacer hablar a Adrien, después de todo, no había sido la mejor idea para distraerse. Dejando de lado las dudas sobre cuánto de lo dicho era cierto -el joven no parecía el tipo de persona de la que uno podía fiarse demasiado-, la historia había logrado turbarlo más de lo que deseaba admitir. Los modales de Méd no eran una mera casualidad: antes de Molino Rojo, el barman había gozado de una buena vida, muy lejos de la peor cara de París. Acostumbrarse a las noches del cabaret había sido difícil, y las decisiones tomadas ese mismo día complicaban todavía más sus intentos por adaptarse. El testimonio de Adrien era un golpe de realidad con el que aún no estaba preparado a lidiar. Se volvió otra vez hacia el chico. —Ya que al parecer tú no estás en horario de trabajo, podrías echarme una mano… o buscar a Julie. Siempre viene a ayudarme un rato después del baile de apertura, pero no la he visto desde hace un buen rato —ahora que lo pensaba, su ausencia era tan preocupante como la de Angie. Se asustó, la paranoia llegando a niveles exorbitantes—. ¿No la viste de camino aquí?
Ahí estaba otra vez, el reconocimiento de su propio poder, uno cuyo alcance Teva parecía ignorar aún. Pero estaba segura de que se divertiría indagando en torno a sus límites... siempre que lo hiciera con cuidado. —Oh —dijo como única respuesta a las explicaciones de Durand antes de arrellanarse un poco más en el asiento y sonreír ante la petición de su acompañante. Sobraba semejante detalle para reafirmar la capacidad de decisión de la bailarina, pero Teva lo agradeció de todas formas, encogiéndose de hombros y asintiendo con un brillo astuto—. Molino Rojo es una fábrica de humo, desde luego un cigarrillo más no marcará la diferencia. Casi inmediatamente después se encontraba fuera del carruaje y se despedía del cochero con una reverencia exquisita, propia de cualquier dama de mucha más categoría que ella. A medida que avanzaba hacia su destino estudiaba cada detalle de aquel barrio con interés, las casas, los ambientes, la paz inaudita de los alrededores… hasta encontrarse con el escrutinio de Laurent mientras aguardaban ante la puerta. —Lo pensé mejor —dijo tajante tras sostenerle la mirada durante un minuto completo, en silencio, intentando en vano hacer ceder al absoluto autodominio del hombre. Avanzó un par de pasos en su dirección y, esbozando una sonrisa tímida, se quitó el sombrero que aún llevaba en la cabeza y lo acomodó, muy cuidadosa, muy delicada, sobre la coronilla de su verdadero dueño. Luego retrocedió un par de pasos, divertida, sometiéndolo al mismo tipo de escrutinio al que se había visto expuesta—. Sí, te queda mejor a ti —se volvió hacia la aldaba, impaciente—. ¿Algún consejo, monsieur?
2015 El deportivo aparcó con prestancia en el lugar indicado por Logan y apagó sus motores sin algarabía. —No lo he dicho porque prefiero decidirlo sobre la marcha —Moncef se deshizo del cinturón de seguridad y quitó los seguros del auto—. Deja que al menos evalúe la utilidad de tus primeros contactos y decida si vale la pena trasnochar. Katia bajó del lado del copiloto, justo detrás del fotógrafo, y dedicó un minuto completo a retocar su apariencia antes de concentrarse otra vez en sus acompañantes. —¿Cabe alguna posibilidad de ser yo quien conduzca hacia nuestra próxima parada? —preguntó con una sonrisa tan dulce y angelical, que solo un hombre sin corazón podría negarse—. Este conjunto no está hecho para viajar en asientos apretados, Moncef. —Entregarte mi auto sería como entregarte mi alma, Katia —dijo el reportero esbozando una sonrisa que no escatimaba en encanto, ofreciendo verdadera competencia a la ofrecida por la maquillista—. Pero lo pensaré. De momento, bastaba para Katia. Así que colgándose del brazo de Périer para permitirle a Logan cumplir a cabalidad su misión de guía, se dispuso a avanzar.
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bachi
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Post by bachi on Nov 9, 2015 19:43:56 GMT
1890 Adrien hizo pucheros cuando el barman cortó con sus chances de que una tercera ronda corriera por cuenta de la casa, pero no insistió. No había escapado a sus ojos, a pesar de la pesadez que estaba apresando a sus párpados, la turbación en la cara de Favre ante su relato. Aquello, más que sorprenderlo, le causó curiosidad a la chica que había dentro, porque ¿qué chances había de que se hubiera tomado eso en serio, viniendo de parte de un pequeño sabandija borracho? Sí, ya estaba reconociéndolo. Pero más allá de las lagunas, cosas tan cruciales como el hecho de que era un bastardo de LeCounce, no había mentido con gran detalle, ¿quizás había sido eso? ¿Tal vez la pura y escueta verdad tenía alguna especie de poder sobre los hombres de noble corazón, como aquel que tenía en frente? Porque, oh sí, de a poco estaba desgajando la naturaleza de Méderic Favre, aquella escondida en su forma elegante de hablar a pesar de los intentos de éste por ocultarlo a duras penas en diálogos de poca monta. Agnes era ahora la que observaba, interesada por el reto y desconfiada por la amabilidad. Su par amarillo de ojos siguieron con meticulosa observación cómo Favre hacía y deshacía bromas, la forma casual y desentendida con la que recibía insultos o halagos de borrachos taciturnos o mujeres de lengua suelta… Y Agnes encontró una extraña luz al final del camino. Bostezó, se rascó de nuevo debajo de la boina mugrienta y procuró volver a su lugar los pliegues para que ocultaran sus orejas de duendecillo. Sabía que la bebida le había pegado porque le daban vueltas las cosas, tenía sueño y una especie de apacible languidez que le hacía los movimientos torpes, la mente embotada y una sonrisa perezosa eterna en los labios. Por eso, cuando el barman volvió a dirigirse a ella, que ya se había dedicado a darle la espalda y observar más allá a los comensales, la tomó por sorpresa. —¿Julie? —preguntó, extrañada. Estuvo un minuto con cara de idiota hasta que reaccionó— ¡Ah sísí! Lala, Lada… Es decir, Lala —carraspeó entre risitas—. Pues, nope —negó con la cabeza y las cejas enarcadas—. Ahora que lo mencionas, no veo a esa ardillita nerviosa desde que tú y ella hablaron en… Las alarmas sonaron en la mente de Agnes y se puso de pie como un resorte de un salto, dándose impulso con las manos sobre la barra. ¡Vaya estúpido crío! ¡Vaya bocasuelta podrida suya y que la llevase el diablo! Por poco y soltaba que los había escuchado hablar, por poco y su corazón le saltaba desde el pecho hasta la bebida más cercana que Favre tenía entre las manos. Antes de que el hombre pudiera atraparla, no segura de qué había entendido y qué no, dio otro salto ágil para ponerse sobre la barra y, ante las risas y el festejo general de los clientes, se puso a bailar estilo cancán, dando brincos para esquivar las copas, las cabezas caídas y las palmas alegres. Se abrió camino con la dignidad de cualquier bailarina y la poca entereza de cualquier ebrio barato, y saltó al suelo para perderse en la multitud, no sin antes dar una simpática reverencia a su público. Agnes se escurrió entre la gente como agua, directo hacia los baños.
No encontraría a Julie en los baños, la encontraría en el vestuario. La bailarina se había sacado los aretes y contemplaba su reflejo en el espejo del tocador con la mirada ausente. A su lado había una pequeña copita y una botella abierta. Pero los sensores ahora despiertos de Agnes debido al sobresalto pasado, no detectaron síntomas de ebriedad en la mujer. Sobre ella acontecía otro tipo de síndrome, y la fina línea de preocupación que le cruzaba la frente era una huella de ello. El “chico” sobresaltaría a la bailarina. —Qué diablos…! —exclamó Julie, llevándose una mano al pecho. Acto seguido, una muy seria cara de regaño suplantaría la sorpresa— No puedes estar aquí, niño. No se permite la entrada al personal ajeno —Se puso de pie y tomó la botella con una mano y la copa con otra. Mientras caminaba, Agnes notó que se había quitado los zapatos. Mientras la mujer escondía sin mucho esfuerzo la evidencia, la chica le robó el asiento—. ¿Qué quieres? —gruñó la bailarina, al volver cruzada de brazos. Era evidente que no se ganaría su confianza de esa forma. Pero la había visto tratar a los demás, cómo hablaba con Balthasar, sus otros compañeros o Favre. Sabía que era una mujer gentil cuando quería serlo, y era evidente que no se ganaba cualquiera ese trato. Julie construía muros para todos y puertas sólo para aquellos que ella creía merecer. —Me mandó el barman ese de pacotilla a buscarte —Señaló con el pulgar sobre su hombro hacia el lugar de donde provenía el sonido. Aunque fue fugaz, Agnes logró ver el asomo de culpa en el rostro de la bailarina, la indecisión y finalmente la negación—. Solo soy el mensajero —Se encogió de hombros, mientras se volvía a verse en el espejo, tocando todos los maquillajes a su alrededor. Por el reflejo, vio a la bailarina abrazarse, y aprovechó su mirada distraída para llevarse un labial a los bolsillos— ¡En fin! —contestó saltando del lugar—. Me dijo que necesitaba tu ayuda en la barra. Y parecía preocupado… Las mujeres intercambiaron una mirada. —¿Me buscabas, Méd? —Más tarde, Julie Odair se inclinaría sobre el territorio del barman con una sonrisa.
El humo de un cigarrillo recientemente encendido salió de sus labios en forma de sonrisa. Se rió por lo bajo. Charlie terminó de acomodarse el sombrero que Teva había depositado tan cordialmente sobre su nuca con un tirón del ala frontal, y continuó su escrutinio. Le gustó descubrir que era una mujercilla impaciente, y supuso que hacerla esperar de más terminaría por aniquilar su paciencia ansiosa. Se preguntó cuánto más podría mantener el estilo y la cordialidad sin salir de sus cabales si mantenía aquel silencioso angustioso, pero decidió no prolongarlo mucho más. La hipótesis ya estaba echada. Con un suspiro pensativo y enarcando las cejas, cambió el peso del cuerpo sobre el otro pie. Reflexionó un rato más, sondeando la posible exasperación, pero de verdad comprometido con el tema que la pregunta solicitaba. Al final borró la sonrisa y le clavó los ojos una vez más. —Sé sincera —Se llevó el cigarrillo a los labios, de costado y ladeando la cabeza sin dejar de observarla—. LeCounce es un sujeto astuto, no tiene la inteligencia de un catedrático, sino la de la experiencia —Se mesó la barbilla. Parecía de verdad interesado en el tema—. Trato hace mucho con él y muchas veces todavía no sé decir qué cruza por su cabeza. Agnes no era la única mentirosa esa noche. Laurent podía leer a libro abierto a su jefe, su estado anímico o entablar mudos diálogos con un simple intercambio de miradas. Sólo una persona podría haber dicho que Durand estaba mintiendo en ese momento y que se refería a alguien más. Al haberle planteado la pregunta, inconscientemente había pensado en la Sra. LeCounce. Y sólo ella podría haberlo adivinado. Pero la cháchara acabó porque les abrieron la puerta y Charlie se volvió a saludar con una alegre confiabilidad al enorme sujeto que le estrechó la mano. —No seas bruto, Marty. Cédele paso a la mademoiselle. El hombre de movimientos parcos y justos, se llevó una enorme manaza a la cabeza y simuló que se quitaba un sombrero para saludar. No los guió, puesto que Charlie conocía el recinto como la palma de su mano. Lo dejaron apostado contra la puerta, jugando un solitario, y avanzaron por el estrecho pasillo de una casita modesta pero elegantemente decorada. Al cruzar el umbral de la cocina escucharon desde un viejo fonógrafo La sérénade du pavé, seguida en ritmo por dos jóvenes pegados al dispositivo, que se reían tontamente cambiando la letra y anotando las ingeniosas respuestas en papel. Tan sumidos en su trabajo estaban, rodeados de notas y bollos, que ni los vieron pasar. Había una escalera a la derecha del corredor, que Charlie ignoró, conduciendo a Teva directo hacia la puerta trasera de la casa. La abrió, dejándola pasar de nuevo, y en el lugar donde en cualquier casa debería haber un jardín trasero, allí había una especie de depósito. Hileras de cajas de madera apiladas funcionaban como una especie de muralla para los hombres que se habían sentado a su sombra junto a un fuego. Charlaban animadamente en tanto otros dividían la mercancía. Tres de ellos estaban echando los dados junto a dos perros, y la apuesta más que concerniente a los números, giraba alrededor de qué perro se despertaría primero. Los que trabajaban, subían paquetes y cajas a la parte trasera de una carreta cubierta, tirada por dos caballos, pero más allá había un camión traquetero, silenciosamente acomodado junto al exótico automóvil de LeCounce. Charlie se limitó a saludar al pasar y sus hombres devolvieron distraídos y somnolientos el saludo. Al parecer, el recorrido final para ellos dos, bailarina y escolta, estaba en una modesta casilla al otro lado del jardín, escondida detrás de un árbol añejo. Desde allí les llegaba el sonido de un moderno gramófono, donde Claude Debussy parecía ponerle ambiente al sonido de la noche. El hombre se detuvo y golpeó tres veces la puerta, esperó y le guiñó un ojo a Teva, justo antes de LeCounce lo hiciera pasar.
((Me tomé una serie de libertades temporales. Como por ejemplo la canción que cantan los dos sujetos, aparece recién 1894, y probablemente lo vuelva a hacer si no molesta, porque encontré otras muy divertidas como Frou-Frou. En cuanto al transporte, por lo que estuve investigando la mayoría de las fábricas de coches fueron fundadas entre los años 1880 y 1890 por la compañía Daimler, que en 1896 sacó a la calle el primer camión. El coche de LeCounce está temporalmente ubicado, pero ese camión no e ignoro si podían ser comprados para uso “personal”, pero lo voy a suponer xD El barco de vapor, ferrocarril y tranvía, en cambio, para esa época ya estaba desarrollados, así que no será problema. Espero que no haya drama en haber hecho esto (8 Eve, si lo leés, después me avisás!))
2015 Nadie los detuvo en la entrada del Sly, pues a esa hora todavía no había mucha gente. Tal cual Logan les había prevenido, importaba la hora si querían saber a quiénes ver. La masa de hambrientos jovencitos y ávidas mozuelas sólo llegarían hasta después de las 3, lo suficientemente borrachos, lo suficientemente colocados como para sumir al lugar en un hervidero acorde a los videos subidos de tono que enormes pantallas al final del salón ofrecían. Mientras que afuera, cubiertos por un techo y paredes de lona transparente del frío de la noche, se gozaba de una esencia de alegría entre tragos y comida por igual, adentro el bar se quitaba la piel como una serpiente para mostrar su verdadera cara de boliche. Las luces eran chillonas y de una gama de color arcoíris que se revolvía en las paredes para luego, en una explosión digna de cualquier Big Bang, separarse en todas direcciones. A pesar de la hora, la pista de baile estaba ya bastante llena por gente con vasos en las manos que rondaba esa edad modesta e indescifrable entre los 25 y 35 años, en tanto en la barra, de un cristal traslúcido que permitía ver debajo las piernas que se sentaban en unos psicodélicos taburetes, la clientela alcanzaba hasta los generosos 50 años de edad. La música estaba a un nivel moderado todavía, la gente a esas horas no quería el desenfreno vertiginoso de la extrema juventud, sino más bien gozar de pláticas persuasivas y chistes amargos y cochinos. Pero Logan no se dirigió a la barra, donde saludó con un gesto a la bonita muchacha pelirroja que esperaba nuevos clientes mientras sus dos elegantes compañeros hacían gala de experiencia para el paladar comensal. El fotógrafo se desvió hacia un rincón casi escondido donde una estrecha escalera iluminada de verde conducía al piso superior. Ahí sí fueron detenidos por un pecoso rubio que no dejaba de bostezar. —Lo siento. No puedo dejar pasar a nadie con bebidas que no hayan sido compradas en la barra del local —comentó perezoso, más concentrado en mirar a una pareja de chicas que bailaban distendidas en la pista de baile que en ellos tres. Logan bufó, visiblemente irritado y sin ánimos de disimular, lo que captó la atención sorprendida del sujeto. —¿Cuántos años tienes? ¿20? —Se revolvió el bolsillo frontal de la chaqueta y sacó una de sus tarjetas donde rezaba el título “fotógrafo profesional”. Se lo estampó en el pecho con delicadeza y una fría mirada— Quítate muchacho y déjame hacer mi trabajo mientras tú haces el tuyo. —Pero… —No parecía haber caído en la cuenta de que estaban siendo altaneros con él. No parecía caber dentro de sus parámetros— Debo revisar su bolso… Logan puso los ojos en blanco. —Sí, trae “otra bebida que no fue comprada en la barra”. Escúchame, estoy perdiendo la paciencia, y eso es loco, porque no tengo. Voy a pasar, gracias. Lo hizo a un costado, tomándolo por los hombros y acomodándolo contra la pared como si fuera un mueble, y le dio dos palmaditas en la mejilla, satisfecho. Tardarían treinta escalones en salir hasta una terraza donde se escuchaba una mezcla de sonido instrumental con electrónica. El aire era agradable por unos calentadores dispuestos alrededor del lugar en las esquinas del techo enrejado que permitía ver el cielo, y más allá a los transeúntes de la Rue des Lombards. Había una serie de mesas y silloncitos dispuestos alrededor del lugar donde unas pocas personas y parejas entablaban animadas conversaciones, y otra barra conducida por un joven afroamericano con rastas y traje. Mientras Logan apartaba un angelito de cristal de su nariz igual a todos los demás que colgaban de distintos tamaños desde la reja, se volvió a los otros dos con una sonrisita. —Todavía no ocuparemos una mesa. La persona que estamos esperando llegará en cualquier momento y se sentará en la mesa vacía del rincón —La señaló.
((Me disculpo por la inmensidad de éste post Milly ; ;U Tenía que hacer muchas descripciones TT))
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