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Post by Eve on Oct 4, 2014 23:27:34 GMT
El Molino Rojo Osaría algunas veces salir de mi sepulcro para ir a las sesiones de jazz nocturno de París, donde asimilando por los colores, reflexionaría acerca de ellos en frente del fuego.Yo podría ser visto caminando a través de un pasillo fúnebre de mi casa, y descendiendo por una oscura espiral de escarpadas escaleras; acometiendo clandestinamente a Montmartre, impaciente por ver los rubíes ardientes del cruce del Moulin Rouge. Vagué por ahí, luego compre una entrada para observar el delirio frenesí de plumas, vulgares labios pintados y pestañas negras y azules. Pies desnudos, muslos, brazos y pechos se arrojaban sobre mí a través de espuma roja sangre de ropas translúcidas. Los tuxedos y las narices torcidas vestidas por el chaleco blanco y pañoletas que llenarías el pasillo, con sus manos plantadas en los bastones. Entonces me hallé a mi mismo en un pub, donde los licores eran servidos en un féretro (no en una mesa) por el mismísimo diablo: << ¡Bébala, desgraciado!>> Habiendo bebido, volví bajo el cielo negro dividido por las franjas llameantes, con las cuales las agujas radiantes de mis pestañas marcaron. Delante de mi nariz una corriente de bombines y velos negros seguían su pulsación, espumeando verde azulado y naranja cálido de las plumas que llevaban las bellezas de la noche: para mi ellos eran todos uno mismo, tuve que cerrar mis ojos por la insoportable radiación de las lámparas eléctricas, cuyas agitadas llamas estarían bailando debajo de mis párpados nerviosos por muchas noches por venir… Andrey Bely. 1890, Paris.
La música invade el local. En el centro del escenario una mujer ataviada con un vestido de lentejuelas doradas y tiara del mismo color con un larga pluma cayendo hasta un costado, canta una canción muy conocida con los quiebres de voz exactos que hacen al público enloquecer. Sueltan los billetes arrugados a las bailarinas, quienes han bajado de su estrado para hacer gala de su encanto, mientras rondan entre las mesas y el bar. Un drag queen deja caer la copa entre sus elegantes dedos, todos con anillos, sobre la bandeja del mesero que se apresura por la nueva ronda que el barman ya tiene lista sobre la mesa de fuego. La dama de la noche se levanta y despide con coquetería, una de las bailarinas ya se trepó sobre la barra para el gran final, dentro de poco será su turno en el show. 2015, Paris. La señorita detrás de la larga mesa roja en media luna puso la llamada en espera, tenía otra entre la mano y la oreja. Con un gesto cortés autorizó el pase del oficial a la oficina del director. El hombre caminó observó minuciosamente el local (ligeramente remodelado) de la revista Étiquette Noir (Etiqueta Negra), por su lado pasaron un grupo de personas entre las que pudo reconocer un par de modelos, fotógrafos y maquilladores. Entró al despacho del director, quien se giró y pidió disculpas por la espera. Era día de cierre y la revista saldría a la venta temprano por la mañana. Detrás alguien, probablemente uno de los reporteros, cerró la puerta. El Molino Rojo es un cabaret parisino, donde cada noche todas las almas bohemias de la capital francesa se dan cita para dejarse llevar por la locura y el alcohol. Drag Queens, bailarines y un par de cantantes dan la bienvenida a los visitantes del local. Siempre te sentirás deseado ahí, nunca te aburrirás ya que el cabaret cuenta con todo lo necesario para hacerte alucinar de placer por una y todas las noches que volverás, porque todos vuelven. Se ubica en el barrio rojo, al pie de Montmartre. Lo que más llama la atención en él es el pequeño molino a modo de chimenea, que le da nombre al local, alzándose sobre el bar y regalando luz de fuego en la oscuridad Además es financiado por una mafia muy poderosa, que al notar un descenso en los ingresos del local, busca deshacerse de él…y sus trabajadores. Más de un siglo tendría que pasar para que la policía busque en los archivos e indague en la historia del Molino Rojo, buscando nuevos datos que ayuden a ubicar lo que queda de aquella mafia que acabó de un plumazo el que se había convertido en el cabaret de moda y que ahora, con algunas remodelaciones, se erigía como una de las mejores revistas de actualidad. El rol se llevará a cabo en paralelo en el año 1890 y en el 2015. Los personajes tendrán un alter ego; es decir, el que se cree para el cabaret tendrá un doble en la revista Etiqueta Negra, con la misma apariencia, pero con el cambio de nombre y carácter (esto último si es que lo desean). Recuerden que los dos relatos están muy relacionados entre si, ya que lo que suceda en 1890 serán las pistas que se investigarán en el 2015 por los oficiales y al mismo tiempo, el tema de la nueva publicación de la revista. Indicaré los puestos que pueden elegir en ambos lugares, tomen en cuenta que pueden haber infiltrados de la mafia tanto en el Molino Rojo como en Etiqueta Negra. REGLAS
* Narrado, tercera persona, tiempo pasado. * Comentarios fuera del rol en (( )) o [] * Personalidades variadas. * El texto puede ser tan largo como deseen PERO de un mínimo de 3 líneas.
PARA RECORDAR:
El Molino Rojo // Etiqueta Negra *Balthasar Chevalier (Annette) - dueño y drag queen // Benjamin Blanc - Director [Eve] *Pierre LeCounce ( La Roca) - Jefe de la mafia // Mathieu LeCounce - Policia encubierto [Bachi] *Laurent Durand (Charlie) - Miembro de la mafia // Logan Delastair- Fotógrafo [Bachi] *Alberti Rushmanok (Ruso) - Miembro de la mafia // Albert Casals - Fotógrafo y reportero [Nitta] *Médéric Favre- Barman // Moncef Périer - Reportero [Milly] *Angie Dubois (Cyrille) - Bailarina // Mia Bourg - Modelo [Eve] *Julie Odair (Lala Odaire) - Bailarina // Rachel Lavalley - Secretaria [Bachi] *Lise Poesý (Daglia) - Bailarina // Kurogawa Nana - Investigadora encubierta [Nitta] *Teva Attia- Mesera // Katia Alessandri Maquillista [Milly] *Matt Dubois- Mesero // Frank Delatore - Reportero infiltrado [Eve] *Veronique (Marie) - Bailarina // Sophie Blanc- Esposa de Benjamin Blanc [Eve]
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Post by Eve on Oct 12, 2014 0:23:51 GMT
1890
Hizo un dramático gesto de mujer ofendida en lo más profundo de su ser. -¿Yo limpiando mesas? ¡Ja! Querida, se te subió esa copa de Med a la cabeza- dijo alzando una ceja – De hecho, creo que voy a ayudarte a ti y a Marie a preparar a la meserita. Tengo que congraciarme con Annette, supongo que una buena acción la hará olvidar la última…últimas- corrigió al recordar la travesura de unos minutos atrás- ofensas – rodó los ojos- Bien, ¿Qué se supone que le harán? ¿Le coserán una cara nueva? ¿Pondrán relleno en el vestido? Deja de mirarme así, estoy tratando de ser una buena compañera.
Un sudor frio recorrió su espalda, no era una sensación agradable. Pero ella era una profesional. Veronique dejó escapar una risueña carcajada. -Oh, señor Durand ¡Qué cosas dice!- celebró mientras liberaba accidentalmente sus manos con un gesto coqueto que invadía cada centímetro de su cuerpo. Echó su cabello rubio hacia atrás, quedándose con un solo mechón ondulado que hacia bailar entre sus dedos. Negó un par de veces con la cabeza, una de las señales que solía dar para rechazar una propuesta indecente. -Me atrevo a decir, que aquí hay algún tipo de…confusión- sugirió apoyando el rostro sobre una de sus manos. Debatiendo internamente qué clase de juego seguir- Si bien el Sr. Sylvain tiene algunas consideraciones conmigo, no recuerdo ningún contrato que determinara exclusividad en mis relaciones interpersonales- y decidió no seguir ninguno.
-Él sólo dijo que quería charlar con ella- respondió Matt limpiando frenéticamente una y otra vez la media luna roja del bar-En realidad, ni siquiera lo dijo. Lo escribió. Lanzó una mirada hacia la mesa en el momento que Charlie tomaba de las manos a Marie, sintió una breve sacudida ante ese gesto y buscó a su hermana con la mirada. ¿Qué tramaba? Y en aquel momento, cuando cualquiera de los dos pudo intervenir y salvar a la bailarina…ella rió. -…¿Qué…qué fue eso?- susurró dirigiéndose a Méderic.
2015
Blanc dio una última mirada a los presentes y con una ligera sonrisa en los labios los despachó con un gesto. -Largo, hagan algo productivo en resto del día.
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Milly
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Post by Milly on Oct 12, 2014 1:00:02 GMT
1890 Aliviada por el repentino olvido que Balthasar y sus ilustres visitas le otorgaban de pronto a Teva, como si el hechizo que contrarrestaba su maldición de ser invisible al mundo hubiese expirado, esta decidió adelantarse unos pasos por delante de la distinguida comitiva. Después de todo, el hecho de haber sido ascendida a la categoría de bailarina seguía sin otorgarle el derecho de participar en sus respetables discusiones más allá de lo que sus responsabilidades exigían. No. Teva comprendía muy bien su lugar en el tablero de la vida, pues sabía que era el único medio infalible para buscar la forma de subir posiciones… si es que eso era posible para ella. Suspiró con el tranquilizador sentimiento de que lo descubriría muy pronto, justo cuando atravesó las puertas de Molino Rojo y descubrió a dos apuestos caballeros medianamente concentrados en sus labores en torno a la barra de licores, las miradas perplejas de ambos clavadas en un punto del salón que la jovencita no tardó en detectar. Esbozó una sonrisita maliciosa antes de aproximarse a ellos, haciendo un intento por oír parte de la susurrante y nada disimulada conversación que mantenían.
—A lo mejor esté buscando candidatas para sacar celos a tu hermana —sugirió Méderic, con una mueca de estupefacción inamovible tras la risa de la bailarina. Sus manos seguían sacando brillo a los vasos ya impecables—, y la buena de Marie, desde luego, no está dispuesta a cooperar en contra de Angie. ¿Has visto cómo negaba con la cabeza?
—O tal vez solo están coqueteando —Teva se interpuso entre ambos con una risita ligeramente misteriosa—. ¿Qué les importa, de todos modos? Es muy lindo y muy caballeroso que quieran defender a esas... —sacudió el pensamiento de su cabeza. Si quería sobrevivir al menos una noche en los vestidores de la bailarinas, debería mostrarse un poco más tolerante. Y los apelativos eran parte del paquete—. Como sea. Me parece que en Molino Rojo cada cual sabe cómo cuidarse las espaldas. —No hablas en serio, ¿verdad Teva? —por primera vez desde la retirada de Marie, el barman concentraba la vista en una dirección distinta a la pareja, observando a la nueva bailarina como si estuviera loca—. Ese sujeto no me inspira la menor confianza. Desde luego que no puede ser una conversación casual. Algo debe estar tramando. —¿Estás seguro que se trata de eso, Med, querido? —Repuso la pequeña mujercita con absoluta inocencia, abrazándose a su amigo Matt—. Porque me da la impresión de que estás celoso. —¿De Véronique? —el barman se atragantó con la pregunta, su voz era una mezcla de risa e incredulidad. —Oh, no —volvió a reír con su vocecita de ángel, volviendo la mirada hacia las cortinas que ocultaban los pasadizos del cabaret—. No exactamente.
2015 —Algo productivo, claro —Katia mascullaba entre dientes en tanto se incorporaba de su asiento. La sonrisa que portaba entonces era exquisita, pero no conseguía ocultar la ira que bailaba en sus ojos—. Como para variar un poco, claro. Porque, claro, jamás hacemos nada lo bastante productivo en esta nada productiva revista. Claro.
Y Périer contempló la retirada de la maquillista con una expresión de abierta diversión, pero no hizo ademán de levantarse de su asiento. No aún. Con el relajo exasperante de siempre, el reportero se acomodó un poco más, sus ojos desplazándose por cada uno de los trabajadores que atravesaban la puerta. Cuando buena parte del público hubo de dispersarse, volvió el rostro a la esposa del jefe. —¿Será posible que Sophie Blanc pueda honrarnos con su presencia por el resto del día? ¿O su visita se ha limitado a esta reunión? —observó de reojo a Benjamin, situado al otro extremo de la mesa, ¿quizá en un intento por adivinar sus reflexiones?—. Espero que no me considere impertinente, pero su aparición en la revista siempre resulta un agrado. De todas formas, entiendo que es una mujer ocupada. Y perder su tiempo en los problemas creativos de una revista... —suspiró—. Sin embargo, siento curiosidad sobre su opinión respecto a los temas discutidos hoy.
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bachi
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Post by bachi on Oct 13, 2014 1:48:27 GMT
1890 Llegados a este punto, Julie tuvo que tomar las riendas. —Sí, sí, lo que tú digas —le respondió sonriendo y asintiendo, mientras la sujetaba por los hombros le hacía dar media vuelta y la encaminaba hacia la puertita de salida de los vestuarios—. Pero intenta controlar tu... "compañerismo" si quieres que esto de verdad funcione. Tal vez tengas razón, y solo tal vez si te comportas, puedas recuperar tu puesto. Después de todo, Matt y los demás pueden ocuparse sin problemas de las mesas, son profesionales ¿cierto? Unas manos más, unas manos menos no harán la diferencia, Angie. PERO te estoy diciendo todo esto en CASO de que tengas una miserable oportunidad, que la tienes justo ahora y a la cual acabas de echarle a perder —Miró el suelo, recordando las cuentas salidas del vestido— en un 50% diría yo. Así que de ahora en adelante, procura armarte con toda la amabilidad que te queda en la vida (porque debes tener una fuente finita, amiga mía) porque no importa, cuando estés vieja y arrugada nadie va a esperar que seas amable con ellos, así que... gástala toda hoy.
Un trago seco y el vaso se terminó ¡plop! él solo su contenido. Charlie lo dejó con un ruido cortante en la mesa y rió bajito. Disimulados, sus ojos siguieron desde que la nueva pequeña figura intervino dentro del local hasta que se acercó a los dos empleados atentos de la barra. —Vero. Vero Vero-Vero —Repitió—. Puedes actuar con gestos para los demás (Vaya, tenemos público desde temprano) —Se encogió de hombros y disimuló ser libre de toda culpa u acusación indecente que se le hubiese atribuído, bailándole una sonrisa divertida y relajada en los labios cuando se relamió el gusto de alcohol—, pero puedes serme sincera con lo que dices. De hecho, estoy esperando que lo seas, porque mi paciencia termina ahora. ¿Quieres que busque en la basura las cuentas y compruebe todas las veces que esa rata apareció por aquí y, oh casualidad, compró dos tragos? ¿Quieres que le pregunte al resto de tus compañeras cuántas veces intercambiaron palabras en la mesa o detrás en los camarines, y cuántas en cambio contigo? Oblígame y lo haré, Vero-Vero. Oblígame a más y no necesitaré esas pruebas porque, a decir verdad, esa rata ni siquiera debería poner un pie en Molino y aún así lo hace. Y tú, sabiéndolo, lo invitas a quedarse. Cualquiera que viese la expresión de Laurent desde lejos, su postura de manos cruzadas sobre la mesa y los hombros levemente encogidos, el rostro curtido por la pena y la preocupación, la masculina barbilla tensa y los ojos brillosos, diría que era un pobre cura entregado en alma y cuerpo a Dios, esperando una confesión de asesinato. Un hombre humilde y abatido por el sentimiento fraternal del hermano que no es escuchado, con el que juegan de forma vil y que espera la rendición del pecador. La expresión de Marie, en cambio, era toda para él sabía Charlie. Más allá donde se concentraba el círculo de espectadores, solo podían verle si silueta, sus largas piernas y cómo jugaba una y otra vez con ese hermoso bucle rubio que distraía su atención... —¿Qué? —soltó el hombre de repente e hizo un intento tímido de tomarle la mano que jugaba con el rulo— ¿Dije algo malo, Vero-Vero? ¿Acaso la ratita está buscando otra rata para salir y tener ratoncitos?
2015 Logan había sido el primero en salir. Aguardó junto a la puerta a Katia, a quien en una obvia falta a su confianza había ofendido y por lo cual, el fotógrafo ni siquiera se atrevió a considerar que se detendría para esperarlo. En vez de eso, la siguió silenciosamente hasta su puesto de trabajo mientras una comitiva de modelos chismosas desfilaban lentamente hacia los vestidores. En su pequeño rinconcito de trabajo, el fotógrafo esperó a que el ruido pasara y prendió la computadora que descansaba cerca del enchufe en la pared. Con la delicadeza de una madre a su hijo, tomó la preciada cámara que lo había esperado en su cunita de casi 900 dólares y se sentó en la silla de oficina que giró suavemente y se deslizó hacia el escritorio. Tarareando con delicadeza la música de fondo que acaba de encender en el reproductor, aparentemente ajeno a la peligrosa tormenta de humor de la maquillista, quitó la memoria de la cámara y esperó a que el sistema operativo la reconociera. —¿Katia? —preguntó sumiso y cachorro feliz. La mujercita lo vería asomado, buscándola con la mirada despierta y girando en la silla— Dime, ¿podrías darme una mano con las fotos que saqué hoy a la mañana? Dado que mi ayudante hoy ha decidido desaparecer, la jefa del departamento de maquillaje me parece la primera mejor opción en una tarea de descarte, y como Périer las quiere lo antes posible para el proyecto... Continuó girando.
A diferencia del fotógrafo, Rachel había sido la última en salir. O bueno, eso había creído ella en un primer momento. Cuando escuchó la voz de Moncef refiriéndose a Sophie Blanc como si fuera una eminencia de la corte del Versalles, la secretaria dio media vuelta directo a su Madre Nodriza. El escritorio la aguardaba tan calmo, tan paciente y sutil en aquel mar embravecido que era la revista como una isla paradisíaca. Casi sonrió al recuperar su lugar, al ver el libro que la esperaba donde siempre e incluso cuando comprobó que la contestadora tenía 14 mensajes nuevos... 15. A veces uno podía convertirse en una criatura de costumbres, y esa mañana Rachel quería serlo. Volviendo a su trabajo con la eficiencia de una araña, adelantó lo que tenía retrasado casi a velocidad luz. Solo en la raras ocasiones en las que apartaba la mirada de la pantalla se detenía y volvía la vista para comprobar si su jefe había salido de la sala de reuniones finalmente. Debía hablar con él de algo urgente... El sonido de un celular en algún lugar de Etiqueta la devolvió al mundo real y Rachel continuó tipeando.
Espero noticias. M.
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Post by Eve on Oct 18, 2014 22:35:21 GMT
1890
-¿Cuántas veces más debo repetir que Matt no dirá nada?- preguntó Cyrille subiendo las escaleras que dirigían al pasadizo de cortinas- Estamos a salvo. Sí, tú también. Eres mi cómplice- se burló- En cualquier caso, ¡Míranos! No lleva ni un día como bailarina y ya estamos discutiendo por ella- rodó los ojos- Dejémosle el trabajo del vestuario a Veronique, es su trabajo después de todo. Yo, en cambio, me hare cargo de lo que mejor se hacer- y en este punto esbozo una esplendorosa sonrisa aunque manteniendo el tono de burla cuando clavo la mirada en su amiga- Cantar, bailar y opacarlas a todas ustedes.
Aunque intentó mantener el rostro sin expresión, un rubor apareció en sus mejillas y no pudo evitar un patadita involuntaria que hizo chocar su rodilla contra la madera de la mesa. Veronique cortó el jugueteo con su cabello y llevó ambas manos entrelazadas sobre la mesa, como si aquello le diera algún tipo de control. -Puedes investigar todo lo que quieras, porque la versión que te darán será exactamente la misma de la que te estoy dando yo ahora-dijo casi en un gruñido, como un animal enjaulado- Balthasar lo sabe y no ve ningún problema si viene como un cliente y paga por los servicios. Además, no creo que a él le guste que estés aquí incomodándome…y si a él no le gusta, se que hará algo o hablará con alguien para que te mantenga alejado- amenazó- Yo lo he visto muy cercano a Madame LeCounce. ¿Qué te parece? Al parecer no eres el único que ha sabido moverse para conseguir todo y a todos los que tiene ahora.
-Hey…Nosotros no queremos ser las victimas de tu ira contenida-rio Matt pasando un brazo alrededor de los pequeños hombros de Teva, mientras la otra mano arrebataba el vestido que tan delicadamente ella sostenía- ¿Qué es…? Oye, esto se me hace familiar. ¿Qué tal les fue con los LeCounce?- preguntó devolviéndole la prenda- ¿Aun tenemos nuestros trabajos a salvo o debemos ir desalojando el cabaret?
2015
Sophie estaba acostumbrada desde el primer día que pisó Etiqueta Negra al trato cordial de todos sus trabajadores, a lo que no estaba ni estaría jamás acostumbrada, sería a los halagos (o sus intentos) de Moncef Perier. Fiel a su costumbre, decidió pasar por alto todas las “consideraciones” a su persona y oir únicamente las preguntas directas. -Planeo quedarme por el resto del día- sentenció, más para su esposo que para el reportero. -Nunca pensé lo contrario- sonrió Benjamin sentado en el otro extremo de la mesa- Entonces…¿Qué opinas?-repitió haciendo eco a la pregunta anterior. -Opino exactamente lo mismo que dije- contestó ella- Creo que tener un plan de respaldo es la opción más segura para un proyecto como lo es Molino Rojo. Además, será interesante ver la acogida que tienen los trabajadores como un producto más. Porque hay que tener cuenta que no solo se estará hablando de ellos, con el hecho de contar detalles de su vida personal y ponerlos a la opinión pública, se están convirtiendo en un producto que la competencia va a desear adquirir o destruir.
Una vez dentro de su oficina, cerró con llave y se dirigió a su escritorio. Sacó de la gaveta el folio con los documentos de la comisaría y comenzó a revisarlos rápidamente. No testigos, pocos objetos rescatados, no sobrevivientes. <<La decisión esta tomada, tenemos más personas dentro de la investigación>> Enviar.
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Milly
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Post by Milly on Oct 26, 2014 3:27:27 GMT
1890 Recuperó la delicada prenda con el cuidado y la devoción que pocas piezas llegan a merecer a lo largo de la vida de un hombre. O una mujer, en este caso. Podía sentir la energía de buena racha que la tela emanaba de cada fibra y Teva no pretendía separarse de ella hasta empaparse con aquella sensación de dominio total sobre sí misma. Abrazó el pequeño y remendado vestido antes de dirigir al mesero su más dañina mirada de resentimiento. —Dime, pequeño Dubois, ¿acaso te he fallado alguna vez? —acto seguido, castigó a su amigo con una colleja inesperada, otorgándole la categoría de retórica a su propia pregunta—. Sé muy bien cómo hacer mi trabajo para evitar las inconveniencias que trae consigo el fracaso. —¿Y qué quiere decir eso exactamente? —Por fin, Mèderic abandonó su fijación con el brillo de los vasos y decidió concentrarse del todo en Matt y Teva—. ¿Qué es toda esta historia de los grandes cambios de los que Annette hablaba ayer? ¿Y qué hiciste tú exactamente para que las cosas salieran bien hoy? —parecía a punto de preguntar algo más, hasta que se cortó para desviar su atención desde Teva al que hasta hacía un par de horas había sido el colega de la joven. Lo apuntó con un dedo acusador—. Tú también sabes de qué va todo esto, ¿no es así, Matt? Todos lo saben, todos saben algo menos el pobre y bueno de Med que no tiene más remedio que permanecer anclado a su barra y hacer lo que le dicen. ¿Qué esperan todos con tanto secreto? ¿Volverme loco? —¿Más loco de lo que ya estás? —rió la bailarina novata—. Nadie en su sano juicio intentaría algo así. Tómalo con calma, Med. La curiosidad no va a llevarte a ninguna parte. No hago nada muy distinto a lo que tú haces: cumplir órdenes. Y esas órdenes me obligan a ser discreta. De todas formas, las cosas están a punto de cambiar y Balthasar no tendrá más remedio que filtrar noticias pronto. —¿Sabes lo que más me molesta de todo esto? —como si no hubiera oído nada, el mesero volvía ahora a centrarse en la diminuta muchacha, ya asomando en su expresión de hombre cansado una sonrisa tan triste como divertida—. Que de verdad lo disfrutas. Puedo verlo. Te encanta estar en el centro del asunto. Y presumes de los privilegios de tu conocimiento. Creo que no lo soportaré mucho más tiempo. Teva giró bruscamente hacia Matt, los ojos entornados con preocupación. —¿Qué han estado haciendo? ¿Qué le diste? ¡No me digas que otra vez le hiciste probar tus mezclas con los licores!
Favre no llegaría a oír la respuesta del mesero, pues ya había desaparecido por la cortina más cercana a su barra, perdiéndose en los corredores secretos dispuestos detrás. Necesitaba escapar por un instante de todos esos poseedores de misterios antes de fingir que podía volver a la normalidad.
2015 Era el argumento más absurdo que Katia había oído en mucho tiempo; los consejos de fotografía de una maquillista eran tan válidos como los de un vagabundo que le da por hablar sobre los movimientos en La Bolsa. Pero esa diminuta mujer, a diferencia de muchas -por no decir todas- de las modelos que ya habían desaparecido en dirección a su mundo de actividades y discusiones superficiales tras los vestidores, sabía cómo leer entre líneas. Y detectaba el sutil gesto de disculpa matizado en cada uno de los movimientos del hombre, en cada una de sus palabras. Se resolvió en un segundo a seguirle el juego. ¿Qué opción tenía de todas formas?, pensaba ella a medida se erguía muy digna para aproximarse a las espaldas del fotógrafo. Podía odiar a Logan en aquel momento, sí, pero era su único aliado -uno tremendamente valioso- en la revista. No podía darse el lujo de perderlo por una rabieta. Además, la exageración del tonito conciliador había despertado su curiosidad y... Se detuvo antes de haberse inclinado por completo sobre el hombro de Delastair. La seguidilla de imágenes que la pantalla le devolvía para entonces valía mucho más que una disculpa. Soltó una risita histérica, se incorporó y revolvió el cabello de su compañero con un poco más de fuerza de la necesaria. —Por esta vez voy a asumir que tenías la intención de decírmelo, pero que Blanc se te adelantó —la peligrosa voz de miel volvía a subirle por la garganta cuando comenzó a retroceder—. Pero no volveré a hacer la vista gorda, mi querido amigo de las cámaras. No lo olvides, la próxima vez que quieras guardarte algo. Ahora... puedes adelantarte con tu selección, yo volveré en un momento.
Moncef asintió, visiblemente satisfecho. —Es bueno corroborar que los pensamientos de la revista corren en un mismo sentido a toda escala jerárquica —sentenció, ya incorporándose para abandonar la sala. Adrede se demoraba un par de segundos más en estirar las arrugas de su traje—. Y también es bueno saber que la tendremos por aquí. No les quito más de su tiempo, a ninguno de los dos. Es obvio que hoy todos nos encontramos demasiado ocupados. Y así, con su mejor sonrisa bien alta en el rostro y el portafolio con sus borradores bajo el brazo, se retiró. Dejó atrás los pasillos del primer piso y las puertas del ascensor se abrieron al corredor que conectaba con su pequeño pero cómodo despacho de reportero. Durante sus primeros pasos pensó que la vista lo engañaba, pero a medida iba aproximándose a la puerta de su oficina, estaba seguro que alguien esperaba frente a la puerta. Una figura pequeña y extravagante que no dudó en sonreír cuando le reconoció. Era una sonrisa de dulzura asesina.
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bachi
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Post by bachi on Oct 27, 2014 18:00:51 GMT
1890 Pierre despidió con la mano a su mujer. Louise hizo lo propio con un guiño y un beso al aire a Annette, antes de que el coche tirado por dos caballos negros desapareciera al doblar la última casa de la cuadra. En ese momento, el hombre miró su reloj de bolsillo y suspiró tras dar un hondo bostezo. Se rascó la nariz con pereza y se volvió al sujeto de plumas, mientras cruzaba los brazos y enarcaba las cejas. —¿Dónde firmamos el cheque? —Esbozó una abierta sonrisa de tiburón— Porque no me creo nada eso de que me dejarás ir sin llevarte algo antes. Además, hay un par de sugerencias y asuntos que me gustaría que charlemos mientras caminamos hacia Molino, ¿no te parece? El día es joven todavía, y a penas si se siente el frío —Se encogió de hombros y comenzó a caminar. LeCounce sacó un cigarrillo del bolsillo y le ofreció a su compañero. —Siempre me pregunté cómo demonios haces para caminar con esos tacos. Me lo preguntaba de las mujeres hasta que Louise me explicó cómo —Se rió— "Presión social, querido". Pero imagino que eso no tiene nada que ver con lo tuyo. El rostro del hombre se mostraba calmo y apacible. De vez en cuando soltaba humo por la boca y alzaba la vista hacia el sol para cerrar los ojos. Su andar acompañaba el ambiente, con pasos largos y lentos, pesados.
((JAJAJA Cómo se revierten las cosas en el tiempo me encanta 8 D ¡Vengate por Katia, Teva, VENGATE!)) —Como quieras. Repito lo que ya dije antes "Lo que tu digas" —Devolviéndole el tono de burla mientras la seguía, Julie se detuvo y alcanzó a darle un manotazo a la mano de Cyrille para detenerla también. Se llevó un dedo índice a la boca y la miró mientras escuchaban unos pasos lejanos repiqueteando por los corredores. El gesto era obvio: Sea lo que sea que estuviese a punto de decir, deberían callarlo. Con algo de molestia (pues había otras cosas que todavía quería tratar) se tragó las palabras y cambió rotundamente de tema como si allí nunca hubiese sucedido nada—... Además, como te decía, es un problema cuando quieres pedir medidas al sastre. A veces te toman de idiota si te acercan el listado de espera y una, con toda la calma del mundo, simula que sabe escribir cuando no tiene en realidad ni la más puta idea de qué está firmando. Una cosa es el nombre, ¡pero quién le dice a uno que no te estás ofreciendo como esclava, y tú, ahí, firmándolo! La naturalidad retornó en el exacto preciso momento en que la bailarina se adelantó hasta su amiga y comenzó a caminar junto a ella. El tema de conversación también era lo suficientemente personal para no levantar sospechas, y el tono, una mezcla entre cuchicheo furioso e indignante queja, tapaba el pequeño hueco de silencio que había quedado al sorprenderse.
Laurent sintió el cambio de tensión en cuanto el más simple de los gestos corporales de la mujer se lo dio a entender. Ya no estaba jugando, por lo menos no ella. Y sonrió. El animal acorralado era casi tan entretenido y peligroso como el fuego mismo para distenderse. El problema, en realidad, vino cuando el tinte de la conversación se desvió con un giro brusco y golpes bajos, hacia ámbitos en los que ya no era él el que amenazaba. La sonrisa se le borró como si Veronique hubiese blandido una de sus delicadas manos como aguja, para clavársele en la piel con una digna cachetada. —Lo que a Balthasar le guste, disguste o deje de gustar, te juro por todos los demonios que hay en el infierno, que me importa menos que un miserable indigente borracho. Vero —agregó, como si el nombre hubiese sido determinante. Charlie se acomodó en el respaldo mientras su corazón se aceleraba, intentando no distraerse de la conversación con ese pensamiento único y repetitivo que le volvía continuamente a la cabeza—. Y me sorprende que saques a relucir a este... ¿caballero blanco tuyo? Por todos los cielos, eres más idiota de lo que creía. Escúchame bien, perra. Si por un escaso momento creíste que por esa inclinación rechazada que sentiste por ese engendro, Balthasar sería el primero en salir a defenderte, estás equivocada —Soltó una amargada carcajada y se frotó los ojos— ¡Y Madame LeCounce! Cariño, no sabes nada de ella. Nada de La Roca. Nada de todo lo que sucede aquí. ¿Y sabés por qué a tu amado jefe no le importará si yo estoy aquí incordiándote o no? Primero, porque mi jefe, su jefe, me envió aquí a mí a controlar este caos. No entrará nadie en Molino sin que lo sepa. Segundo porque eres una puta. Se puso de pie, y con las manos un poco temblorosas, sacó un cigarrillo y se lo llevó a la boca. Daba por terminada la reunión. —Y las putas a las que se les pagan los servicios —susurró recuperando la calma, evocando las palabras de la mujer—, no tienen nada que chistar. No te preocupes, bombón. Yo velaré porque te paguen lo que corresponde —Cerró los ojos y aspiró el humo. Casi en seguida el efecto difuminó la visión que no dejaba de cruzarle la mente de a ráfagas. Veronique con la cabeza abierta sobre la mesa no sería un desenlace muy discreto que digamos. Se metió la mano en el bolsillo, sacó un billete y lo aplastó contra la mesa—. Por si Sylvain no te paga lo hoy a la noche, cariño.
2015 Logan había puesto música de fondo. Cambió jazz (ese día le resultaba asqueroso) por un poco de rock viejo y silbó la tonada mientras bajaba y bajaba con el mouse la seguidilla de fotografías en la pantalla. Con una sonrisa, se detuvo en una en especial. Había notado el gesto de Katia y su risa poco controlada le había gritado ¡Bingo!. Sin preocuparse por arreglar su cabello despeinado (sabía que le quedaba aún mejor que el gel), dio una media vuelta en la silla, sonriéndole a la maquillista mientras entrelazaba sus manos sobre el regazo y la veía retroceder hacia la puerta. Logan se encogió de hombros. —Ambos sabemos que cada uno tiene sus propios secretos. En cuanto a lo laboral, también sabemos que esos secretos compartidos con las personas correctas pueden significar cosas muy provechosas. La próxima vez que tenga algo importante que ocultar —Le guiñó un ojo y le arrojó un beso—, prometo reflexionar. Sin embargo, como verás, no considero que este pésimo trabajo de edición tenga esa categoría tan... polémica. Buena suerte con el líder de equipo, ¡mándale mis saludos! —Ensanchó la sonrisa, se dio media vuelta y abrió una nueva carpeta con el nombre de "Proyecto Etiqueta Roja".
Mathieu LeCounce llevaba parado debajo de la dama Eiffel más de dos horas. Veía pasar a la fila de turistas japoneses mientras mordisqueaba un sándwich de queso con las pocas ganas de vivir que tendría una paloma. Sin alas. Saludó a su compañero en el otro extremo de la fila, que intentaba hacerle entender a una anciana los por qué, ventajas y desventajas de llevar un secador de pelo en el bolso y sus propios cubiertos; y le vibró el bolsillo. Dejó la comida en el asiento contiguo de la garita, se limpió la mostaza de las comisuras de los labios con una servilleta y sacó el celular. Antes de fijarse, bajó la mirada hasta su barriga, buscando rastros de migas que no encontró y considerando que la edad, para tener el trabajo que tenía, le había sentado bastante bien. Buscó los anteojos en el bolsillo superior de su chaqueta y se los puso. Ahí era cuando se sentía un anciano con todas las letras. —¡¡Merde!! —blasfemó y le dio una palmada al escritorio. Volvió a releer el escueto mensaje, frunciendo el ceño y se pasó una mano por la frente. No dudó ni un instante. Marcó y llamó. —No me importa dónde estás. Inventate una excusa para salir y explícame qué carajo acaba de suceder.
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Milly
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Post by Milly on Oct 30, 2014 21:57:13 GMT
2015 El reportero no movió una sola línea de expresión hasta que finalmente estuvo frente a la maquillista. Solo entonces se permitiría devolverle una sonrisa del todo diplomática para luego abrir la puerta de su despacho y dejarla pasar. —¿Sabes? —le dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas—. El gesto habría resultado mucho más dramático si me hubieras esperado en mi propio asiento, de espaldas a la entrada. —Qué decepción —todavía dulce, todavía peligrosa, la pequeña mujer se dejó caer sobre el escritorio de Périer como si fuera el único asiento disponible de la estancia. Él no dijo nada—. ¿De verdad no te sorprende nada verme aquí? Moncef se encogió de hombros de una forma tan desinteresada que resultaba tremendamente convincente. —Era un precio que sabía debía pagar al confiar en Delastair. Esa especie de alianza amistosa que ustedes dos están cultivando… —sufrió un leve estremecimiento antes de continuar—. Tenía que correr el riesgo. No podía seguir adelante sin el talento de tu camarada fotógrafo. —Y tampoco sin mí, desde luego. —Eso está fuera de discusión —sonrió Moncef. —Podría denunciarte, ¿sabes? Podría acusarte de violar mi derecho a la privacidad si decides lanzar ese artículo tuyo. Y ninguna de tus sonrisitas de estrella de televisión podrá librarte del peso de la ley. —Podrías hacerlo, sí. Pero no lo harás. Y es una crónica, por cierto. No un artículo. —¿Por qué estás tan seguro? —Katia casi chilló las palabras. La seguridad imperturbable del reportero comenzaba a ponerla de mal humor. —¿Por qué habrías de hacerlo? No es como si intentara difamarte. De hecho, es todo lo contrario. Estoy asegurándote un lugar en el imposible mundo de la fama y las cualidades que esta otorga. Solo un necio estaría dispuesto a rechazar un favor tan beneficioso. Katia estiró la mano con la palma abierta hacia él, impaciente. —Quiero ver la noticia. —Es una crónica —repitió el hombre, poniendo los ojos en blanco antes de acercarse a la mujercita y contemplarla fijamente—. ¿Es que no confías en mis palabras? ¿Ni en mis talentos? —No confío en nadie. Y tengo que asegurarme de que no ventilarás nada que no quiero que sea ventilado. —Por favor, Alessandri… esto es exagerado. ¿Qué clase de secreto terrible podría torturar a tal punto tu pensamiento? ¿Qué podría haber hecho alguien como tú para…? —cortó sus palabras de golpe cuando el curso de sus pensamientos lo ayudó a dar con la respuesta—. Es por las agencias, claro. ¿De verdad nadie sabe de tu pasado oscuro como aspirante a modelo? Moncef alcanzó a ver con tiempo la palma abierta que volaba raudamente a encontrarse con su mejilla, y la interceptó en el momento justo para sostener la muñeca de Alessandri. Demasiadas veces se había visto expuesto a escenas semejantes como para no contar con una maniobra auxiliar. Como por obra de algún hechizo, todo rastro de suavidad había desaparecido del rostro de la maquillista; ahora sus ojos eran un mar pardo de furia y fuego. —¿¡Cómo te enteraste!? ¿¡Quién te dijo…!?
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Post by Eve on Nov 6, 2014 23:37:34 GMT
1890
Annette aguardaba detrás de Pierre, con las manos juntas sobre el regazo, la mirada siguiendo al coche cuando dobló la calle y una sonrisa complacida dibujada en los labios. Caminó cuando LeCounce lo hizo y siguió el paso lento y firme hacia Molino Rojo, fingiendo normalidad en el corto recorrido. Disfrutando de su pequeña victoria. -¿Te muestro un secreto?- Sin esperar respuesta alguna, se adelantó unos pasos plantándose frente al hombre y levantando la parte delantera del vestido lo suficiente para que pudiera verle el calzado. En lugar de tacos, llevaba unas toscas y ya gastadas botas negras- Yo tampoco se cómo resisten esos aparatos infernales.
Por un segundo Angie observó a Julie como si estuviese completamente loca, pero en el brevísimo instante que se necesita para tomar aliento y seguir hablando, escuchó las pisadas del intruso. De la manera más natural siguió el hilo de la conversación, asintiendo y soltando risas casi infantiles cando era necesario. -¡Qué cosas dices! En cualquier caso tendrías que preocuparte por qué tipo de esclava te estas ofreciendo- le dio un suave golpe con el codo y una amplia sonrisa divertida en el preciso momento que la figura del hombre apareció frente a ellas-¡Med!- cubrió los labios con su mano, como si se avergonzara de haber sido escuchada- ¿Pero qué...? ¿No deberías estas ahi afuera?
-Juro por mi vida que no le he dado absolutamente nada...a él- agregó con una breve sonrisa tomando el lugar del barman tras la larga media luna roja una vez que este desapareciera por el corredor oculto- Pero podría intentar sacarte respuestas a ti, a punta de experimentos con unos de estos- señaló las coloridas botellas tras él. Descartando la sola idea con un movimiento de la mano, se inclinó sobre la barra, extendiendo una sonrisa confiada dirigida hacia su pequeña amiga. -Entonces, yo sé que tú sabes cual fue el resultado de esta agitada mañana. Y sé que tú sabes, que yo sé, lo que planea Annette con el dinero que desea quitarle del bolsillo a La Roca-añadió bajando la voz para que aquel último comentario fuese solo audible para ella. No se le habia pasado por alto el fin de cierta conversación- No quiero que me cuentes los detalles, al menos no ahora. Pero... ¿Fue un sí o un no?
2015
-Lo que acaba de suceder es bastante simple- dijo Frank sentado en la silla giratoria frente al escritorio- Blanc no puede hacer esto solo, es más, no tiene ni puta idea de qué es lo que esta buscando. Entonces, acude a sus trabajadores prometiéndoles fama y fortuna a quienes colaboren en el caso. Ahora tenemos a todo un staff de investigadores amateur metiendo las narices donde no deben. ¡Ah, cierto! Casi lo olvido...a partir del próximo número de la revista comenzaran (o mejor dicho, comenzaremos) a publicar los avances sobre el pasado del mugroso cabaret. Tic-toc, tic-toc, LeCounce. Tengo los documentos en mis manos, todos menos el permiso. Ese se lo tuvo que entregar...Y no sé si sera importante o no, pero, él dice tener unas cartas que pueden o no ser de alguien que murió dentro del cabaret. Yo estaba pensando, bien, solo son cartas, probablemente cartas de amor (aunque dudo que las prostitutas del cabaret supieran leer) Pero ¿Y si no lo son? Alguien debe tener las respuestas a esas cartas ¿no crees? Alguien de una diferente clase social...-dejo pasar una dramáticos segundos antes de agregar- tal vez sea tiempo de buscar en el baúl familiar, monsieur.
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Milly
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Post by Milly on Nov 8, 2014 3:16:22 GMT
1890 La joven se inclinó también sobre la barra desde el lado opuesto. —Después de todo, Méd tenía algo de razón —concluyó con un susurro de marcada confidencia, recuperando la sonrisa—. Estoy disfrutando este pequeño momento de poder sobre la verdad... y me siento tentada a torturarte con un poco de silencio. Pero eso no tendría sentido, ¿no te parece? De algún modo tú siempre acabas enterándose de todo. Puede que ahora mismo me hagas creer que llevo cierta ventaja de conocimientos solo para hacerme sentir importante, y espero que no sea el caso, Matt, porque sería verdaderamente insultante y ya llevas un par de puntos en contra como para querer adjudicarte algunos más tan pronto —pies en punta, más alto... y logró inclinarse un poco más hacia su amigo. Más que nunca, su rostro era un encarnación de la travesura inocente propia de la infancia—. Así que te ofrezco un trato: te diré sí o no, te contaré los detalles primordiales incluso —agitó apenas el vestidito prisionero en sus manos—... siempre que tengas alguna moneda de intercambio. Esos dos, por ejemplo —No hizo falta echar una miradita de reojo para aclarar a quiénes se refería—. Hasta el día de ayer, las amistades de tu amiga veterana iban en otro sentido cardinal. O eso creía.
Médéric las miró a las dos. De hito en hito. Y sintió un renovado aguijonazo de molestia al comprobar que lo creían lo bastante idiota como para pensar que sus actuaciones lo convencerían. Pero, ¿qué más daba? A lo mejor lo era. A lo mejor por eso todos salvo él se creían con el derecho y la habilidad para guardar secretos. Contuvo una sacudida de desesperación, recordando la última vez en que las circunstancias hubieron de llevarlo a tal nivel de claridad de pensamiento... antes que decidiera apagarla con botellas y botellas de licor, en ese mismo local. —Podría preguntar lo mismo —arguyó con pesimismo al centrarse en Angie, sin frenar el paso lento—. No es justo que tu hermano tenga que cubrirte. Puede que no haya clientela, pero hay un montón de cosas por hacer en el salón antes de que llegue la tarde —Cortó el intento de reprimenda con un suspiro. Sabía que la jovencita no atendería a sus observaciones. Nadie lo hacía, ahora que lo pensaba. Entonces lo sintió. Ya estaba. Necesitaba esconderse antes que el impulso acabase siendo más fuerte que su fuerza de voluntad—. No se preocupen, señoritas, no tengo intención de interrumpir su interesante conversación —paso tras paso, comenzaba a dejarlas atrás pasillo abajo, su voz adquiriendo un desenfado gélido—. Solo iré a asegurarme de que no han destrozado mi traje de trabajo también, antes que sea demasiado tarde para buscar con tiempo en la bodega alguno de reserva que me quede.
2015 Lento y delicado, Moncef soltó la muñeca de Katia. —Sé cómo hacer mi trabajo, madmoiselle. Soy tremendamente meticuloso y jamás dejo un espacio vacío cuando puede existir algo capaz de llenarlo. ¿Cómo crees que habría llegado a mi posición actual, de no ser un maldito y metódico perfeccionista? Según parece es parte de los requisitos implícitos para formar parte de esta revista. Katia parecía haber perdido el hilo de la conversación, su diminuta mano flotando en el aire a pesar de saberse liberada. El nerviosismo y la histeria comenzaban a hacer mella en cada uno de sus gestos. —Por favor, dime que no incluiste eso en tu columna. —Es una crónica —repitió el hombre con paciencia—. ¿Y por qué no? Cosas como esas son las que suelen enganchar a la gente, historias de superación personal que les otorgan la esperanza mentirosa de llegar a tener esa suerte algún día. No fue cosa de azar que te escogiera como piloto para este proyecto, Alessandri. Necesitaba algo potente para asegurar el éxito de mi trabajo y tu historia de vida es sencillamente arrasadora, inesperada. Si sabes sacar provecho de la oportunidad que te entrego... la gente no tendrá más remedio que adorarte. ¡Se rendirán a tus pies! —Claro. Me adorarán. A mí y a tus siguientes víctimas también, ¿no es eso? —Esa es la idea, sí —Moncef se encogió de hombros, evaluando con curiosidad cada guiño de nerviosismo mal disimulado de la maquillista. ¿Era idea suya o tenía un tic en el labio? Ella lo contemplaba con una expresión de furia inamovible. —Quiero leer ese artículo —insistió. —¡Es una crónica! —Périer comenzaba a perder la paciencia. Y como no era propio de él descontrolarse por nimiedades, inspiró profundo, centrando en ella su atención completa para obligarse a no perder la cordura—. ¿A qué viene tanta tozudez? ¿No era reconocimiento lo que querías? Fue lo que dijiste en la sala de reuniones al menos. Pues bien: lo tendrás de sobra. Eso puedo garantizarlo sin comprometer una gota de mi credibilidad. —Jamás me he fiado de tu credibilidad, Périer. Y de todas formas me ofreces una retribución mediocre. Quiero mucho más que una masa de fracasados rendidos a mis pies —Katia realizaba un esfuerzo no menor para volver a su vocecita empalagosa, a la terrorífica sonrisa angelical. Era hora de poner las cartas sobre la mesa—. Tener algo de aprecio y atención no vale lo suficiente como para consentir que divulgues y vendas por kilo cada pequeño trocito de mi vida. Quiero tener voz y voto, convertirme en una personalidad con influencia. Ya sabes, que mi palabra tenga el peso que hoy le falta. Y debo confesar que me vendría de maravilla que los próximos rostros de este proyecto tuyo no cuenten con ese privilegio. No me agrada mucho la competencia que digamos. Périer no pudo ocultar su desconcierto, los ojos bien abiertos y la boca desencajada. Así de repentina y extrañamente natural había sido esa revelación. —¿Y por qué querrías llegar tan lejos? Katia le obsequió una sonrisa cargada de inocencia. Volvía a tomar el control. —Me parece que eso es información clasificada, Moncef.
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bachi
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Post by bachi on Nov 11, 2014 19:47:50 GMT
1890 Pierre se quedó un rato mirándolo, el cigarrillo amenazando con caersele de la comisura de la boca. Sus ojos estaban estáticos en la punta de las botas de aquel color indefinido a negro gastado, hasta que lanzó la más sincera de las carcajadas esa mañana. Se sujetó la barriga, echó la cabeza hacia atrás y al demonio la barrita de nicotina. Estuvo así exactos dos minutos, jugando entre sostenerse de las rodillas, cambiando de pose al recuperar el aliento, mirar a su interlocutor y echar a reír de nuevo. Cuando la tormenta pasó, tan solo le quedaron los espasmos propios de la comedia que niega a irse del todo. Se secó las lágrimas con una mano y con la otra instó a su compañero a seguir caminando. El viejo LeCounce soltó una nueva risilla y de refilón lo miró, enarcando las cejas y bajando la cabeza. —Juro que ese será un secreto con el que me deleitaré en mi tumba. Quién sabe, del ataque de risa tal vez reviva una vez más —Suspiró con una ancha sonrisa mientras negaba con la cabeza y lentamente depositaba sus manos en los bolsillos—. Si quieres que salga bien lo de Molino, deberás hacerle llegar a todos la noticia del gran cambio —asintió. Estaba de buen humor. Pierre sabía que ese día dos tiburones caminaban bajo el agradable sol que les había dado tregua del frío, no uno—. No me refiero a esas propagandas idiotas en los periódicos, que Dios nos libre de esa estupidez. No, me refiero a una fiesta. Con todas las de la letra, Balthasar. No lo miró ni esperó reacción o comentario. Sabía que la idea lo tentaría por sí sola, por ser además como esa pequeña fiesta de introducción social de una jovencita que se acaba de convertir en mujercita. —Dos —reflexionó, frunciendo el ceño—. La de inauguración, por supuesto —Se detuvo una cuadra antes de Molino Rojo, casi en la esquina, y encaró a su compañero—, pero yo hablo de otra más... personal. Las grandes caras de París estarán invitadas, Balthasar, y espero que accedas a participar. Claro que —Miró a ambos lados antes de cruzar la calle y avanzó—, aquellos que no estén invitados, será porque no son bienvenidos —Se encogió de hombros, bonachón—. Déjame que organice las cosas, tú encárgate de avisarle al personal. No creo que haga falta mencionar que quiero a las caras más respetables en mi casa, los más "calificados", por así decir.
Inmediatamente Méderic las rebasó, Julie dio una brusca media vuelta para seguirlo con la mirada. Frunció el ceño y sus ojos cómplices fueron a parar directo a los de la pelirroja. ¿Qué carajo...? —¡Hey! ¡Méd! —Julie se llevó una mano a la boca para que le hiciera de megáfono— ¿Te sucede algo? Por alguna razón su tono increpador y casi acusador le había dolido, pero más culpable todavía (si eso era posible) la hacía sentir el hecho de que ni siquiera se había dignado a detenerse para regañarlas. La aparentada, quizás resignada indiferencia del barman le había llevado a contemplar por primera vez una idea de bajeza que la bailarina por lo general desechaba en cuanto aparecía en su mente para molestar. Ella siempre había sido más medida, un poco más responsable y sutil que su amiga, la pelirroja fatal que tenía al lado, ¿tal vez esa imagen de sí misma que tenía ahora había cambiado? Sin permitir que la sensación de su estómago al encogerse tomara posesión de su frialda, Julie se volvió a Cyrille y le pellizcó el brazo. —No le hiciste nada, ¿cierto? —La acusó, inflando los cachetes para minimizar la amenaza tangible. Todo el mundo allí conocía, de una forma u otra, el trágico pasado de Favre, o más bien las condiciones en las que había llegado a Molino, y el hecho de que se dirigiera a la bodega casualmente, no podía significar nada bueno.
—Sí —respondió una voz detrás de Teva. Laurent Durand tomó asiento junto a la muñequita y miró a Matt. Su rostro era inescrutable hasta que sonrió y se volvió a la nueva bailarina, tan encantador como una brisa de verano directo en la cara luego de la sequía pasajera. —Acepto el reto. ¿Esa moneda de intercambio cuenta? —Charlie miró por sobre su hombro y no encontró a Veronique en su margen de visión—. Entonces es cierto que Veronique anda metiéndose con sujetos peligrosos —Se acomodó un poco mejor, dándole la espalda al "barman" y apoyando los codos sobre la medialuna para descansar la espalda plácidamente contra la barra. Su rostro demostraba una preocupación amarga—. Claro, si con eso se refería a otro "sentido cardinal", mademoiselle. Charlie no necesitaba que Teva se lo confirmara para saber que era cierto, él lo sabía, lo supiera la pequeña mujer o no. Pero también sabía que no podría retractar la bailarina aquellas palabras, puesto que de una u otra forma le estaría dando información que tal vez, solo quizás, pudiera comprometerla. —Pero de una forma u otra, de eso estábamos hablando. Todo el personal de Molino debería estar al tanto de que ciertas relaciones no son admitidas aquí con cierto tipo de personas que pueden resultar... No digamos "peligrosos", es darles demasiada importancia. Mejor digámoles "conflictivos". Y Veronique, con su experiencia, debería saberlo mejor que nadie. Así que sonrió y le develó con un brillo especial en los ojos que él también le estaba devolviendo el reto, invitándola a jugar con él palabra tras palabra, a que lo refutara incluso y diera una estocada triunfal tal y como en su última conversación con la que ella lo había desarmado. —Así que... ¿Muy mal la trataron allá?
2015 Había estado mal, había estado muy mal. Rachel lo había comprendido en cuanto se le había encendido aquella chispita durante el discurso de Moncef. Habría tenido que hacer mucho antes aquello... Sin embargo no era sólo eso lo que la molestaba. Rachel tenía la extraña y absoluta certeza mientras tipeaba, de que en todas las palabras de su jefe, algo se le había escapado y no había logrado retener el tiempo suficiente. La secretaria por primera vez en su historia trabajando allí en Etiqueta Negra, dejó que el teléfono sonara y miró su reflejo ceñudo en la pantalla. Había estado en el sótano, entre el polvo, los archiveros y los papeles, los había ojeado tal vez incluso más que Blanc con la efervescencia de sus ojos lectores, pero sabía que ahora esa tarea le correspondería a alguien más. La mujer apagó el monitor y se puso de pie. Esa tarea ahora le correspondería a alguien más, al investigador que su jefe dispusiera (o él mismo) al mando de la operación. Y si bien no era por ese simple capricho personal que ahora la secretaria avanzaba hacia el último lugar donde recordaba haber visto a su jefe, no podía evitar tenerlo en mente como algo ajeno y casi utópico mientras repasaba mentalmente en busca de algún dato entre la lista de viejos archivos que pudiera darle sentido a su inquietud. De todas formas para cuando golpeó la puerta la Rachel Indiana había desaparecido bajo la determinada expresión de Rachel Lavalley, dándole paso a la efectividad de la secretaria modelo que en cierto momento había olvidado ser por un par de bonitos ojos. Sólo golpeó para avisar su llegada. Esta vez se permitió el privilegio de sortear la privacidad siempre dada a Blanc, y haciendo caso omiso al llamado de urgencia de su profesionalismo, abrió la puerta. Encontró al jefe con su señora, y antes de que su cerebro pudiese imaginar las horribles cosas que habrían sucedido de haberlos encontrado in-fraganti en cualquier otra situación, abrió la boca para evitar su condenada imaginación. —Disculpen la interrupción —Miró, tanto al hombre como al terrible monstruo que se escondía detrás de ese bonito rostro de mujer, a los ojos—. Pero necesito hablar con usted señor. Es por el plan vacacional que le había mencionado la semana pasada —Rachel no le había mencionado ningún plan de nada, pero sabía que sino aclaraba el por qué, Sophie Blanc la haría escupir todo justo allí, y la chica no estaba del todo seguro de que eso que iba a decir fuese de "dominio público marital". De una forma u otra, su jefe formal era Blanc y él decidiría si contárselo a su mujer o no. Esperando que captara el mensaje, la secretaria se mantuvo firme en su puesto.
—Espera un minuto... A pesar de que el tonito condescendiente de Frank estaba casi a punto de terminar con la sagrada paciencia del oficial, Mathieu supo contenerse. En ese momento, su olfato policial y detector de mentiras le estaban avisando de que faltaban datos. No sabía si eran muchos, no sabía de qué. Pero algo importante faltaba y Mathieu llegaría al fondo del asunto. Ahora bien, hablando de fondos y baúles familiares... —Frena el carro ahí, Delatore —Su voz fue cortante. No solía ser el policía bueno en los interrogatorios—. El "tic toc" puedes metértelo por el culo. Yo debería estar tictociándote a ti, ¿para qué demonios te pagan? Estás tan al cuello como yo si encuentran algo que me vincule a mí con la jodida historia de Molino Rojo —Mathieu se frotó los ojos y se apartó del celular para maldecir. Necesitaba respirar profundo—. Me dices que tienen cartas. Me dices que están todos los jodidos reporteros metidos en esto. No. Todo el staff. ¿Por qué? ¿Qué mierda consiguen...? —Ahí se detuvo. Eso era lo que le estaba faltando. Dentro de la garita de policia, Mathieu LeCounce se puso lentamente de pie con una mirada gélida y mortal. De repente hacía mucho calor en ese condenado cacho de metal—. Van a hacerlos conocidos. Uno a uno van a publicar sus putos rostros en esa condenada revista. Y la puta madre... —El lento y bien modulado insulto continuó un poco más—. Escúchame bien, esto es lo que sucederá en los próximos días, porque evidentemente nada se te puede delegar a ti, y créeme, haré llegar ese insignificante dato a quienes tengan que oírlo. De la orden yo me ocupo. No meterán las narices en los informes que no tengan que manosear. Necesito que me consigas todos los nombres de quienes están metidos en el proyecto. Mantén el perfil bajo, idiota, tu información personal permanecerá tal cual presentaste en tu CV. Las cosas que no tengan que oír sobre ti, no las escucharán. Ahora bien, las cartas, necesito saber quién las tiene, quién las leyó. Esto es importante, Delatore. Si tenemos esas cartas, nos quitamos un gran peso de encima y no nos cortan el cuello ni a ti ni a mi en un callejón. La cárcel no es una opción para los tipos que están a cargo ahora, tú eso lo sabes mejor que yo. Sigo: Consígueme además un plano del edificio. De ahora en adelante, no más contacto por teléfono, celular o otra verga de aparato electrónico. Esto se hará cara a cara, no quiero ni a la Interpol ni a la policía francesa viéndome cómo me lavo el culo en mi casa... Dime que tomaste nota, imbecile.
((Ah, sí. Aviso que dejé fichitas nuevas <3 <3 <3))
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Post by Eve on Nov 13, 2014 1:12:48 GMT
1890
-¡Una fiesta!- exclamó Annette sin poder ocultar su entusiasmo. Asintió cuando debió hacerlo, absorbiendo cada pizca de información que Pierre LeCounce le brindaba y apenas conteniendo los saltitos de emoción. Sabía a quiénes no quería ver y no solo en su reunión, ya la noche anterior habia recibido una advertencia y debía tomar sus precauciones- Claro que lo entiendo, tenga por seguro que las personas que lleve serán las indicadas. No tendrá motivo para decepcionarse de la gente de Molino Rojo- dijo en el preciso momento que una idea cruzaba por su mente e iluminaba su bien maquillado rostro de mujer- Señor...¿Le parece si la fiesta es de antifaz?
Matt no se movió ni un centímetro, no le iba dar el gusto al hombre de La Roca de echarlo de su propio trabajo (no exactamente el bar, pero en aquel momento él estaba cubriendo a Mederic, lo que venía a ser casi lo mismo) y mucho menos dejar a Teva a solas con él. Especialmente él. No dijo nada, siguió ordenando y limpiando las botellas y las copas, pero no por eso dejó de prestar atención a la conversación que empezaba a desarrollarse entre ellos dos. Solo le dio una única mirada a su compañera, una de esas miradas que solian intercambiar para cubrirse las espaldas cuando algun borrachín estaba a punto de armar pelea o alguna bailarina quería provocar a la antigua mesera. Cuidado.
La mujer hizo un gesto de fastidio cuando escuchó la última frase del barman, obviamente había estado equivocada cuando pensó que su hermano no iba a decirle nada a nadie. Se dio media vuelta y siguió caminando hacia la salida, cuando se percató que su compañera no la seguía. -¿Jul...?-Cyrille se cortó a media palabra cuando siguió la mirada de la mujer y adivinó el camino de Médéric- ¡Claro que no!-dijo sin saber muy bien a cual de los dos se refería. Regresó sobre sus pasos y cuando pasó a la bailarina le hizo un seña para que se fuera. -¿Med?-preguntó con voz suave cuando estuvo cerca de él. De pronto volvía a ser la Angie recien levantada que él habia encontrado esa mañana- ¿Qué sucede?
2015
-¿Plan vaca...? ¡Oh, cierto! Casi lo olvido, con todo este tema de las edición...-Benjamin sacudió la cabeza. -Qué oportuna- masculló Sophie Blanc tomando su bolso y levantándose elegantemente del sillón- Te ahorraré tiempo e iré a tu oficina. No te preocupes, seguro te encontraremos un reemplazo, Raquel-se despidió la mujer. Benjamin Blanc respiró profundo y le hizo un gesto a la secretaria para que tomara un lugar en la mesa de reuniones, ahora vacía. Retiró la silla y espero a que la mujer se sentara. -No recuerdo nada acerca de un plan vacacional- empezó- O tengo una pésima memoria o tienes algo importante (o privado) que decirme, Lavalley.
-No, no puedo hacer eso- dijo paseándose de un lado a otro del camerino mientras jugaba con su cabello ensortijado- Ahora menos que nunca...Claro que no, estaría abusando de él. Además, ¿para qué necesitas tú una recomen...? Ya, ya, una "no recomendación" - rodó los ojos y negó con la cabeza- Podrías entrar a donde quisieras ¿Sabes? No necesitas ayuda de los simples mortales para trabajar aqui jajaja...¿Qué? Oh, no. ¡Claro que no! Hoy no, escucha, hemos tenido una reunión...Sí, yo también tuve que ir. ¿Por qué suenas sorprendido? Imbécil- rio- No vengas hoy y no es broma. ¡Hey!- Mia miró la pantalla del celular- ¿Sigues ahi? ¿Aló? ....Puta madre.
-Entendido y anotado- corroboró Frank- respecto a las cartas, creo saber donde están. Pero necesitaré tiempo- agregó luego de unos segundos- Cuando tenga información relevante buscaré contactarme contigo, si ves una señal de humo soy yo- bromeó antes de cortar la llamada y marcar otro número- ¿Hola? Si, necesito que me devuelvas un favor...
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Milly
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Post by Milly on Nov 14, 2014 16:49:22 GMT
((Me encanta leer fichas nuevas *-*))
1890 Pequeña y jovial, Teva le sonrió de vuelta a Matt. Sonreía con ese pequeño brillo agudo en los ojos que acostumbraba a dedicarle cada vez que la advertencia silenciosa de su amigo tenía lugar. Era el gesto de la promesa hasta ahora siempre cumplida de que captaba la recomendación, pero que no hacía falta preocuparse: tenía todo bajo control. Y cuando sus ojos de parda picardía se encontraron con los de Laurent, la sonrisa cambió, buscando acaso competir con el encanto y el desplante de aquel sujeto, pretendiendo quizás ponerlo sobre aviso de que las caballerosidades y galanterías no tendrían efecto persuasivo alguno en una antigua mesera que a temprana edad había aprendido el secreto que ocultaban esa clase de trucos. Jugarían, desde luego. Pero en igualdad de condiciones. —Qué curioso que un caballero de su categoría decida indagar a base de fuentes tan precarias, pudiendo acudir en cambio a las fuentes primarias si lo desease. ¿O es que ha sido vetado de ese privilegio? —Pareció por un momento que la cuestión la intrigaba sinceramente, hasta que volvió a sonreír, juguetona e inocente, su delicada mano haciendo dibujos invisibles sobre la pulida superficie de la barra—. El asunto es, monsieur Durand, que este joven tras nosotros al que tanto intenta ignorar es mi amigo, y la amistad le otorga el privilegio de acceder a tarifas de información exorbitantemente reducidas. Usted, en cambio, es prácticamente un desconocido, un comensal más con un monopolio de derechos adicionales —rió, dulce y astuta—. Espero que entienda que su moneda, aunque valiosa, solo le garantiza el acceso a una ínfima parte de mi propia moneda. Tomó asiento junto al hombre de La Roca con un saltito ligero, echando otra miradita de reojo a su amigo. Sabía, como todos, que prestaba atención a cada palabra. Y por ello se aseguraba de mantener la discreción patente en cada una de sus declaraciones; existían asuntos que no le convenía que Matt conociera, pero deseaba asegurarse de que atendiera a lo siguiente. Ya que la conversación se veía drásticamente interrumpida, sería el único adelanto que podría entregarle como reporte de su mañana junto a los Titanes que controlaban sus vidas. —Jeremías es un viejo cascarrabias desde que tengo memoria, así que sus malos tratos son algo que viene dentro del paquete —se encogió de hombros—. Lo difícil será tener que soportarlo todas las noches durante las próximas semanas.
Méderic siguió caminando, molesto en apariencia ante la insistencia de la nueva mesera. Pero en el fondo agradecía su compañía. No estaba seguro de poder refrenarse de cometer una locura ahora que finalmente alcanzaban la bodega, y lo cierto era que Annette ya tenía bastantes problemas en la cabeza como para tener que lidiar además con los inconvenientes ideados por su barman. La sobriedad era más dolorosa, pero no complicaría las cosas. —Es precisamente lo que yo me pregunto —objetó secamente, sin mirarla, concentrado de pronto en la tarea de remover los elementos de la bodega para darles otro orden. Sí. Eso le ayudaría a distraerse. O lo habría ayudado, de no ser por la pregunta que Angie le planteaba—. Todos ustedes, todos sus secretos, sus ataques... —suspiró, dejando en evidencia un trocito de su flaqueza pasajera—. Me pregunto si algo de todo esto es real o si estoy siendo parte de una obra de teatro sin saberlo. No, Angie —se detuvo antes de que la mujer pudiera soltar alguna palabra—. No necesito que intentes consolarme diciendo que imagino cosas. Puedo darme cuenta de que mis dudas van por buen camino, solo que me cuesta trabajo dejar de engañarme a mí mismo. Después de todo, es una costumbre muy arraigada. Pero ya lo superé una vez. Podré hacerlo de nuevo. Solo necesito tiempo y un poco de privacidad, si no es mucho pedir.
2015 Moncef rió con ganas. El resentimiento de Alessandri no tenía nivel de comparación. Pero se sabía capaz de sobreponerse a semejante obstáculo tortuoso. —En ese caso, pongámoslo de este modo: ¿por qué querría yo llegar tan lejos? —Porque de lo contrario —Katia deshizo los pasitos que la habían hecho retroceder—, te perderás la oportunidad de contar con mi valiosa ayuda. Otro anuncio fuera de lugar. El reportero torció el gesto, algo impaciente ante las intrigas de la maquillista. —Me temo que no entiendo el punto al que deseas llegar. —No me trago este jueguito tuyo de pensar en sentido de manada. Esas utopías de la ventaja competitiva de la revista y ayudar al resto a hacerse con una migaja de fama... Este proyecto te importa, Périer, lo sé, pero no tanto como la empresa a la que el mismo se adscribe. Quieres la historia de Molino Rojo. Y yo podría conseguir información para ti, ¿sabes? Y me resultaría mucho más sencillo obtenerla si cuento con la influencia necesaria para acceder a todos los escenarios que se me ocurra. —¿No has considerado que tu ansiada fama bien podría costarte que ninguno de tus pasos resulte inadvertido? Y, justamente, la discreción es primordial en una investigación de esta categoría y dimensión. Los buitres aparecen rápido cuando huelen que algo importante se cocina —ni siquiera se planteó la posibilidad de fingir inocencia. La idea resultaba demasiado atractiva como para descartarla sin más. —¿De verdad quieres perder el tiempo de este modo? Podrías quedarte todo un día encerrado aquí, pensando en los pro y los contra de mi propuesta, y al final caerías en la cuenta de que es un riesgo que vale la pena correr. Moncef sabía que era cierto. Pero hacía falta asegurarse de que Alessandri sabía de lo que hablaba. —¿Esto tiene algo que ver con Blanc? ¿O con Mia? No acabo de digerirlo. —Tiene que ver con que estoy molesta, querido. Y cuando algo me irrita no suelo dejar que las cosas se solucionen solas. Porque yo no olvido, Périer, y te conviene que lo tengas claro. Yo no indagaré en tus propósitos con Molino Rojo... así que agradecería que fueras igual de considerado conmigo. —No creo que amenazarme con una denuncia encaje en el concepto de consideración. —Oh, olvida eso y concéntrate en este convenio: tú me das voz, yo te doy información a cambio. Podrás publicar lo que quieras de mí, pero antes tendré que asegurarme de que utilizas mi historia de manera adecuada. Tengo que leer tus borradores. —Para conseguir lo que quieres tendré que hacer un par de cambios, Alessandri. Y ahora mismo voy saliendo a una entrevista importante. No tengo tiempo para perder en un trabajo que se suponía tenía terminado —A pesar de su reparo, sonrió—. Si quieres leer la crónica tendrás que ir a mi departamento. No puedo darme el lujo de discutir tus reparos dentro de mi horario de trabajo. —De acuerdo —A Katia no pareció afectarle la insinuación evidente del hombre. Avanzó de vuelta a la salida, digna y resuelta—. Pero Logan vendrá conmigo. Antes de cerrar la puerta alcanzó a detectar cómo se desvanecía la sonrisa en el rostro del reportero. Divertida, flotó de regreso a su puesto de trabajo.
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bachi
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Post by bachi on Nov 15, 2014 15:59:10 GMT
((Pegué terrible grito. Tenía todo escrito, todo. Perfecto. Después de estrujarme el cerebro una hora 8'D No sé por qué, no me pregunten, no lo sé NUNCA LO SABRÉ, le puse actualizar a la página... Dioses. No-sé-por-qué-hice-eso. En fin. Voy a comer, y cuando vuelva, INTENTARÉ escribir todo. Me odio, mucho *se revolea al río* ))
1890 Pierre tardó dos segundos en interpretar aquello que Annette le había respondido de a saltitos. Cuando finalmente lo captó, entre divertido y sorprendido por que no se le hubiera ocurrido a él dicha idea, rió con ganas y asintió. Le llevó a penas otros dos segundos derretir la amable expresión y que la sonrisa se le fuera al diablo. En la entrada de Molino Rojo, los dos hombres que tenía apostados en la puerta, discutían a regañadientes con la pequeña figura de lo que parecía ser un niño de unos 15 años, sucio escandaloso. —Putain, qu’est-ce qu’il est con…
En un primer momento toda la situación le dio gracia. Julie pasó del estado de ternura maternal que solía sentir en situaciones como aquella, a una completa e irracional molestia que echaba raíz en su estómago como un nudo. En segundo término, todo se le fue de las manos. Dio media vuelta cuando alcanzó a ver el último de los cabellos pelirrojos de Angie desaparecer escaleras abajo, y se mordió el interior de las mejillas. Definitivamente esa mañana no estaba empezando bien. ¿Quién había sido el malparido que había inventado aquella frase “Al que madruga…”? Pues se merecía una patada. En la entrepierna. Ella había madrugado, y ninguna especie de divinidad divina había bajado a prevenir que nada de lo que estaba a punto de suceder sucediera. Así que mientras la Lala Odaire desligada del mundo sentimental intentaba mantener la mente en frío, la Julie que siempre había sido apartaba de un manotazo las cortinas que ocultaban los pasadizos secretos para abrirse paso hasta una barra que no había contemplado, porque mantenía la vista fija y ceñuda en la punta de sus zapatos. Porque había preferido taparse los ojos y hacerse a un lado. Caso contrario, hubiera huido total y absolutamente en sentido contrario.
Charlie hizo una mueca de dolor. —¿Solo un comensal “más”? Vaya, supongo que lo entiendo. Te encuentras siempre rodeada de lujos. De todas formas —Se encogió de hombros y ladeó la cabeza, mirando el techo algo extrañado. Habló muy, muy lentamente— eso me lleva a preguntar —De repente su par de ojos se deslizó hacia Teva, zumbando perezosamente por el lugar hasta que cayó en aquellos pozos pardos para hundirse. Su gesto corporal había cambiado. Charlie no se movió un ápice, pero cualquiera que lo hubiera escuchado hablar habría dicho que avanzaba humilde y decidido. Aquella voz instaba a imaginar mil posibilidades diferentes y conseguía librarse de la culpa de haberlas provocado al mismo tiempo porque, al fin y al cabo, él no había dicho nada. Y cuando una de sus manos, antes colgando relajada de la barra, se posó sobre la superficie de la recién encerada medialuna, Durand se permitió preguntarse qué sucedería a continuación— en qué consisten exactamente aquellos derechos monopólicos. Pero la magia se quebró, las copas se partieron y los ángeles dejaron de cantar. Tan rápido y fugaz como el hombre había decidido arrojar la moneda, la recuperó en el aire con un suspiro. Resignado, Charlie se sentó y se puso frente a Matt, concediéndole a la dama otra victoria que ya rebasaba el contador. Era su modesto servidor. Sin embargo un simple detalle quedaría latente: El llamado de auxilio y el honorable código fraternal de la amistad, lo había impuesto la pequeña mujer al hacerlos una multitud de tres. Él se adjudicaría la derrota, eso decía la desilusión en su rostro, pero de ninguna manera se haría cargo de aquella línea fronteriza. Era parte del juego también saber cuándo perder interés o interpretar la respuesta ajena como desapego. Pero Laurent lejos de estar desilusionado, estaba encantado. Divertido por dentro como hacía tiempo, según su egocéntrico parecer, no lograba disfrutar. Aquel nuevo juego de tires y aflojes, de estrategias e intrigas, era un nuevo descubrimiento que lo había llevado a considerar un sinfín de herramientas al alcance de su mano que, mirando en corto alcance al pasado, se resumía en atributos naturales. Esa euforia interna sería lo que le haría perder las riendas por un momento, al contemplar la prenda a la que Attia se aferraba como un bote salvavidas, en la cual sus ojos expertos distinguieron uno a uno lo puntilloso y casi perfecto de un arreglo manual recién hecho. Y no pudo menos que sonreír (¿aquello era orgullo, aquello era sorna ante el patético intento o simple placer de ser capaz de interpretar las cartas arrojadas sobre la mesa?) y decir: —Louise —Solo sería salvado por los tacos de una mujer contra el suelo, que le haría volver la cara y saludar con una inclinación de cabeza y un escueto: —Odair. En ese breve lapso en que ambas miradas se cruzaron, los dos pares de ojos mantuvieron una especie de ley marcial, un pacto tácito y mutuo. Tú no dices lo mío, yo no digo lo tuyo. —Durand —Los ojos fugitivos de Julie volaron directo hacia Matt con la esperanza latente. Aquella herida había sido demasiado reciente, pero mucho menos conflictiva que la otra opción que le esperaba escondida en el orgullo hambriento y desangrado de su nueva compañera de baile—. Me preguntaba si habían visto a Vero. Necesitaba hablar con ella de unos temas… En tanto, a Charlie no le costó sumar dos más dos. La ausencia del barman y la ahora reciente soledad de la pelirroja desaparecida dieron como resultado un ácido cuatro.
2015 Rachel Lavalley sintió que una renovada paz la invadía en cuanto quedó a solas con Blanc y supo que por fin podría sacarse esa soga que la ataba al cuello desde la mañana. De hecho, hacía tiempo que no se sentía tan relajada, y eso que una pila de papeles pendientes la esperaba en el mostrador. Pero inhaló, sonrió y se dispuso a hablar con toda la calma, transmitiendo toda la seguridad que sentía. —Lo lamento mucho, señor Blanc. Debería haber acudido a usted en cuanto sucedió, pero no supe cómo abordarlo, y dado las características de la reunión previa, creo que es necesario que sepa que hoy, esta misma mañana… Un estruendoso ruido en el recibidor le hizo pegar un salto. Olvidó lo que estaba por decir y salió despedida por el pasillo, directo a su escritorio, a su isla, su bálsamo su —…Oasis. Rachel tuvo que hacer un esfuerzo inhumano por no quedarse de manera estúpida plantada y boquiabierta. —Lo lamento. No sabía que la puerta se cerraba sola.
Para cuando Katia regresara a su habitual rinconcito de trabajo, o decidiera asomar su pequeña naricilla de hada en la Cueva Mágica de Logan… Pardiez, eso suena horrible pensó el fotógrafo e hizo una mueca mientras revolvía lentamente una taza de, obviamente, café. La cuestión era, prosiguió, que para cuando Katia volviera, no lo encontraría. Logan se preguntó si también darse una pausa por café sería considerado según el código de fraternidad Alessandriano una situación de Estado o alta traición. Pero descartó inmediatamente la idea en cuanto pasó distraídamente por delante de la recepción y la vio a la secretaria con las orejas coloradas asintiéndole rápidamente a un sujeto… —Oh, por los secretos de… —Logan se tapó la boca con ambas manos. Casi había cometido la CALAMIDAD de decir Merlín. Dios, decir MERLÍN en frente a un reconocido modelo internacional, que acababa de reparar en su presencia y que lentamente se había quitado los anteojos (Estilo teashades, estilo teashades, repitió emocionado)… para observar el gran charco de café que brotaba de la pequeña tacita que el fotógrafo acababa de dejar caer. —Sabes, Lavachey? Creo que deberías… —No —Rachel lo fulminó con la mirada—. Creo que tú deberías ir a llamar a la empleada. Aunque creo que está en su descanso. ¿Sabes qué, Logan? Hablando de creer, creo que vi un trapo en la cocina. Esa perra se la cobraría. Pero eso no importaba ahora. Mister Barbas-Merlín aprovechó la escapada para tomar el celular y teclear a la velocidad de la luz con un único destinatario de diminuta estatura en mente. Ve a la recepción. YA. MISMO.
((Asesínenme))
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Post by Eve on Nov 16, 2014 3:02:30 GMT
((Me acaba de pasar EXACTAMENTE LO MISMO que a Bachi. No sé cómo, pero esto es su culpa TnT))
1890
No toleraba el rechazo, en ninguna de sus formas. Fue por eso que retrocedió unos milímetros cuando, por vez primera, Médéric marcó una distancia. -Tendrás todo el tiempo y la privacidad del mundo, Favre- dijo la pelirroja adoptando de nuevo la máscara de desinterés que solía llevar para todos los empleados de Molino Rojo-No me importa qué es lo que te haya pasado, pero si estás tan al límite como pareces, recuerda que ya Annette te perdonó una vez. No creo que lo vuelva a hacer si arruinas lo que sea que estén planeando allá afuera. Ella misma sería capaz de lanzarte a los matones de monsieur LeCounce- agregó- y por buenas fuentes, se que no te iría bien. No me gustaría que fueses uno más. Con esas últimas palabras, Angie retrocedió y dio media vuelta dirigiéndose a la salida del corredor en busca de su compañera, de quien nunca debió haberse separado.
-Ella estaba...por aqui- Matt se arrepintió al último segundo de decir "teniendo una conversación privada con Laurent Durand", teniendo en cuenta que uno de los involucrados estaba presente y quería seguir escuchando el resto de la conversación, no le pareció una buena idea- Debió haber ido hacia los vestuarios ¿No la...? ¿Qué es ese ruido?
A pesar de su altura, Annette tuvo que ponerse de puntillas para ver lo que ocurría justo afuera de...¡Su cabaret! Palideció notablemente, eso no estaba previsto. No había movido sus fichas para que, cuando todo estuviese casi listo, al final se fuera a la mierda. ¡Ni siquiera había recibido una moneda! ¿Y LeCounce? Oh, cielos, no se veia feliz. Casi al punto del desmayo, vio la cabeza despeinada de uno de sus meseros estrella asomar por la puerta de entrada. Matt parecia intercambiar unas palabras con los guardias, conociéndolo probablemente quería llegar a un... -¡Deténgalos!- pidió horrorizado cuando un golpe cayó en la mandíbula del Dubois mayor.
2015
Sophie Blanc salió de la sala de reuniones pensando en todo lo que había tenido que postergar para aquella visita inesperada a Etiqueta Negra. Tonta de ella, pensar que Benjamin haria lo mismo. Y sin embargo... Cambió de dirección casi llegando a la entrada de la oficina principal y salio en rumbo a los vestidores. Tenia que intercambiar un par de palabras con cierta señorita, pero al llegar al territorio de las modelos, no encontró a nadie.
-Jean Claude, contesta el maldito celular- masculló Mia dando vueltas por el corredor del tercer piso- No puedes hacerme esto- lloriqueó como una niña a punto de empezar un descomunal berrinche. -¿Hacerte qué?- preguntó una voz masculina detrás de ella- Porque yo podría... -¡Que asco, Delatore!- se quejó la modelo lanzandole una mirada fulminante- Ni ahora, ni muerta. Haré que me incineren antes de que alguno de tus pálidos y huesudos dedos pueda tocarme. -Eso duele- dijo Frank llevándose, ofendido, una mano al corazón- Justo aquí ¿Ves? -No,no veo nada. -Era un decir... -Ahora que estas aqui, necesito algo de ti. -¿Un favor? -Yo no pido favores- sonrió friamente- Lo harás por el simple placer de verme feliz. -Oh, pequeña, no tengo tiempo para juegos. Voy de salida. -¡Frank! No tomará mucho tiempo. -¿Qué? -¿Qué posibilidades hay de que acepten a un nuevo modelo masculino en la revista? -¿Por qué? ¿Piensas cambiarte de sexo? Nena, te ves genial. Pero de hombre...no lo sé. Aunque Delastair... -¡Alto! Por ahi no -Oh, me estas matando -¡Frank! -Deja de chillar -Deja de pervertir todo esto. -No lo hago, pero... -... -¿En estos momentos? Cero- respondió al fin- Menos con la bombita que soltó Blanc en la reunión. Recuerda que en esta edición tampoco necesitaremos a muchos de ustedes, asi que probablemente rueden a un par de cabecitas. -Lo suponía -¿Qué ocurre? -Alguien quería un favor. -...-reprimió una sonrisa. -¡No se puede hablar contigo!-ella enfureció y le dio al espalda, yéndose lo más pronto posible.
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Milly
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Post by Milly on Nov 17, 2014 0:57:07 GMT
((Ya veía me pegaban la maldición del post perdido. Estuve espirituada todo el tiempo mientras escribía xDD))
1890 Las delicadas cejas de Teva se alzaban con una sorpresa ensayada ante la mención repentina de ese distinguido nombre de dama. Algo en su porte, en la energía potente que armonizaba su sintonía con la del mundo en torno suyo, felicitaba el descubrimiento de su brillante contrincante de intenciones veladas. Cuánto de certeza o de nuevas incógnitas traía consigo semejante observación era el nuevo misterio que la pequeña Attia debía resolver ahora... o luego... O nunca, concluyó furiosa al comprobar la indeseable proximidad de una intrusa, una desconocida que llegaba sin invitación, atacaba con sus preguntas y su apariencia de buena persona y... ¿Una desconocida? Por una vez en su vida se permitió atrasar el prejuicio y el odio, enfriar la cabeza y desprenderse de su papel actual para convertirse en una espectadora objetiva. Supo que de no haber tenido a esa bailarina -justo, justo a ella- entre ceja y ceja desde la noche anterior, muchos detalles sutiles se le habrían escapado de las manos ahora; la rigidez incómoda del protocolo siempre necesario, la furtiva naturaleza de las miradas regaladas... ah. Esa sí era una tarifa con la que la bailarina podía sentirse conforme, una por la que estaría dispuesta a redoblar su propia oferta, cumplir incluso todo el monopolio de derechos que hiciera falta... pero estaba todavía la cuestión de a cuánto se había devaluado su moneda inicial tras la deducción de su transaccionista. Pensaba en ello, aunque sus ojos seguían recabando información de cada nuevo vacío detectado en los tratos ofrecidos en torno a la barra, cuando el mesero trastocó el rumbo de la conversación. Y repentinamente intrigada por lo que ocurría poco más allá, vio a su amigo alejarse. Estaba lo bastante cerca del punto de discordia para interpretar algo de la escena, interpretar las intenciones de Dubois al interrumpir con su ánimo siempre racional, siempre mediador, y también interpretar el resultado cuando... —¡¡MATT!! —el grito de espanto le rompió la garganta cuando saltó de su asiento, lista para echar a correr hacia la entrada, corroborar el estado del joven agredido y arrojarse sobre el cuello del pobre diablo responsable de esa exhibición de barbarie que... No, Teva. Perspectiva. Las mujeres corrientes avivan el fuego con más leña. Las que usamos la cabeza, esperamos. Observamos.
Ya entonces el barman supo que iba a arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer. Pero salió al pasillo de todos modos, presa de la indignación que le quemaba el estómago. —¡CLARO! —gritó colérico, avanzando detrás de la pelirroja para asegurarse de que sus acusaciones serían atendidas—. ¡Yo tengo derecho a una sola equivocación antes de acabar muerto, pero tú tienes todas las oportunidades que quieras! ¡¿Es eso?! —Hizo una pausa para recuperar el aire antes de comenzar a salvar las distancias, zancada tras zancada—. Armas un escándalo a vista y paciencia de los comensales, amenazando a otros trabajadores del cabaret —otra zancada, otra inspiración profunda para ayudarse a mantener la ira lo más a raya posible—. ¡Saboteas a Teva en su primer día y le das a Matt más trabajo y presiones de las que tendría que soportar cuando acaba de perder a una de las meseras que más apoyo le significaba! —continuó sin detenerse, enumerando, enumerando—. Te interpones abiertamente en lo que sea que Annette planea, no solo de supuesto sino que de hecho, y todo lo que recibes por castigo es un cambio de puesto de trabajo, casi un llamado de atención de nada, ¡PERO RESULTA QUE EL QUE HACE LAS COSAS MAL AQUÍ SOY YO! ¿Es porque eres tú, Cyrille? ¿O es gracias a tus "buenas fuentes" que puedes permitirte el lujo de no contener uno solo de tus berrinches? —se detuvo cuando estuvo a unos pasos de Angie, y ya entonces su expresión comenzaba a cambiar lentamente. De la furia al cansancio a la angustia. Empezaba a arrepentirse, sí, pero no estaba muy seguro del qué—. ¿Es por esas "buenas fuentes" que tiras a la basura todas las advertencias y las recomendaciones de los que nos preocupamos por ti? No te importo, de acuerdo. Pero no te atrevas a condenarme por tener de pronto la capacidad de mirar desde afuera todo esto y desesperar frente a su falsedad. Y espero que recuerdes eso, Angie, recuerda la falsedad que se esconde detrás de todo lo que hoy te llama la atención. ¿Quieres ser intocable? ¡BIEN! ¡Disfruta y abusa de tus privilegios todo lo que quieras mientras puedas! Pero por experiencia propia puedo asegurarte que la falsedad siempre encuentra su punto de término. Mueren aplastadas por la verdad, tarde o temprano. Las únicas buenas fuentes, verdaderas buenas fuentes que van a quedarte entonces, son las que ahora no tomas mucho en cuenta. Puede que yo no te importe, pero espero que eso no corra también para Julie y Matt. Porque solo te estarás poniendo en jaque a ti misma, y no quiero eso. No para ti. Entonces comenzó a retroceder, lento, casi cabizbajo, de vuelta al escondite improvisado que hacía unos minutos había escogido para refugiarse hasta que la tormenta interna amainase... o explotase por completo. —Lo que más me duele, Angie, es que probablemente no has entendido una sola palabra de lo que te he dicho. Eso es lo que me pasa, es lo que querías saber, ¿no? Todas estas farsas los tienen a todos demasiado comprometidos como para atender razones. Ahora lo entiendo. Y lo entiendo porque también a mí me ocurrió y tampoco lo entendí hasta que fue demasiado tarde. Inusitadamente suave. Así resultó el cierre de la puerta de la bodega cuando Méderic desapareció tras ella. Y sonó clac de la cerradura.
2015 Llevaba medio recorrido en el ascensor cuando escuchó el breve timbre de su teléfono anunciando la llegada de un nuevo mensaje. Y para cuando las puertas del mismo se abrían, observaba la pantalla del aparato con expresión ceñuda. ¿Y ahora qué? ¿Una colección de verano rota? ¿Unos zapatos calcinados? Lo que fuera, esta vez Katia no iba a esforzarse para mostrarse agradable. Porque lo había sido, ¡claro que lo había sido! —¡Nooo! —alargó el brazo justo a tiempo para evitar que las puertas volvieran a cerrarse. Y salió del ascensor como si nada hubiera pasado, avanzando con taconeo firme, mirada en alto, ignorando cada metro cuadrado que iba dejando atrás de camino a la recepción. Que no se dijera que Alessandri no podía mostrarse digna en el segundo inmediatamente anterior a su momento culmine de falta de misericordia. Atravesó el último obstáculo y alcanzó al fin a divisar la llamativa isla roja de la secretaria. Y se detuvo cuando la atmósfera de la escena comenzó a resultarle extraña, nada parecida a un campo de batalla o el preámbulo del mismo. Observó a Rachel y su expresión medio irritada, medio... ¿qué? ¿Avergonzada? Y luego barrió con la mirada el resto del cuarto hasta tropezar con el próximo ser viviente que ocupaba el espacio. Un pestañeo de desconcierto. Luego recuperó la compostura y sus ojos de fierecilla siguieron adelante, restando importancia al mortal, al extranjero que llegaba como visitante a una tierra bélica vaya a saber uno por qué. Bueno, era momento de averiguarlo. —¿Dónde está Logan? —Charco de café detectado, continuar inspección de visión parda—. ¿Debo adivinar lo que sucede aquí o existe alguien lo bastante bondadoso y caritativo como para proporcionarme alguna pista?
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bachi
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Post by bachi on Nov 17, 2014 6:04:40 GMT
((JAJAJA Fuiste la excepción a la regla, Milly, y por suerte nos libraste de futuras maldiciones Por cierto, tengo que aclarar, y gritar y patalear, que me encanta cómo todo lentamente se está yendo al carajo… Hasta que logre su punto de equilibrio nuevamente, claro (8 Y por cierto, es un placer leer todos y cada uno sus posts. Tanto acá como en Circus. Las tres escriben maravillas <3 solo por eso salen cosas eternas como la de abajo)) 1890Ay Matt… Julie solo evitó que se le derritieran los hombros por el impulso que le mandaba su instinto de supervivencia. Por un momento, por un breve y terrible momento había creído que así quedaría la situación, estancada ella en una pregunta sin respuesta, en una observación analítica y desinteresada de su irrupción por ojos ajenos, y, finalmente, en una retirada obligada y vergonzosa. Pero no. Matt le había tendido una mano al darle esa respuesta simple, vana y escueta, y eso había servido para que Julie sonriera y decidiera dar media vuelta para ir en búsqueda de su compañera… A la que tuvo nuevamente que dejar para más tarde cuando las extrañas circunstancias en las que había empezado ese día, se trastocaron al más satírico y violento desenlace. El golpe sonó tan seco, tan en el blanco, que Julie no pudo menos que ahogar un grito y llevarse ambas manos a la boca. La exclamación que ella no había logrado pronunciar, en cambio la reflejó la desesperación del llamado quizás inconsciente que Teva no había logrado reprimir. A Charlie no se le escapó ni la mirada de Odair, ni el impulso reticente de Teva por volar al lugar del joven caído en desgracia. Pero su mente estaba lejos de preocuparse por eso. En ese momento solo tenía bien en claro que si Angie o Favre no aparecían por allí en unos (estuvo tentado de ver el reloj, pero resistió el impulso) cinco minutos, bajaría al mismo infierno a buscarlos. El infierno debería esperar al parecer. El sujeto que había derribado a Matt de un puñetazo permaneció en la puerta. Su compañero fue quien, sorteando el momentáneo cadáver del camarero, se acercó con el humor furibundo a la barra en cuanto divisó a Durand. Con la paciencia de un padre, Laurent se incorporó de la silla y lentamente se quitó el abrigo. —El bastardo mocoso está aquí —El guardia ni se preocupó en mirar a las señoritas, ni saludó graciosamente como lo hubiera hecho en otra condición. Laurent se desabrochó el primer botón del cuello de la camisa y frunció el ceño. —¿Adrien? —Creí que con “bastardo” y “mocoso” había quedado claro. Avanzando hacia su compañero, Charlie le estampó el abrigo en el hombro y se arremangó las mangas de la camisa con parsimonia. —¿Y qué se supone que haga c…? —empezó a preguntar antes de ser interrumpido. —Las señoritas te ayudarán —Ya frente al umbral, Charlie observó al sujeto caído en la entrada e hizo una mueca. Sin comprobar si había sido seguido, preguntó— ¿Qué le dio? —Tanner. El pobre se nos vino encima diciendo no sé qué cosas, y como no sabía quién era, le pegó. —No me extraña. Tanner tiene los nudillos pesados y nada en el cráneo. Ahora llévatelo hasta la barra. Busquen hielo. Salir a la luz del día, luego de haber pasado casi toda la mañana dentro del Molino Rojo, fue como otro golpe de un Tanner junior. Por suerte para él, los ojos del empleado de LeCounce detectaron a tiempo todo lo que tenían que divisar. Lo primero que vio fue al crio. Lo segundo en su lista de prioridades, su jefe, que se acercaba a paso rápido con una sombría expresión en el rostro. Y volvió al niño. —Qué mierda haces aquí. Agnes alzó la barbilla, se cruzó de brazos, y cambió el peso del cuerpo de pierna. —No te incumbe. Vengo a hablar de negocios. Negocios con mi p-a-d-r-e. —Aquí no entran alimañas. —Pero si recién acabo de verte salir… Sólo fue salvada por el impetuoso bufido de cansancio de Pierre LeCounce, quien había perdido a mitad de trayecto toda intención de calmar a su acompañante dado que no estaba dando resultado. No se fijó en el “niño” más que una vez. —Esperarás aquí afuera. O no esperarás —Aquello debía ser resuelto de una manera rápida y efectiva si querían salir airosos, por lo que no se gastaría en explicaciones. Durand sabía qué hacer. Antes de que la intrusa pudiera replicar, Pierre LeCounce entró hecho una furia a Molino Rojo y Charlie aprovechó la ausencia de público. Caminó hacia la chica, utilizando su breve momento de estupefacción a favor propio, de modo que para cuando Agnes había comenzado a retroceder ya era demasiado tarde. El hombre, con tranquilidad, puso una mano en el pecho de la joven y la empujó hacia el barroso cordón de la calle. Por mero reflejo Bailly consiguió poner las manos antes de caer de culo en el fango. La escoltaría una dolorosa pérdida de orgullo al levantarse con dificultad y sostenerse el pecho, molesta y con las mejillas encendidas. El humo de cigarrillo escapó de los labios de Charlie mientras la contemplaba apaciblemente. —Los niños no tienen escote. ¿Vas a llorar? Limpiándose disimuladamente el lodo de las palmas de las manos en los pantalones, Agnes miró la entrepierna de su interlocutor y silbó, grosera. —¡Ah! Ahora entiendo, ¿Charlie de Charlotte, cierto? Hizo falta un solo paso más para que, de un salto, la chica saliera zumbando hasta la cuadra de enfrente, desde donde vigilaría expectante. 2015((JAJAJAJA DIOOOSES)) Era tal vez el recibimiento más extraño que había tenido en toda su vida. Jean-Claude estaba acostumbrado un poco a las excentricidades, otro poco a la poca consideración. Pero nunca en su vida nadie había derramado un vaso de café en frente suyo, casi como si fuera la marca de un niño de cinco años que no ha llegado a su debido tiempo al retrete. Tampoco nunca nunca una secretaria que estuviese metida en el mundo de la moda le había preguntado dos veces que cómo se deletreaba su apellido. Quizás fue por esa seguidilla de cosas que, cuando la curiosa combinación de atuendo de Katia irrumpió en escena, no se sintió del todo molesto, sino más bien asombrado por la rudeza del carácter y, en apariencia, lo demandante de la voz. En seguida su par de ojos amarillos e inquisidores volaron a la secretaria, que por un momento quitó la vista de encima del teclado y sonrió. —Lo mandé a buscar un trapo de piso para que fregara el desastre. Estoy segura que vuelve en un santiamén — “Si lo encuentra, claro”. Se fijó de nuevo en el recién llegado y se aclaró la garganta para recuperar su atención ahora fija en la maquillista—. Entonces… viene a solicitar empleo. Jean-Claude se volvió. —Así es. Tengo la recomendación de una amiga mía aquí dentro. ¿Bourg, Mia Bourg? —Sí, trabaja aquí. Sin embargo me veo obligada a prevenirle que no estábamos solicitando empleados de ningún tipo… —Ante el ademán desvalorizador de la mano del modelo, Rachel se calló. —Lo sé, soy consciente de ello. Pero insisto en dejar mi curriculum. De hecho, puedo esperar y hablar con el director de la revista. No tengo apuro. La secretaria se mordió el labio para no reírse. ¡Vaya momento para caer de improviso! Le dirigió una mirada Katia, buscando ayuda. —Lo llamaré a su oficina y veré qué podemos hacer por usted. Puede tomar asiento —contestó, con un dedo sobre el botón del intercomunicador.
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Post by Eve on Nov 18, 2014 2:05:42 GMT
1890
Las palabras de Médéric le cayeron encima como una balde de agua fría. Sintió cada acusación como un puñal clavándose profundamente en su carne y mientras él hablaba no pudo más que mirarlo entre sorprendida y furiosa, pero él no le dio la oportunidad de interrumpir ni ella quiso hacerlo. Quería oír todo lo que él tuviese que decir, quería enfurecer, quería contagiarse de esa rabia que rápidamente crecía como un monstruo de descomunales dimensiones...y cuando él terminó de esa forma tan contradictoria, pasando del colérico al angustiado, la ira de la bailarina se desinfló como un globo y ella solo quedó ahi. Apoyándose contra la pared, inestable y con el pulso acelerado. -¿Qué ocurre?- preguntó la familiar y dulce voz de Veronique. Angie giró la cabeza y descubrió a su compañera, con la puerta del vestuario abierta, mirándola preocupada. -¿Esta todo bien?¿Necesitas que llame a alguien? -¿Sabes de costura?- preguntó la pelirroja -¿Qué? -El vestido...
Annette siguió a Pierre LeCounce dentro de Molino Rojo, sin molestarse en dar una segunda mirada al chiquillo de la acera. Cuando se dio cuenta de cuál de los hombres salía a su encuentro, supo que debía ignorar lo que fuese que sucediera ahi afuera, esos ya no eran asuntos suyos. Pasó junto al cuerpo de Matt Dubois, quien mostraba las primeras señales de despertar: dolorosos quejidos. Cruzó el cabaret, adelantándose al hombre en el corredor de cortinas y quitándose la peluca rubia y las joyas de fantasía de encima. Para cuando llegaron a su oficina, volvía a ser Benjamin Blanc. -Debo suponer que haremos esto rápido- dijo sin poder ocultar cierto fastidio en su voz, mostrando el gesto de preocupación- Tengo a mi mano derecha inconsciente y no puedo darme el lujo de perderlo ahora que empezamos con el trabajo de verdad. Menos, y estoy seguro que me comprenderá, desearía dejar todo este bochornoso accidente atrás...aunque será difícil callar a los meseros- se encogió de hombros como quien asume que su hijo rompió la ventana del vecino.
2015
Luego de la abrupta salida de su secretaria, Benjamin decidió seguir el rastro de pasos apurados hasta la entrada, pero a medio camino oyó un taconeo. Temiendo que fuese su mujer, retrocedió un par de pasos y esperó a que se detuviera y le diera oportunidad de cambiar de dirección. No fuese a creer que la había olvidado... Agudizó el oído y cuando se creyó de nuevo solo, salió de su escondite, solo para darse de cara con una modelo pelirroja. -¡Benj...Monsieur Blanc!- se corrigió cubriéndose la sonrisa con la punta de los dedos. -Bourg- soltó a su vez él- ¿Qué...? ¿También pensaste que...? -Sí, no, no lo sé. Pero quería hablar con usted...fui a su oficina y no había nadie, asi que supuse que estaría en la sala de reuniones. -Hasta hace un momento sí, iba de camino a la recepción. -¿Recep...?¡NO! -¿Ocurre algo? -¿Esposiblequepuedacontrataraotromodeleomasculinoamitaddetemporada? -¿Qué? Perdón, no entendí lo que dijiste... -Dije que si es posible que otro modelo masculino entre a trabajar a Etiqueta Negra...a mitad de temporada. Benjamin quedó en blanco ((LOL)). Por unos segundos no pudo pensar en una respuesta, todo le parecía tan fuera de contexto. Tal vez fuera porque sus pensamientos tomaban un rumbo diferente respecto a la dirección que deseaba para la revista. -Yo...no lo creo. A mitad de temporada y con los nuevos proyectos, no podría asegurarte nada. Pero sabes que si es algun conocido tuyo que lo necesite... -¡NOOOOO! -Mia, oh cielos - trató de calmarla, alzando las manos como si se rindiera- No te estoy siguiendo y si he de ser franco, me estas asustando un poco. -El punto es que no debe contratar a ningun modelo más. -¿A qué te refieres? -Sólo no lo haga- llevó una mano al bolso que traía colgado y saco el celular al cual había llegado un nuevo mensaje. Abrió los ojos como platos y sin despedirse dio media vuelta, tecleando como poseida. <<LARGO DE AQUI>>
Dentro de la oficina sonó el intercomunicador. Una, dos, tres veces y la mujer contestó. Dio una simple orden y colgó.
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Milly
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Post by Milly on Nov 19, 2014 0:00:58 GMT
((Lo dicho en el pasado, Bachi: cuando grande (?) quiero ser como tú <3.))
1890 Mocoso. Bastardo. Adrien. Apuntó las palabras en su cabeza, registró con meticuloso cálculo la retirada de Durand, la llegada de LeCounce... y emprendió una carrera frenética en sentido contrario al antes pretendido, rauda hacia el pasadizo dispuesto detrás de la barra y lo que se ocultaba más allá. Como una ratita escurridiza y silenciosa dejó atrás la oficina de Balthasar y el vestidor de las bailarinas -su vestidor-, ignorándolo todo y a todos hasta que se detuvo justo frente la entrada de la bodega... cuya puerta estaba cerrada. Giró el pomo. Merde. —¿Méd? ¿Estás ahí? —dijo Teva, no pudiendo ocultar del todo el matiz nervioso e impaciente de su voz. Estaba perdiendo tiempo, y su amigo seguía allá en la entrada, derribado, noqueado... ¿Y quién le aseguraba a Teva que los empleados de La Roca iban a cuidar de él mientras ella no veía? Lo que en un comienzo fueron débiles y tímidos golpecitos contra la puerta no tardaría en convertirse en un arremeter desesperado—. ¡Por favor, Méd! ¡Necesito entrar! ¡AHORA! ¡Tengo que ayudar a ese idiota sin cerebro de Matt, ese estúpido corazón de algodón...! El clac se hizo oír por segunda vez, la puerta cedió y el rostro agotado del barman asomó cuando un haz de luz se filtró por la abertura. —¿Qué le ocurrió? —Larga historia. ¿Puedes ayudarme, Méd? Nos hará falta algo de hielo, un trozo grande. Y unos brazos fuertes. Un minuto después, Favre y Attia caminaban hacia la entrada del local a toda velocidad, la mujercita portando un trozo de hielo del tamaño de sus dos puños, envuelto con cuidado en un grisáceo trozo de tela. Los guardias de LeCounce discutían con voces queda en lo que parecía un debate interminable sobre quién debía hacerse cargo del quejoso bulto, que continuaba donde Teva lo había dejado. —Muchas gracias, caballeros —debió emplear un esfuerzo adicional para que la sonrisa inocente y educada consiguiera ocultar su sed de sangre—, pero no abusaremos más tiempo de sus buenas intenciones. El señor Favre se hará cargo de él a partir de ahora. Sin hacer preguntas, sin detener su mirada en nadie más de un par de segundos, Méderic cargó con el lastimado mesero hasta la barra, depositándolo cuidadosamente detrás de la medialuna roja. Cuidadosa y preocupada, Teva fue a acomodar el trapo congelado contra la quijada de Matt, arrodillándose a su lado. —Debería darte de patadas, Dubois. ¿En qué pensabas? ¿Ahora te crees un pacificador o qué? —recriminó ella, bien consciente de que el pobre, con algo de suerte, apenas si oiría la voz de la muchacha—. ¿Al menos pudiste a enterarte de qué era lo que ocurría? —Por favor, Teva —suspiró el barman—. Atácalo si quieres, pero aguarda al menos a que recupere el sentido.
2015 Pero cuánta exhibición de autoconfianza. Katia no pudo menos que enarcar las cejas, escéptica y ligeramente malhumorada. —Así que, ¿Bourg tiene que ver con este asunto? ¡Qué sorpresa! —suspiró ligera y sarcástica, meneando la cabeza con la desaprobación de la madre que recibe, no por primera vez, malas noticias de su hijo peor portado—. Quizá sería buena idea, entonces, que nuestra querida compañera decidiera hacer acto de presencia para hacerse cargo del… inconveniente ocasionado, y explicárselo personalmente a su jefe. ¿Sabe ella que se encuentra usted aquí, señor Rambaud? —volvió a observar al aludido, ofreciendo esta vez toda la dulzura y la sonrisa que deliberadamente hubiera decidido descartar durante sus primeras palabras—. Porque no sería ninguna molestia para mí ir por ella en este preciso instante y zanjar este episodio cuanto antes. Desde luego se sentirá usted más cómodo si trata con el señor Blanc en compañía de un rostro conocido, y le resultará mucho más sencillo de esa forma aceptar la realidad de los hechos cuando el director le repita las mismas explicaciones que nuestra secretaria acaba de ofrecerle tan amablemente. ¿No lo crees, Rachel querida? —se volvió a la mujer, miradita curiosa y voz de soprano—. ¿Lograste comunicarte ya...? —¿O tendré que cubrirte con este espécimen un tiempo más? Porque no sé si esté dispuesta a soportar esta tortura eternamente. ¡Ay, pobre de ella, que no conseguía disfrutar un minuto de paz ni siquiera cuando acababa de lograr algo verdaderamente prometedor! Pero más pobre sería Delastair, si no aparecía pronto con un motivo de peso para haberla involucrado en semejante incordio.
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bachi
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Post by bachi on Nov 25, 2014 6:18:55 GMT
((Milly ;_; ¿qué querés? ¿Almas? ¿TODO EL CHOCO DEL MUNDO? Basta. No lo conseguirás ni con tan bellos sobornos >< Charlie: Pienso matarlos a todos de todas formas eh.))
1890 En cuanto Teva desapareció correteando como roedor, en cuanto hubo pasado el sobresalto de verlo a Pierre cruzar a grandes zancadas hacia el despacho de su jefe, Julie supo que sería rotundamente ignorada. Pero eso no la desanimó. Sabiendo que la mujercita, impulsada por la simpatía hacia el joven hermano de Angie, actuaría rápido y de forma eficaz, ella se quedó montando guardia de cuclillas junto al herido al evidenciar que ninguno de los dos guardias movería un solo músculo por ayudar al camarero. —Sinceramente —suspiró mientras le corría el cabello del rostro. La mujer mantuvo la compostura y subió lentamente la mirada—, esperaba un poco más de operatividad de los eficientes sabuesitos del señor LeCounce. Los dos hombres cortaron las risas y la temática de las carreras para fijarse en la bailarina. —Las gallinas cluecas se callan —Una orden mímica estilo director de orquestra y volvieron a ignorarla. Odair se puso de pie. —Los gallitos evidentemente no saben cuándo hacerlo. Estuvieron a punto de replicar cuando aparecieron Teva y… ¡Méderic! Los siguió en silencio luego de que Attia despachara con sutileza a los dos monos inútiles y se mantuvo al margen viendo que tenían controlada la situación. Con toda el disimulo del que era capaz, de vez en cuando le echaba una miradita de refilón al barman. Su semblante era indescifrable, pero si Angie no estaba allí, ¿qué había sucedido? No se atrevía a evocar el nombre de su amiga y generar un nuevo tabú que haría rechinar los dientes de la mujercita, además, ¿quién era ella para meterse en la vida de los demás? Frunciendo el ceño, contemplando al pobre de Matt tendido sobre la barra, Julie pensó que a veces medir tanto las cosas a su alrededor, resultaba frustrante. Y definitivamente ese día que había empezado todo hacia atrás, le daban ganas de gritar. Carraspeó tímidamente para llamar la atención de los dos. —Yo… Med, si las ves a Vero o Angie, ¿les dirías por favor que estaba buscándolas? Gracias, corazón —Sonrió sincera y, taconeando las maderas de Molino Rojo, siguió los pasos que habían seguido las dos figuras titánicas del cabaret.
En ningún momento habló. El parloteo enfurecido de Balthasar fue el único amo y señor del silencio en la oficina. Pierre LeCounce midió los movimientos de su cuerpo de forma exagerada: Sacar la chequera del bolsillo, robar una pluma del escritorio, lamerse el pulgar para separar la hoja del talonario, y finalmente arrancarla de cuajo. Devolvió lo robado, guardó el resto de los recibos en un bolsillo interno de su pecho y deslizó por la superficie el cheque. Todo en el silencio absoluto y medido de las tormentas furiosas antes de estallar. El humor de la Roca era la tumba de una víctima cavada por su asesino, esforzábase por no perder el control, pues la furia subía por su garganta en forma de un borboteo de palabras poco gratas. Pero suspiró. De repente apoyó las palmas de las manos en el escritorio con un golpe seco y se impulsó para ponerse de pie. —A los meseros los callas tú —ladró. Parpadeó lenta y tranquilamente, su rostro se mantenía imperturbable—. Y si no lo consigues, no te preocupes. Avísame que Durand estará complacido de poder callarlos —Acomodó la silla, apoyó una mano en el picaporte—. Y si eso tampoco sirve, los callará el Sena —Enarcó las cejas ”¿Quedó claro?” —. Necesito que le des un trabajo al niño de afuera. Nada importante, baños o pisos. Lo que quieras —Abrió la puerta y como si recordara algo, se volvió—. Y si también te da problemas, puedes seguir los mismos pasos. Yo conozco la salida. Apretando la espalda contra la pared, escondiéndose antes de que Pierre desapareciera, Julie Odair aguantó la respiración. Cuando pasó la tormenta, exhaló, se acomodó las arrugas de la ropa y esperó afuera de la oficina.
2015 Jean-Claude se había sentado, apoyando el talón de su zapato derecho en la rodilla izquierda, se cruzó a medias de piernas y tomó la primera revista que encontró. —En realidad la señorita Bourg es un medio para conseguir un objetivo —respondió de forma calma y distraída. Pasó la hoja y negó con la cabeza, ¿quién en su sano juicio usaría caniches en una pasarela?—. Sí, de hecho lo sabe porque hablé con ella hace poco. De hecho —Miró el reloj de la oficina, se volvió a la maquillista y le sonrió— llegué hace quince minutos a París y lo primero que hice fue comentarle la descabellada idea, pero no creo que le resulte grata mi presencia aquí. No tengo problemas en hablar a solas con Benjamin —Se encogió de hombros y volvió la vista a la revista—, pero le agradezco mucho el interés. No tiene por qué preocuparse, señorita…? Rachel sonrió, sarcástica y comprendiendo el mensaje entrelíneas. Con complicidad asintió y con paciencia respondió. —No te preocupes, Katia, ya me respondieron. Rachel había empezado a hablar cuando contestaron, pero el volumen de la voz fue disminuyendo a medida su cerebro comprendió quién le había respondido. Con el rostro pálido, soltó el botón y se volvió al modelo que esperaba sonriendo pacíficamente. —Jean-Claude Rambaud, lo esperan en la oficina. —Ah, perfecto. Yo sé llegar —El hombre dejó a un lado su entretenimiento e inclinó la cabeza para saludar a Katia—. Un gusto. —Sí, pero… —La secretaria se quedó con las palabras en la boca mientras lo vio desaparecer resueltamente hacia el desastre. Si Blanc lo interceptaba en el camino, si solo Blanc lo interceptaba…—Merde. Unos pasos apresurados al otro lado llamaron su atención. Logan apareció con un secador de piso y un balde, pero no había rastros del trapo. —¿Se fue? —preguntó agitado.
Jean-Claude sacó una de sus manos de uno de sus bolsillos y golpeó con suavidad la puerta para anunciarse. La abrió y pasó, se le iluminaron los ojos de sorpresa al ver a su interlocutora. —Mademouiselle Blanc —Sonrió admirado y algo confundido—, qué sorpresa.
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Post by Eve on Nov 29, 2014 1:23:10 GMT
1890
Asintió a cada palabra, con los ojos muy abiertos como quien sabe que cruzó la linea y ahora esta en un grave peligro. Pero una vez que Pierre LeCounce salió de la oficina, Balthasar recuperó la expresión tranquila y tomó el cheque. Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro y soltó una carcajada que tuvo que callar llevándose ambas manos a la boca. Volvió a mirar el cheque, no fuese a ser que su imaginación le jugara una mala pasada. Pero no, los números no le mentían. Se relamió los labios y la codicia brillo en sus pupilas. -Vaya, vaya- murmuró con agitación- La gallinita de los huevos de oro ya está en Molino Rojo.
Con un doloroso quejido, Matt abrió los ojos y parpadeó varias veces para poder enfocar el rostro de ambos compañeros sobre su cabeza. -Eso...-Y entonces sintió el tirón en la mandíbula. Por un momento temió que fuese peor, pero sentía como iba hinchándose de a pocos y con seguridad mañana tendría una gran marca negra con forma de puño. Ahora entendía por qué su hermana siempre le recordaba de no cruzarse en el camino de los hombres de LeCounce, tal vez podía librarse de Durand (estaba seguro de que había un tácito acuerdo entre él y Angie), pero nada podía hacer con los otros. Ellos estaban programados eso. Atacar-...tiene un preció- articuló a tiempo, antes de volver a quejarse del dolor.
La pelirroja salió del vestuario y cerró la puerta con el menor ruido posible. Había escuchado la voz de Teva hablando sobre su hermano, pero no quiso salir y cruzarse con ella, menos aún cuando sintió que llevaba consigo a un acompañante. Ellos dos podrían encargarse hasta que ella subiera, pero cuando tanto ella como Veronique oyeron el vozarrón de LeCounce, decidieron callar y esperar. Ambas mujeres se observaron en silencio y finalmente, Angie salía a averiguar qué ocurría ahi arriba. -¿Julie?-susurró sorprendida, pero entendiendo que no debía hacer notar la presencia de su amiga-¿Qué...?- negó con la cabeza y descartó la pregunta sacudiéndose el largo cabello rizado. Le dedicó una última mirada a la mujer y cruzó la oficina tan rápido como pudo para no ser vista. Subió las escaleras restantes y desapareció entre el pasaje de gruesas cortinas rojas. Cuando salió, el mundo se le vino encima.
2015
-Jean-Claude Rambaud- dijo Sophie haciendo sonar el nombre como una breve melodía mientras le hacia una seña para que tomara asiento en uno de los sillones frente a ella- La sorpresa debería ser mia- agregó con una sonrisa complacida- Su nombre ha sonado mucho el año pasado y no precisamente por sus logros, usted simplemente...desapareció. Sin embargo, hace cuestión de unos meses volvió a ser portada de algunas revistas, ¿Me equivoco?- sonrió- Deberá perdonarme, he seguido su carrera muy de cerca, cuando niña admiraba tanto a su abuela, Fabiana Oliveira, una preciosa mujer. Y noto en usted tanto parecido- Sophie se reclinó sobre la gran y cómoda silla giratoria y lo observó en silencio durante unos pocos segundos- Puedo preguntar...¿Qué se le ofrece?
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Milly
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Post by Milly on Nov 30, 2014 19:31:49 GMT
1890 Los ojos pardos de la muchacha se abrieron de pura sorpresa. —¿Un precio? —Teva tuvo que repetir la pregunta para asegurarse de haber oído bien. Procuró no desacomodar el trozo de hielo de la quijada de Matt—. Acabamos de librarte de las manos de esos monigotes sin cerebro, ¿y todavía te crees con el derecho de exigir precios? —destruyó su nerviosismo con una risita cantarina—. Increíble. ¡Es increíble! ¿Te parece posible que una sola persona sea capaz de reunir tanto descaro, Méd? La mujercita buscó la mirada del barman, pero se arrepintió de haberlo intentado cuando finalmente se encontró con aquella fijeza triste y extraña. Él los observaba a ambos como si intentase entender algo de lo que ocurría ahí, algo que iba más allá del entendimiento de la muchacha. ¿Era posible que mantuviese esa postura desde la retirada de Lala? No lo sabía, pero si algo resultaba del todo evidente era que las cosas no iban bien. Era la primera vez que el encargado de la barra se negaba a corresponder a un comentario de Teva sin el más mínimo atisbo de sonrisa. —Oye, Méd... —dijo con timidez—. Lo lamento. Lo que sea que te haya hecho enfadar... no volveré a hacerlo, te lo prometo. No presumiré nunca más de nada si es lo que quieres, de verdad, es solo que... Médéric alzó una mano para detenerla. —Olvídalo —le revolvió el cabello con cariño, todavía taciturno. Y luego se fijó en el mesero—. ¿Cómo está esa mandíbula? ¿Crees que bastará con el hielo o pedimos a Balthasar que traiga un doctor?
2015 Vio marchar al tipo con los brazos cruzados, bien dispuesta a no corresponder sus amables despedidas protocolares. Y justo cuando rodaba los ojos con el alivio de saber al supermodelo lejos, la voz desesperada de Logan la obligó a dar media vuelta. —Claro que se fue. Con algo de suerte dejará de pulular por ahí en un par de minutos —su tono denotaba cierta irritación hacia el modo en que el fotógrafo elaboraba su pregunta. Sus ojos volvieron a rodar tras los marcos de sus anteojos cuando vio el arsenal de limpieza que traía consigo—. ¿Y tú dónde estabas escondido, Delastair? Déjame decirte que habernos cargado a ese muerto a Rachel y a mí ha sido lo menos caballeroso que jamás... —la expresión de la secretaria interrumpió la inspiración de su reprimenda—. ¿Rachel? ¿Querida? ¿Estás bien?
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bachi
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Post by bachi on Dec 2, 2014 18:46:23 GMT
1890 El corazón le dio un brinco cuando escuchó la voz de Angie detrás hecha susurro, pero Julie supo mantener el temple y lentamente se volvió a su amiga con el dedo índice sobre los labios mientras negaba con la cabeza. Estaba todo bien, sonrió, no debía preocuparse. La vio marchar y sostuvo la sonrisa hasta que se fue, su rostro volvió a adquirir seriedad y, sabiendo que el pasillo ahora era suyo, Julie salió a su encuentro. Hubiera preferido que su amiga no la hubiese encontrado en tal situación. La mujer golpeó la puerta tan solo para anunciarse y entró, respetuosa como siempre, pero con intrepidez. Por dentro era un manojo de nervios, claro, pero cuando Julie se sentó frente a Balthasar mantuvo los hombros hacia atrás, el porte distinguido y se cruzó de piernas como una señorita. Veía en la cara de su jefe una pasada euforia triunfal desvanecerse lentamente. —Discúlpame la intromisión, Balthasar —sonrió, relajándose a medida salían las palabras. Era, después de todo, casi un amigo con quien hablaba, existía cierta confianza latente entre él y todos sus empleados, cierto. ¿Cierto?—, pero quería hablar contigo de varias cosas, entre ellas, mis resultados con el señor LeCounce y sí, aunque no quieras, el trabajo de Angie.
—¿Un cigarrillo, señor? —Qué va, a la mierda. Dame uno, Laurent. Los dos hombres estaban de pie al borde de la acera con la punta de los zapatos casi enterradas en el barro sucio de la calle. El más joven de los dos ofreció fuego y rápidamente guardó las manos en los bolsillos, mientras expulsaba con experiencia humo por una comisura de la boca sin necesidad de los dedos. En ningún momento había dejado de mirar a su objetivo, sentada en el suelo con el par de ojos como farolillos fijos en su padre ahora que lo había visto salir. Su expresión neutra era una advertencia para la niña, y su postura una clara amenaza. El más viejo, en cambio, fumaba con ayuda de la mano izquierda. Su brazo derecho caía relajado a un costado del cuerpo mientras miraba a la niña que se había puesto de pie. —Balthasar accedió a darle un trabajo, imagino que será algo nimio —Hizo un gesto, minimizando el asunto—. Por supuesto que sólo accedió por una módica suma, claro —Pierre suspiró y miró al cielo. Quizás estaba reprochándole al de arriba por su situación—. De todas formas, sabe que no es el dinero lo que lo mantendrá en su lugar. Charlie esbozó una sutil sonrisa. —Si es por temor a que la niña hable, señor… —Adrien, Laurent. Por amor a dios, dile Adrien o vaya a saber qué otras cosas se irán al traste. Y ya no es una niña, aunque vestida así parezca un crío de 15. Tenlo en claro. —Como quiera, a lo que iba es que si es por temor a cavos sueltos, señor, ya sabe —Se encogió de hombros—, ese es nuestro trabajo. —No es Adrien lo que de verdad me preocupa, Durand, no realmente —Se terminó el cigarrillo, lo arrojó al frente y le hizo una seña a la chica para que se acercara. Mientras ella avanzaba, con paso vacilante, prosiguió—. De cualquier forma, hoy no pienso venir a la noche a Molino. Quedas tú a cargo con los muchachos. No quiero disturbios adentro el local, Laurent, nada de violencia. Esa clase de propagandas no nos vendrá bien para la reapertura. —Entiendo. Cuando notó que Pierre se había vuelto a verlo, arrojó su cigarrillo junto al del jefe y lo miró, expectante. —No, no entiendes. No quiero nada adentro del local, Laurent, pero no quiero idioteces por parte de mis inversiones. Y con eso me refiero a las personas que están adentro de mi negocio —El rostro amargo de LeCounce hizo que a Charlie se le acelerara el pulso. Si estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo… —. Y si mantenerlos a raya implica hacerles entender por una vez que esto va en serio, me cago en el puto dinero, les harás entender. Y que entiendan quién es el verdadero dueño aquí. Basta de juegos estúpidos. Adrien —Dejó de hablar cuando los silenciosos pasos de la chica anunciaron su presencia. El porte frío del hombre se hizo tangible—, acompañarás adentro al señor Durand. Algo te darán para hacer. Quiero que entiendas algo, jovencito: Mientras estés aquí, serás mi empleado. Mientras estés aquí, haces alguna estupidez que me colme la paciencia como la que hiciste hoy, y no habrá segundas oportunidades. Llévatelo, Charlie, acompáñalo a ver a Balthasar y mantenlo vigilado. Yo tengo que irme antes de que Louise tome su tren. —¿Le llamo un carruaje, señor? —Pfff, no. Quiero caminar, merde. Cuando la gran figura de Pierre LeCounce se alejó por la esquina con Tanner haciéndole de escolta, los dos avanzaron hacia la entrada. Frente al único que quedaba de los porteros, Charlie se detuvo y le indicó que abriera. Hizo a la chica entrar con una mano sobre su hombro y lo miró. —Contacta a los Fontaine y a los hermanos de Pin. Hoy les toca. Acto seguido, Agnes entró escoltada por su nuevo “tutor”.
2015 ((Yo quiero saber si, cuando sea el 2015, Eve hará algo sorpresa por haber alcanzado el año en el que Etiqueta está en vigencia 8 D De hecho no, QUIERO <3))
El hecho de que Katia se hubiera dirigido a ella le dio la oportunidad de responder y sacarse, de paso, el nudo en el estómago. Mordiéndose el labio se volvió a los dos, más precisamente a la maquillista y negó con la cabeza. —Algo me temo que quizás no deje de pulular por aquí, Katia. Me atendió Sophie Blanc, no el señor Blanc, y no sé por qué… Aquello fue todo lo que necesitó escuchar Logan para lanzar una carcajada y arrojarse a los brazos de su pequeña amiga, a quien alzó al vuelo y la hizo girar con él. Mientras reía, la soltó y la devolvió a su lugar, sabiendo que aquello posiblemente molestara a Alessandri, pero él sabía cómo lidiar con ello. —Est magnifique! Esto pondrá de cabeza todo, Katia querida, solo imagina un cajoncito nuevo, repleto de cosas extrañas y tú tienes la llave en la mano —Le tomó una de las manos y le dio dos palmitas mientras fruncía el ceño y miraba al más allá, reflexivo—. No sé qué cosas hayas acordado tú con nuestro simpatiquísimo reportero, Katie, pero será un mundo de posibilidades. Lentamente, recuperando la compostura, Rachel alzó una ceja. —Eso considerando si lo admiten, como ya dijo ella, cosa que dudo. Además, en el hipotético caso de que consiga trabajo aquí, es posible que no forme parte del proyecto, o que no lo necesiten. Por otro lado —La chica carraspeó y se puso a ordenar un poco los papeles, dejando a mano el CV del recién llegado—, pareces estar muy informado al respecto. Logan puso los ojos en blanco y negó indignado con la cabeza. —Lavachey —La-va-lley. —Como quieras, a lo que iba es que sí, por supuesto considerand… —Cortó el parloteó cuando se dio vuelta con brusquedad hacia el pasillo. Sonrió y saludó con una mano— Pero miren qué pelirroja ha decidido unírsenos al baile… ((Si hay algo que técnicamente esté mal con la disposición de pasillos (wtf) decime Eve, que no sé por qué no me carga la imagen del mapa de Etiqueta ;; ))
Jean-Claude tomó asiento, y tal y como había hecho en la recepción, cruzó a medias las piernas apoyando el talón derecho sobre la rodilla izquierda. Al verlo allí sentado, parecía que el sillón había sido comprado con Rambaud incluido, como otra pieza más de decoración. Sonrió ante el halago pero negó con la cabeza. —No me malinterprete, mademoiselle Blanc, como toda persona soy susceptible a las palabras bonitas. Sobre todo si vienen de la bella mujer de cuya decisión dependen mis siguientes 24 horas en París; pero vengo aquí por asuntos que sobrepasan mis trabajos anteriores o cualquier tipo de influencia que pueda tener para usted el nombre Oliveira en su memoria. Le agradezco sinceramente su evocación. La entiendo. Fue para mí una tutora y una mujer admirable, sentí profundamente su pérdida —Jean asintió y bajó la mirada pensativo unos segundos antes de recomponerse, más decidido y serio que nunca—, pero no vine aquí con la intención de utilizar su apellido —Cómplice, sonrió— y sé que usted lo sabe. Vine aquí como yo, solamente, con la intención de empezar de nuevo. “No, no se equivoca. Dudo que pueda hacerlo —Rió con suavidad antes de seguir—. Decidí tomarme un tiempo para mí luego de la tragedia en mi familia, pero me temo que al volver encontré el universo que tan admirable había sido en mis ideales, en un caos de información desenfrenada. No sé si me estoy explicando de forma adecuada para que usted me entienda, puedo ser poco específico a veces, me disculpo. Pero quizás esto ayude a explicar lo que no me sale con palabras —Hizo una pausa, se puso de pie y hurgó en el bolsillo de su pantalón. Caminó bordeando el escritorio, se puso junto a la mujer y se inclinó para desdoblar la hoja de la revista que planchó frente a Sophie con cuidado. Allí estaba la foto a la pasarela neoyorquina con caniches que había visto en la entrada donde se ofrecían distintas ediciones de Etiqueta Negra tanto como de la propia competencia—. Le recompondré la revista, aunque no estoy seguro de si la querrá después —Sonrió antes proseguir y recuperar su ímpetu—. Ya ve, puede ser la mortificación de nuestro trabajo, el estar acostumbrados a posar y callar para que nos tomen fotos lo que quizás impida que los modelos pensemos por nosotros mismos. Pero sé que para eso están ustedes, mademoiselle Blanc. Personas que como usted dirijan revistas como Etiqueta Negra, de un calibre que nunca vi trastabillar ni retroceder, harán que eso cambie. Que el mensaje que nosotros demos se modifique. Que este negocio que usted, yo y mi abuela amamos deje de ser una mera frivolidad para la audiencia que… Solo verá caniches para reírse —Hizo una mueca de disgusto y suspiró antes de echarse el cabello hacia atrás y volver a su lugar en el sillón. Jean-Claude parecía profundamente molesto por esa nota a la que no dejaba de mirar, pero como la mujer permaneció impenetrable y expectante, dejó que circulara un minuto más antes de levantar su par de ojos amarillos y clavarlos en los de Sophie Blanc. —A veces puedo ser víctima de arrebatos, esa es una desventaja. Una ventaja es mi adaptabilidad. Tal vez veo al modelaje como algo más que solo caniches e innovación. Pero si se pregunta por qué le hablo de ventajas y desventajas, mademoiselle Blanc, es porque estamos en una entrevista de trabajo —Sonrió, evidentemente aliviado de poder habido soltar todo lo anterior y dulcificó el semblante— Como ya le he dicho, mi futuro está en sus manos. Y déjeme agregar, sin parecerle fuera de lugar, que agradezco que así sea.
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Post by Eve on Dec 16, 2014 2:31:26 GMT
1890
-¿Matt?- Angie preguntó apenas en un susurro cuando estuvo lo suficientemente cerca de su hermano, ignorando deliberadamente a sus otros dos acompañantes. Al mesero se le desdibujó un poco la sonrisa al ver la melena pelirroja de su hermana asomarse sobre él y fijarse en su ahora hinchada mandíbula -¿Qué caraj...?-Angie ahogó sus palabras y buscó con la mirada a otra persona, la encontró entrando al local con una menuda figura- ¿Sabes quién fue? -Tanner El entendimiento cruzó por la mirada verdosa de la mujer y sin percatarse de cómo, se había encontrado con el rostro del barman. Le dedicó apenas una mirada, mordiéndose los labios por dentro antes de decidir desparecer de ahi lo más pronto posible. A la mierda todos.
Balthasar interrumpió su pequeña celebración para atender a la adorable Julie y aunque sus primeras palabras despertaron su curiosidad, había elegido la peor forma de terminar la oración. -Me interesa saber el qué y el cómo lo lograste-dijo dando por entendido que confiaba en las capacidades de la bailarina- Lo otro podemos discutirlo luego, dudo que puedas hacer algo por tu amiga, pero creo fervientemente en la libertad de expresión. Asi que, tienes suerte, estoy de muy buen humor- blandió el cheque con la avaricia brillante como un cartel de neón en todo su rostro y luego lo guardo entre la ropa, cerca a su corazón- Cuéntamelo.
2015
-Entiendo su mortificación cuando aparecen portadas de este tipo, yo también las he sentido en algun momento. Sin embargo, tal vez sea la costumbre o el pecar del desinterés que pocas veces se ha intentado hacer algo. Quiero decir, ustedes, a mi modo de ver, son un producto. Sí, tienen mucho que ofrecer además de diversión- dijo Sophie quien poco a poco, para sorpresa propia, se habia dejado envolver por el vaivén de palabras de Jean Claude- y siendo asi, me alegra decirle que ha llegado usted en el momento preciso. Si bien es cierto que quien esta al mando de esta empresa es mi esposo, Bejamin Blanc, es grato para mi compartirle que estamos tomando un rumbo diferente que podría catapultar su carrera al mismo tiempo que nuestros ideales en cuanto al mundo del modelaje. Claro, solo los más aptos podrán beneficiarse de ello- aclaró- creo estar en lo cierto al decir que no todos poseen la misma capacidad de razonamiento y ambición para lograr lo que usted propone.
Interrumpió su paso apresurado hacia la recepción, esperando encontrar al demonio que (luego de una larga ausencia) venía a poner su mundo de cabeza (de nuevo) un insoportable Logan le salia al encuentro. Escaneó la sala en busca de su víctima y para horror suyo, adivinó en dónde podría estar y con quién no. Antes de salir corriendo, vio a Benjamin retrocediendo hacia su oficina. -¿Dónde está?-preguntó clavando la mirada en Rachel antes de notar cierto brillo marrón en el piso- ¿....qué es eso?
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Milly
ultra nerd
Posts: 131
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Post by Milly on Dec 16, 2014 17:45:25 GMT
1890 El cuerpo de Teva se tensó nada más oír la voz de la recién llegada. Pero de todos modos les concedió la privacidad que se merecían dando un paso hacia atrás. La pelirroja podría ser todas las cosas terribles que pasaban entonces por la cabeza de la muchacha... pero continuaba siendo la hermana de su mejor amigo. Así que rodeó la barra y tomó asiento en uno de los taburetes del lado opuesto, centrando ahora toda su atención en Durand y el chiquillo que sostenía por los hombros. Ah, así que ese era el mocoso bastardo llamado Adrien. No parecía la gran cosa... y sin embargo su aparición había provocado el actual y lamentable estado de Matt. ¿Quién iba a decirlo? Méd llevaba más razón de la que ella hubiera creído posible en un comienzo: los secretos que flotaban en la atmósfera de Molino Rojo bastaban para arrastrar a los terrenos de la locura a cualquiera demasiado susceptible. Qué suerte que ella hubiese adquirido cierto nivel de inmunidad con el paso de los años, pensó con una sonrisa, sin prestar atención a la tensa situación que se desarrollaba a sus espaldas.
Médéric captó esa mirada fugaz con un aguijonazo de dolor. Atribuyó a su falta de contactos su dificultad para lograr interpretar correctamente la claridad esmeralda que se insinuaba en aquellos ojos profundos, pero no por ello temió menos el resultado de aquel misterioso brillo. Con un suspiro mudo procuró alcanzar a la joven de pelirroja cabellera antes de perderla de vista. Y conforme ambos se alejaban, Teva comprendió que acababa de quedarse sola con el malherido mesero. Puso los ojos en blanco antes de levantarse y volver junto a su amigo. —El mundo ya puede agradecer que a tu hermana no se le haya ocurrido nunca convertirse en una enfermera —bufó de mala gana, asegurándose de que la bolsa de hielo continuaba en su lugar.
2015 —Es la evidencia de la falta de compostura de Logan —sentenció la maquillista con un desdeñoso gesto de su mano—. Ya se hará carco él de limpiar el desastre que provocó —Entonces frunció el entrecejo, su mirada severa concentrada en la modelo recién llegada—. Imagino que has venido a hacer lo mismo con tu propio desastre, ¿no? ¿Es eso lo que buscas? —una mueca de disgusto deformó su rostro—. Me da la impresión de que, para variar, llegas tarde. Pero entonces, antes de soltar una retahíla de maldiciones en contra de su mala suerte, se fijó un poco mejor en las emociones que maquillaban mejor que ninguna brocha de rubor el rostro de Mia: el espanto del entendimiento, el horror de lo inevitable. Vale, tendría que reconocer que su querido fotógrafo tal vez no iba por tan mal camino. Katia no tenía ninguna llave de ningún cajoncito nuevo, no había vuelta para eso de momento. Pero si los acontecimientos ponían las cosas de cabeza para cierta cabezota horripilante y pelirroja... bueno, la diminuta mujer encontraría un poco de paz en su lamentable vida, condenada a vivir a la sombra del triunfo de otros.
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