bachi
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Post by bachi on Feb 13, 2016 19:29:59 GMT
2015(( ¿o tal vez se trataría solamente de dos personas, dos irritables y peligrosas personas a las que debería interrogar más tarde? Eso me mató de risa XDD)) Rachel interpretó ese gesto, el todo desbordando lentamente del rostro de Moncef en forma de agotamiento, como la muestra más sincera y propia que nunca antes le había dejado ver a ella. No importaba si alguna vez lo había hecho con alguien, ella nunca podría saberlo, pero el simple hecho de que se lo hubiera regalado, quisiera o no, implicaba mucho. Con una sonrisa pequeña, modesta y de entendimiento, la mujer se puso de pie en tanto revisaba sus bolsillos. Sacó un billete y lo estiró sobre la barra hacia el barman con un asentimiento. Acto seguido se volvió a él, al extenuado sujeto que tenía por compañero, y le depositó una mano sobre el hombro. Visto así, casi incluso podía decirse que serían amigos y no meros conocidos de trabajo, y aquello inspiró una sensación calma y de gusto en la secretaria. —Que tengas buenas noches, Moncef. Descansa —saludó y acto seguido desapareció entre la gente en búsqueda de sus dos amigas, a quienes, si conocía tan bien como creía, encontraría afuera fumando. ((OWWW JAJA Katiaaa~ XD)) Había una extraña sensación flotando en todo aquello, y más que sentir la nostalgia nocturna pre-amanecer digna de cualquier recorrido cervecero, Logan se sentía en un inusitado estado de placidez. Era una medusa flotando en las inmensas e inabarcables corrientes del cosmos. Quizás fue por eso que aún ni siquiera la tristeza molesta de la maquillista pudo desanimarlo, en cambio la abrazó con un suspiro, y se separó para rodearla con un brazo sobre los hombros, haciéndola mirar más allá. —No sé qué estará pasando exactamente por tu cabecilla en este preciso momento, amiga mía, pero sin lugar a dudas puedo contarte qué sí sucede en la mía. Y déjame decirte que recordaré esta noche como una de las más divertidas de mi vida, no por el despilfarro, el sexo brusco y desinhibido o la juerga excéntrica… Sino por la buena compañía, la aventura y el nacimiento (creo yo, y permíteme atraerte al lado oscuro) de una satisfactoria amistad. Así que si anda algo por ahí preocupándote porque no ha sido por completo de tu agrado —Se agachó para sonreírle con malicia, esa muestra de cariño extraño que habría entre los dos quizás de ahora en adelante—, déjame recordarte que esto solo ha sido el comienzo de… Nunca llegó a decir de qué, exactamente, por vio a Lavachey salir y viró bruscamente para apartarse del camino, arrastrando a Katia junto con él. Sería Logan quien enviaría un mensaje al reportero, excusando el abandono y prematura partida alegando malhumor y un dolor de cabeza que tampoco tenía. Tal y como había pensado Katia, mañana por la mañana se enterarían. O tarde y temprano. Pero hoy, en ese ahora, acompañaría como un galán de antaño a su bella y delicada compañía a su casa. ((En fin :3 creo que con esto, si vos Milly no tenés nada más que agregar y POR DIOS hazlo sin dudarlo en caso de que así sea…!!! Con esto estaríamos terminando A ver si ahora Eve hace su entrada, su aparición MAGISTRAL para deleitarnos a todas *A*))
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Milly
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Post by Milly on Feb 13, 2016 20:51:08 GMT
((Nope, no tengo nada que agregar luego de ese maravilloso cierre, Bachi. Así que esperaré impaciente el retorno de Eve por acá, que la echo tanto de menos <3 <3.
Creo que voy a aprovechar el off topic y la cursileria propia de las vísperas del 14 de febrero para decirles que las adoro, las admiro y las... todo. Les juro que hacen mis días más felices cada vez que leo uno de sus posts <3 <3 <3))
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Post by Eve on Feb 14, 2016 20:25:11 GMT
((Happy Valentine's day <3 <3 <3 Yo también las extrañé TuT ))
1890
Cyrille no apareció al día siguiente, ni siquiera al pasar la primera quincena. Cuando la mudanza hacia la taberna comenzó, todos tuvieron que ayudar cargando en grandes cajas las copas y botellas del bar, el vestuario de las bailarinas, mesas y sillas. Balthasar pasó horas colgado del techo del cabaret, descolgando las gruesas cortinas que armaban los corredores ocultos sin que éstas aplastaran a los muchachos que se movían cual hormigas algunos metros más abajo, aunque no pudo hacer nada cuando la más pesada de todas cayó sobre Adrien y desencadenó una alergia colectiva que duró al menos dos días. Las bailarinas habían tomado los vestuarios, pues según afirmaron, ellas y solo ellas sabían el cuidado que debían darle a las delicadas prendas de encaje y perlas que tanto demoraban en llegar a sus manos. Solo un par ayudaron con el traslado de licores y utilería no tan pesada que los meseros más fortachones sacaban de la última puerta bajo las escaleras. El nuevo Molino Rojo empezó su construcción tres días después de la primera noche en la taberna. Annette planeaba minuciosamente el primer espectáculo que se daría en el nuevo local consultándolo telepáticamente con Louise LeCounce, imaginándola aplaudir cual niña ante una idea maravillosa y fruncir la nariz cuando algo parecía no llenar las expectativas de ambas. Mientras tanto, la línea que seguirían hasta la inauguración sería la misma que iniciaron con la presentación de Teva. Decadencia. Fue en una de esas noches en que ella apareció, altiva y hermosa en medio de licor cayendo sobre el piso de madera y un par de vasos rotos, cuando la música llegó a su punto más alto y las bailarinas desfilaban entre las mesas. Tomó su lugar junto a Médéric tras la barra, saludándolo con un beso en la mejilla y apresurándose a atender a más de uno que ahora se amontaba en la mesa con la esperanza de recibir alguna caricia. Durante toda la noche se dedicó a su labor como si fuese parte de su rutina diaria. Mientras sus antiguas compañeras se deslizaban entre las mesas en un arrebato de plumas y lentejuelas, ella lo hacía con copas de cristal y cabello de fuego, armando una coreografía involuntaria de dos mundos que chocaban en el centro del local. Si le molestaba o no la presencia de la nueva y pequeña bailarina, más aún ese aire de confianza que parecía envolverla alrededor de Laurent Durand, no se le notó. Y así fue durante el resto de aquella noche, evitando preguntas indiscretas con una sonrisa y asintiendo a las silenciosas órdenes que Annette le daba solo con mirarla. Esta vez no cometería ningún error.
2015
La semana siguiente a la llegada de Jean-Claude no produjo mayores cambios dentro de Etiqueta Negra, sin embargo, el tema que sí causaba revuelo dentro de las oficinas era la esperada edición que tocara sin tapujos el tema de Molino Negro. Blanc había tenido ya varias llamadas y visitas de agentes de la policía con las respectivas autorizaciones que cada día parecían aumentar sin que esto fuera motivo para que él diese marcha atrás con su descabellado plan. Algunos miembros del equipo se habían ofrecido voluntarios a raíz de la última reunión y esto lo motivaba en gran medida; sin embargo, aun no estaba seguro de las fechas en que saldrían las publicaciones y hasta qué punto éstas jugarían a favor de la misma revista. Sophie Blanc , a quien se le veía a diario dentro de las oficinas, se mantenía firme en aquello de arriesgarse a cambio de aumentar el interés por sus trabajadores. Después de todo, al estar en la cima, ninguno optaría por buscar algo inferior. Aunque su presencia alteraba el estado normal de quienes estaban cerca, no se podía negar que las negociaciones con diversas agencias aumentaban solo por el hecho de que aquella mujer tenía “contactos” y ahora que había un nuevo integrante, explotaba aquella oportunidad ofreciéndolo dentro del mercado.
-Estoy en la entrada, más vale que te apresures si no quieres ser usado cual escudo humano cuando Katia empiece a disparar por llegar un minuto tarde- dijo la pelirroja cuando Jean Claude contestó al otro lado del celular- Podrás ser un cara bonita, pero eso no la distraerá si tiene trabajo que hacer conmigo. Mucho trabajo- añadió mientras imitaba la irritante voz de la maquillista justo antes de cortar y golpear la cabeza contra el timón, cansada. -Un par de centímetros más abajo y hacías sonar la bocina- se lamentó Frank terminándose el café cargado desde el asiento trasero. -No digas nada- respondió ella- tú eres el motivo de mi tardanza, tú serás el que asumirá las consecuencias.
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Milly
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Post by Milly on Feb 15, 2016 5:32:15 GMT
1890 Pero a la pequeña bailarina sí que le irritaba la presencia de Angie y no se esforzaba en ocultarlo. Eso sí, para no causarle problemas a Annette procuraba ser sutil: se limitaba a ignorar su existencia. Claro que no tenía que ver con la falta de atención; desde su noche de debut, ofertas como la presentada por el apuesto Monsieur Podleskis seguían llegando luego de cada espectáculo. No obstante esas lucrativas insistencias, Teva se había encargado de marcar el territorio rápidamente; La niña era una criatura traviesa que disfrutaba jugar con sus ansiosos pretendientes al ponerlos en apuros, arrojando afirmaciones astutas a la vez que planteaba preguntas comprometedoras, y cuando los galantes caballeros agotaban su arsenal de varoniles y engatusadoras palabras, no hacía falta hacer aclaraciones para que comprendieran que habían perdido por el resto de la noche su derecho a la compañía de la joven. Sentarse en las piernas de un desconocido y permitir que unas manos libidinosas explorasen la mercancía era para el resto de las bailarinas. Ella era premio para valientes al que debías intentar complacer y, si hacías bien tus jugadas, quizás ella optaría por complacerte con algo más que la inocencia insinuante de todas sus acciones. Y para entrar al juego de las posibilidades, primero había que pagar por la partida. Era una propuesta peligrosa para el público de Molino Rojo, pero al final había dado resultado. Nada enardecía tanto las ansias de un hombre como poner en tela de juicio su virilidad y habilidad de seducción, y la casta pureza de Teva había iniciado una acalorada ronda de apuestas entre los comensales habituales que aspiraban corromper a la pequeña bailarina. Todos ganaban: Balthasar tenía una nueva fuente de ingresos, la pequeña Attia, de momento, mantenía a salvo su integridad... y los hombres fantaseaban con la idea de que con unos pocos francos -mucho menor a la tarifa de cualquier cortesana- alguna de esas noches conseguirían alzarse con la victoria y desflorar a esa frágil criatura. Así que no, la atención que la pelirroja recibía aquella noche en la barra no era la causa de su resentimiento. La envidia se debía al efecto que su aparición producía en el resto de las personas, el personal de Molino Rojo. Desde la mesa que compartía con el aspirante de turno podía advertir las miraditas discretas que Médéric le dedicaba a Dubois. Aún en la distancia reconocía el alivio en los ojos del barman, una suerte de energía que iluminaba su rostro ante la presencia de su hermosa ayudante. Y odiaba la sensación que esa visión le producía.
No sabía cómo lo había conseguido, pero se las había arreglado para evitar dirigirle la palabra a Angie durante toda la noche, salvo para solicitarle alguna botella o entregarle tal o cual preparación. Tras la inesperada llegada ella se había desenvuelto en la barra con magnífico aplomo, y fuera lo que fuera aquello que se traía entre manos, Médéric no tenía intención de arruinarle la movida. Así que le siguió el juego y aguardó muy pacientemente la llegada del momento indicado para hablar. Ahora que sabía que la muchacha estaba bien y a salvo, podía concederse esa pequeña e insignificante tortura. Porque los últimos días, ante la incertidumbre del paradero de la joven pelirroja, habían sido de una insoportable agonía. En más de una ocasión, durante las clases con Julie -que estaba aprendiendo a leer increíblemente rápido-, le había propuesto a la bailarina llevar el asunto a la policía. Y ella, con su santa e infinita paciencia, procuraba hacerle entender la imposibilidad de esa opción: lo que fuera que hubiera sucedido con Angie, ellos no podían involucrarse sin causar problemas. El barman había sido obediente y había aceptado sus circunstancias en silencio, tragándose la desesperación para continuar con su trabajo impecable, conteniendo la cólera que le producía ver cada noche a Durand y su evidente desinterés por la desaparición de la otrora bailarina, entreteniéndose en cambio con la cotizada joya en que Teva se había convertido. El momento llegó horas más tarde, cuando al fin la afluencia de público en la barra disminuyó lo suficiente como para que ambos se permitieran un descanso, alejando a oídos curiosos. —Muy bien, señorita Dubois —llamó su atención con una sonrisa radiante que denotaba su dicha de tenerla en el local otra vez, y apoyó los brazos sobre su barra tras desechar una botella de ron vacía—. Sé que no soy nadie como para venir a pedirte explicaciones, después de todo eres una adulta, una mujer independiente y yo solo un simple hombre de licores —Y todo eso ignorando la imperturbable postura con la que ella había ignorado todas las preguntas al respecto realizadas por el resto de sus compañeros—. Pero me arriesgaré de todos modos —se encogió de hombros, inocente, manteniendo la distancia. Con o sin la vigilancia de Durand, no iba a arriesgarse a ponerla de nuevo en apuros—. ¿Se puede saber dónde demonios te habías metido todo este tiempo? Por todos los cielos, Angie, estaba como loco, Julie estaba como loca. ¡Nos temíamos lo peor! Tendrías que haber visto a Matt —rió con esas contagiosas carcajadas suyas—, si volvíamos a preguntarle algo sobre ti, estoy seguro de que nos habría matado a bandejazos —sostuvo la mirada de la joven con la seriedad de un padre que está a punto de soltar un discurso enorme—. Espero que no nos hayas estado torturado adrede. Eso sería terriblemente ofensivo.
2015 En el interior de Etiqueta Negra, Katia surgía de la sala de descanso de los empleados con una bolsa de papas fritas entre las manos, obtenida de la máquina de snacks. Por más que Delastair insistía en arrastrarla al vicio del café, la pequeña maquillista cedía a sus propuestas en contadas ocasiones. Era escuálida, le gustaba la comida chatarra y podía permitirse comerla en cualquier momento, así que lo hacía. Y jamás había mejor momento que dentro de la revista, cuando podía desfilar con desenfado ante a las legiones de modelos que se obligaban a mantener una rigurosa dieta hipocalórica. Ese día Alessandri había optado por la sobriedad: de la misma forma que su rostro llamaba la atención por la sutileza con que el maquillaje resaltaba sus ojos pardos, el atuendo escogido, negro desde el sweater de mangas cortas a las medias opacas, concentraba el énfasis de atención en su falda decorada con espejos de distintos tamaños. Una controlada forma de extravagancia a juego con la simpleza de su cabello suelto. Una muestra de su disposición a mostrarse inofensiva como un gato bajo el sol. —Imagino que Mia no ha tenido la decencia de pasar por la puerta de entrada durante mi ausencia —comentó de forma casual la mujercita cuando pasó por delante de la mesa roja de la secretaria, haciendo una parada antes de volver a su santuario de maquillajes. Recargando el cuerpo contra el mueble, hizo un gesto a la aludida antes de que pronunciara alguna palabra—. Disculpa, Rachel corazón, no tienes que contestarme. No debería fastidiarte con absurdas preguntas retóricas —echó un vistazo a su reloj de pulsera—. Un día tendrás que darme tu secreto para soportarnos a todos nosotros. Antes de cualquier otro comentario, Moncef atravesó la entrada a paso rápido. —¡Buenos días! —saludó a toda prisa, completamente absorto en la tarea de escribir en su teléfono. —Moncef, querido —la maquillista lo recibió con una sonrisa encantadora—. ¿Tienes un momento? Necesito que hablemos sobre… —Ahora no Katia, perdón —sin apartar los ojos de la pantalla, el reportero siguió avanzando—. Pasaré a la sección de maquillaje más tarde, o puedes subir a mi oficina si quieres. Pero ahora mismo… Sin terminar de explicarse, desapareció en dirección a los ascensores. —Oh —llevándose una mano al pecho, la maquillista se veía genuinamente sorprendida cuando miró a Lavalley. Lo cierto es que se limitaba a recabar información dado que Périer se empeñaba en omitir su encuentro de noches atrás con la secretaria—. Esto es nuevo, ¿sin halagos matutinos para la bonita secretaria? —Y meneó la cabeza, todavía inofensiva—. Cualquiera diría que le hiciste algo Rachel.
((Si me tomé alguna atribución indebida, que de seguro fue así, me avisan y edito xDD))
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bachi
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Post by bachi on Mar 8, 2016 0:45:02 GMT
1890 ((Awwwww, Louise se morirá de amor con ese Balthie~))
En efecto, Agnes estuvo estornudando varios días seguidos. Eso, sin embargo, no evitó que se transformara en lo que había pronosticado, o que se abstuviera de luchar por su puesto: Si no fue la que más trabajó, solo fue porque ella, el niño hacía específicamente sólo y cuánto Annette le solicitaba. Esa noche, luego de haberse ubicado en la entrada para controlar la entrada y salida de boletos y comensales, imperturbable, un minúsculo y molesto mequetrefe al cual no le importaba escupir y rechazar en la cara a cualquiera que se negara a colaborar con la cuota, con la gallardía que le proveía el par de guardaespaldas que, más que ser suyos, estaban apostados ahí por órdenes de Laurent. Pero un par de cachiporrones desanimaba a cualquiera… Y esa noche, con la listita en mano y el metal (“Por el bien de Molino Rojo, señor. ¿Qué le hace a usted, su bolsillo tan abultado, de traje elegante y tela fina, un par de céntimos menos?”), Agnes-Adrien se escabulló entre la masa para ubicar al jefe, al jefazo, al ídolo perdido y vuelto a encontrar. Sabía que no debía molestarlo, pero todos ignoraban al “chico del pórtico”, y Agnes lo tomaba como una ventaja. Cuando finalmente divisó a tal despampanante personaje, Agnes se trepó a una silla, saltó entre las mesas, y sobrepasó a Balthasar, para esconderse entre las sombras y pasarle la listita. —Adrien a la orden —susurró, listo para escabullirse por donde había venido.
Esa noche habían perdido casi un cargamento entero, pensó. Esa noche y la anterior, y ella se decidía a aparecer justo, precisa, certera… Justo esa noche. Pierre se mesaba la barbilla donde una barba de varios días comenzaba a aflorar sin cuidado alguno. Laurent había acompañado a Teva, más que por necesidad o precaución, porque sabía qué iban a pedirle. —Hay algo que nos está preocupando en particular, Teva, querida —comentó La Roca mientras se encendía un puro y le ofrecía—. Tenemos noticias, ni siquiera eso, meros rumores, vistazos… Susurros de golondrinas por aquí y alguna que otra intuición de por medio, de que alguien dentro del cabaret está pasando información. No sabemos si de forma premeditada. No sabemos quién. Y yo, en lo personal, no quiero pensar en lo peor. Pero el caso es que ya ha llegado a mayores y tenemos que actuar —Se detuvo para expulsar el humo y clavó la vista en Laurent. El mudo mensaje entre los dos desaparecía en el aire como los vestigios del cigarro: Silencioso, espeso pero débil con el correr de los minutos—. Nos gustaría que le echaras un ojo a Veronique. No te preocupes. Tal y como te dije, son meras sospechas. —Pero creemos que se está juntando con gente peligrosa, Teva —Charlie había dado un paso al frente. Su rostro era pacífico, impertérrito. Mantenía las manos cruzadas detrás de la espalda. Era evidente a qué se refería con “peligrosa”, no era temor, no era la justicia contra el vandalismo: Era simplemente una cuestión de negocios—. Y aunque yo ya he mediado palabra con ella… No confío en su juicio. Eso había sido hacía unos días ya… ¿Semana? ¿Semana y media? Charlie lo ignoraba. Lo que no ignoraba es que aún no había tenido el tiempo de invitar a ese prometido y pendiente almuerzo. De lo que estaba seguro también era que todo había pasado demasiado rápido para su gusto, demasiado endeble, y al malhumor de la pérdida se le sumaría esa noche y de ahora en más, el resarcimiento, la reaparición de esa figura condenada y endemoniada de mujer que animábase a poner pie en el lugar como si allí no hubiera sucedido la gran cosa. Y gran cosa no sucedería, exceptuando una obligada charla al final de la noche. Por la fuerza, por sus propios medios. Como sea.
Pobre Méd. Todas las preguntas efectuadas deberían aguardar a tiempos más tranquilos esa noche, porque un terremoto de encaje y un torbellino de brazos envueltos en perlas saltó sobre la barra, se abalanzó sobre la pelirroja y le llenó de besos el rostro. Lala, con peluca rubia y un fuerte rouge en los labios, abrazaba a Angie como si fuera la primera vez que la veía en mucho, mucho tiempo… —¡Diablos! ¡Maldita y fea…! —Le pellizcó el brazo— ¡persona! —Le dio otro pellizcón triunfante, entre risas y rugidos rabiosos —¡Que maldita descarada eres…! ¡Te atreves a venir tan así… Tan… Tan fugaz e irremediable! —Alzó con teatralidad la barbilla, mirándola, intentando buscar las palabras. Hasta que estalló de nuevo en carcajadas y la asoló a apretujones— ¡Te odio, Dubois, te odio con todo el amor mi corazón! Pero no lo dejaremos así —Un dedo acusador, un guiño y antes de desaparecer le dejó marcado en la mejilla sus labios. Había hablado Lala, por supuesto. Ambas sabían que era y sería parte del show, un acuerdo tácito de siempre engrandecer la aparición de cada una y boicotear un poquitito (¿por qué no) la noche de otra. Pero cuando hablara Julie… Ah. Ahí sí que no habría escapatoria.
2015 No era que hubiese tenido una mala semana. Pero un solo día, una sola noche, podía mandar todo al diablo. Mathieu se levantó ese día con ojeras más grandes que Acapulco, se tomó un par de pastillas para dolores de cabeza y tras mirarse en el espejo y recordarse por milésima vez cómo se habían deshecho de los cuerpos, asintió, tomó su arma de reglamento y se cambió para salir. Todo había cambiado ahora. Por lo menos estaba seguro de que Frank Delatore también era consciente del asunto. Desde el preciso momento en que había tomado cartas en el asunto y había decidido intervenir, se había declarado un caso perdido. ¿Pero por qué lo había hecho en realidad? Mathieu LeCounce se había mantenido hasta el momento ajeno, al borde del abismo en todo lo concerniente a lo que su familia y apellido implicaban. ¿Por qué ahora, entonces? ¿Por qué tomar partido luego de tanto tiempo, tanto tiempo aparentando una inclinación sumisa y calma por la legalidad? Cosas como esa se preguntaba en el metro (Oh no, por esa semana había decidido ni atreverse a conducir), mientras observaba el reloj, ese reloj en particular, hasta que volvía a guardarlo. Mathieu LeCounce, embarrado de pies a cabeza, con el cabello pegado a la frente, el labio (y la nariz probablemente también) partidos, había irrumpido en el taller automotriz más reconocido del bajo mundo consciente de que arrastraba por los pies a un cadáver, y sujetaba como bolsa de papas sobre el hombro al otro. No fue una típica escena de mafia: No los estaban esperando ni jugando a las cartas, ni con armas apuntándoles desde todas direcciones. El Gordo Louie estaba, por extraño que parezca, trabajando a esa hora de la noche. Solo. Jazz de por medio. Cuando Mathieu dejó caer el cuerpo inerte del que le había disparado a su conductor (Había dejado a Frank al volante, aunque tenía una nalga comprometida, se las habías ingeniado el muy cabrón), el Gordo lo miró. Y ambos se miraron. Y asintió. Y eso fue todo. Mathieu suspiró y guardó la placa luego de enseñarla a la cámara de seguridad hasta que lo dejaron pasar. Irónico, ¿no? Que el nuevo socio de una de las organizaciones criminales más pulcras de Francia acabara de pasar con el vestigio, la legitimidad que daba un cacho de bronce adornado con las palabras POLICE NACIONALE a las oficinas mejor vigiladas del país.
En cuanto hubo de terminar de hablar, Jean-Claude golpeó con la punta de sus llaves el vidrio del conducto. Iba vestido con una chaqueta de cuero marrón estilo aviador y el cabello tirado hacia atrás con una vincha y sólo cuando finalmente le abrieron la puerta del coche, se quitó la bufanda a cuadros roja de la mitad del rostro para hablar. No parecía contento. —Pues quien debería preocuparte más que esa tal Katia soy yo, Mia. Pensé que ya me conocías —Miró a Frank y lo saludó con un movimiento de cabeza, mientras acomodaba el morral a un costado—. A punto estuve de llamar a mi chofer, pero me dije que no: Debía tener más confianza en mis futuros compañeros de trabajo —Suspiró y sacudió la cabeza al quitarse la vincha del cabello—. No me acostumbro al frío. ¿No hay café para mí, Frank? —Se volvió hacia atrás para sonreír— Por cierto, ¿a qué se debe la tardanza? Si se puede preguntar, claro… Dado que ya estamos llegando —Miró el reloj—… Once minutos tarde.
Sin quitarle la vista a la agenda y la pantalla que miraba consecutivamente, Rachel sonrió. —Bonita falda, Katia. Y no, por favor. No me inoportunas —La dejó hablar hasta que rió por lo bajo con su pequeña broma y cerró la agenda para hacerla a un lugar y observar a la maquillista tal cual era—. Es simple: Yo solo organizo los papeles aquí. De mí dependen los relojes y horarios, las citas de Blanc, la eficiencia de las conferencias y la administración general de viajes, viáticos, invitados y, en definitiva, el trabajo de base de la revista. De ustedes —La señaló con ambas manos— depende el arte. Yo no tengo esa presión. Puedo mediar con los minutos. En cuanto a Moncef —giró en la silla para ponerse de pie y esconder la agenda debajo del escritorio. De una cajonera, sacó papelitos de colores y acomodó una pila de revistas que recién habían entregado en la puerta junto al teclado— puedo decir que nos hemos dado una tregua. Por supuesto que ella no podía saber que, de una forma bastante directa, la mujercita y su nuevo cómplice de fechorías habían estado con el reportero la noche de su encuentro. Y, desconociéndolo, se encogió de hombros. Aún de pie, dispuso las revistas a lo ancho y, con cada ojeada, marcó puntos de interés con colores distintos. Cuando volvió a fijarse en la maquillista, sonreía. —En serio te lo digo —rió ante el escepticismo—. Así es más natural, menos teatralidad innecesaria. Este será un mes ajetreado para todos. Y justo en ese momento, como si lo hubiera invocado, Logan hizo su entrada. —Hola, cochinita —saludó a Katia con un beso en la frente. Parecía super dormido a pesar del café en la mano. Sin previo aviso, se volvió a Rachel—. Lavachey. La aludida se quedó estática y enarcó las cejas. Miró a Katia. Miró a Logan. —Buenos días. —¿Alguien vio a Blanc? Tengo que avisarle que hoy traje un asistente. Haciendo ruido en la entrada, cargando con todo el equipo de Logan, entró una chica joven de no más de 19 años. Llevaba unas grandes gafas que le resbalaron por el puente de la nariz, cosa que se apresuró en remediar haciendo equilibrio entre todo aparatejo. Cuando todos volvieron la vista de ella, Rachel se aclaró la garganta. —Pues ahora mismo iba a entregarle la lista de revistas matutinas, puedo avisarle si quie… —Excelente, gracias. Katia, querida, ¿comiendo papitas a la mañana? —le preguntó mientras metía la mano en el paquete y sacaba un puñado.
((Por mi parte no hiciste nada que no fuera digno de genialosidad, Milly c8 ))
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Post by Milly on Apr 3, 2016 1:59:08 GMT
2015 —¿Estás segura? —Moncef cerró la puerta de su despacho al oír que las puertas del ascensor se abrían, anunciando la llegada de más colegas al piso. No quería tentar a los oídos curiosos donde no le convenía—. En ese caso me veo obligado a hacer una averiguación más profunda al respecto. Después de todo, estamos hablando de la Biblioteca Nacional. ¿Dónde queda el estatuto de establecimiento público? No pueden simplemente restringir el acceso de algunos archivos y pensar que… La voz del otro lado de la línea lo interrumpió, y mientras le planteaban argumentos poco convincentes, el reportero se entretuvo pasando las pestañas abiertas en su navegador preferido. Todas ellas eran de Gallica, la biblioteca digital de Francia, y en cada pestaña los buscadores arrojaban un sinfín de resultados relacionados con los títulos ingresados en las casillas de búsqueda: Le Petit Journal, La Gazette, Le figaro… y otros varios periódicos que aún existían a finales del siglo XIX. —Puedo hacerme una idea bastante clara de las condiciones en que deben encontrarse documentos que fueron publicados hace más de un siglo, y créeme que lo tengo muy en cuenta. Pero necesito las ediciones físicas, Céline. Las digitalizaciones de la biblioteca no son suficientes, falta mucho material e intentar leer lo que hay es una tortura. No me importa si tengo que dedicar todo un día a completar formularios para acceder, pero lo considero realmente innecesario. Me conoces, ma chère, sabes que me tomo muy en serio mi trabajo, sabes que cuidaré cada boletín que caiga en mis manos… y sabes, además, que en este momento mi destino descansa en las tuyas. Si decidieras interceder a mi favor con la Dirección y… ¿sí vas a hacerlo? —se permitió esbozar una amplia sonrisa—. Acabas de ganarte el cielo, preciosa. Y una cena en el lugar que prefieras, eso dalo por hecho —la respuesta al otro lado del teléfono arrancó un par de carcajadas suaves y sugerentes de labios de Périer—. Sí, lo imaginaba. Nos vemos más tarde, entonces. Y Céline… ni una palabra de esto a nadie. Cortó la llamada y un segundo después ya se preparaba para marcar un nuevo número. Mientras oía el tono de espera dejó escapar un suspiro de alivio. Tener acceso ilimitado a la biblioteca nacional no era mucho, pero era algo. Y Moncef necesitaba un punto de partida para iniciar una investigación de Molino Rojo por su cuenta, en tanto Blanc se decidía a permitirle el acceso a las cartas que afirmaba poseer. Pero mientras eso no sucedía el reportero estaba decidido a sacar provecho del tiempo; la crónica final sobre Katia había sido entregada al jefe varios días atrás, y el día anterior le había seguido el borrador sobre la nueva sección de la revista que hablaría de Molino Rojo. No había hecho falta hacer indagaciones de ningún tipo: sería un artículo introductorio para el público, así que había bastado con una presentación general y muy atractiva sobre lo que se sabía y suponía del olvidado cabaret. Pero el siguiente número demandaría más información, así que era tiempo de empezar a ensuciarse las manos. Y hablando de ensuciarse las manos… —¡Ronnie Delacroix! —saludó con un matiz completamente distinto al de su anterior llamada cuando finalmente le contestaron. Había pasado del amigo con derechos al amigo colega—, habla Moncef Périer. Esa información pura e inmaculada de la que hablabas la otra noche… ¿está todavía en tu poder?
La maquillista correspondió el saludo de Logan con su sonrisita de ángel. —A la mañana es la mejor hora —repuso con una fantástica imitación de las chillonas y descerebradas voces de las modelos—. Tengo todo el día por delante para quemar esta bomba atómica de calorías y grasas trans. ¿Es que tú no crees que sea una idea brillante? —se llevó el último puñado de papas fritas a la boca y se deshizo del envoltorio vacío—. Pero hablando en serio, Logan. ¿Quieres decirme qué significa esto? ¿Tu interpretación personal de la esclavitud en el siglo veintiuno? —señaló a la pobre asistente y luego castigó a su amigo con una mirada de reproche—. Existe una muy delgada línea entre el 'uso' y el 'abuso', querido, y me parece que en adelante será mi trabajo ayudarte a diferenciarla. Ven corazón, déjame ayudarte con eso. ¿Cómo te llamas? —se dirigió a la jovencita mientras tomaba parte del equipo, depositaba algunas cosas en el brazo libre del fotógrafo y ella misma cargaba otro montón de estuches. Entonces volvió a fijarse en su amigo con una sonrisa malvada, como desafiándolo a negarse a su método de enseñanza moral—. ¿A dónde quieres que llevemos estas cosas?
((Estaba aburrida, perdón :K))
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Post by bachi on Aug 28, 2016 19:30:08 GMT
2015 ((Entonces tengo que decir que amo tus aburrimientos, Milly <3 <3 <3)) Se escuchaban voces, bullicio y bocinazos de fondo. La voz de Ronnie apresurada, una risa, ruido de pasos y un frenazo. Una orden de detenerse, y un click mágico. El ruido de carrera fue más persistente luego de eso, y Delacroix se llevó el celular finalmente a la cara para atender entre jadeos. —Oportuno… Périer, ¡oportuno! Aguarda —Hubo ruido de papeles, el paparazzi se había guardado el celular en el bolsillo. Se escuchaba una voz furiosa pero ininteligible al otro lado— ¡Estoy grabándolo todo, sabés! Oh, de hecho, quizás quieras saludar a mi amigo al otro lado —Más ruido de papeles y Ronnie volvió al habla—. Hey, Pete, di hola. Estás en alta voz chico… ¡Eso eees! ¡Y metete el cochino matafuegos en el…! —Quitó el altavoz justo antes de terminar la oración. Tras un largo suspiro que podría haber significado una sonrisa triunfal al otro lado, Ronnie atendió una vez más— ¿Sigues ahí, Moncef? Amigo, tienes que saber que tengo horarios y horarios de trabajo. Aguárdame, ¿quieres? Me sentaré en un cochino café de ésta húmeda ciudad y pediré unos grasosos hot cakes. Volveré a llamarte en cinco. Y así fue. Como explicaría más adelante, al parecer en Miami había cafés con grasosa comida estadounidense por doquier. Sonaba menos agitado pero no menos cansado, sin embargo su voz de víbora delataba una aguerrida victoria. —Discúlpame por todo lo anterior, pero como te dije, deberías haberme dejado un mensaje de voz —Un sorbo, algo chicloso masticándose y Ronnie sonrió—. Así que dime, ¿qué andabas precisando exactamente, Monk, sucio buitre? ¿Caso Rambaud? ¿Sigues con eso? —Rió—. Sabés, estuve interesado después de lo que me dijeron la otra noche sobre que habría cambios en Etiqueta Noir, y vaya que he visto cosa distinta. Estuve leyendo sus artículos… ¿Qué es toda esa patraña aburrida e insípida de darle espacio a sus editores? ¡La gente quiere piel, Périer, piel y traseros firmes en las portadas! Les advierto, chico, perderán con esto —Un sorbo nuevo y le pidió a la camarera con un afrancesa inglés exagerado que le llenara el vaso—. Pero parece que no del todo, ¿eh? —Bajó la voz, como si pudiera ser oído por gente que de verdad comprendiera— ¡Nunca den por muerto a Blanc antes de tiempo! Ya tienen otra cosa ahí entre manos, algo jugoso, parece. Y no hablo del modelo, Moncef. Descuida —Se reclinó contra la silla enclenque del café—, te dejaré esquivar el tema por ahora porque esa será mi paga a este favor. Quiero estar al tanto de todo, ¿entiendes? De todo —Con el vidrio de su reloj de muñeca, se miró los dientes—. A cambio te daré eso que pides. Pero sólo te diré una cosa, Monk, consejo de colega. Tomalo como lo que es, nada más: Vete con cuidado. He oído por ahí que la ciudad de debajo se mueve de nuevo. Y sabes a qué me refiero con eso.
—Si esa delgada línea de la que me hablas está entre las “ab” y el “uso”, pues déjame decirte que no puedes echarme la culpa: Siempre fui horrible en gramática. Logan se había tomado el reproche a la ligera y ya había avanzado por delante de las dos mujercitas, con paso de diva y el café en alto. —Podría pedirle que me lo lleven hasta la cama —sonrió, burlón, sin mirarlas pero contoneándose—, pero ya estamos aquí. Igual, en serio querida: A ti no te pagan por hacerme de asistente. En cambio a ella sí que le pagaré. La chica se volvió con una mueca-sonrisa hacia Katia. —Soy Nadine, señorita. Un gusto gusto conocerla —Se le extendió, como pudo, la mano para estrechársela. Casi en seguida, se le iluminaron los ojos—. He oído mucho mucho de usted… —Nadine, ve preparando la sala, ¿quieres? Ignora a las chicas. Sus sugerencias, saben, no son bienvenidas. Excepto las de Bourg y madame Sophie. Que nadie más te diga qué hacer excepto moi. —Sí sí. Una vez libres de la plaga, Logan se volvió como un huracán a la mujercita. Sonreía, sin que le llegara a los ojos, como siempre. —¿Y? ¿Qué tal dormiste estos días? —Le dio un sorbito al humeante café y miró por donde se había ido la joven— Estoy devolviendo favores. Simplemente quiero bajar un poco la monstruosa lista que tengo pendiente.
Rachel apretó el botón del intercomunicador. —¿Señor Blanc? Me acercaré a su oficina para dejarle lo del día. Tengo otros avisos que darle, además. La chica soltó y se acomodó las revistas entre los brazos. Tomó el papel donde rápidamente había garabateado la lista de cosas pendientes del día y rodeó el escritorio para desviarse al Pasillo del Jefe. Tenía, además de la lista entre manos, otra cosa personal que quería consultar. Y eso era lo que le preocupaba más allá de todo lo demás.
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Milly
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Post by Milly on Aug 30, 2016 2:07:31 GMT
1890 Posó su mano con afecto sobre la del último conquistador vencido y se levantó de la mesa, despidiéndose de él con el regalo de su sonrisa cargada de esperanza, esa que solía animar a los caídos a intentarlo una vez más la noche siguiente. 'Casi lo conseguiste', decían siempre sus alegres ojos pardo en el último vistazo y parpadeo a sus pretendientes. Por eso la mayoría volvía a Molino con bolsillos llenos, sino la noche siguiente, la que venía. Teva sabía como moverse en ese juego, había aprendido rápido, pero sabía que tarde o temprano las cosas comenzarían a salirse de control, que la impaciencia sería más fuerte que el espíritu de competencia varonil de los comensales del cabaret. Era el motivo por el cual había vuelto a la vieja costumbre de volver a casa acompañada de Matt, y era el motivo por el que había prometido a Annette que los juegos de conquista acabarían la noche en que el nuevo Molino Rojo abriera sus puertas; en un lugar tan sofisticado como el que su jefe imaginaba no habría espacio para actividades vulgares como el juego caprichoso de La Niña. Y existía una esperanza de que el nuevo teatro viera la luz antes que el término de la paciencia de los 'jugadores'. Mientras eso no pasaba, Teva prefería concentrarse en las ventajas de su posición. Pensando en el hombre que había dejado atrás, en la información que había conseguido obtener de ese encuentro sin proponérselo y en lo útil que podría ser esa información para Durand y LeCounce, caminó por el lugar poniendo cuidado de no tomar asiento en ninguna mesa. Era su forma de dejar claro que los juegos habían terminado por esa noche. Se sorprendió a sí misma pensando en cortinas rojas, en pasadizos secretos y en vestuarios ocultos a los comensales, en escondites muy lejanos a la cabellera pelirroja que todos admiraban en la barra. Sí, descansar sonaba bien.
2015 Dejó que Delacroix hablara, que supusiera, que diera por sentado lo que se le antojara. A Moncef le bastaba con esa breve conversación para entender que su colega había agudizado con asombroso prodigio la capacidad de centrar su atención en las cosas verdaderamente importantes y esquivar los juegos de humo y luces. De pronto se le ocurrió que contactar con él no había sido tan buena idea para desviar la atención del mundo en cuento a sus reales intereses. Pero ya era tarde y contaba con que Ronnie era un zorro astuto. Tal vez no podría engañarlo a él, pero en su rubro no todos eran tan cuidadosos a la hora de elaborar conclusiones. —Estamos hablando entre profesionales sobre asuntos profesionales, no veo por qué tendría que preocuparme el submundo de la ciudad y lo que sea que estén haciendo. Suponiendo que estén haciendo algo y que no te hayas dejado engatusar por cuentos de bar —mintió con divertido descaro. Con esa jugada a Delacroix solo le restaban dos opciones: acusar abiertamente la falsedad de la afirmación de su colega y confirmar las sospechas de Moncef... o presumir de su conocimiento sobre el tema mencionado e igualmente confirmar las sospechas de Moncef—. Pero te agradezco el consejo de todas formas, Ronnie. Voy a tenerlo en cuenta. Ahora, sobre lo otro, estoy de acuerdo. Lo justo es información por información, ¿no? Por ahora no tengo mucho que ofrecerte, pero no tardaré en tenerlo. ¿Recuerdas a mi amiga de la otra noche? Resulta que esa patraña insípida de la que hablabas sobre las novedades de Étiquette Noir está a punto de convertirla en una herramienta sumamente útil para acceder a fuentes que requieren mayores influencias. Ella me deberá algunos y pienso usarlos con sabiduría. Tendrás lo que quieres —aseguró con una sonrisa dirigida a su laptop—. ¿Cuándo podré tener lo que yo quiero?
Todavía flotando de orgullo a causa del reconocimiento de la asistente de Logan, ubicó las herramientas del fotógrafo y se volvió a observarlo con picardía. —Tendré que hacer memoria de los favores que me debes, quien sabe si acabo siendo una de las afortunadas —Estaba jugando, claro. Katia no era de las que se olvidaba de cobrarse lo que le correspondía. Avanzó hacia su estación de maquillaje para vigilar de cerca el trabajo del equipo que estaba supervisando aquel día, esperando que su amigo la siguiera en lo que Nadine hacía su trabajo. Tomó una tabla de anotaciones y comenzó a pasar asistencia de forma distraída—. Sobre cómo he dormido, voy a confesarte algo: la impaciencia me está matando. ¿No te parece que todo está inusualmente tranquilo por aquí? Quiero decir, considerando todos los cambios... Detesto esta falsa paz antes de la tormenta, sea buena o mala. Creo que ya asimilé el caos como mi zona de confort.
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bachi
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Post by bachi on Aug 31, 2016 0:48:09 GMT
1890 No se dejaba ver mucho tiempo cerca de ella, ni tampoco, en lo posible, que notaran su presencia protectora o la escolta de muchachotes que por todos los rincones, con una simple mirada, con un sutil chs chs, o que con un movimiento de cabeza dejaban en claro la situación. Pero estaba ahí. Se sentía la presencia de forma sutil, como una única nube que mancha el cielo azul. Y cuando aparecía Laurent, el resto de los pajarillos solía volar. Por eso, con claras órdenes de mantener a gusto al personal (y con “personal” LeCounce se refería clara y abiertamente a Annette) y respetar los cochinos gastos que la clientela quisiera desperdiciar en apuestas, él aguardaba siempre hasta último momento para salir de la nada, atravesarse en su camino a veces de forma arrolladora, otras delicado, como un verdadero caballero con temple. En ésta oportunidad optó por una mezcla de ambos. Se le unió al paso al tiempo preciso en el que se alejaban lo suficiente de la barra y el bullicio que poco a poco se iba dispersando como un enjambre adormecido. La silueta relajada a la vista por unas gotas de alcohol, una sonrisa tranquila y los ojos, a pesar de todo, despiertos, sagaces como siempre. Laurent llevaba los brazos cruzados detrás de la espalda, y aunque no era su estilo, como un personajillo de teatro cómico, dio tres grandes zancadas hasta alcanzarla. Por alguna razón más allá de la razón, estaba animado esa noche. —¿Tuvo suerte? —Señaló con la mirada al último templario de cruzada santa que se había atrevido a jugar con La Niña. Se fijó en ella, aprovechando la cercanía al inclinarse para establecer un espacio personalidad de confianza, sino de algo más— Dime que sí, Tev, porque sino habré perdido mi dinero de esta noche. Tienes que admitirlo: Supo jugar bastante bien.
En la barra, unos ojos avispados seguían a la pareja, pero se distrajeron antes de poder sacar alguna conclusión que los hubiera salvado de futuras represalias. Julie se volvió a su mejor amiga y su profesor de gramática con una sonrisa gatuna, estirándose sobre la barra con sueño. —Espero que esto no sea objeto de burla, pero… ¿sería mucho pedirles un vaso de agua? —Se rió. Ya había dado paso a Lala esa noche. Ahora tocaba Julie.
Quien sí siguió las huellas como sabueso del inframundo, muy en cambio, fue el chico. Y ese chico en especial, cuando quería, sabía esconderse.
2015 De haberle visto la cara, quizás Moncef se habría resistido de estrecharle la mano. Pero no podía verlo. De hecho, estaba a cientos de miles de kilómetros de poder verlo. Aunque lo intuiría. Un buen reportero siempre intuía. Ronnie supóngase que sonrió. Si a esa mueca diabólica podía decírsele aquello. —Hoy a la noche. O hoy al medio día. No sé a qué horas pasas por tu casa, Monk, a tanto no llega mi información, pero la cuestión es —Se tomó su tiempo, se tomó el de Moncef y literalmente también se terminó el café—. La cuestión es que habrá un paquete esperándote en el buzón de tu humilde hogar cuando sea que llegues a casa. Recuerda a Spiderman, Monk: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Esperaré tu pago. El tiempo no me molesta, de hecho. Siempre y cuando sea antes de que salga en la revista para el común de la gente, estará bien por mí. Ya sabes… Paparazzis. Bueno, ahora tengo que dejarte Périer. Se me hace tarde y eso que estaré un mes por aquí. Buena suerte. Si tenía algo o no que decir respecto al crimen organizado de Francia, más específicamente de París, Delacroix no lo dio a entender. Lo que sí dejó abiertamente a la posibilidad de entendimiento eran dos cosas: Una. Sea lo que fuese que sucediera, él estaba lejos, a salvo al otro lado del Atlántico. Dos. Moncef sabría sacar las cuentas y comprendería que Ronnie había apostado. No había otra explicación lógica para que aquel paquete con aquella susodicha información llegara a destino, sino. El correo francés no era, quizás, conocido por su puntualidad. Pero sí lo era Ronnie por las grandes apuestas, las chances y los brincos al vacío. Había cerrado los ojos, había tirado el cebo y Moncef lo había aceptado. No había víctimas en ese juego, porque no había piezas. El periodismo tenía otras reglas y Ronnie ninguna.
Logan no pudo evitar reírse ante aquel comentario. Pero asintió. —Sí —suspiró, casi soñador—, te entiendo. Como que todo está…¿en un extraño lapso de stand by? Casi hasta extraño los gritos cocainómanos de Mia en el pasillo, los zumbidos de mosca de Frank, esas discusiones estúpidas entre Lavachey y Périer… Périer, de hecho. ¿Lo has visto ésta mañana? ¿Soy yo o últimamente llega muy temprano? Ay. Quizás las modelos me estén quemando la cabeza al final, ya no sé —Como si la cafeína le hubiese sido inyectada finalmente al cerebro, el fotógrafo reaccionó y se inclinó sobre su compañera, dispuesto al cuchicheo—. De quien sí todavía no se dio veredicto alguno es del nuevo. Si lo hubieran aceptado, ya nos lo habrían hecho saber, ¿no crees? —Parecía sorprendido ante la idea— Pero no hemos tenido reunión, no hemos tenido mail (y Dios sabe que se lo agradezco, cada vez que me tocaba leer algo así de Blanc y sus pobres intentos con la tecnología de avanzada, ush) ni un m-e-m-o, Katia… No sé. Tal y como dices, las cosas me huelen y no exactamente bien.
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Milly
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Post by Milly on Sept 2, 2016 1:42:49 GMT
((Esa condenada chica. Está en todas partes xD))
1890 Teva no respondió de inmediato. En lugar de ello se limitó a tender la mano con sonrisa de ángel, a la espera de sentir sobre su palma el peso de la cuota por abordarla. Porque las reglas eran reglas. Y mientras Molino Rojo albergase a un solo comensal bajo la magia de sus luces, el espectáculo seguía en pie. Y el juego era parte de ese espectáculo nocturno. Mas tarde y como cada noche, cuando las puertas del cabaret quedaran cerradas al público, la joven bailarina se aseguraría de deslizar con picardía el dinero pagado de vuelta al bolsillo de Laurent. Para la siguiente noche. —Hay muchos que saben cómo jugar, Monsieur —dijo por fin con voz sugerente, guardando la paga en el bolsillo que había adicionado a su vestuario. Eso de juntar francos en el corset era para las que necesitaban llamar la atención. Sus ojos brillaban maliciosos cuando se volvieron una vez más a su acompañante—. Como sea, me niego a pensar que apostaste en mi contra, Charlie. Y no te conviene provocar el resentimiento de esta dama precisamente hoy, cuando tengo novedades interesantes. Se había prometido mil veces no hacerlo, pero no pudo resistirse a echar un nuevo vistazo rápido a la barra, lo que inevitablemente conseguiría socavar un poco más su propia auto-confianza. Jamás antes, desde su debut como bailarina, se había visto en la obligación de compartir la atención del público. Le costaría acostumbrarse a ese cambio repentino... suponiendo que decidiera acostumbrarse.
Rápido y preciso, Médéric desplazó sobre la barra el vaso colmado de agua fresca. —¿Segura que el cambio no va a hacerte daño? —bromeó a pesar de las advertencias de la bailarina, agitando una mano hacia sus preciosas botellas de licores—. No importa, tú te pierdes esas maravillas. Pero vas a tener que saber aceptar al menos un trago para cuando el cabaret haya cerrado, para brindar por el regreso de nuestra brillante estrella desaparecida y encontrada —soltó una carcajada—. Soy el hombre más afortunado del mundo, considerando los tesoros que tengo ayudando a mantener a flote mi barra.
2015 Médéric cortó la llamada con una risa silenciosa. Ese hijoputa de Ronnie... Salió de su oficina y avanzó hasta el ascensor. Minutos más tarde se encontraba en el espacio de sesiones fotográficas. —Un memo habría sido educado, pero ya sabes que Blanc... —escuchaba comentar a Katia a medida que se acercaba a ella. Dudó un momento en continuar su ruta al comprobar que el sujeto con quien hablaba era Delastair. Pero devolverse ahora que la maquillista lo había reconocido no era una opción—. Ah, aquí está el hombre misterioso. ¿Se puede saber qué te tiene tan ocupado que no tienes tiempo para los mortales como nosotros, corazón? —Ahora mismo estoy haciendo tiempo para ti, Katia, y eso que voy bastante apretado con mi agenda —sonrió varonil y radiante. Intentó conservar la parte radiante cuando se volvió al fotógrafo—. Buenos días Logan. —Bueno, si estás apresurado, puedes marcharte —suspiró Alessandri despechada, volviendo sus ojos una vez más a la lista de asistencia—. Lo que te quería comentar no era muy importante de todas formas. Quería saber si habías tenido novedades luego de la otra noch... —frunció el ceño al leer la advertencia que saltó a los ojos del reportero—. ¿Qué? Como si a alguien fuera a importarle lo que hagas fuera de esta revista. —Aunque de verdad creyeras que eso se aplica a cualquier persona en este edificio, no es el lugar adecuado —sentenció Moncef—. Pero si hay algunas preguntas que tengo para ustedes dos... al respecto de lo mismo.
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bachi
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Post by bachi on Sept 5, 2016 23:07:53 GMT
((Agnes: *detrás de Milly*)) 1890 Pero Charlie no siguió la mirada de la pequeña bailarina de porcelana ponzoñosa que tenía delante. En cierto momento en que habían llegado al final del recorrido (porque evidentemente Teva se dirigía a los vestidores), el hombre se apoyó contra la pared, cruzó un pie al tobillo del otro y la miró, sonriendo. No hacía falta recorrer el caminito aéreo que habían hecho las pupilas de su interlocutora para saber que allí había una mata de fuego volviendo, reclamando la atención hacía tiempo dejada en stand by. Charlie podía oler su perfume a kilómetros, sentir su presencia con el bullicio de moscardones que se impacientaban zumbando alrededor de la ahora mesera. No hacía falta mirar. Y además conocía un poquito a su compañera ahí delante: El orgullo era algo divino de demostrar a pesar de lo que pudieran decir los débiles, y era otra cosa que le gustaba compartir con esa “niña” que sabía jugar de otra forma. —Si te dijera la verdad, ¿qué gracia tendría la historia y toda la mentira que me había inventado? Te quedarías con ganas de escuchar más —Se encogió de hombros y sacó un cigarrillo del bolsillo para ofrecerle otro a Teva—. Pero no creo que me pienses tan tonto como para apostar en contra de la mujer más inteligente del cabaret. Quizás. Quizás si el tal “Annette” no usara vestido —Soltó una bocanada de humo suave por la boca, inclinando la barbilla hacia el techo y buscando con la mirada al aludido. Mientras se aseguraba de estar fuera de la vista molesta de ciertos personajes, insistió, de veras curioso—. Cuéntame esas novedades y yo podré compartirte las mías. No era que no figurara dentro del plan que pudieran contemplarlos juntos, o charlando o Charlie coqueteándole de vez en cuando a Teva. LeCounce ya lo había hecho saber: Era parte del show. Si veían que el que antes había seguido y protegido con fiereza a la pelirroja, ahora estaba interesada en la nueva bailarina, significaría más recaudamiento. Además, Cyrille siempre había podido recaudar sin problemas, de hecho, la presencia de Charlie como único contendiente competidor, había mermado un poco esa fuentes de ingreso, ya que cada nuevo sujeto terminaba misteriosamente ejecutado. Pero La Roca lo veía como un juego en el que podía complacer a su muchacho. Ahora algo había cambiado, y aunque no se había molestado en preguntar, si se había asegurado de tomar ventaja e imponer las nuevas condiciones: No quieres jugar más con Cyrille, perfecto, la dejaras jugar a ella. En cambio, tú tendrás otro rol que cumplir junto a Teva.
—De acuerdo, de acuerdo, Favre, si con eso consigo callar tu parloteo TE PROMETO que me dejaré servir uno de tus magníficos tragos —Lo miró desafiante por encima del vaso que se estaba llevando a los labios, con una sonrisa perversa. Tras un sorbo largo, continuó—. Pero te puedo asegurar que si este barco —le dio dos palmaditas a la barra— se mantiene a flote aún, es más por tu destreza que por el de tus amigas. Si fuera por nosotras, hacía tiempo que esto se hubiera ido al fondo. Y se volvió a su amiga. Se la veía contenta, y aunque se moría de ganas de ametrallarla a preguntas, sabía que en algunas cuestiones “femeninas” y delicadas debía contenerse frente a Méd. Con una mirada bastaría para entenderla, o al menos eso creyó Julie, después de todo, ¿no se conocían hacía años ya? Por eso mismo la miró impaciente, expectante casi como una niña. Lo que quisiera contar frente al amigo, lo haría, y lo que no, tendría que escupirlo en los vestidores porque sino Julie explotaría de la curiosidad.
2015 —Sí, sí, buenos días —lo saludó el fotógrafo, distraído con el celular. Al parecer respondía con dedazos furiosos sobre la pantalla táctil lo que parecían ser “urgencias de vida o muerte”. No pudo prestar atención a la interesantísima reacción de Moncef ante el comentario de Katia, por lo que su mueca y muy sincera expresión de cochino asco que habría hecho al darse cuenta que ambos formaban parte de la lista de “no-me-quieres-ver-con-esta-chusma” de Don Jodido y Perfecto Périer; se perdió en el tiempo. En vez de eso, abrió grandes los ojos y rápidamente contuvo la expresión mientras devolvía su celular al bolsillo trasero del jean. Se aclaró la garganta y se centró en la conversación como si allí no hubiera sucedido nada. Todo un profesional. —Escupe ya, hombre, y déjate del papel de condenado Señor Misterioso porque me moriré aquí mismo. O me haré pis. Tú elijes. Tengo que ir al baño en —Miró el reloj contra la pared y frunció el ceño—, cuatro minutos.
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Milly
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Post by Milly on Sept 11, 2016 22:39:01 GMT
1890 Su sonrisa irradiaba luz propia. 'La mujer más inteligente del cabaret'. Era el tipo de halagos por los cuales Teva disfrutaba tanto sus fugaces intercambios de palabras con Laurent. Eso sí, procuraba mantener el foco, debía recordarse que todo era parte del espectáculo. El día que olvidase aquel principio fundamental estaría perdida y se convertiría en una más del montón. No estaba dispuesta a permitirlo. —Ese sujeto cuyo juego has alabado... —hizo un pequeño movimiento con su cabeza, señalando con disimulo el sector donde momentos antes había compartido asiento junto a su último pretendiente de la noche—. Ha hecho sus jugadas mucho mejor de lo que piensas. Lleva más de una semana pagando por su partida cada noche y ha demostrado ser un verdadero caballero: posee talento para maquillar sus preguntas con la sutileza adecuada —Aguardó un momento, solo con el fin de satisfacer su curiosidad e intentar descubrir el modo en que su interlocutor interpretaría aquellas observaciones. En caso de que existiera alguna confusión, se apresuró a hacer las aclaraciones correspondientes—: ha sido tan sutil que recién hoy, luego de varias noches de conversaciones, he caído en la cuenta de que yo no soy su verdadero objetivo —enarcó las cejas, divertida—. Desconozco si Veronique estuvo pasando información y de pronto dejó de hacerlo, aún no he conseguido indagar al respecto. Pero está claro que los amigos de tu jefe están buscando nuevos métodos para adelantarlos. Están reclutando nuevos soldados —escogía sus palabras con cuidado para asegurarse de que Laurent comprendiera que ella sabía de lo que hablaba—. Tal vez haya más como mi hombre enamorado rondando por el cabaret, no lo sé. Pero sé que LeCounce podría usar eso a su favor, si estuviera dispuesto a correr algunos riesgos. Parpadeó inocente un par de veces, inclinándose lo suficiente hacia Charlie como para asegurarse de que él consiguiera reconocer la perversidad parda que su sonrisa cálida conseguía disimular sin esfuerzo. Posando ambas manos en los hombros de su acompañante, susurró en su oído. —Una muchacha como yo no puede resistir para siempre los encantos de un hombre tan galante. Una noche la miel de sus palabras comenzará a confundirme, no me daré cuenta cuando, de pronto, me sienta acorralada. Inevitablemente entenderá que sé cosas, y como todo hombre intentará aprovecharse de las circunstancias. Solo por complacerlo, por saber que vendrá a jugar la siguiente noche, comenzaré a soltar la información que he obtenido de mis partidas con el apuesto Laurent Durand —se acercó un poco más él. La diestra de la bailarina jugueteando tímidamente con el corto cabello del hombre de confianza de LeCounce—. Cosas pequeñas al principio, pero información fidedigna que le costará a tu jefe algunas pérdidas insignificantes —la risita delicada de la chica acarició el cuello de Charlie, tentadora—. Sabrán que la información que La Niña ventila con tanta despreocupación es de fiar. Pero entonces llegará una noche en que la tonta muchachita revelará un dato verdaderamente importante. Un pez grande imposible de ignorar, algo que podría arrastrar a La Roca a la ruina si se actúa rápido. Pero esta vez LeCounce estará preparado para el asalto —sus finos dedos se aferraron con más fuerza al cabello de Laurent. De pronto algo cambió en su voz. El tono juguetón había permutado a un ronroneo peligroso—. Dará el golpe de gracia. Se asegurará de que nadie subestime su poder y su influencia. Un momento de pausa. Luego retrocedió para recuperar las distancias entre ambos. —Es solo una idea, por supuesto —sonrió con la inocencia angelical otra vez instalada en sus delicadas facciones—. Incluso puedes otorgarte el crédito si quieres. Aunque claro, sé que no es una movida segura —se encogió de hombros—. Reconociste a mi hombre. Prometo no enfadarme si descubro que mañana no viene a pagar la partida que prometió. Ahora... ¿qué novedades tienes para mí?
2015 Estuvo a punto de alegar que no interpretaba ningún papel de misterio. Pero el tono de su teléfono celular se le adelantó. —¿Diga? —contestó la llamada al reconocer el número de la pantalla—. Está bien. Voy en camino —guardó el aparato y observó al dúo dinámico que tenía en frente. Por esta vez, con el dolor de su alma, tendría que reconocerles sus acusaciones—. Se me hace tarde. Felicidades Delastair, tendrás tiempo de sobra para llegar al baño. Nos vemos más tarde. Y con esas últimas palabras deshizo el camino trazado, atravesó el recibidor y abandonó el edificio de Etiqueta Negra. —Ahí lo tienes, escapando una vez más —Katia frunció el entrecejo, se cruzó de brazos y pateó un mueble cercano—. Que pésimo momento para tener que hacer esta estúpida sesión fotográfica. Que pésimo momento para que Mia decida llegar tarde y retrasar aún más esta tortura. ¿Qué dices, Logan? ¿Por qué no vas al baño y comenzamos con esto de una buena vez?
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