nit
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Post by nit on Apr 15, 2015 21:48:33 GMT
-Cuando la torre caiga, ciego te quedarás -recitó cerrando los ojos, sin mirarla, con la baraja de cartas ahora entre las manos como si fuera un salvavidas, algo a lo que aferrarse en la desesperanza- fue aquella gitana de Sevilla, ¿la recuerdas? -le preguntó- hace muchos años de ello -negó con la cabeza para luego retomar el silencio hasta que las palabras decidieron enlazarse en su cabeza.-Pues esa gitana me tiró las cartas en su pequeña carpa fuera del circo. Realmente era poderosa esa mujer -sonrío ligeramente- supo todo de mí, incluso mis intimidades y bueno, cuando me sentenció aquello -ahora miró a Matilda la mirada- yo... -suspiró- yo la creí a pies juntillas, Matilda. Por eso...-observó donde antes habían estado las cartas pero la voz del mago se hizo escuchar tras que este asomara su rostro y aguardó a la respuesta de la Directora, no iba a interrumpir nada más.
Durante la pequeña pero satisfactoria conversa entre Bernard y Ulliel ella no había soltado prenda y se había mantenido bien bien al margen hasta que todas aquellas palabras terminaron con la firma primero y la salida después de aquel joven incauto. Miró a su jefe a pesar que el otro estaba por ahí, pero le importó poco.-¿Se fia de él, Sauniere? -cuestionó con aquella voz tan propia de ella en presencia de él. Frente a él no era la mandamás que era fuera de esas 4 paredes, sino que era una chica dócil y que exhumaba demasiado respeto por el magnate.
Fin, junto a su madre, preparaba ya el desayuno aunque por su rostro se sentía que no estaba del todo conforme con aquella decisión. -¿¡Y Lumiere?! -gruñó de nuevo mientras vigilaba aquella destartalada cafetera sintiendo que en cualquier momento iba a estallarle en la cara. -Junto a Matilda y espero que no vayas a recriminarles nada, después de lo de ayer bastantes problemas tenemos ya como para que vayas a gruñirle a esa mujer. Así que alegra la cara y ánimo, que el día no ha hecho más que empezar.-Fueron las sabias palabras de Sanna a su hija a lo que ella solo bufó y se separó un poco más de la cafetera, por si acaso. Los saludos e intercambios de deseos no desaparecieron y ella los contestaba como mejor podía, casi rayando el malhumor.
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bachi
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Post by bachi on Apr 16, 2015 5:04:02 GMT
Las palabras de Lumiere cayeron lento, como un remanso de agua fría desde la nuca hasta la pelvis. Matilda suspiró y abrió los ojos. Se percató de que había estado mirando al techo. Se dio media vuelta y sonrió al viejo mago con la efectividad de una mujer de negocios, no sin antes dedicarle de refilón una última advertencia al adivino: No dejarían esto así, oh claro que no. ¡Vaya que no! Matilda primero movería cielo y tierra antes de darse por vencida, antes de que un par de truculentas palabras dictaminaran su destino. Y sino lo hacía con ella, muchos menos lo permitiría con alguien de su familia. —De hecho no, Rufus querido —sonrió e invitó al anciano a pasar, acompañándolo a sentarse justo en su cómodo sillón de cuero viejo detrás del escritorio. Ella no podría estarse quieta—. De hecho estábamos por comenzar sin ti —bromeó— ¡Bien! ¿Cómo están los otros? ¿Se han despertado ya? ¿Qué tal los nuevos? —Se frotó las manos y subió y bajó las cejas, mirando de uno a otro hombre—. Estoy buscando opiniones más que confesiones de calabazo, hombres, ¡así que hablen, por dios, hablen! —Los miró detenidamente— Me imagino que ya saben por qué están acá, ¿no? —Con suspicacia los señaló. ¡Vaya que no le extrañaría en ese condenado circo que se hubiera olvidado de todo!
El discurso había sido el tiro al blanco perfecto de un Robin Hood más viejo y mucho menos generoso de lo que Siro recordaba. Pero no podía quitarle el crédito al muchacho, se lo había aguantado bastante bien para ser una rosquita de nervios humanos. Sin embargo, una vez se hubo marchado, el silencioso metalero giró hacia los únicos dos que quedaban presentes. Una vez más, como tantas otras, Cian se le había adelantado a la pregunta y lo agradeció. No estaba del todo seguro en romper el silencio, Sauniére solía dejar esa esencia en las personas, en el ambiente. —Iba a hacer la misma pregunta, jefe —Se encogió de hombros— ¿Qué le parece? Ah —Recordándolo súbitamente al mirar la pantalla del celular, rememoró cierto "asuntillo". Distraído, volvió a mirarlo—, tengo un plan de contingencia. Las palabras se le escaparon mucho antes de que pudiera razonarlas. Quizás debería haber introducido la idea de Brisa como algo más que un simple plan de contigencia, sino como, tal vez, un posible cataclismo de negocios: O perfectamente efectivo o 100% atómico. Siro esperaba que al jefe le gustase apostar.
Derian. Santo, Siempre Santo Derian. —¡Oh! Claro, sí —Thomas desvió apenas la mirada hacia la mujer. LA mujer. Y supo que estaba perdido—. Tienes razón, mejor me iré a... cambiar. Eso, claro —El domador balanceó los brazos hacia atrás y hacia adelante, retrocediendo lentamente. Les dio un pequeño empujoncito de ánimo a los payasos para que hicieran de guía y el grupo comenzó a distenderse. Cuando quedó a solas con la terrible ira de la Diosa de la No-Clemencia (así la llamaba cuando usaba los diminutivos. Los TERRORÍFICOS diminutivos), suspiró desinflándose y dejando caer la cabeza hacia atrás. —Tuve una mañana... POST-mañana —se apresuró a corregir— terrible, nena. No te imaginas ¡Pero no podía decirles eso a todos! Matilda... Oh Matilda simplemente ESTALLARÍA —Hizo la mímica con las manos alrededor de las orejas— si se entera. Y Hilie —La miró y se llevó la mano al pecho— ¿le viste la expresión a Hil? Fue simplemente... prfffff. Thomas enarcó las cejas y dejó que sus mejillas soltaran el aire. Terminó y, dado el silencio, supo que no había dado una respuesta satisfactoria. Lo corroboró con mirarle la cara a la mujer. Hizo una mueca y se sacó un invisible sombrero, para disimuladamente atarse la bata. —Acompáñame a buscar ropas decentes y juro solemnemente que mis intenciones serán, solo y nada más, las de contarte la pura verdad. Pero no me hagas hablar aquí —Se giró bruscamente— al aire. Matilda tiene oído para estas cosas. ¡Psst! ¿Sabes? —la llamó con el índice y se inclinó hacia ella, cubriéndose la boca con el dorso de la mano— Aquí entre nos., creo que está medio bruja. Soltó el cebo, dejó descansar la caña y esperó a que el Gran Pez Dorado picara el anzuelo, mientras la ayudaba con una simpática sonrisa de bigote. A los peces tenían que gustarle los bigotes. —Es que en serio, en seeriiiio no sé cómo entrar en tema —se resignó al final, dado por expirados todos sus viejos trucos... Vaya mentira, ahí iba de nuevo: Esta vez, la cara de cachorro preocupado. Aunque debían darle el crédito por la veracidad.
Lobelha no fue tan diplomática como Derian. En cuanto el desaparecido estuvo al alcance de sus garras, lo introdujo al centro del grupo. —Dónde MIERDA habías estado —fue lo primero que soltó Lobelha, protegida entre la pequeña masa que conformaban Aphrodite, Sam, Hilaria y Santiago... Y Bruno, por supuesto. No se había molestado en escuchar las palabras de Kavi, las había tomado como la distracción que eran y había aprovechado la oportunidad para acaparar e increpar a Uzeil con una mezcla de iracundo fastidio. Al final, la peliazul se relajó y suspiró—. No te das una IDEA de lo que hemos pasado —soltó, rodeando los ojos. Su visión se detuvo en la nuca de Hilaria, quien iba por delante siendo interrogada a susurros por un consternado Santiago. Mala suerte para Sam, pero en la dinámica mentalidad de Lobelha ya habían sido todos víctimas de alguna especie de rito de iniciación a aquel caótico desastre luego de lo de aquella mañana, y habiendo tomado la resolución (sintiendo que volvía a la preparatoria), se sentó junto al joven y mantuvo a Uzeil a un rango visible y seguro, lo posiblemente alejados de los "adultos" que le permitía el estrecho espacio, como para que su conversación fuera un susurro de fondo. Sus ojos dejaban el mensaje gravado a fuego en el aire: "Nos debes una explicación, Brambilla. Y no descansaré hasta conseguirla" Por su parte Santiago ya había cumplido la cuota de liderazgo que creía apropiada, y lo dio a entender escabulléndose por debajo y dejando en manos de Derian y Kavi el trato con la malhumorada Finn. Ya tenía suficiente con mujeres locas. E inmediatamente pensando aquello, su par de ojos inquisitivos volaron a la payasa que tenía en frente. —¿Y... —tragó saliva. Notaba la tensión de los aspirantes y bajó el tono de voz, asegurándose de que las cocineras y sus guías estaban entretenidos en otras cosas— bien? Bruno soltó una carcajada e hizo que el payaso saltara en el asiento. El joven señalaba al gitano. —¡Tiene una guitarra! —exclamó, por completo alucinado. Lobelha dejó caer la frente sobre la mesa.
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Milly
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Post by Milly on Apr 18, 2015 21:17:32 GMT
Por supuesto que Bernard no respondió a esa pregunta. Nadie que hubiera conseguido llegar tan lejos como él en la vida podría lograrlo jamás a base de confianzas inocentes. Sauniére, de hecho, había aceptado hacía años el principio de no confiar en nadie. Pero a cambio de ello se fiaba de su instinto como un ciego; confiaba en sus habilidades cada vez más refinadas, y confiaba también en el poder de sus anzuelos. No, por supuesto que no se fiaba del chico. Y la dureza de su silencio daba fe de ello, si sus asistentes eran lo bastante competentes como para captar la sutileza. Y su instinto le decía que lo eran. La expresión –o más bien el porte– cambió ante la inesperada observación de Skyler, al que al fin contempló con algo distinto a su mirada seria y distante. Casi parecía curioso. —Qué maravillosa coincidencia —casi sonrió—. Precisamente antes de nuestra reunión con el joven Brambilla, había comentado con Cian la necesidad de contar con otro plan —el hombre observó su carísimo reloj de pulsera—. Tienes suerte, Siro, de que todavía nos encontremos en la sala de presentaciones, y de que mi siguiente reunión no tenga lugar sino hasta media hora más. Con la prestancia de sus modos señaló la cabecera, lugar en el que unas horas atrás dos de sus mejores mentes creativas y su proyecto –financiado con millonarias sumas y elaborado durante largos y tortuosos meses– fueran descartados con la facilidad que cualquier mortal espantaría una mosca. —No prometo aceptar nada, pero me conformo con observar algo más del nivel de ingenio que Keogh y yo nos vimos obligados a presenciar en nuestra última junta creativa.
Las dudas asaltaban a Uzeil a cada nuevo paso. Y a medida continuaba su incansable avance, su cabeza insistía en un inútil debate de argumentos y contraargumentos. ¿Había hecho bien? ¿Estaría en realidad traicionando a alguien? Sauniére había tenido razón sobre la falta de juicio de la familia de Circus. ¿Cuántas otras cosas más sabría y en cuántas otras llevaría también la razón? Bueno, pensó, ahora en adelante sería su trabajo descubrirlo... y entonces sí, podría formar su propia opinión sobre todo. Y él estaría a salvo, pasara lo que pasara. Aún así... Apenas había caído en la cuenta de que caminaba ya sobre terreno circense. Pero las garras y el peligroso tono de aquella fiera azul llamada Lobelha lo devolvieron a la realidad en un instante. Observó al grupo que los rodeaba... y se sintió fatal. —Yo... lo siento —musitó, no muy seguro del asunto en específico por el que interponía la disculpa. Y se mantuvo en silencio hasta que estuvo sentado cerca de los demás aspirantes, evitando adrede la miradita inquisitiva de la chica motoquera. Falsamente distraído observaba a su alrededor, la cómoda tranquilidad de Kavi y Aphrodite, la docilidad con la que Derian repartía tazones y platos humeantes para ayudar a Sanna y Fin, con la probable finalidad ulterior de apaciguar el humor de esta última. Al final, la silenciosa insistencia de su amiga fue más poderosa que su propia capacidad de resistencia. Eso, o la exclamación de Bruno lo asustó tanto que sus exiguas capacidades de defensa quedaron reducidas a ceniza. —Creí que Sam te lo había dicho —explicó con una voz estrangulada que no tenía nada que envidiar al lastimero estilo del payaso que, asientos más allá, aguardaba todavía sin resultados a una respuesta de la payasa—. Fui a casa. Nadie tenía la menor idea de dónde estaba y pensé que... bueno, no importa. ¿Qué dijiste antes? ¿Sobre lo que habían pasado?
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bachi
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Post by bachi on Apr 19, 2015 15:35:28 GMT
—Vaya. Qué suerte la mía..! Había captado la indirecta. Estaba señalada la silla de la cabecera como la guillotina de Robespierre, y Siro iba directo a ella. Hasta que se detuvo a medio camino y, adoptando una postura informal y de camaradería, se apoyó sobre uno de los respaldos de las demás sillas. Todo consistía en la imagen, en la relación de conceptos, y él no iría justo a parar al lugar donde habían acribillado a los pobres diablos de la presentación anterior. Si podía evitarse esa “unión” con su persona, mucho mejor. —La cosa está así: La realidad es que nunca pudimos infiltrarnos eficazmente y conocen mi cara. No conocen la de Cian, es cierto, pero dudo que la señorita sea especialista en trabajo de campo. Ella pertenece a esta fortaleza —Le guiñó el ojo—. Así que… —Fue precavido— me tomé la libertad de asegurarme un contacto que podría, que quiere de hecho, y que es especialista en estas cosas. Sacó el celular, buscó y se lo tendió al jefe. Sin temblar, por dios, no tenía que temblar. —Si quiere marcar, Señor Bernard, ella estaba esperando otro llamado para confirmar su participación. Y podrá quitarse todas las dudas que tenga o pedirle referencias.
Lobelha lo miró durante tantos minutos y tan fijamente, que cualquiera habría dicho que se había convertido en estatua. Bruno aplaudió cuando volvió a la vida, la chica sonrió, pero no quitó de Uzeil la mirada rapaz. Era malísima para interpretar cosas y tenía menos empatía que un pájaro, pero se relajó un poco. —Lo séeee, lo siento. Te creo —suspiró y, aceptando la taza que Derian le tendía (en serio, ese tipo era sexi hasta vestido casual por la mañana)—, ¡es que por un momento creí que echarías todo por la borda y decidirías volverte! Y no puedes, ¿sabes? —Golpeó con ambos puños sobre la mesa— Ya estás hasta el cuello como yo, como Sam o Aphrodite en esto. No puedes simplemente marcharte. Ahora… estamos en esto como un grupo. Espero —agregó rápidamente mirando a los demás. Eso le recordó… —¡Hey Hil! —Santiago se volvió bruscamente a Lobelha ¿Acaso el payaso la estaba regañando con los ojos?— ¿Qué tal si vienes hasta acá y le cuentas a todo el mundo lo que pasó hoy? Sólo ahí vio que el payaso se animaba ante la idea. Santiago se puso de pie e instó a su compañera a hacer lo mismo. —¡Eso! ¡E-exacto! Exijo in-información.
Dado que en realidad nunca había esperado una respuesta, prosiguió. —En primer lugar, ejem… —Matilda se pasó una mano por el cabello— Me disculpo por mi desaparición ayer. ¿Cómo está el chico, Rufus? —Le preguntó al mago, refiriéndose a su sobrino—. Ya veré qué hacer con él, sinceramente, todo esto parecen malas coincidencias kármicas. Pero bien, avanzando, ¿serías tan amable de abrir el cajón y sacar un folio? Adentro encontrarás los contratos para los nuevos —Comenzó a contar con los dedos—. Si no surgieron cambios, debería haber cuatro. Bien, perfecto —Se frotó las manos, nerviosa, y caminó hasta ponerse entre los dos hombres: Con Lumiere aún sentado frente al escritorio y Rufus ubicado en la silla “del jefe” como le gustaba llamar a Matilda a ese pedazo de cuero viejo; ella se apoyó en uno de los laterales del mueble. No miraba a ninguno de los dos. Sus ojos predadores estaban fijos y pensativos en los cuatro papelitos que, de ahora en más, significaría el comienzo de todo. —¿Qué les parecieron? ¿Alguno promete? —soltó de repente. Era obvio de quiénes estaba hablando. Tambien era obvio por qué hablaba de esas cosas con ellos. Juntos, la directora, el mago y el adivino, eran los tres pilares sobre los cuales se había erigido y mantenido con el tiempo el circo. Eran el pacto que mantenía todo estrecho, todo cerca y controlable, pensó la mujer, y si alguno de los tres trastabillaba… Inmediatamente pensó en la torre que caía de Lumiere y tuvo que alejar de sopetón esos pensamientos. —Recordaré —se esforzó por seguir—, solo por el simple hecho de mantener la tradición, en qué consistirá esto. Una semana de prueba, como bien ya saben los dos (después hablaremos bien con los demás cómo será. Este año haré unos cambios, no entrenarán todos juntos). Sigo. Este contrato —Estiró el brazo y arrastró el folio hacia ella. Lo leyó en silencio. Parecía dudar. Lo alejó de nuevo y se cruzó de brazos y miró a uno y a otro— y lo más importante: La promesa. “En esto, no insistiré. Siempre funcionó y siempre será como lo hicimos hasta ahora: Una promesa para cada uno. Para ello necesitaré de su asistencia hoy al anochecer cuando los cuatro se presenten ante mí. Lumiere, como siempre, les leerás la suerte. Rufus, como siempre, les harás que saquen algo de tu sombrero. Y a partir de ahí decidiré qué prometerán. Les haremos creer que es una especie de bautismo, una broma de circo. Ninguno sabrá que el otro tendrá una promesa diferente. El juego consiste en que crean que actúan bajo la misma palabra… Y eso, al final, nos dirá si alguno quiebra el pacto —Se detuvo y sus ojos se endurecieron, exigentes—. Por eso necesito qué me digan qué fue exactamente lo que sucedió ayer a la noche, para saber si proseguimos todo como siempre o hacemos grandes cambios, planes de contingencia. Porque los tiempos cambian, y no sería la primera vez que Circus Maxium cambia con él… Así que necesito saber ¿Qué piensan ustedes? Matilda nunca explicaba de dónde sacaba los contratos, cómo los imprimía, cuándo lo hacía. Había partes y secretos de todo aquello que sólo el director debía conocer. Y lo más importante: Nunca nadie preguntaba. Por eso, la revelación de que anteriormente había habido muestras de evolución en el circo, era de importante impacto. La directora ya se estaba refiriendo a los viejos registros, a la historia redactada de puño y letra del mismísimo Fundador, archivo que sólo conocían, tocaban y guardaban los directores.
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Post by Eve on Apr 21, 2015 22:06:33 GMT
Nuria siguió cada gesto de Thomás con sumo cuidado, pero al darse cuenta de que no era necesario hacerlo ya que saltaba a la vista que el domador estaba agotando todos sus trucos, solo esperó a que éste terminara y finalmente dejar escapar un pesado suspiro. Asintió e hizo un gesto indicándole que lo acompañaría hasta el motorhome para que se vistiera correctamente. Ella no dijo nada durante el camino, por suerte. De haber abierto la boca en aquel momento la ira estallaría y, como tantas otras veces, se distanciaría y dejaría que la consumiera. -Estábamos juntos anoche- dijo cubriéndose los ojos para darle algo de privacidad- Luego de terminar mi turno al cuidado de Matilda me dirigí a dormir, pero escuché a los leones y me desvié. Te encontré ahí. Una cosa llevó a otra y sacaste unas botellas de vino que nos terminamos entre los dos- dejó escapar una traviesa risa- Alrededor de las tres de la mañana nos dio hambre y fuimos a buscar algo que comer...pero Saana había cerrado la cocina y no pudimos robar nada. Luego empezaste a decir algo sobre un lugar en donde preparaban ¿pasta? ¿paté? ¿pan? Eso no lo recuerdo bien- se encogió de hombros y con esto descubrió sus ojos para observarlo directamente- Para ese punto estaba algo mareada, lo último que se es que cuando te busqué para irnos juntos...tú ya no estabas. Apartó la mirada, componiendo el gesto entristecido a tiempo para cambiarlo por uno de curiosidad -¿Suficiente para saber cómo abordar el tema?
Si lo tomó desprevenido o no, el mago no lo demostró más que con un ligero movimiento del verdoso bigote que podría pasar por picazón. -Lo de anoche fue un apagón general-dijo Rufus -Toda la ciudad quedó a oscuras y el generador no podía usarse, no logramos encontrar a Alejandro a tiempo antes del final del Show- en este punto tomó un respiro, como armándose de valor para contar una travesura de la que formaba parte- Con ayuda de Derian logramos iluminar de nuevo el circo, todos pensaban que eran velas- se apresuró a agregar- Nadie les prestó mucha atención cuando volvieron a escena los payasos. El acto se desarrolló con normalidad, tanta como puede ser posible. Por seguridad, te mantuvimos con nosotros dentro de la carpa y al terminar te trajimos de vuelta aquí. Nos hemos turnado desde entonces para ver por ti...todos, menos los nuevos, claro está. Respecto a ellos- comenzó, abordando el siguiente punto en cuestión- Siguen siendo cuatro. Yo veo que todos quieren pertenecer ¿llegaron solos hasta aqui, cierto? Y ellos encontraron el mensaje, tienen el potencial y nosotros debemos explotarlo. El entrenamiento demostrará quien es el más apto para unirse a nosotros...y por la noche, cuando den su primera prueba, tal vez entonces pueda decirte algo más acertado. Aunque leer el futuro es el arte de Lumiere-sonrió.
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Milly
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Post by Milly on May 2, 2015 22:54:51 GMT
De improviso, Bernard Sauniére comenzó a experimentar un ligero pitido en los oídos. Era el síntoma habitual que solía venir de visita cada vez que sucedía algo que no resultaba ser de su total agrado. —Para confirmar, dices —el tono había cambiado por completo, demasiado distinto ya del cariz amable que el hombre había utilizado para ganarse la confianza del chico Brambilla. Ahora, las sílabas se desplazaban por el aire y lo cortaban sin piedad como un carámbano cayendo en picada. Tomó el teléfono que su empleado le tendía, y en lugar de marcar según la sugerencia obsequiada, fue a depositarlo sobre la superficie de la mesa pulida—. Siempre te he considerado un elemento útil, Siro. Solo por eso me tomaré la molestia de ofrecerte un pequeño consejo —sus ojos, más que consejo, parecían querer decir advertencia— de supervivencia: siempre he valorado que mis empleados tengan buenas ideas, que sean creativos y capaces de adaptarse a las situaciones para poder responder correctamente según lo que se le plantee. La iniciativa, en cambio... sí, es un rasgo de suma importancia cuando se trabaja solo. Y tú no trabajas solo, Skyler —puntualizó el hombre con severidad—. Trabajas para mí. Ergo... acciones como estas —señaló el teléfono celular—, deben contar con mi aprobación previa. Jamás he sido aficionado a las sorpresas. Recuérdalo la siguiente vez que decidas "tomarte la libertad" de a algo, porque puede ser la última. Solo entonces dedicó al aparato telefónico la atención que demandaba. Visiblemente molesto a esas alturas, lo sostuvo en su diestra, marcó y esperó en línea. —Quiero una explicación precisa y concisa —exigió nada más oír el término del tono de espera, sin dar oportunidad de decir una sola palabra a la persona que oía del otro lado—. Algo que justifique el hecho de que te encuentres al corriente de un asunto cuya existencia siquiera deberías conocer.
Sumida como estaba en el mar recién descubierto de pensamientos terribles y dolorosos, la llamada de Lobelha la tomó con tal nivel de sorpresa que pegó un salto sobre su asiento, nada característico de su personalidad. Y luego vino la pregunta de la chica. Cualquier otro día, Hilaria no habría tenido dificultad en reconocer el cariz ligero, amistoso y despreocupado de la petición. Pero en aquel momento, en medio de un infierno de tortura personal, las palabras de la peliazul sonaron como la peor acusación que alguien pudiera haberle sacado en cara. Uzeil captó el segundo exacto en el que el rostro de la payasa palideció, y su mano se posó con cautela sobre el hombro de su amiga amante de las motos. —Puede que no sea buena idea que... Hilaria se levantó justo después de Santiago, pero se mantuvo fija en su lugar. —Fue un accidente —dijo ella con un hilito de voz—. ¡De verdad! Yo no quería... no quería... —Hil —Derian, repentinamente preocupado, detuvo por un momento sus labores de pinche de cocina—, no te preocupes. Nadie quiso dar a entender lo... —Lo siento. De verdad lo siento —conteniendo un sollozo, la chica y su alborotado cabello castaño retrocedieron hasta desaparecer de las cocinas, huyendo hacia vaya a saber uno dónde. Hubo un instante de silencio antes de que Uzeil volviera a observar aterrado al resto de los aspirantes. —Entonces... ¿qué fue lo que le hicieron?
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nit
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Post by nit on May 5, 2015 15:22:17 GMT
-Cuatro...-y observó donde anteriormente habían estado las cartas-... cinco. -No sabía porqué lo intuía pero sabía que algo de esas cartas, era verídico y debía contar con ello. Agarró el mazo de cartas que previamente había guardado para luego empezar a pasarlas una a una hasta dar con la que buscaba. La puso sobre la mesa y observó tanto a uno como al otro, serio, como nunca antes había estado. -"La negra sólo problemas con ella viste" leyó en la libreta de Matilda, allí donde había anotado las predicciones. -Tengo malas sensaciones con respecto a eso, Matilda, muy malas. -Aunque restó largo rato en silencio y miró a Rufus también. -Haremos las pruebas, les haremos prometer y pasarán el examen pero creo que esa negra, es nuestra quinta concursante.-"Y ojalá me equivoque" terminó pensando en su mente.
Cian había asistido a todo eso con respetuoso, y escrupuloso, silencio que siguió incluso cuando Sauniere increpó al teléfono. Dirigió sus ojos a Siro y rápidamente escribió una nota en un papel para luego pasársela y así no interrumpir la llamada pues sabía que su jefe no se lo tomaría demasiado bien. En ella ponía: "Por esta vez te has salvado, a la próxima sé más cauto." para luego, un poco más abajo añadir "me gustaría saber de qué se trata esta llamada, con quién trataste y para qué. Ah, también el porqué le contaste todo, Skyler".
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bachi
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Post by bachi on May 7, 2015 14:43:46 GMT
Thomas se cambió a la velocidad de la luz (o eso creyó él) en silencio y dándole la espalda a la mujer. Para cuando Nuria hubo terminado de hablar, estaba abrochándose los últimos botones de la camisa. Se dio vuelta, dejó el último sin abotonar. —Oh. Eso fue todo lo que dijo al mirarla, mientras se mordisqueaba nerviosamente el labio. —Ahora lo recuerdo —Asintió y se buscó un abrigo que más tarde le devolvería a Derian… Todavía tenía que devolverle otro a Lumiere, y si nunca conseguía nada de Santiago era simplemente porque no le entraba. Y el chico guardaba todo bajo llave. Kavi ya tendría la oportunidad de ser hospitalario con él—. Pan, fui a buscar pan. Pero se ve que yo tampoco tenía todas conmigo aquella noche porque me quedé dormido en la panadería y por eso no volví —agarró a Nuria del brazo y emprendió un camino totalmente distinto a la cocina—. Lo importante es que… Tienes que guardarte eso para ti —Parecía nervioso. Seguía mordiéndose el labio y miraba al frente—. Es una buena coartada. Me crucé a los chicos… Ya sabes, a los aspirantes y todo fue… Uf —Se pasó la mano libre por el cabello y volvió a guardarla en el bolsillo del pantalón. Para ese entonces habían avanzado directo a la semi-alejada y enorme jaula de los leones. Jerry, Maquiavelo y Mafuma los esperaban sentaditos como reyes, como si supieran de qué iba todo aquello. Sus ojos neutros los taladraban mortíferamente. —Acompáñame a sacarlos a pasear —pidió—. Tengo algo que contarte.
Alejandro. Alejandro, ¡por supuesto! En cuanto el mago lo mencionó Matilda se llevó una mano a la frente para frotársela con preocupación. La voz cándida del viejo mago le hizo volver los ojos hacia él y al final logró esbozar una sonrisa. Todos allí eran un amor. —Así que al final todo se desarrolló de la manera perfecta —Suspiró—. Sería poco decir que estoy orgullosa de ustedes. Pero me guardaré el resto de las zalamerías para el discurso de más tarde —Le guiñó el ojo al viejo abuelo y asintió, prosiguiendo mentalmente con su lista de tareas—. En ese caso, enviaré más tarde a alguien a comprar los periódicos de hoy a la ciudad. Si algo importante tienen para decir de nuestro primer show en Roma, ahí aparece… La interrupción fantasmagórica de Lumiere cortó sus palabras de cuajo. El filo de su visión quedo latente frente a los tres, mientras parecía lentamente desvanecerse en el aire, cuando el adivino sacó la carta en cuestión y la depositó sobre el escritorio. El ruido de la palma de la mano del hombre contra la mesa tuvo eco y Matilda se sobresaltó y se llevó una mano al pecho. El “eco”, el pequeño salto que parecía el brinco simpático de un conejo, había provenido de uno de los cajones. Tras echarles una mirada a los dos, se acercó cautelosa como un cervatillo desconfiado y lo abrió. Dio un respingo y ésta vez su mano tapó su boca. Lentamente ingresó la mano y volvió a aparecerla frente a Rufus y Lumiere, alzándola en alto para que los dos pudieran contemplar el quinto contrato que aferraba con un temblequeo. —Entonces es definitivo —Su voz comenzó trémula hasta recuperar el tono firme—. Son cinco. Aunque no tengo ni idea de quién es esa… La quinta —Cerró los ojos y suspiró—. Muy bien, hablaremos luego con los demás y les preguntaremos, quizás saben algo. En tanto, dado la desaparición de Alejandro, deberemos reposar nuestra confianza en un cuarto. No podemos dejar el círculo incompleto y tengo un nombre en mente. Mientras hablaba cruzaba la pequeña habitación de un lado a otro. Cuando se detuvo, lo hizo frente a su puerta y la abrió, invitándolos a los otros dos a salir. Llevaba un abrigo negro y largo hasta las rodillas, y escondía la mitad de la cara en una fea bufanda gris de apariencia picosa. Ayer había hecho un calor horrible, pero por alguna razón desconocida, hoy estaba helada. —Lo hablaremos en el camino. Ahora vamos a desayunar y saludar a los demás. Esos contratos no irán a ningún lado.
Siro logró de una manera magistral mantener la compostura por fuera. Pero por dentro daba las gracias en varios idiomas distintos al mismo tiempo, subiendo cada vez más el volumen como un coro cristiano de adeptos. Cuando el jefe finalmente aceptó, lo que había parecido una blasfemia cósmica por parte del metalero, logró asentir y ubicarse cautelosamente detrás de Sauniere. Sólo así fue consciente del pequeño papel que Cian, ubicada al otro lado de la mesa, por debajo de la línea de visión del jefe, deslizaba sobre la superficie pulida. Casi creyó que se le caería el alma desde el culo. Le lanzó una evidente mirada a la mujer, abriendo mucho los ojos y frunciendo el ceño hasta lo imposible, pero al final aceptó. Temblando, su mano se alargó hasta el trozo de papel en el momento justo en que al otro lado atendían la llamada (y ahí una parte de él se relajó. Porque si encima la muy forra de Brisa no se dignaba a atenderlo, lo crucificarían el doble). Leyó la misiva y volvió a mirar a Cian: “Lo sé” moduló exageradamente con los labios para que entendiera “Más tarde” agregó como respuesta a la segunda parte. Ahora quería saber cómo se desarrollaría la siguiente conversación que estaban por atestiguar.
Lobelha se hizo para atrás con una visible cara de dolorosa indignación. —¡Oye! —golpeó la mesa con el puño— No le hicimos nada, no fue como si quisiéramos… —Se rascó la cabeza con ceñuda confusión y gruñó exasperada por no poder encontrar las palabras. Ahí se fijó en Aphrodite y Sam— ¡Oigan! ¿Quieren ayudarme un poco aquí por favor? —Señaló la mesa en círculos antes de hundirse en el asiento y compenetrarse de lleno a la tarea de beber su rico chocolate caliente. Que sería un poco más amargo de lo habitual. Santiago, que había permanecido por el momento de pie, con una indescriptible expresión en la cara, se volvió tímidamente a Derian. —Cre-creo que iré a buscarla —Le costó pronunciar las palabras, había tenido que contener el impulso de actuar tal cual lo hacía en sus actos de payaso, en los que siempre salía pitando detrás de su compañera para detenerla. Sus ojos estaban bien abiertos, consternados. Parecía pedir permiso, pero no lo esperó esta vez— ¡N-no me esperan a desayunar! Prosi-sigan. Y el payaso se deslizó en el pequeño espacio de la cocina entre todos los presentes como una gota de agua para alcanzar la puerta y desaparecer detrás de la payasita, que sospechaba a dónde podría haber ido. Santiago mantuvo el paso vivo y decidido, y aunque tenía esa corazonada latente en la sien, decidió ignorarla y recorrer el circo de pies a cabeza. Al final había hecho bien, porque Hilaria no estaba en su dormitorio. Y ahí cundió un poco su pánico. Respiró hondo y miró la carpa de Circus Maxium, alzándose delante de él tan amarilla y violeta como siempre, tan bonita por fuera… y tan extraña, casi siniestra por dentro durante las luces tempranas del día. Tragó saliva y pasó adentro. —¿Hi-Hi-Hiiil? —susurró
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nit
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Post by nit on May 11, 2015 23:27:25 GMT
Observó, incrédulo, sí, incrédulo, ese quinto contrato saliendo de dentro del cajón del escritorio de la Directora, de Matilda de... su ex-pareja. ¿Cuánto hacía que no pensaba en ella de esa forma? ¿Y por qué justo ahora? Eran conjeturas que no pensaba contestar, ni mucho menos detenerse a pensar, y que dejaría para otro momento quizás para... el año 3689, quien sabe. Ahora lo único que importaba eran las palabras pronunciadas por la mujer. La observababa deambular y regresó la mano a la mesa para recuperar la carta y gardarla junto al resto para poner el taco de esas cartas en el interior de su bolsita para que pudieran "dormir" tranquilamente. Aunque él sería el de las pesadillas, de todas formas. Cuando dijo de salir, Lumiere casi fue el primero en abandonar el asfixiante, claustrofóbico y estresante cubículo que le servía a Matilda como despacho. Una vez fuera, abrió sus brazos cerró sus ojos y dejó que el sol le empapara de calor porque igual que Matilda, él estaba aterrorizado. Y sí, helado también. -Sí, desayunar, suena bien.
Cian asintió imperceptiblemente y, sin moverse lo más mínimo, aguardó al resultado de la llamada. En silencio, y al rato, se levantó de donde estaba, se sentó junto a su señor y, con un bloc de notas, un bolígrafo, aguardó a que la conversación sucediera para anotar en ella lo más importante y luego redactar un informe sobre el mismo. Así era ella. Eficiente hasta la médula. De tanto en tanto, miraba al chico y se preguntaba cómo él había terminado allí.
Fin servía mesas y charlaba con unos y otros hasta que, una vez regresó a la barra para agarrar otros pedidos, observó al chico que ahi estaba. ¿Otro candidato? -Esto... hola. ¿Quieres tomar algo? -cuestionó con toda su cabellera suelta e indómita todavía.
En algún lugar alejado del circo pero en la misma ciudad, un hombre despertaba junto a un cuerpo todavía dormido. Dejó dormir a la joven y se metió en la ducha. No, hoy no iría a Circus Maxium a ver cómo iba su inversión, hoy iría a hablar de otros asuntos con personas de negocios a la par que, en una suite de un prestigioso hotel de la capital italiana, una joven salía del baño para luego saludar a su prometido con un beso en la mejilla y ponerse a desayunar en silencio.
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Post by Eve on May 18, 2015 13:34:48 GMT
-Porque sus hombres son tan inútiles que no pueden hacer nada por sí mismos. Vienen a importunarme durante mis vacaciones para arreglar el desastre que, muy probablemente, ya han hecho. Buenos días, señor Saunière- agregó con un ronroneo al otro lado de la línea, sonriendo ante la imagen mental de un Bernard exasperado o quizás, secretamente divertido. Bien podría darle el beneficio de la duda- Es bien sabido que en lo referente a infiltración, no son lo suficientemente astutos. Digame ¿Sigue mandando a Skyler cada vez que necesitas este tipo de trabajo?- se le escapó una pequeña risa. Brisa no era la mejor arma que alguien pudiera conseguir, aunque no estaba lejos de serlo. Ella podía jugar incluso en contra de quien la tenía a su servicio, dependiendo de que tan bien pudiera mover sus propias cartas. Pero si había algo segura, era que ella nunca, NUNCA, perdía. -Necesita de mi- añadió- No estaría llamándome si no fuese así ¿O solo quería saludar?
Supiró pesadamente, mordiéndose la lengua cuando estuvo a punto de comenzar a atacar. Como una pareja de casados que no quieren discutir frente a los hijos, Nuria compuso el gesto de esbozó una pequeña sonrisa al ver a los tres grandes leones. Bien, al menos ellos se habían quedado en su lugar y no se habían a dormir en una panadería. La sola idea la hizo reir y cuando sus ojos se encontraron con los del domador, supo que estaba perdida. Ella le creía. -Bien, saquemos a pasear a los gatitos.
-Ella solo se siente mal por lo que ocurrió- susurró Aphrodite cuando quedaron los cuatro en la mesa. Había atendido la escena sin meterse, puesto que aun tenía un poco de miedo de otro desastre con Sam- Santi se encargará ahora- sonrió empujando la cesta de pan hacia Lobelha- y el desayuno ya va a servirse, siempre esperamos a que la Familia este reunida. Ya lo verán, es muy curioso. -No veo a todos aqui- comentó el muchacho mirando alrededor- él había contado más en la función de aquella noche. Y ahi solo habían unos pocos, podía reconocer al payaso mayor y la acróbata, Derian era el lanzallamas. A la mujer en la cocina no la reconocía, pero todos la trataban con el respeto de una madre. Ni Nuria ni Thomás estaban ahi, no recordaba cuándo se habían separado del grupo. En cuanto al gitano que cantaba alrededor de las tazas... -¿Qué es lo que hace Kavi dentro del circo? No recuerdo haberlo visto anoche... -Oh no, él se encarga de la música. A veces compone las piezas que las bailarinas interpretan- dijo Aphrodite- Él y Nuria son muy amigos, ambos son gitanos. Supongo que es una de las razones, eso y que en un principio ella era la única que entendía su dialecto. Hablan gracioso- agregó con una pequeña risa- muy rápido y como cantando. -¿Cuánto tiempo llevas aqui tú? -Ya un tiempo- sonrió- Matilda fue muy buena conmigo al dejarme viajar con ellos e instalar mi propia carpa de ventas.
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Milly
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Post by Milly on May 21, 2015 21:47:02 GMT
Sauniére no parecía estar de humor para irreverencias. Más bien, su posición no parecía permitir espacio a las irreverencias. Y las respuestas provenientes del altavoz del teléfono celular no se anunciaban en absoluto resueltas a seguir la lógica del receptor de las mismas. Hubo un instante de silencio. Un interminable instante de silencio. —Aguarda —habló a quien oía del otro lado de la línea... y luego cortó la llamada. La falta de expresión de su rostro al momento de volverse hacia Siro y Cian rozaba lo escalofriante—. Quiero a esa mujer aquí en menos de veinticuatro horas, ¿entendido? Útil o no, solo los involucrados en este trabajo pueden presumir estar al corriente de mis movimientos —levantándose de su asiento, se concentró en Siro antes de resolverse avanzar hacia la puerta—. Tienes una sola oportunidad para arreglar este inconveniente, muchacho. Por tu bien espero que no la desaproveches. Y Cian... —aunque fue sutil, un débil deje de disculpa se instaló en la voz del magnate la siguiente vez que habló. Aunque resultase necesario, él no era partidario de obligar a sus empleados a ensuciarse las manos a causa de responsabilidades ajenas—. Mientras espero la llegada de nuestra invitada, dilataremos la hospitalidad con unas cuantas medidas disciplinares y lecciones de buenos modales. Sabes qué hacer. Las medidas disciplinares, después de todo, eran la causa por las que todo ser humano con algo de sentido común temía hacer enfadar a sujetos como Bernard. Y si esta desconocida "aliada" pretendía formar parte de la familia, una pequeña demostración del poder de alcance del Gran Padre era como mínimo necesaria. A nadie le gustaba descubrir que en menos de un segundo todo contrato y toda línea bancaria -entre otras muchas cosas- quedase temporalmente bloqueada, anulada y perdida en algún lugar de las muchas redes que apoyaban siempre al que se proclamaba el mejor postor. —Dejaré a tu criterio la decisión de dar una mano a Skyler —Con esas últimas palabras salió de la habitación.
—Esa es una buena noticia —medio en broma, medio en serio, Uzeil se inclinó un poco más sobre la mesa para integrarse a la conversación de Sam y Aphrodite—. En el caso de que mi audición sea un desastre... siempre puedo apelar a la opción de unirme como comerciante —nervioso con la idea, llevó hasta sus labios una humeante tasa de leche. Y se detuvo antes del primer sorbo—. Pero si tú llevas aquí un tiempo... ¿acaban de conocerse con Sam? Había dado por hecho que habían venido juntos a la función... o algo así. —No, Aphrodite lleva bastante de deleitarnos con sus creaciones, sobre todo a Hilaria —Derian, que por fin acababa sus labores de pinche de cocina y mesero, tomó asiento en la mesa con su propia porción de desayuno, a respetuosa distancia del resto de los presentes—. Probablemente fue durante la función que se conocieron —observó a Sam en busca de una respuesta.
La voz Hilaria flotó por la gran carpa, débil desde las alturas en las que se encontraba, aovillada sobre la malla protectora que los trapecistas utilizaban para sus ensayos. —Creo que hablaré con Treste —dijo—. Esta noche... yo... no puedo estar en la función. Me siento indispuesta. Fue toda palabra que la siempre parlanchina payasa pudo pronunciar. O eso pareció en un comienzo, cuando se removió entre las mallas, dispuesta a dejar el lugar ahora que su fantástico escondite había sido descubierto. Al final no reunió fuerzas suficientes como para avanzar por la inestable superficie, y en cambio se limitó a rodar sobre sí misma para observar a Santiago y el panorama de allá abajo. El entretejido que la sostenía le deformó el rostro con un diseño figuras geométricas idénticas. —¿Crees que soy una persona imprudente, Santiago? —preguntó a su compañero—. Oh, pero qué pregunta, claro que lo sabes. Es gracias a ti que consigo frenarme cada vez que intento cometer una estupidez como la de hoy —suspiró—. Siempre creí que mis padres exageraban cuando lo decían... pero ahora me doy cuenta de que hablaban en serio. Nunca debí convencer a Matilda de que me dejara entrar a Circus. Soy una amenaza, para todos ustedes.
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bachi
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Post by bachi on Jun 1, 2015 19:37:51 GMT
((Diiiiiiiiisculpen la tardanza TT es que parciales es que finales es que trabajos prácticos. ¡Pero finalmente pude acudir a torturarlas 8 D!)) Thomas era plenamente consciente de que allí, en las inmediaciones del territorio que abarcara Circus Maxium, obrara una magia natural que iba más allá de lo que él se permitía creer. Recordaba y al mismo tiempo no del todo la primera vez que había logrado dar el “Sí”, firmar el contrato como si de un compromiso se tratase, y entrar él con los tres cachorros de león bajo el brazo. Nunca lo había pensado del todo bien, había sido el único escape viable que había tenido a mano. Su pasaporte estaba vencido y no andaba en buenas relaciones con la Embajada, los medios de comunicación nunca le darían la suficiente atención a un naturalista en esa época como quizás sí harían ahora, y en cuanto a los cazadores furtivos… Qué más había que agregar si todos los días aparecían muertas comunidades enteras, niños huérfanos peregrinando por nuevas vidas en el inmenso territorio africano. Si tan poco les daba la vida humana, ¿qué diablos iban a importarles tres cachorros de león? Pero era plenamente consciente, siguiendo con sus pensamientos anteriores, de que las tres majestuosas criaturas que correteaban como corceles, como pre-adolescentes púber delante de ellos dos; en cualquiera otra situación los habrían invadido, controlado y hasta quizás atacado. Thomas tenía tacto con los animales, especialmente con esos tres tipos, pero no era ningún domador de serpientes. De nuevo, era plenamente consciente de ello. De las garras, del filo de los dientes, del filo de los ojos y su poder. Él no era su amo. Él era su amigo. Y no sabía cómo, pero Circus Maxium de alguna u otra forma influía en ello. En esas cosas andaba pensando mientras Nuria lo acompañaba caminando a la par. Sabía que la risa de minutos antes había sido una bajada de guardia, una tregua, y no podía echarla a perder. Los leones no eran la única cosa que obraba su magia de Circus Maxium en el domador. Así que comenzó a contarle lo poco que sabía y lo poco que había logrado desentrañar. De la chica musulmana que quería ser parte pero temía el poder de su esposo, del infortunado encuentro con los aspirantes, de la extraña búsqueda a Uzeil, o como Thomas lo llamó “el chico simpático y retacón”. Le contó un poco tembloroso ahora que podía analizarlo desde afuera, de las armas apuntándole directo a las cabezas, al pecho, con la efectividad fría de un asesino calculador. Y ahí entendió por qué había estado pensando en todos los recuerdos al llegar al circo. Thomas tardó en seguir. —… Es que me pareció que vivía una vez más una escena de mi vida antes de llegar aquí. Cuando los traje a ellos tres. Y me había prometido a mí mismo que nunca volvería a pasar. Y esta vez fue con mis chicos —La miró—, o los futuros, no sé. Pero Hillie estaba ahí y me quedé en blanco y sino hubiera sido por esa pobre chica… Sinceramente no sé si estaría hoy y ahora contándote estas cosas. Era, quizás, la charla más profunda que Thomas Omaia tendría y habría tenido nunca. No se volvería a repetir porque estaba en su naturaleza superar con humor los pasatiempos. O borrarlos de la memoria y escaparles. —Supongo que eres la persona perfecta a la cual preguntarle sobre estas cosas —No sonrió, lo preguntaba en serio, sin búsqueda de ofensa—. Rufus no es tu verdadero padre pero es como si lo fuera… ¿Le aviso a Matilda de la situación? ¿O la dejo ir? ¿Pongo en peligro a mi familia o, de nuevo, me escapo y sigo adelante? —Gruñó por lo bajo y puso las manos en los bolsillos.
Mientras Bruno le aclaraba a Fin que le gustaría tomar un poco de batido de crema del cielo con frutillas sudamericanas, Lobelha iba relajándose, escuchando contenta y somnolienta la voz de Aphrodite en tanto respondía a las preguntas de Sam. ¿Acaso era una habilidad que todos tenía ahí adentro, por todos los cielos? Cuando Uzeil hizo la broma de unirse a los vendedores ambulantes que seguían al Circo, contuvo el chocolate en los cachetes para que no se le fuera por la nariz y lo codeó. Logró tragar finalmente cuando Derian hizo su elegante y humilde entrada triunfal, en tanto Bruno se sentaba lentamente junto a él, sosteniendo en la mano algo que parecía chocolate azul y fresas congeladas. A juzgar por el rostro del chico, ni él mismo estaba muy seguro de querer comerse eso, pero ya estaba advertido: Nadie jugaba con Fin. Así que la chica peliazul apoyó el rostro sobre las palmas de sus manos y acomodó los codos en la mesa, disfrutando poco a poco la cercanía de los demás que iban acoplándose. —Todos tuvimos, supongo, la casual suerte de vernos un poco las caras durante la función. Yo vine con Uzeil —asintió, como si recordara viejos tiempos que habían sido… Oh vaya, ¡ayer!—, la moto de allá afuera es mía y con eso planeo entrar al circo —Claro que no estaba alardeando frente al flamante domador de fuego. Claro que no. Bebió otro sorbo de chocolate caliente. Hacía calor allí dentro—. Y Uzeil, ¡hey, eso es bueno! Creo que él tiene algo escondido entre manos, con la música. Así que podrías pedirle al tal Kavi un par de consejos —Se encogió de hombros. ¿Quién le había puesto whisky a su chocolate? Miró a Aphrodite y Sam, sonriendo con evidente curiosidad—. Lo que sí no sé es qué planean ellos a todo esto. En ese momento, afuera, se escuchaba un coro de tres voces que se habían detenido justo a charlar frente a la puerta.
Las máscaras de diablo y dios benevolente iban y venían en la cara de Bernard como hojas en el viento. Cuando se fue, Siro comprendió una vez más por qué era ateo. No esperó a que Cian diera una respuesta positiva por… Muchas razones, pero principalmente porque si quería salvarse el culo, tenía poco tiempo. Otra de ellas era, precisamente, porque al parecer la secretaria del diablo quería estar al tanto de la situación, así que Skyler estaba seguro de que lo seguiría. Como para asegurarse de eso último, frenó a último momento y viró en dirección a la mujer. —¿Vienes? Voy a buscar a nuestra nueva y “grata” compañía. Charlamos en el camino. Brisa podía tener sus muchos trucos sociales, pero Siro tenía la tecnología de lado y, previendo una de esas terribles expediciones al Inframundo, tenía una carta guardada de salvataje. Era como tirar la balsa en el juego Jumanji cuando venía la inundación, solo que no se parecía el juego de mesa. Mientras aguardaban en el ascensor, y aprovechando el momento de silencio antes de que Cian se decidiera a hacer efectivo su poder de dudas, Siro tecleó rápido un único mensaje: “Voy por ti en 15 minutos. Estate lista”. No preguntó por dirección, por hotel o incluso número de habitación. Brisa y Siro no se habían conocido de la nada y por casualidad. Ambos eran buenos a lo que cada uno se dedicaba, y el hombre sabía cosas, y la mujer sabía otras. Quizás cada uno, cosas concernientes al otro, pero había una especie de pacto implícito de silencio precisamente por… eso. Porque ambos eran buenos a lo que cada uno se dedicaba. Siro abrió la puerta de salida y esperó a que Cian saliera primero. —Tomaremos un taxi.
La voz trémula, salida de la nada, hizo sobresaltar al payaso. Por suerte para él si vejiga estaba en orden y al día pues había ido al baño en cuanto se había levantado a hacer la guardia para Matilda. Fue cuando reconoció de dónde venía, y se ubicó debajo, que con la poca luz que se filtraba entre las aberturas de la carpa, que logró reconocer a su compañera. Evidentemente no esperaba que aquel tono concordara con la imagen que tenía en frente, o más bien delante, porque se llevó una triste sorpresa: Los ojos de Hilaria estaban, quizás no tristes, pero sí defraudados, con una resignación que nunca había visto antes y que asustó a Santiago como el ratón que era. Algo extraño sucedió, sin embargo, porque supo que nunca quería volver a ver esa expresión en el rostro de aquella payasa tan brillante, tan refulgente a la que siempre había considerado como un astro guía. Él era la pequeña Luna, pero Hil era un Sol radiante. Así tenía que ser, ¿no? ¿Cierto? Santiago frunció el ceño y la señaló con un dedo. —A-aguarda ahí que ya voy p-para allá. Fue una odisea para el payaso subir, bajar un par de metros porque no se animaba, volver a subir porque tenía que hacerlo, trepar, balbucear al mismo tiempo que caminar, respirar lento para no terminar flotando en el aire y… finalmente dejarse caer en la red y rodar como un barril sin vida hasta donde lo llevara el destino. Cuando chocó junto a Hil, estaba sudado, cansado y se sentía menos héroe con una sardina en extremo salada en lata. —Hil, la próxima vez que quieras esconderte… —Miraba al techo y largó y hondo suspiro, recuperando el aliento— Por favor ocúltate en el armario de Nuria —La miró, fruncía el ceño pero no parecía decidirse si entre consternado u ofendido. Su vacilación se vio clara en sus siguientes palabras— ¿Por qué no vas a actuar hoy? ¿Indispuesta de qué? Ni siquiera desayunaste nada, así que si estás indispuesta, en realidad es por deberías comer algo… ¿¡Y por qué me dices algo así!? ¿¡Una amenaza!? ¡Imprudente! Hil, tú eres un PAYASO. Se supone que seas así, siempre. Que bailes, que grites, que contagies de energía y que te la lleves también! ¿Qué… por qué dices esas cosas? ¡Por supuesto que no eres imprudente! Si dices eso, siento que me lo dices a mí también. Y asintió como dándose ánimos con lo que había dicho, casi desafiándola a que dijera lo contrario.
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nit
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Post by nit on Jun 2, 2015 17:08:57 GMT
Fin asentía a Bruno y lo anotaba todo en un pequeño bloc de notas que llevaba a mano porque, ser novata en la cocina, se notaba. Entonces tuvo una idea, loca o estúpida, pero la tuvo. Mientras su madre, algo descansada de ajetreo anterior, le preparaba el pedido al hombre, ella le miró con los ojos como fieras.-Bruno, ¿cómo es el mundo exterior? -cuestionó- es decir, el que está más allá de nuestro circo...-y se mordió el labio inferior con algo de fuerza y apretó el bolígrafo atestiguando que, efectivamente, algo sucedía a la trapecista de largo cabello sedoso y cobrizo. -Es... -pero no siguió hablando que la vociferación que provino de la bocaza de su padre, la hizo saltar realmente un par de metros por el susto gratuito que le habían otorgado. -Lo siento, hija -se disculpó el padre acercándose tanto a uno como a la otra- pero no era mi intención asustarte. -No es nada, Papá -contestó mirando a Bruno lo justo y necesario para recoger el pedido y tendérselo. -¿Todo bien? -Sí, solo quiero matar a Lumiere pero no es nada personal -le contestó. -Ah, ya. Le he visto que venía con Matilda, tranquila, enseguida estará aquí.-Le sonrío.
Cian, antes de abandonar el edificio del todo, dejó plantado a Siro y corrió hacía su pequeño pero lujoso y neutral despacho para luego salir cargada con un cardigan, un pañuelo de cuello y un bolso cruzado en el que guardaba ahora las llaves de su despacho. En el interior llevaba un portatil ultraligero de última generación con el que trabajaría una vez hubiesen encontrado a esa chica metomentodo. -No me importa -contestó colocándose las gafas de sol frente a sus ojos para luego acceder al interior del taxi una vez lograron detener uno. -Tú dirás -miró a Siro completamente seria. Él sabría donde iban, no? Él debería dar las indicaciones en ese caso.
(*Deja ahí las cosas por el momento*)
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Post by Eve on Jun 9, 2015 19:03:46 GMT
Sally ya tenía la taza de té entre las manos y soplaba el humo suavemente mientras revolvía el azúcar con la cucharilla, no por eso prestando menos atención a la conversación en la mesa. -Ella cayó sobre mi- dijo Sam luego de que un pequeño tira y afloja entre él y Aphrodite se llevara a cabo. Lo cierto era que después de los eventos de la noche anterior ya no estaba seguro de nada. Incluso, aun rodeado de todas aquellas personas, le costaba creer que había despertado en uno de los camarotes del circo, en compañía de Uzeil y los ronquidos de Kavi. Pero cuando oyó el comentario de la peliazul, cambió el gesto divertido por uno más confundido- Yo...no me importaría entrar asi sea solo para limpiar lo que los leones ensucian o ajustar uno que otro tornillo suelto- afirmó- No estoy seguro de lo que haré, si he de decir la verdad. -Yo tengo una idea- comentó Sally alzando la mirada- Pero no quiero decirla hasta que llegue el momento. Además, creo que les causará gracia a los que ya me conocen un tiempo- agregó con un guiño divertido hacia Derian.
Ella lo había observado y escuchado en silencio, comprendiendo su preocupación y olvidando por completo cualquier enojo sin sentido que hubiese tenido antes. Años antes había conocido parte de la historia de Thomás y los leones, tal vez por eso se había vuelto más flexible respecto a la personalidad tan dispersa del domador. Tal vez por eso ella también se había dejado atrapar. Cuando él se se volvió a verla para hacerle la pregunta, ella llevó sus ojos hacia los tres grandes leones. -Si ella descifró la invitación, significa que ella tiene su lugar entre los aspirantes- dijo ella con calma-Matilda debe saber lo ocurrido. Debes hablarlo con ella. Al final, será ella quien tome la decisión de contactarla o no- aqui regresó los grandes ojos café hacia su compañero- A veces las cosas no salen como uno las planea, Thom. Lo importante aqui es que lograste sacar a Hilaria y a los aspirantes del peligro, pero recuerda que no lo hiciste solo. Esa chica, la nueva, te ayudó y probablemente se haya puesto en riesgo también...Creo que ahora es nuestro turno de ayudarla. Y no, nos nos pondrás en riesgo a todos ni huirás de aqui. Si Ivanés decide tenerla aquí, conociendo su historia y lo que trae consigo, todos estamos en esto juntos. El circo protege- agregó como si algo dentro de su cabeza hiciese "clic" . Como si recordara.
-Que descortés-susurró divertida cuando la llamada fue cortada. Luego vendría el mensaje y Brisa pondría los ojos en blanco. El maldito de Skyler la había descubierto.
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Milly
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Post by Milly on Jun 13, 2015 21:50:56 GMT
Uzeil dejó su propia taza vacía sobre la superficie de la mesa. —¡Pero cuánto misterio! —bufó con una muy sobreactuada mueca de frustración—. ¿Es otro requisito necesario para ser parte de Circus? ¿Guardar secretos? El patrón empieza a hacerse algo habitual —sus ojos volaron divertidos a sus compañeros aspirantes—. ¿No lo creen? Pero Derian, tan tranquilo y circunspecto como siempre, no pareció sentir afectación alguna por la sutil recriminación contenida en el comentario. En su lugar, comenzó a apilar platos y tazas vacías. —Guardar secretos es parte de la naturaleza del ser humano. El motivo por el cual una u otra cosa permanece oculta dicen mucho de las intenciones y la valía de determinado individuo —observó al muchacho con un débil amago de sonrisa. Y el joven Brambilla debió esforzarse para no encogerse ante esa mirada dolorosamente honesta—. De cualquier forma, Matilda no tardará en llegar para llenar todos los vacíos de información que todavía poseen. Entonces el misticismo se perderá. Espero que para entonces el circo no pierda mucho de su encanto para ustedes. El chiquillo estuvo a punto de aportar que con desayunos como el de aquella mañana el circo jamás perdería su encanto, pero entonces oyó las voces que alcanzaban la entrada a la cocina... y no tardó en reconocer el firme y femenino timbre que la noche anterior hubiera hecho los honores de presentar una nueva y mágica jornada de espectáculo. —La directora —Uzeil palideció. Su voz acababa de convertirse en un hilito de pánico. El lanzallamas asintió, al tiempo que avanzaba para abrir la puerta de entrada. —Tal vez sea buen momento para que ordenen todas las preguntas que tengan en mente.
La mirada desafiante de Santiago no intimidó a la muchacha en lo más mínimo, lo que tal vez fuera buena cosa, considerando que semejante falta de influencia no hacía más que reproducir la dinámica habitual con la que ambos amigos se desenvolvían a diario. —No seas tonto —le recriminó al muchacho, el entrecejo tan fruncido que la hacía parecer una persona completamente diferente—. Claro que tú también eres todo eso... cuando tienes que serlo. Cuando debes ser payaso. Tú si entiendes la diferencia, eres capaz de reconocer los límites. Pero yo... —aovillándose un poquito más en la red que los sostenía, miró a su compañero. El verde de sus ojos parecía un cristal a punto de quebrarse—. Debo dejar de ser payasa todo el tiempo, tengo que tomarme las cosas más en serio, Santiago. Tengo que hacerlo y tú tienes que ayudarme. Porque hoy casi consigo que maten a mi familia, a las personas que quiero —fue entonces la que voz de la chica se rompió, anticipándose a la pequeña lágrima que asomaría a sus ojos tristes—, y no quiero ser un peligro. No puedo soportar esa carga.
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bachi
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Post by bachi on Jun 16, 2015 18:25:12 GMT
Si no ronroneó, fue simple y llanamente porque no podía. Pero lo habría hecho, oh sí que sí. Thomas no dijo más nada, le sonrió a la gitana, le tomó la mano que tenía más disponible y, mientras la miraba a los ojos, con su habitual teatralidad de siempre, le besó el dorso. Acto seguido se dispuso a correr detrás de los leones como un perro pastor arreando ovejas, ovejas muy peligrosas. Los leones inmediatamente se sumaron al juego y lo siguieron e instaron a seguirlos. Unos minutos después, estaban de vuelta en su "cucha" y un muy jadeante domador cerraba la entrada. Sabiendo que Nuria lo habría seguido, le tendió de nuevo el brazo y se secó el sudor de la frente con el otro libre. —Ahora sí, a desayunar. Y sí, prometo bañarme más tarde. Aunque no hace falta, yo destilo fragancia a rosas —bromeó.
—Pues... —Bruno meditó sobre la pregunta que le hicieron. Estuvo a punto de responder que el mundo exterior era un terreno enorme con parque lindo y corredores fríos "adentro", y rejas al final del parque, y sujetos de blanco que te seguían por todas partes y se aseguraban de que durmieras 8 horas seguidas... Cuando, afortunadamente para Fin, su padre la rescató de aquel sacrilegio. Y cuando, desafortunadamente, la directora estaba poniendo los pies sobre el interior de la cocina tras agradecerle a Derian su caballería habitual. Lobelha cerró la boca con fuerza e inspiró sonoramente con la nariz como si estuviera a punto de darle un ataque. Sus ojos lanzaban chispas, no, llamas. —Uf, diablos —Matilda parecía continuar una conversación que habían estado manteniendo con los otros dos recién llegados. Se quitó el abrigo y se lo tendió a Kavi, el más cerca que encontró a mano—, uno sale de la cama muerto de frío, y cuando sale al exterior, se caga literalmente en los pantalones de calor. ¡Un café con leche, Treste corazón, sino es mucho pedir! Una cucharita de azúcar y, no sé si hay tostadas o algo para comer, pero me vendría bien justo ahora —En ese momento pareció darse cuenta de todos los que cabían dentro del reducido espacio. Sus ojos de ave rapaz volaron inmediatamente a la mesa de los aspirantes, donde ubicó a su sobrino y se relajó, e inmediatamente una lenta sonrisa que podría haber sido tétrica, pero que pretendía ser maravillosa y amigable, se situó en sus labios. —Buenos días —saludó con cautela, como una maestra de primaria que conoce por primera vez a sus polluelitos. No tomó asiento, esperó a que Lumiere y Rufus se ubicaran primero, y en ese preciso momento pareció captar la falta de dos figurillas— ¿¡Dónde están Thomas y Nuria!? —Se volvió a Derian, Kavi y Fin, mirándolos repetidamente, antes de que su par de ojos, como taladros, atravesaran al que se estaba haciendo cargo del desayuno ese día. Estuvo a punto de recriminarle a Treste la falta de sus dos payados estrella cuando se abrió la puerta y un bigote y un mar de cabello aparecieron frente a ella. —¡Aquí estamos, aquí estamos! —anunció el domador con una sonrisa radiante. Se quedó en seco en el umbral. Parecía haber reparado en algo—. Mati, yo no quiero ser aguafiestas, pero vamos a necesitar un cuchitril más grande. —¡Ya sé ya sé! —gruñó la mujer, haciéndolo pasar, para evitarse las risitas de Thomas—. Ahora, mientras esperamos a nuestros payasos, por lo menos quiero ir conociendo los nombres de los valientes novatos que tenemos presentes. Los demás ya los deben saber así que chito —Se cruzó de brazos, miró a los aludidos y sonrió expectante. Como si estuviera en el ejército, Lobelha se puso de pie con ayuda de los dos puños que tenía sobre la mesa y saludó a la directora del circo como un soldado. Matilda enarcó las cejas. —¡Buenos días señora! —La peliazul mantenía el frenesí en la mirada como si se hubiera poseído de ella el espíritu de Ares—. Mi nombre es Lobelha Ryan. Me vine a vivir a Italia con mis abuelos para cursar una carrera que nunca en realidad me gustó. Y ahora planeo demostrar mis calificaciones para poder demostrar —Se le estaba yendo la inspiración y notó que repetía palabras— eehm... Que valgo la pena! —Se llevó la mano al pecho y asintió. Hubo un momento de silencio hasta que Matilda se rió con ganas y la chica sonrió, procurando no sonrojarse. —¡Bienvenida soldado! —La mujer volvió a reír—. Excelente, excelente. ¿Y qué me dicen los demás? Bruno levantó lentamente la mano y Matilda lo fulminó con la mirada. —Contigo hablaré luego, señor escapista, déjale lugar a tus nuevos compañeros —La idea pareció causarle gracia al muchacho porque imitó la risa de su tía antes de quedarse callado. Matilda dejó escapar un suspiro.
En efecto, él dio las indicaciones. Una vez el auto se puso en marcha, deslizándose de forma suicida en medio de la marea de coches que poco a poco amenazaba con inundar Roma, Siro dejó el celular a un costado y se volvió a Cian para mirarla. —Tenemos algo de tiempo hasta que lleguemos y que ella se prepare. Así que supongo que no habrá problema con esa tarea que te dio Bernard —Sonrió. Apagó la sonrisa—. No sé exactamente qué quieres preguntarme. O bueno, sí. Fuiste muy específica, Cianni —Se permitió la confianza y volvió a sonreír antes de mirar al frente—. Brisa Vallejos es una vieja compañera de trabajo algo... estrafalaria. Y no le conté todo. De hecho sabe poco. Pero tiene esa extraordinaria habilidad para aparentar saberlo todo, cosa que había olvidado y me jugó en contra —Hizo una mueca—. El jefe no va a olvidarse de esto y me consta. Pero prefiero hacer bien mi trabajo. Y ella es la indicada. Puede infiltrarse allí donde ni tú ni yo podemos. Bueno —Miró a la mujer y su computadora y supo que estaba en presencia de otro tipo de profesional—, físicamente hablando. La red debe ser juego de niños para ti.
No iba a llorar. No iba a llorar. Ni iba a... El alma humilde y poca-cosa de Santiago se quebró con aquella confesión y se le escapó una lágrima contra la cual arremetió en un santiamén, limpiándola con el dorso de la muñeca. ¡Ahí iban de nuevo él y su sensibilidad! —Oh Hil... —susurró. No se atrevió a abrazarla porque en aquella red sin sentido era imposible, pero bien que hubiera querido hacerlo. Aunque sabía que era un tanto inútil. Él no tenía las palabras para explicarle lo que ella quería, no le salían, y de hecho cuando salían, por lo general frente a los demás, eran burdos tartamudeos ridículos. Así que se quedó un momento en silencio, intentando ordenar todo lo que quería decir. —Primero —parecía nervioso. Sacó el dedo índice—. No tienes... No tienes que dejar de ser payasa todo el tiempo. No serías Hil. Hilaria. Y eso sería triste, ¿entiendes? —La miró con ojos de cachorro—. Pero te disculpo y pido perdón sino lo entiendes, no... sé explicarme —Cerró con fuerza los ojos y bufó, frustrado—. Segundo, a ver —Sacó el dedo mayor—, yo te ayudaré. Pero no sé en qué. Porque lo único que hago es esconderme y pasar desapercibido todo el tiempo, no... no lo hago por diferenciar nada. Yo soy así. Y eso está bien. Pero también está... mal —Parecía aterrado—. Oh, dios, dime que estás entendiendo algo de lo que te estoy diciendo porque soy horrible en esto! —Negó con la cabeza— Tres. Tercero —se corrigió y sacó el anular—, te ayudaré. Eso ya lo dije pero a lo que voy, ya sé —Santiago se tropezó con las palabras y cerró los puños con fuerza para serenarse. Una vez conseguido, dejó escapar todo el aire contenido por la nariz y miró a su amiga con decisión—. Yo te ayudo a ser más cuidadosa, y tú me ayudas a ser más... tú. A cambio, me prometes nunca dejar de ser Hilaria. Y yo te prometo seguir siendo Santiago. Y prometo que no dejaré que vuelva a sucederte lo mismo, ¿si? ¿Te... parece un buen trato? —Dudó.
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Post by Eve on Jun 30, 2015 17:52:52 GMT
-Yo...yo...-empezó Sam antes de ser brutalmente interrumpido por una enredadera de rubios cabellos que se interpuso frente a él y Matilda. -Yo me llamo Aphrodite- saludó la muchacha extendiendo su más amplia sonrisa de tiburón que desapareció tan pronto su atención tomaba un nuevo rumbo, hacia aquella pequeña hormiga que trepaba por la mesa en busca del azúcar que alguien había dejado caer en medio del camino a la taza de café. El vibrar de unas cuerdas de guitarra la hizo volver a fijarse en la mujer, más allá Kavi intentaba conquistar a cierta bailarina para que le cediera aquel bollo de canela- Vivo con ustedes hace no-recuerdo-cuánto-tiempo y me hago cargo del puestito de baratijas en la feria del circo. Me gusta trepar y balancearme como mono, no como nada animal y aun trato de convencerlos a todos ustedes- señalo a cada uno de los presentes con el dedo acusador- de que sigan mis pasos. ¡Oh! algo que amo son los cupcakes, son tan...bonitos- la hormiga había llegado a un terrón de azúcar y ahora lo cargaba en su espalda- ..y yo...¿Es eso un pajarito? -añadió deslizándose lejos del grupo hacia la ventana. Rufus dejó caer un trozo de tostada. La abrupta intervención de Sally lo había desconcertado tanto como su salida, ahora ella estaba demasiado distraída silbando con un ave posada en una rama cercana. Cuando decidió poner atención de nuevo, se encontró con los ojos azules de la directora. -Yo...mi nombre es Samuel Campuzzano. He vivido en Roma toda mi vida- empezó luego de una gran bocanada de aire- Actualmente trabajo en una pequeña mecánica no muy lejos de aqui y....y...no sé que más decir sobre mi-admitió regresando a su lugar.
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Milly
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Post by Milly on Jul 9, 2015 4:49:51 GMT
Las últimas palabras de Sam abrieron paso a un silencio expectante que daba a Uzeil el paso para su propia presentación, y aunque comprendía que su turno finalmente había llegado, el pánico era más fuerte que su sentido del deber. Cada vez eran más los pares de ojos que se desplazaban apremiantes hacia su puesto en la mesa, y en tanto él reunía el coraje suficiente para emitir algún sonido, pensaba en el serio inconveniente de aquellos accesos de temor que surgían cada vez con más frecuencia. ¿Cómo pretendía unirse a un circo y presentarse ante todo un público si no era capaz de mantener el control de la situación en instancias tan triviales como aquella? Al final, la mirada impaciente de la directora venció su batalla personal contra el nerviosismo. —Me llamo Uzeil Brambilla —musitó con un hilo de voz, bien agazapado en su lugar. ¿En verdad se había librado de la garra de un grupo de mafiosos y ahora era incapaz de enfrentar a un puñado de inofensivos circenses? Tal vez, en el fondo, lo que alimentaba el pánico era justamente el hecho de poner en duda la inocencia de los presentes—. Nací y crecí aquí en Italia, con mi familia... aunque ahora espero formar parte de esta —carraspeó—. Lo cierto es que a estas alturas volver a casa ya no es una opción viable. La decisión de convertirme en aspirante ha reducido mis alternativas al circo o la calle... ¡pero no quiero decir que ser parte del circo es una de mis últimas elecciones! —se apresuró a aclarar nada más hecho el comentario, y entonces comprendió que estaba hablando demasiado. Miró a su silencioso público, se encogió en su asiento, inspiró hondo y continuó—. Solo digo que... ¡bueno!, pertenecer al Circus sería un privilegio, un honor, un sueño hecho realidad. Y dado que mi segunda opción es bastante menos atractiva... de verdad espero no decepcionar a nadie y acabar fracasando en este intento. No sé si valdré la pena, señora... pero me esforzaré para sorprenderlos a todos.
Al final, el caos de palabras elaborado por Santiago obtuvo cierto nivel de eficacia, pues aún cuando Hilaria solo consiguiera descifrar poco más de la mitad de las enrevesadas explicaciones, una carcajada tímida finalmente logró arrancarle a la payasa una pequeña sonrisa, devolviendo algo de luz a sus ojos todavía húmedos de lágrimas contenidas. —Eres un desastre, Terna —intentando incorporarse en la red con manos y rodillas, compuso una expresión que casi se acercaba a la Hil de siempre—. Peeeero, suponiendo que entendí bien, sí. Creo que es un buen trato. Tú serás la vocecilla del ángel bueno, y yo la del ángel malo. Algo decente tendrá que salir de eso, espero —Sin detenerse a pensar, tomó una de las manos de su compañero y la estrechó con la ceremonia de un gran empresario, cerrando el acuerdo. Y como si nada de aquel lapsus depresivo hubiese tenido lugar, la joven payasa inició el camino de retorno a tierra firme, avanzando a gatas hasta el inicio de la red de seguridad. —Espero que esos caníbales glotones hayan dejado algo de comida —comentaba con alegría durante su descenso—. Mi estómago ruge por unas tostadas y algo de chocolate caliente. ¡Vamos Santiago, no te quedes ahí arriba holgazaneando! ¡Las cocinas nos llaman!
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bachi
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Post by bachi on Jul 16, 2015 18:36:14 GMT
((Bueno, sólo quiero avisar que ya tengo planificadas muchas cosas de Circus y, en efecto, lo que me faltaba saber de su funcionamiento, lo descubrí ayer en un golpazo de imaginación LOL Así que ojalá lleguemos a terminarlo algún día x3 Les tiro un par de bombas a continuación~ Se vienen unas grandes 8 D))
Aunque Matilda no era una mujer sentimental... Tachen lo anterior. Mientras iban uno a uno exponiendo, el corazón de la directora se ensanchaba y sus ojos se llenan de cristales de lágrima. La directora aprovechó justo el momento en el que se abrió la puerta detrás de ella para sorberse los mocos y limpiarse los párpados con el antebrazo. Detrás suyo, las figuras de Santiago y Hilaria asomaban, FINALMENTE, sus narices no-rojas en escena. Antes de entrar, el payaso se había asegurado estrictamente de que su compañera no perdiera la compostura, aunque interiormente sabía que eso no iba a suceder. Se lo habían dicho ese par de ojos que poco a poco recuperaban la vitalidad. Pero, como buen Santiago que era, mejor prevenir que lamentar. —Bueno Hil, ahora —Se retorció las manos nerviosamente. Adentro del motorhome se escuchaba una única voz emitiendo una especie de discurso ¿Era Uzeil, acaso?—... Ahora actúa como si nada hubiese sucedido, o vendrán las preguntas incómodas y... Y bueno, es mejor evitarlas, ¿no? Así desayunamos más rápido —Esbozó una tímida sonrisa e ignoró el rugido del estómago. Lo cierto era que llevaba levantado desde muy temprano por la guardia de Mati, y se había olvidado de desayunar con decencia. Ahora cualquier cosa que Fin cocinara, o incluso Bruno, sería de su agrado. Bajo esos pensamientos anunció su llegada abriendo lentamente la puerta. Pero si había esperado que Hil, haciendo una entrada triunfal lo salvara del par de ojos de TODOS los presentes, estaba equivocado. Fue Matilda quien lo salvó. —¡Bien! ¡Excelente! ¡Finalmente están aquí los payasos desaparecidos! Ahora andando muchachos, todos a la carpa. Es hora del ensayo —La mirada radiante de la directora y la voz que recuperaba su habitual tono de liderazgo, hicieron bajar los hombros del famélico payaso y gemir interiormente como el Naúfrago y Wilson que era. Lobelha se puso de pie de un salto, mientras esperaba que a su alrededor la mesa se despejara para poder salir por alguno de los costados. Thomas, en tanto, echó una última mirada a Nuria y asintió mientras un caudal de gente comenzaba a vaciar poco a poco el "nido" de la comida. —Em, ¡Mati! —sugirió entre hombros y cuerpos, logrando captar la atención de la mujer— ¿Puedo hablar contigo un segundo? —Por supuesto querido, sísí, pero a ver... De algo me estoy olvidando —reflexionaba Matilda en medio de la salida, como si su cuerpo fuera traspasable y no estuviera en modo alguno perturbando a los transeúntes— ¡Ah, sí sí! Kavi, quédate con los novatos mientras los demás ensayan, ¿si, puedes? Cuando vuelva yo, que ocupen los demás sus puestos y vete a los controles de audio así aunque sea una vez manejan el espectáculo con ambiente de fondo —Guiñó el ojo y se volvió a Bruno—. Tú, aquí muchacho —Señaló a un costado como si hablase con un manso perro lazarillo... Y de hecho, así parecía. Lenta y parsimoniosamente, la mansa esencia brunezca se situó junto a su tía— ¡Y Derian! ¿Podrías venir tú también un minutito? Tengo unas cositas que hablar contigo. Espero no sea una molestia no ensayar ahora, eh? —¡Mati, te recuerdo que yo...! —Thomas alegremente alzó el índice. —Sísí, hombre. Ya lo sé. Tú también. Vamos a mi oficina, los tres —Thomas bajó el índice como un cachorro abandonado mientras la directora se volvía a Lumiere y lograba captar más allá la mirada del mago verde. Su advertencia era clara: Ustedes dos descansen, sobre todo TÚ, adivino— Ahora sí, ahora sí —La mujer se frotó las manos— ¡Si los aspirantes son tan amables de seguir a sus compañeros con más experiencia...! No le hagan caso a Kavi aunque los dejé bajo su responsabilidad: Podrán participar, siempre y cuando cuenten con las agallas de hacerlo, por ahora como un mero juego. Tomenlo como un... taller de esos interactivos que brindan las universidades, sí, eso —Sonrió—. Las excepciones, síganme.
Siro nunca supo muy bien cómo lo golpeó la idea. Solo supo que sucedió Como no sabía si Cian tenía alguna otra pregunta en específico que declarar, Siro tomó el silencio de su compañera como una muestra de que ya estaba sumergida 100% en su trabajo de hacker, así que decidió no perturbar el aura laboral de dicha compañía. Simplemente se dedicó a mirar el camino por el cual eran llevados por el violento bamboleo del taxi, algo más parecido a una balsa a punto de zozobrar en medio de un Nilo infestado de tiburones que un coche, y le vino la idea. Lo golpeó con tanta fuerza, que se aferró al cinturón de seguridad como si el conductor hubiese frenado de golpe e inspiró fuerte por la nariz. El hombre no pudo reparar en la presencia de su, quizás, preocupada compañera, porque mientras se detenían frente a esa casa en particular, buscando a esa chica en especial, Siro estaba marcando el número de su jefe. Sólo esperó a que contestara. —Disculpe las reiteradas llamadas del día, señor —No iba a andar con zalamerías del estilo "Se que a usted no le gustan" o "Me arrepiento por lo antes hecho pero...". No. Siro no era así y, por suerte, sabía que Bernard era lo suficientemente eficiente en su trabajo como para evitar los rodeos. Esto lo aprovechó—, pero se me ocurrió una idea para remediar ciertos inconvenientes. Y creo que es grande —Se mordió el labio y desapareció debajo de su mostacho. Se permitió el lujo del suspenso—. Y creo que funcionará. Ahora, si me permite, cortaré y procederemos a buscar a nuestra nueva integrante del equipo.
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Milly
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Post by Milly on Jul 20, 2015 22:40:07 GMT
((*-*!!!))
Derian sostuvo la puerta de salida con el estoicismo de un guardia del Palacio de Buckingham a la espera de que los ocupantes de las cocinas abandonaran la estancia, incluso el par de payasos encabezado por Hilaria, que acababa de asaltar las despensas en la búsqueda de un cuantioso arsenal de reservas que cargaría celosamente entre sus largos brazos, indiferente a los reproches de su compañero. Solo entonces el lanzallamas se permitió abandonar su puesto para seguir a la pequeña procesión de Matilda, demasiado paciente, demasiado silencioso y tranquilo.
Y Uzeil contempló la retirada de aquellos cuatro individuos con curiosidad. —Habrá... ¿ocurrido algo malo? —preguntó a nadie en especial. —Lo dudo —se apresuró a responder la payasa, con una hogaza de pan a medio camino de su boca—. Apuesto a que Matilda se ha guardado las mejores cosas para el desayuno y ahora planea compartirlas solo con ellos —suspiró—. Es lo que tiene ser de los favoritos, supongo. Derian se porta siempre tan condenadamente bien... a Thomas y a Bruno ha tenido que invitarlos porque no le quedaba de otra, seguro. Pues bien, ¿quién necesita de sus golosinas privilegiadas? ¡Los menos afortunados nos la podemos apañar bien por nuestra cuenta! —agitó el pequeño botín de sus brazos antes de atacar su pan a mordiscos—. ¿Alguien tiene hambre? Tengo unos cuantos rollitos de canela, algo de pan de anís y... ¿qué es esto?
No hizo falta más que echar un vistazo al identificador de llamadas para concebir una clara idea del asunto con el que se vería obligado a lidiar, así que, del mismo modo que Siro omitiría las excusas y el discurso expiatorio, Bernard Saunière prescindiría de las reprimendas que se le atoraban en la garganta. —Creí haber sido bastante esclarecedor respecto a la opinión que tengo de sus ideas y sus impulsos de iniciativa independiente, Skyler —la inexpresividad de su timbre rayaba lo escalofriante—. Así que, si me hace el favor —y la traducción de aquella cortesía permisiva, ese 'Si me hace el favor', era una apelación directa—, no tengo tiempo para dar el visto bueno a cada nueva idea que le sale al paso. Tiene sus instrucciones, muchacho. Decida si le conviene atenerse a ellas o si prefiere arriesgarse a los resultados de su... espontaneidad. Sabe lo que está en juego. Confíe en su criterio, demuéstreme que también yo puedo confiar en él y proceda. Un segundo de silencio, y la llamada acababa.
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nit
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Post by nit on Jul 22, 2015 9:21:51 GMT
Ante todo el revuelo ocasionado por la llegada de Matilda y sus dos acompañantes, Fin se recogió el larguísimo y abundante cabello para luego salir de detrás de la barra, estamparle el devantal a Lumiere e ir detrás de la directora con cara de pocos amigos. -¿Y a esta que le pasa? -preguntó el adivino a la madre de la criatura a lo que la madre negó con la cabeza. ¿Quién entendía a su hija? -Os haré un buen desayuno, sentáos -le quitó Sanna el devantal a Lumiere y les empujó a sentarse.-Vamos, vamos. -Ahora que aquello estaba vacío, iba a desplegar toda su creatividad y a hacer 3 desayunos dignos de mención porque oh! ella aún no había desayunado y se lo iba a cobrar.
Por su parte, Treste iba silvando y alcanzó en pocos pasos a sus dos compañeros de escena con una enorme sonrisa por debajo de aquel mostachón que portaba.-¿Y bien, mis celebres compañeros -cuestionó-, a qué se deben esas caras tan largas? -habló para luego palmearles los hombros con valentía y animosidad- vamos, alégrense. Un nuevo día comienza y aún están vivos para contarlo.-Se río siguiendo a aquella marabunta dirección a la carpa del Circo.
Cuando Sauniere colgó la llamada los labios que siempre habían mantenido el rictus serio de Cian ahora se curbaban burlescos frente a la evidencia. -¿Y bien -seguía tecleando sin parar, ya casi lo tenía-, alguna novedad que deba serme comunicada? -¡¡la tenía!!. Regresó la mirada a la pantalla con atención y empezó a maniobrar con diligencia hasta que finalmente lo tuvo todo en su sitio y se estiró cual larga era. Agarró su móvil y mandó un escueto mensaje: "Metiche en la ratonera" y sabía que su Señor lo entendería.
Raissa observaba atónita a quien iba a ser su esposo pues sus oídos no creían aquello que este acababa de decir. -Sabes que no me gusta repetir lo que digo -su tono era amenazante aunque aún no había dejado el deje tranquilo de las anteriores palabras en aquella larga e intensa conversa que ambos habían mantenido tras el desayuno. La joven de 17 años se puso en pie y se metió en el baño tras agarrar cuatro cosas de su armario y salir ya vestida y preparada a la par que él le daba a una canción que sonaría desde la tablet último modelo que en ese momento estaba justo frente a él sobre la mesa. Empezó por mover las caderas, a la par que su estómago se contraía y volvía a aparecer, esbozando suaves ondas, simulando las dunas del desierto, moviéndose cual serpiente... hasta que la canción se acabó y ella empezó a respirar agitada desde el suelo donde había terminado arrodillada. -¿Crees que con eso te aceptarán? -se mofó divertido- ya sabes, te dejaré pasar la prueba pero yo estaré siempre contigo, que no se te olvide.-Y regresó a estar serio.-Ahora vé y vístete, no quiero que nadie te vea así. -Y Raissa, con el corazón en un puño y la esperanza latiéndole a 1000 por hora en su pecho, fue a obedecer.
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bachi
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Post by bachi on Jul 23, 2015 18:29:51 GMT
(("a Thomas y a Bruno ha tenido que invitarlos porque no le quedaba de otra, seguro" JAJAJAJJA Claro, porque tiene muchísimo sentido todo eso XD Hilaria me hace estallar siempre, dioses xDDDDDD))
Santiago no lo dudó. —YO —Se abalanzó hacia lo que fuera "eso" que Hilaria tenía entre los brazos y lo comió. Bien, era comestible. No estaba seguro de qué se había tragado, pero sabía a chocolate y... ¿jamón? Observando con un lagrimón en la comisura de los ojos cómo Sanna se ponía a hacer algún delicioso aperitivo a Lumiere, retrocedió sin quitarle la vista de encima a la mesa vacía. Sólo la mano con la que se apoyaba en el hombro de Hilaria le haría saber cuándo saltar el escalón del motorhome al suelo. Para cuando Treste se hubiera acercado a ellos, el payaso había aprovechado la oferta de su amiga, y se había mandado otros bocados de rollitos de canela. Le costó responder con la boca llena. —Desayunamos poco y nada, Treste —Santiago suspiró—, así que supongo que tendremos que esperar hasta el almuerzo. Entonces ¿alguna buena idea para hacer que jueguen con nosotros los chicos? —Hizo una mueca y observó por sobre su hombro a la pequeña comitiva de ingresantes que seguían a Kavi como Hamelin con una escolta de ratoncitos. —Entonces —Lobelha codeó a Uzeil. Aquello ya se había convertido en casi una costumbre— ¿así que "el circo o la calle"? —Sonrió, procurando encontrarle los ojos, y señaló a Aphrodite y a Sam (a la primera la habían arrastrado con ellos al salir. La habían encontrado junto a un hormiguero de tamaño considerable)— ¿Y te crees que dejaríamos que eso sucediera? Piénsalo así, Uzeil —Se colgó de sus hombros con un brazo y señaló el firmamento con teatralidad. Si tuviera bigote, se hubiera parecido a cierto domador de leones—: Ellos son una familia de circenses, y nosotros somos una pequeña pre-familia de ingresantes. Ahora sería como que nos protegemos los unos a los otros.
La sonrisa de triunfo de Cian y su perezosa actitud le indicó a Siro que el trabajo ya estaba hecho. Eso, o que la mujer de verdad disfrutaba verlo en aprietos. De una u otra forma, no respondió directamente, en vez de eso detuvo al taxi y le pagó con efectivo que tenía en el bolsillo. Sólo habían estado dando vueltas para darle tiempo a Cian de terminar su tarea. Bajó por una puerta y caminó hacia la otra para abrirle a la mujer. Era costumbre, no cortesía. Cuando comenzaron a caminar, y todavía sin haber dicho una palabra al respecto (si Cian y Uzeil se hubiesen juntado a tomar un café, habrían concordado en esta mala costumbre del sujeto), Siro puso las manos en sus bolsillos y se fijó en la hora al sacar el celular con la derecha. Finalmente, decidió abrir la boca. —Vamos caminando porque ella esperará un taxi. De esa manera no podrá observarlo en la calle desde las ventanas. De una u otra forma, estaría forzada a asomarse para vernos, y no le gusta ser sorprendida. Sin embargo —se encogió de hombros— sé el número de su edificio, de su piso y su departamento —Mantuvo silencio de nuevo, miraba algo en la pantalla de su celular. Cuando el letargo pareció pasar, se volvió a su compañera y guardó el móvil en el bolsillo—. Te cuento todo esto para que te des una idea de la persona con la que vamos a lidiar. Un par de recomendaciones —Volvió a detenerse frente a un edificio y abrió la puerta para que pasara primero Cian, luego pasó él—: No seas impertinente, ella tomará provecho de eso y te hará fastidiar. No seas condescendiente, te tomará el pelo. No hagas comentarios corteses sobre su casa, su cabello o su ropa, probablemente te dará un discurso de mentiras al respecto, porque la verdad es que no le importan —Llamó el ascensor. Los pisos pasaron lentamente ante sus ojos una vez que estuvieron dentro de la cajita mágica de levitación—. No la mires muy fijamente porque ella podría hacerte lo mismo, o recordarlo para más adelante e invadir tu espacio personal a propósito. Lo más importante es que no le des datos sobre ti. Nada. En lo posible salúdala con un simple "Hola", dejo a tu criterio si sonreírle o no, aunque probablemente eso también te creará consecuencias a futuro. Como sea, no digas nada tuyo. Ella ya sabe que trabajas conmigo, sabe que estás en el mismo lugar a donde ella irá así que tarde o temprano ella se enterará por sus propios medios lo que quiera saber de ti. Pero yo te recomendaría mantener en secreto eso de que sabes programar y en tus tiempos libres haces de hacker para el jefe. Podría tomarlo... personal lo de su cuenta bancaria, ¿sabes? El ascensor se detuvo y Siro volvió a abrir las puertas. Dejó pasar a la mujer al pasillo y cerró la puerta detrás de él. Caminó por el pasillo y una luz que reconocía el movimiento se encendió al final del pasillo. —En pocas palabras: No hables. Será lo mejor. A no ser que ella te haga preguntas, y las hará. En ese caso, debes atenerte a lo dicho. Y en caso de que suceda algo de lo mencionado —Siro frenó frente a la puerta A. Miró a Cian, parsimonioso—, síguele el juego. Nada de lo que te diga será cierto, de todas formas —Iba a golpear, pero dudó— ¿Estás lista?
Matilda se mantuvo en silencio hasta que llegaron a la oficina. Una vez allí, abrió la puerta de su "casa" y dejó pasar a su sobrino adentro. Bruno pasó sin siquiera dudarlo, parecía que siempre había vivido allí. Sin embargo, antes de pasar la mujer, se volvió a los otros dos. —Bien, ¿Thomas, pasas primero? —La mujer sonrió. Thomas pareció un poco incómodo. —En realidaaad era un tema un poco, ejem, delicado como para que Bru... —No te preocupes —Matilda lo cortó, cerró los ojos y les dio la espalda para entrar—, créeme, se de lo que te hablo. Ahora, entra. Charlemos de eso que te preocupa —Su voz se perdió en los antros de su oficina, mientras iba alejándose de la puerta. El domador le echó una última nerviosa mirada a Derian y le dio una palmada en el hombro, antes de sonreír de forma incómoda. —Si canto tres veces como un gallo, entras y me sacas y de ahí, ¿entendido? —Se rió con pocas ganas de su propia broma, echando la cabeza hacia atrás y subiendo y bajando los hombros. Cuando terminó de reírse, se pasó el índice por la cabeza de su camiseta, como si le ajustara en el cuello— Te lo digo en serio, hermano —soltó al final, sujetando al lanzallamas por ambos hombros y mirándolo fijamente. Acto seguido lo soltó, dejó escapar una bocanada de aire y asintió para darse coraje. Thomas entró frotándose nerviosamente la punta del bigote. Había pensado lo que iba decir. Más o menos. Pero ninguna de las opciones le parecía la correcta. Además estaba la cuestión de mandar al frente de tiro a los jóvenes intrépidos que habían decidido dar una excursión por Roma junto a Hilaria. Y eso no terminaba de cerrarle del todo. Pensando en ello golpeó dos veces para captar la atención de Matilda, que estaba justo frente a él al otro lado del escritorio. Bruno jugaba con un avioncito de papel junto a ella en un taburete. La mujer no lo miró, siguió con el papeleo. —Siéntate, Thom. Dime, qué necesitas. Si es más comida para los michines, sabes que solo tienes que encargarlo en la carnicería que siempre nos suple aquí. Lumiere hará el resto. —Sísí, gracias —Mientras se sentaba, se retorcía las manos. Pareció que algo en su actitud delató su ansiedad, porque Matilda detuvo lo que estaba haciendo para subir la mirada. Intercambiaron un par de parpadeos y la mujer dejó la lapicera a un costado. Thomas suspiró y empezó—. Me encontré con otra aspirante, Mati, pero hay un pequeño problema que la rodea. Problemas más bien políticos. Matilda sonrió. —¿El alcalde? Thomas se rió nerviosamente. —Problemas más bien... culturales. Étnicos. —Esperó, pero ella también esperaba algo más específico. Bufó y se rascó la nuca—... Religiosos? ¡Mediorientinos! Matilda abrió grandes los ojos. —NOO —soltó con la voz grave— ¡No me digas que la chiquilla esa, la que venía con el señor Aires-Todo-Es-Mío-Porque-Lo-Compré-Con-Mi-Petróleo! —Vio cómo el bigote asentía lentamente y soltó aire, desinflándose un poco sobre la silla—. Se que nuestra política es recibir a todos, absolutamente todos, sin importar su pasado. Es decir, no tenemos aquí a asesinos psicópatas (espero), de eso nos aseguramos, pero ¿¡esto!? Esto trasciende literalmente las cosas —Negaba con la cabeza—. No sé si... El cajón frente a Bruno se abrió haciendo sobresaltar a todos los presentes. Antes de que el muchacho pudiese ingresar la mano en lo que fuera que había allí, su tía le dio un cachetón en el dorso de la misma y se le adelantó. Lo que lentamente le enseñó al domador, la hizo dar un respingo, aunque él no lo entendió. La mano de Matilda temblaba cuando dejó el papel frente a ella. —Mati...¿todo en or...? —El domador se había puesto de pie, cauteloso. —Sí —lo cortó— Sí —aflojó la tensión y logró sonreír—. Por favor, llama a Derian al salir. —¿Pero y qué hay de...? —La chica tendrá su oportunidad. Así parece que... —Miró la hoja. Thomas notó que era un contrato y lo reconoció. Era como uno de esos que había firmado él antes de hacer la prueba— tiene que ser. Ahora vete a ensayar. Al salir, el nerviosismo del domador se había convertido en confusión. —Te toca, hermano —Dos palmaditas en el hombro y emprendió camino hacia la carpa.
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Post by Eve on Jul 23, 2015 19:57:31 GMT
El mago iba apoyando un brazo en el bastón y el otro sostenía galante el brazo de la gitana. Ambos sumergidos en lo que parecía una amena plática, y "parecía" porque apenas se les entendía lo que hablaban. Ella, tal vez sin darse cuenta y medio de la exaltación por los recientes hechos, había empezado a mezclar sus oraciones con el dialecto de los gitanos que solo dos personas conocían bien dentro del Circo: Rufus y Kavi. El músico iba adelante, simulando una alegre marcha que era imitada por Aphrodite y muy torpemente también por Sam. Su ronca voz los acompañaba en medio de una melodía que le gustaba entonar en días para celebrar, como aquel, en donde nuevos miembros se unian a la familia. Al llegar a la carpa, se planto en la entrada, siguiendo el ritmo de la canción con su diminuta guitarra mientras uno a uno los circenses iban entrando, pero dejando al final a los cuatro muchachos. Una vez los tuviera en frente los detuvo con una amplia sonrisa. -Estan a punto de entrar a un nuevo lugar. Lo que ustedes vieron anoche es el resultado de horas, días, ¡hasta años! de entrenamiento- explicó, dentro se escuchó un agudo grito- los accidentes ocurren- agregó rápidamente para ocultar su evidente sorpresa por lo que fuese que adentro ocurriera- Asi que, por aho, su única preocupación será mantenerse con todas sus partes completas y.... -¡SALLY!- el rugido de oyó desde adentro. -Ups..-Aphrodite le devolvió la mirada a Kavi. -Bien solo...solo entren- atinó a decir el gitano, terminando de abrir la entrada de la carpa para entrar después de los muchachos. Dentro se veia a un par muertos de risa y otros negando con la cabeza. Una de las bailarinas, sostenía con la punta de los dedos lo que parecia una maraña de cabellos. Pero al acercarse más, unos distinguía la forma de una tarántula. La risa escapó de los labios de la rubia. -Creo que Matilda olvidó su regalo anoche- dijo como si fuese algo evidente y con esto, los demás se dispersarían a sus respectivos lugares de ensayo.
Luego de ser brutalmente interrumpida, la mujer tomó las llaves y salió de aquella casa. Veinte minutos más tarde llegaría al edificio, esperaría el ascensor y finalmente entraría a su piso mientras rebuscaba en el bolso de cuero las llaves de su departamento. Pero, oh sorpresa, las voz inconfundible del hombre le advirtió que ese día no estaría sola. "¿Estás lista?". -Ahora entiendo por qué se comportan así las personas que traes contigo-saludó ella acercándose hacia la pareja parada frente a su puerta, los tacones de sus botas resonaron junto con el titilar de las llaves antes de ser encajadas en el cerrojo de la puerta y abrir- me haces mala fama, Skyler- ahi estaba, la sonrisa burlona asomando en la curva de sus labios antes de fijar la mirada en la otra mujer antes de devolver la atención al muchacho - ¿No me vas a presentar? Formalmente hablando, claro, ya sé que la estuviste entrenando para este momento.
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nit
super nerd
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Post by nit on Jul 24, 2015 22:35:54 GMT
Fin, quién había subido a la red y había contemplado aquello desde esa altura, ahora iba dando tumbos y piruetas por la red hasta llegar donde empezaban las escaleras y así encaramarse a lo más alto, consciente de que era observada por los futuros nuevos miembros de la familia mientras alguien desde arriba le gritaba alguna cosa a media escalera. Se detuvo, le observó y observó abajo para asentir. Bajó lo que había subido y regresó a la red para luego bajar abajo doblándose de forma inhumana para finalmente aguardar a por el aro que bajaría desde abajo a la par que realizaba algunos giros y contorsiones más.
A la par, su padre tendía narices con goma elástica a los chicos y les sonrío. -Hacerles reír y ser parte de la risa. Convertirlos en payaso. Nada mejor como eso para perder la vergüenza.-Y, nada más los vio entrar seguidos por Kavi, se acercó a ellos para tenderles narices rojas de payasos.-Hola, me llamo Treste y soy quien logra que la actuación caótica de los payasos tenga cierto sentido. Así que voy a proponerles un buen ejercicio, ayudarles a perder la vergüenza haciéndonos reír a nosotros tres. -Asintió- ¿Preparados para el reto?
Una vez el aro estuvo abajo, lo agarró y se enroscó en él para luego, mientras subía, ir moviéndose para desentumecerse. Duke, junto a los demás, la observaba moverse y era incapaz de hablar. ¿Cómo siempre lograba dejarle atónito? Por otro lado, después de comerse el desayuno, Lumiere entró a la cocina, se dirigió al frigorífico y sacó la carnada de aquel día. -¿Hoy toca lomo? -cuestionó Sanna.-Hoy toca lomo.-Confirmó mientras lo extraía.-Creo que sé que sabes que no les termina de gustar el lomo. -Sentenció Sanna a lo que Lumiere se encogió de hombros.-Deben aprender a comer de todo, no siempre puedo estar regalándoles chucherías o Thomas me matará y dará este trabajo a otro. -Comentó.-Tiene su lógica -terció Sanna viendo como el hombre llevaba esos trozos de carne a algún lugar para que fueran descongelándose.
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Tan pronto había aparcado el taxista, el ordenador había desaparecido en aquel bolso funda y, tan pronto como le habían abierto la puerta, las gafas adornaban ya sus ojos para luego seguir al chico hasta su destino. En el ascensor se arregló, se quitó las gafas y silenció el móvil para luego observar al chico. Le siguió totalmente profesional y en silencio hasta que la chica les sorprendió por atrás. La sobresaltó, no lo negaría pero, aún así, no lo mostró. Aguardó a que Siro diera los primeros pasos profesionales en aquellas arenas movedizas. Allí él era el experto y ella había hecho todo su trabajo. Aunque tenía un as bajo la manga. Siempre.
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Milly
ultra nerd
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Post by Milly on Jul 25, 2015 20:09:10 GMT
Eso de protegerse los unos a los otros sonaba nuevo y fantástico a oídos de Uzeil, y la idea consiguió arrancarle de los labios una sonrisa ridícula... que de todas formas no duró demasiado cuando Treste se plantó frente a ellos con sus coloridas narices. Sostuvo una como si fuera un calcetín maloliente. —¿Qué clase de pregunta disparatada es esa, Treste? ¡Claro que están preparados! —Hilaria, que se había quedado atrás en un intento por recuperar la pequeña tarántula responsable del reciente alboroto, se acercaba ahora a los aspirantes y Kavi con la pequeña obra de arte de Sally medio escondida en sus bolsillos. Nunca se sabía cuándo podría volver a resultar útil—. Todo el mundo es capaz de hacer reír a los demás. —Yo no estoy tan seguro de... —incómodo, Uzeil echó una miradita de ayuda a Sam. De los presentes, era el único en que podía depositar una cuota de confianza en lo que a cordura se refería. No quería decir que no confiase en Lobelha, o en Sally; pero su tendencia a seguir las locas ideas de los circenses más entusiastas era... peligrosa. La payasa interrumpió sus titubeos. —Nono. Nada de excusas, queridito. Ahora es cuando probamos de qué están hechos, de hacerles novatadas. ¡No tienen idea del tiempo que llevo esperando para esto! A ver, Treste —se volvió al payaso mayor, sus manos ocupadas en la tarea de guardar el resto de rollitos y demás golosinas en sus propios bolsillos y en los de Santiago—, ¿qué tienes en mente? ¿Algún juego? ¿Improvisación?
Solo para asegurarse, Derian procuró mantener absoluto silencio durante su espera, en caso de que Thomas decidiera enviar alguna señal de socorro. Pero a juzgar por la tranquilidad proveniente del motorhome... todo debía estar en orden. Estuvo seguro de ello cuando vio salir a su compañero. No hizo preguntas. En cambio, hizo un gesto de despedida antes de ingresar a la "oficina" de Matilda. —Buenos días, Matilda. Buenos días, Bruno —saludó a ambos para anunciar su llegada. Su mirada de sempiterna imperturbabilidad recayó sobre la mujer—. Tú dirás en qué soy útil, directora.
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