bachi
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Post by bachi on Aug 3, 2015 3:56:48 GMT
WOOOOO, CONDENADO ESTRENO DE 4° PÁGINA CON MEGA POST *cof*Nomeodien*cof*
((Ay, Treste <3 <3 <3)) Santiago rápidamente comprendió que, de no ser por Treste y su eficaz actuación, en ese preciso momento habría terminado con los nervios de punta. Era mucha emoción para un solo día, y ya había tenido suficiente como para sobrevivir chillidos penetrantes de bailarinas. Por supuesto, todo eso cambió en tanto sostuvo entre sus manos la nariz. LA nariz. Como un tesoro, la observó y asintió en silencio, repetitivamente. De forma gradual, fueron cuajando de nuevo los viejos espacios vacíos que el cambio en Hilaria había producido en su dúo dinámico: El silencio y el sonido puro volvían a equilibrarse. Con absoluta resolución, se colocó la nariz y los ojos de Santiago brillaron, porque ese era el mejor momento para absorber toda la información que su compañera, y ahora nueva cómplice de pactos, pudiera sugerirle. En tanto se llevaba a cabo la pequeña escena entre los aspirantes y sus dos compañeros payasos, él se acercó sin disimulo a Kavi con una radiante sonrisa. —Se que Matilda dijo nada de música, pero técnicamente lo que voy a pedirte no transgrede ninguna regla —Estiró la mano. Sí, le estaba ofreciendo otro pacto. Una oferta imposible de rechazar. ¡Hey, que eso de ser mafioso no se le daba tan mal! Antes de que el músico pudiera negarse, Santiago se acercó todo misterioso y le susurró histriónicamente—. Necesitamos un tema divertido de fondo para que los nuevos se suelten. Y estaba pensando en muchos peeeeero... Tú eres el experto —Guiñó un ojo, guiñó el otro, pareciendo un camaleón y alzó los pulgares. Si se lo hubieran propuesto a Lobelha, en cambio, habría mandado a Santiago a juntar... fruta. En el primer momento en que recibió la nariz, la sostuvo en la mano sin saber exactamente qué hacer con ella y miró a sus compañeros con una mezcla de urgencia y violencia en los ojos: HAGAN ALGO, AH, AHHH, SE ME INCENDIA EL CEREBRO. —¡YO! —exclamó Santiago desde lejos, es decir, a unos cinco pasos de ellos. Saludaba alegremente con la mano en alto— ¡YO TENGO UNA IDEA! Kavi se propuso a ofrecernos música improvisada y de la buena —De nuevo guiñó los dos ojos. De nuevo alzó los pulgares. Lobelha volvió a mirar al resto para asegurarse que habían visto lo mismo que ella. —Ese tipo me pone los pelos de punta... —susurró mientras negaba con la cabeza y se resignaba a la posibilidad de adquirir doble personalidad mientras se colocaba la nariz de payaso. Capaz era parte de la magia de Circus. Capaz hacía algo especial. Capaz tenía canela y los hacía estornudar y por eso correteaban siempre por todos lados... Aguardó. Nada. Pero sonrió, se sentía extrañamente bien. Por tercera vez, poniendo los brazos en jarra, miró a los chicos y ensanchó la sonrisa. —¡Creo que ya sé de qué va todo esto! ¿No es cierto, Sally? —Le palmeó el hombro y se rió, algo nerviosa. No tenía ni idea de qué hacer a continuación— El tema es que... no tenemos su habilidad para hacer cosas chistosas, sin que parezca alto estúpido, ridículo y no de gracia. ¡Antes necesitamos tips! Y después de ahí en adelante, podemos hablar de pactos. Los ojos de Santiago centellearon. Se aferró del brazo de Hilaria, mientra asomaba la cabeza entre Treste y su amiga. —Pactos —susurró. ((JAJAJAJA Y MATILDA TERMINARÁ TRANSTORNADA Matilda: VOY POR USTEDES. SÍ, SALLY, HILARIA. Es indestructible ese collar maldito XDDD))
Thomas apareció al cabo de unos minutos. Mientras su rostro iba cambiando a medida se acercaba al centro de la carpa, sus ojos se iban enfocando en las bailarinas entre las cuales, por ahí, una resaltaba entre las demás. Se ubicó junto al grupete, justo detrás del viejo mago, y cruzó los brazos para examinar minuciosamente a los novatos. Sobre ellos, Fin volaba como un ángel. Desde allí alto incluso les llegaban de vez en cuando arrebatos en las corrientes de aire. —No crean que no sé lo que han hecho todos aquí, pillines pillines —soltó al final, con una sonrisita en los labios mientras entrecerraba los ojos—. Es como si yo hubiera soltado a los leones y usara a los nuevos de carnada: ¡Esos condenados payasos no nos dejarán nada luego! ¡Hey, allá! —Se llevó las dos manos a la boca para hacer de megáfono y dirigió el vozarrón a las condenadas narices rojas— ¡Déjennos un poco de carne a los demás para después! —Entre risas, se alejó para preparar la jaula de prácticas. Sabía que de una forma u otra, todos terminarían abalanzándose sobre los ingresantes al mismo tiempo. Pero para que los leones estuviesen perezosos y retozones, lo mejor era alimentarlos antes. Previendo de antemano que Lumiere había preparado los platos gourmet de sus muchachos, salió a vivo trote por una de las partes traseras de la carpa. Volvería diez minutos después, seguramente luego de que se hubiera iniciado alguna hecatombe, seguido de una hilera de hermosas melenas marrones y negras...
Siro no se sobresaltó. Había pocas cosas que podían sobresaltarlo, y una de ellas probablemente fuese Bernard Sauniére. Pero no Brisa. Aunque fuese extraño, esa errática mujer, voluble como una tormenta de mar, le producía una sensación de calma que, más que forzada, era respuesta natural al caos que se arremolinaba a su alrededor. La idea le trajo a la memoria inmediatamente a la Diosa del Caos de esa vieja película animada de Simbad. Su imaginación voló un poco más, pero por respeto a las damas de este rol, Siro se limitaría a agregar solo que la idea figuraría eternamente flotando a su alrededor. Sonrió y le extendió una mano que Brisa podría o no estrechar. Para no dejarlo a la deriva, le tomó la mano suavemente y la agitó él mismo en el aire. —Tanto tiempo —Asintió, asintió y señaló la puerta. Monosílabo como él solo era— ¿Nos invitas a pasar? Tenemos un par de... —Miró a Cian— ¿Minutos, quizás hora? Antes de tener que trasladarnos y mostrarte tu nueva residencia —Se encogió de hombros. Se hizo un pequeño silencio, y lo recordó, sobresaltando sus hombros y cejas— ¡Ah! Por supuesto —Señaló a Cian—. Brisa, ella es Cian. Cian, ella es Brisa Vallejos. Una vieja amiga de trabajo —Sonrió de nuevo, y con las comisuras de sus labios, todo su mostacho de motoquero se movió. Era una interesante pregunta para hacerse, consintió consigo mismo: Qué sería de aquellas dos mujeres tan distintas, encerradas en una misma habitación. La idea le dio gracia. Comenzó a comparar lo que conocía de ellas y dentro suyo la mofa comenzó a deshacerse. No eran tan diferentes si se las comparaba de cerca. Ambas eran ambiciosas, impredecibles de formas distintas, y mujeres que le controlaban la vida. Recordó a su hermana. ¿¡Por qué estaba rodeado de mujeres locas!? Volvió a pensar en la idea de ellas dos encerradas con él dentro de la habitación, y la idea le gustó menos. Probablemente terminaría esposado a la cama, desnudo, con Brisa acercándole velas calientes a sus ******* y Cian riendo a lo lejos, preparando el nuevo blog titulado "Motoqueros calientes". Siro hizo una mueca de dolor que traspasó las paredes de su mente y carraspeó la garganta. —En fin, pasemos adentro. Tengo sed —No esperó a que lo invitaran y pasó junto a Brisa. Buscó con su mirada una alacena, una canilla y un vaso. Se hizo con las tres cosas y tomó agua. Hasta el fin de los tiempos. Con suerte le darían ganas de ir al baño y eso le daría tiempo alejado de esas mujeres terribles... Oh quizás no. Si las dejaba solas podrían congeniar y... Dejó de tomar abruptamente y buscó asiento. Estaba más nervioso de lo que le hubiera gustado admitir. —En serio hacía mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —Miró seriamente a la mujer. A una de las dos. DIOS—. ¿Qué estabas haciendo por acá?
Matilda sonrió con cariño a Derian y lo contempló durante unos segundos antes de invitarlo con un ademán de mano a tomar asiento frente a ella. —Recuerdo la primera vez que pisaste el circo... —comenzó mientras rebuscaba en unos papeles. Finalmente sacó una hoja, de la cual solo la directora contemplaría su contenido. Sonreía— Pero por supuesto, no recuerdo del todo los hechos que te trajeron hasta nosotros —Hablaba como la directora de una escuela secundaria. Quizás sencillamente porque todos seguían siendo unos niños—. Lo que sí recuerdo bien es que en ese momento éste era prácticamente otro circo. Casi la misma gente, mucho menos el reconocimiento y ni hablar de la fama. Nos escaseaba bastante por aquel entonces. De a poco se dieron las cosas y, quiéranse o no, Hauffmann es de una presencia imprescindible por nuestros pagos hoy en día. Suspiró y volvió a guardar el contrato de Derian (porque eso había tenido en las manos evidentemente) en una carpeta vieja de cuero. La dejo adentro de un cajón y cerró. Lo miró unos instantes antes de volverse a su sobrino, que se había quedado dormido en el taburete, usando de almohada la bufanda de peluche rosa. —Vuelven a ser tiempos raros en el circo. Los hemos tenido siempre, de a tirones, pero unos más raros que otros. Éste entra dentro de la categoría (por sino los sabías, te lo cuento: Con Lumiere y Rufus los hemos clasificado así, Raros Caóticos, Raros Cambiantes, Raros Catastróficos) y, como te decía, éste año los estamos atravesando por etapas. El circo siempre fue caótico, muchacho, tú bien los sabes. Pero estamos entrando, según creemos, en un Raro Catastrófico. Y eso es un poco de temer —Si hubiera tenido otra expresión distinta a la seriedad, podría haber sido un buen diálogo de comedia. Pero lo centrado en el rostro de Matilda rayaba la ansiedad. Por supuesto, lo ocultó rápidamente y le dio unas palmaditas en el hombro, pues se había puesto de pie y caminaba alrededor de la sala—. Como quizás te hayas enterado, luego de mi abrupto desmayo, Alejandro desapareció. No saben dónde está o qué pueda haberle sucedido —Se acarició una barba imaginaria mientras fruncía el ceño—. Lo que no significa que yo no lo sepa. Tengo unas vagas sospechas. Si las tenía de verdad o no, Derian no podría saberlo. Matilda no dio ninguna pista gestual, nada. Seguía mesándose la barba imaginaria, como si estuviera hablando de caballitos de madera y globos perdidos. —El caso es que no podemos ser sólo tres —En ese momento, pasó junto al hombre y se apoyó en su escritorio para mirarlo desde el costado. Sus ojos celestes taladraban, inconscientemente, aquello que mirase con atención—. Y no puedo explicarte qué diablos acabo de querer decir con eso —Se rió y cuando el exabrupto se detuvo, miró a Derian consternada—. Ya sabes cómo es esto de los pactos: Hasta que no estás dentro del círculo, no puedo explicártelo. Pero por ello mismo no puedo pedirte ni obligarte a hacer algo que no quieras. Está en tu total derecho negarte a participar de algo que no entiendes sin recibir información previa —Hizo una pausa. Su voz cambió. Se puso de cuclillas y miró a Derian desde abajo, con las manos entrelazadas y haciendo equilibrio con las puntas de los pies. Su rostro era indescifrable—. Pero ya lo has hecho antes, ¿cierto? Todos, de hecho. Todos, la primera vez que entramos al circo. Le sonrió. Suspiró y se puso de pie. Comenzó a caminar de nuevo. No podía quedarse quieta. —Como sospecharás, Lumiere y Rufus están también. Son parte de los cuatro... Bueno, ahora tres. Necesitamos otro pilar para sostener a Maxium, y te estoy ofreciendo a ti el lugar porque cumples requisitos que otras personas no tienen. Puedes pedirme que sí te especifique eso —Le guiñó el ojo, bromista. Prosiguió—. También puedo contarte que hoy no habrá función. Ninguno de tus compañeros lo sabe aún. Rufus y Lumiere tampoco. La feria abrirá, para alimentar las expectativas, claro, pero nada más. Hoy a las ocho pm nos dedicaremos exclusivamente a los nuevos. Me temo que surgió una nueva aspirante inesperada y... al parecer el circo ya la acepta —dijo esto más para sí misma que para el único espectador. Pensativa, se mantuvo en silencio otros segundos más—. Tendrá la misma oportunidad de rendir como todos los demás, a eso me refiero. Pero esta es mi oferta, Derian Krige. Puedes tomarla o puedes dejarla. Pero no voy a mentirte —Le sonrió con cariño—, si no la aceptas, probablemente nos dejes a la deriva a todos. Matilda volvió detrás de su escritorio, abrió el cajón donde antes había guardado el contrato del lanzallamas y lo sacó. Derian lo reconocería. Vería su firma, inexperta e ingenua, de años, ya los suficientes como para decir "muchos atrás"; y justo debajo, un nuevo campo para firmar que, por supuesto, la primera vez no había estado allí. Matilda se lo tendería, le tendería una pluma de su bolsillo y esperaría de pie, observándolo. El nuevo espacio no explicaba nada, una simple línea roja debajo de la línea negra donde yacía su antigua firma. —Hoy a las ocho pm se les presentará a los posibles nuevos integrantes de Circus Maxium el mismo contrato que vuelves a tener entre tus manos. ¿Quiere presenciar sus entrevistas conmigo, Sr. Krige? Si rechaza la oferta, le quedará la tranquilidad de saber que nunca fue más allá, pero me temo que se llevará consigo la curiosidad eterna del condenado Y-que-hubiera-pasado-si... Hasta que le dure el recuerdo de ésta plática, por supuesto —Los ojos de Matilda brillaron, pero su rostro se mantuvo intacto.
((Y sólo por maldad, les tiro esta pregunta: ¿A cuántos más creen que Matilda ofreció el puesto y se olvidaron? 8 D WOOOOOOOOO))
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Post by Eve on Aug 6, 2015 1:35:43 GMT
-¡Una propuesta indecente!- susurró Kavi apenas oyó la mención de Santiago, y apenas éste se separara, el gitano saldría corriendo con la misma dirección que huyera Thomás apenas unos segundos antes- Se metería entre las gruesas cortinas violetas de la carpa y afuera escucharía una serie de sonidos extraños provenientes del revoltijo que estaría causando dentro.
Pero Uzeil hizo mal en buscar un poco de cordura al mirar a Sam, ya que lo primero que éste hizo al tener la brillante nariz roja en su poder fue llevársela a la cara y asegurar que no se le cayera. El muchacho le dedicaría una alegre sonrisa a su compañero antes que de que los payasos volvieran a hablar. Menos de un metro más alla, Sally jugaba con la nariz entre sus manos como si de una pelota chillona de tratara. Pasándola de un lado a otro y atormentando a los presentes dentro de la carpa con un chirriante sonido. -Entonces....-dijo la muchacha- ¿qué se supone que debemos hacer? Y en aquel momento la música estalló. Una voz aguda y acompasada, por el área de las bailarina, celebró la elección de la canción que Kavi manipulaba "tras bambalinas" acompañada de su voz que tomaba, más que probablemente, uno de los micrófonos que siempre eran olvidados en la noche. ((el tema saldrá en el Playlist 7u7 ))
Rodó los ojos como si fuese la pregunta más idiota del mundo, y probablemente dentro de la mete de Brisa así era. Pasó justo después de Skyler, dejando la puerta abierta para que la llamada Cian también entrara. Una vez los tres estuvieran en la estancia, cerraría con seguro. -Vivo aqui- dijo con palpable aburrimiento mientras dejaba el bolso sobre una mesa repleta de adornos de plata. Luego giraría para observar a la mujer y esbozar una amable sonrisa- ¿Deseas tomar algo?
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Milly
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Post by Milly on Aug 7, 2015 0:08:59 GMT
Algo quedó muy claro en la mente de Uzeil, luego de comprender la maravillosa disposición que sus compañeros aspirantes ofrecían para seguir el juego de los payasos: resistirse sería peor, lo convertiría en el blanco de aquellas criaturas de narices rojas. A veces, la televisión enseñaba verdades absolutas, y aquel refrán de 'Si no puedes con ellos, úneteles', era el mejor ejemplo de ello. Así que decidió mimetizarse. Silencioso como un ratón acomodó la nariz roja en el lugar adecuado... y esperó. El inicio de la música de Kavi lo cambió todo. —¡Oh! —apenas hubo escuchado las primeras notas, Hilaria se volvió a Santiago para rodearlo con uno de sus abrazos asfixiantes. La idea había sido maravillosa, ¡maravillosa! Ya luego le regalaría a Kavi el abrazo que se merecía—. ¡Conozco esa canción! —soltó a su desafortunado prisionero, y extendiendo los brazos tanto como podía comenzó a dar vueltas, vueltas, más vueltas...—. ¡Vamos todos! ¡No pueden no querer bailar con estoooo! La siguiente víctima fue Sam. Lo sostuvo de ambas manos y comenzó a dar vueltas, cada vez más rápidas. De vez en cuando algún saltito divertido o un giro inesperado llegaba a cambiar la dinámica de la extraña coreografía, hasta que volvían los giros. La payasa reía extasiada, y unos pasos más allá, sin darse cuenta siquiera, Uzeil comenzaba a seguir el ritmo de la música con un pie que golpeteaba alegremente el piso.
Por supuesto que Derian reconoció el contrato. Y cuando lo hizo, retrocedió inconscientemente en su asiento. Tal vez Matilda no recordase los motivos que habían llevado al lanzallamas a incorporarse a Circus años atrás, y tal vez tuviera mucho que ver el hecho de que aquel joven Krige de años atrás había procurado ser deliberadamente reservado. Pero el Derian del presente lo recordaba todo con tal nivel de detalle que el dolor y la angustia se sintieron tan potentes como en aquel entonces. A pesar de ello, se obligó a observar el contrato mientras oía la voz de la directora de fondo. Ese pulcro documento era el recuerdo de un pasado terrible, pero también había sido su pase a una vida distinta, la herramienta que entonces le había hecho falta para salvarse de sí mismo. Fue bajo esa perspectiva que se detuvo a analizar la propuesta que ese nuevo trazo rojo le ofrecía. El lanzallamas, que siempre había preferido mantener el bajo perfil, no se sentía cómodo ante la idea de convertirse en el pilar de algo. Prefería la colaboración anónima, el aporte como tercero. Pero estaba aquel ingenioso detalle incorporado al discurso: ¿qué tan perjudicado podría llegar a verse el circo de empecinarse Derian en una negativa? Circus Maxium era la única familia que él conocía, al menos en el presente, y aunque la libertad de elegir era real, cargaba con la responsabilidad implícita de velar por los suyos. ¿Cuántos de los aspirantes que hoy firmarían ese contrato verían en el papel la misma esperanza que él había buscado antaño? ¿Cuánto de eso les sería vetado si Derian se permitía ser egoísta? Todavía callado, todavía calmo y taciturno se inclinó hacia el escritorio, tomó la pluma y repitió su firma, esta vez de trazos gruesos y seguros. El lanzallamas no fallaba a su familia. Sus ojos se encontraron con los de Matilda. —Tengo una condición —habló al fin tras minutos de silencio, levantándose de su asiento—. Pero es simple, y suponiendo que seas tú quien dirigirá las entrevistas, no supondrá ningún inconveniente: no quiero hacer preguntas —una sombra, casi una sonrisa, asomó a su rostro—. Nada comprometedor, al menos. Nada demasiado personal.
((Que mente retorcida tienes, Bachi. Moriré con esa duda T.T))
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bachi
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Post by bachi on Aug 20, 2015 23:22:41 GMT
((MUAHAHAHA <3 )) Santiago comenzó a bailar como quizás nunca lo había hecho en ningún otro tiempo, ninguna otra parte del mundo. Para él, la música comenzó a fluir por sus extremidades como hilos vacíos: Era una marioneta libre, era la libertad personificada en un muñeco de madera libre, niño y real. El Pinocho con nariz de payaso (que era nada más y nada menos que otra forma de mentir) agarró la mano de Aprhodite y la hizo girar y girar en el lugar… Él ya era otro, faltaba que la música invadiera a los demás para sumársele. Así que la soltó y se dirigió a Uzeil. Le hizo una pequeña reverencia y lo invitó a una pieza nada formal. Antes de que pudiera retirarse de forma honorable, con una carcajada que anticipaba la maldad premeditada, Lobelha dio un empujoncito a su compañero y cayó en los brazos del torbellino Santiago: El resultado fue algo parecido a una tarantela, a un tango vivaracho y desordenado que recorrió los lugares entre todas las personas presentes. Una última vuelta, un “¡JA!” triunfal, más parecido a Thomas que a Terna en sí, y Uzeil quedaría en medio de las bonitas mujeres bailarinas del circo. El payaso le daría un guiño fugaz antes de correr de vuelta al lugar al que pertenecía, mientras allá atrás, una escolta de leones hacía su aparición.
—¡Bueno bueno! —llamó el domador la atención de los que le darían bola— ¿Qué tal si hacemos algo? Propongo lo siguiente: Que nuestros queridos amigos de narices rojas se diviertan un poco más con su show, y mientras los demás nos preparamos, vienen de a poco acercándose… ¿Qué tal? No me parecería mal ver a un par con zapatillas de balet —La mirada de Thomas voló directo al chico que estaba rodeado del curioso séquito de Nuria—, de hecho, algunos parecen que se nos están adelantando… Soltó una carcajada clara y rimbombante. Mientras hablaba, detrás de él los tres pacientes leones se habían ubicado solos dentro del enorme rectángulo que pronto sería cubierto con las paredes de jaula extendidas arriba sobre el techo. Mafuma daba lentos lametones a sus mullidos dedos, mientras Maquiavelo dormitaba sobre la panza de Jerry. El domador, sin esperar respuesta de los demás, se remangó y le hizo un par de señas a Sam, cuando se viera librado del firme baile de la payasa. —He escuchado que eres bueno con las herramientas, ¿qué tal se te da armar cosas? Si me das una mano con la jaula, lo pondremos a prueba mientras me acribillas a diestra y siniestra sobre lo horrible que tengo cuidado los engranajes de este, ejem… “dispositivo” —Era evidente que el señor Thomas no entendía de lo que estaba hablando. Y durante el tiempo que el domador de leones-no-de-jaulas intentaba bajar con cuerdas la pesada jaula, Lobelha sutilmente se sentaba junto al viejo mago para observar con una sonrisa agradable y familiar a los demás.
Por un instante Matilda se sobresaltó. Nadie ponía condiciones al circo. Nadie. Pero cuando escuchó a lo que Derian hacía referencia, sonrió, relajándose... Uno se levantó, la otra figura volvió a tomar asiento. —No tienes que preocuparte por eso. Sólo yo hago preguntas. Ustedes tres estarán de testigos, nada más. Y, sólo si el caso lo suscita, las respuestas serán precisamente personales —Le sonrió y tomó el papel. Se deslizó lento y sinuoso por el escritorio, esquivando a las demás cosas (que eran muchas, de hecho) que habían desparramadas por la superficie—. Gracias, Derian. Fue la pausa y el silencio alrededor lo que le daría un verdadero significado a sus palabras, no el tono de la directora. Lo demás estaba allí, tal cual era. Matilda no sabía actuar (no más de lo necesario) pero una Nuria o un Treste habrían barrido con su desperfecto espectáculo. Por eso allí no quedaba nada más que la sinceridad. —Ya puedes irte. La puerta está abierta —Comenzó a ordenar las cosas— ¡Ah! No tienes por qué mantener en estricta confidencialidad lo de la función de hoy si llegasen a preguntar… De todas formas, yo se los diré —Subió la mirada y volvió a sonreírle—. Ahora shú, shuu. Cuando te necesite, volveré a llamarte. Procura no desvelar demasiado a los nuevos —Se rió. El fuego maravillaba a cualquiera. Cuando quedó sola, con su dormitante sobrino sentado junto a ella, Matilda frenó las manos y miró lo que había extendido ante sí. Era cariño lo que se derretía con calidez en su expresión, mientras sus ojos iban pasando de una a una en las caligrafías distintas, tan únicas, tan desopilantes de los contratos… De repente, tajante, quebró su voz como un trueno la paz dentro del motorhome. —Ya puedes dejar de fingir. Bruno se rió y se desperezó. Matilda, sin mirarlo, suspiró y miró un reloj. —Cuando decía que podías dejar de fingir, no me refería exactamente a dormir, Bruno. El chico le dedicó una encantadora sonrisa de pena. —Lo siento, tía. Por todo lo de anoche.
Siro respondió rápido, como al pasar. —La invité a un café antes de venir aquí. Ahora, hablando en serio en serio, Brisa, si quieres que cooperemos, también tienes que cooperar —Sonrió. No era en absoluto una amenaza, Siro no funcionaba así. Se lo decía tal cual eran esas palabras: Sino trabajamos juntos, este cacharro no avanzará. Era más bien un personal trainer alentando a las nalgas fofas de un cotidiano a realizar una sentadilla más, una sola… —¿Te interesa el trabajo, estás adentro? A pesar de no tener idea de lo que trata, a pesar de la cortante llamada con el jefe —Se encogió de hombros. Sabía que a Brisa Vallejos las cosas que pensaran los demás de ella, en serio no le importaban—… Supongo que podemos decir que es un gaje del oficio: Volver a trabajar entre viejos colegas —Enseñó los dientes al ensanchar a penas la expresión en sus labios. A esas alturas, el hombre se imaginaba qué clases de cosas Cian debería estar sospechando respecto a sus trabajos pasados, cosas como exagentes de la CIA, o espías rusos, científicos nucleares de Corea del Norte… Bueno, tan alejada no estaría de la realidad en ese caso. Pero eso ahora no importaba, le hizo una seña a su colega, y mientras ella desplegara sobre la mesa un par de contratos de confidencialidad, él esperaría por la respuesta de la mujer. —Lo que sí podemos aceptarte, es algo para comer. La tarta de manzana de ese café apestaba.
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Post by Eve on Sept 5, 2015 21:24:22 GMT
-¡Ay, pero que bonito!- y el primer pellizco llegaba a una de las mejillas de Uzeil. Las dos gemelas rubias lo habían tomado como rehén y ya lo llenaban de besos y caricias en los cachetes rosados, encantadas de que una de las nuevas "atracciones" de circo cayera en su poder asi fuese solo por unos pocos minutos-¿ Cómo dices que te llamas, bonito? La música aun sonaba, ahora Kavi interpretaba alguna otra melodía, siguiente el ritmo y la letra que invitaba a jugar a los presentes. Por ahi unas faldas se agitaban y unos cascabeles daban la señal. Al siguiente segundo, Uzeil se encontraba en el medio de un perfecto círculo de bailarinas danzando alrededor, estirando los delicados brazos hacia él para guiarlo sobre sus pies y unirlo a ellas en aquella fiesta circense.
-Interesante coloración de cabello- comentó el anciano cuando la peliazul estuvo a su lado, dedicándole una sonrisa de esas que te trituran el corazón por la ternura del portador. Definitivamente Rufus no podía con su genio de galán a la antigua. Más adelante veia a la despeinada figura de Samuel trepando cual mono hasta alcanzar la jaula de los leones y comenzar a jalar unas cuerdas y gritar algo que le sonó a "polen" ¿Para qué querría ese dulce de las abejas?
-¿No han pensado en una polea nueva?- preguntó desde la altura hacia el domador que observaba desde abajo. Ciertamente lo que más resaltaba era el bigote- La cadenas que la sostienen estan oxidadas y tambien seria buena idea echarle un poco de acei...¿Me está escuchando?- se interrumpió cuando descubrió una mirada de Thomás que se desviaba hacia cierta bailarina que se acercaba a la carrera hacia él.
-Lástima, no tengo comida aquí- contestó antes de girarse hacia la mujer, como si acabara de decidir que Cian era quien llevaba la voz de la razón, dejando olvidado a Siro, aunque sabía que pronto se volvería a unir- ¿Dónde firmo?
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Milly
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Post by Milly on Sept 7, 2015 15:44:35 GMT
Para cuando Derian ingresó a la carpa esta se había convertido en el escenario de diversos espectáculos improvisados que se desarrollaban de forma simultánea, y los aspirantes eran sin duda el motivo de celebración: Uzeil seguía torpemente el juego de las bailarinas, rojo como una granada, y a cada nuevo giro de sus acompañantes parecía intentar una infructuosa fuga de aquel perfecto círculo humano. En otro sector Sam parecía encantado revisando el mecanismo de los leones, y la proximidad de los mismos siquiera lo perturbaba, lo que era buena señal. Aprhodite, por otro lado, se unía con bastante soltura a la excentricidad propia de los payasos que iban de un lugar a otro dando giros e intentando un par de piruetas; Hilaria probó una particularmente difícil que la llevó a caer justo encima de Sally y romper en carcajadas. Aunque no hubo cambio en la expresión del lanzallamas durante su avance en medio de aquel caos bien conocido, observar a su alrededor lo ayudó a sentirse contento. Esta era la familia que Derian conocía, era la familia que amaba... y era la familia que contribuiría a cuidar a toda costa. Con la firmeza de aquel dulce pensamiento fue a sentarse cerca del mago y la última aspirante presente. No dijo nada, solo se limitó a observar y deleitarse con las hermosas sutilezas que la vida le regalaba a diario. Ya habría tiempo para ensayar.
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nit
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Post by nit on Sept 25, 2015 9:29:00 GMT
((ME PERDÍ POR MUCHO, MUCHO, MUCHO, MUCHO, MUCHO, MUCHÍIIIIIIIIIIIIIIIIISIMO T.T *se va a hacer penitencia*))
Y mientras los payasos, los nuevos, las bailarinas y todos parecían ser felices y comer perdices en el sentido metafórico de la frase hecha, arriba en las alturas parecía que los desacuerdos aquel día iban de mal en peor y para agrabar la situación el entendimiento entre Duke y Fin era prácticamente nulo y solo por sus compañeros de escena es que lograban a duras penas no discutir las decisiones del otro... hasta que lo evitable sucedió y una mano no llegó a tiempo de agarrar la otra y un cuerpo se precipitó al vacío abajo de sus pies o, ¿era su cabeza la que caía primero? El grito de pánico resonó por toda la carpa hasta que la malla, santa y bendita malla, la hizo rebotar en la misma y los ojos llorosos se dirigieron a las alturas con un grito -¡¡¡HIJO DE PUTA!!!- que evidenciaba el mal ambiente que se respiraba entre los voladores del circo. Treste, quien había oido a la perfección el grito, corrió a ver cómo se encontraba su hija a la par que el resto de chicos trapecistas se precipitaban a la malla lo más rápido posible. -¿Estás bien? -inquirió un preocupado Treste ya sin la nariz sobre la propia dirigiendo su mirada hacía el ovillo que era su hija por encima de él.-Baja ahora mismo, Fin, vamos -la animó acercándose al borde y tirando hacía él y hacía abajo para facilitarle la tarea. Lentamente fue yendo hacía ahí y, con ayuda de dos trapecistas y de su padre, finalmente se bajó abrazándose a este. Duke fue el primero de todos ellos en alcanzar al duo de padre e hija pero, aunque se deshizo en disculpas, ella le ignoró. -Iré con Thomas -dijo sin más, dándole un beso a su padre e ignorando a Duke de lleno. Que la ausencia de Jeremy estaba afectando a los trapecistas era un hecho y un secreto a voces que, aunque Fin y Duke habían sido amigos desde siempre, nunca habían terminado de confiar el uno con el otro y el resultado había sido aquel en el que Fin no hablaba con Duke que se había quedado pasmado al ser plenamente ignorado por la propia trapecista contorsionista. -Hola, chicos -saludó a los leones para luego sentarse en las gradas y ovillarse a mirar el espectáculo aún muy afectada por haber caido desde tanta altura.
-Solo está impresionada por la caida, la hemos visto caer más veces, no te preocupes -trató de alivianar la situación el propio Treste para luego observar el resto de personas que ahí había, poniendose la nariz y dando varias palmadas fuertes.-Vamos, vamos, que esto no es un entierro y por eso tienen la malla, vamos que aquí no ha pasado nada -trató de quitarle hierro al asunto mientras un cojo Jeremy accedía a la carpa y se sentaba junto a Fin.
((Siento el susto xD Pero estaba en mi cabeza... ))
-Aquí y aquí, luego aquí, aquí, aquí y aquí -enumeró con su dedo de uña pulcra y perfectamente cuidada y señalando hoja por hoja los resquicios en los que Brisa debería firmar. Ya había hecho su trabajo antes, vamos, Brisa no era la primera a quien le hackeaba la cuenta para beneplácito de Sauniere pero, aún así, tras todas las advertencias dadas por Siro momentos antes ahora se iba con pies de plomo y evidentemente no comentaría nada de la jugarreta conquistada desde el taxi.
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((Y para terminar de liar las cosas...))
Tres enormes y blindados todoterrenos negros con los cristales de atrás tintados para mayor intimidad de su única ocupante, pues su queridísimo prometido iba sentado delante y ambos en el coche del medio, atravesaban la caótica Roma en dirección a la carpa de aquel circo en el que, en palabras textuales del propio Hassan, ella iba a hacer el ridículo más espantoso pero irían para que se le quitara esa absurda idea de la cabeza y poder regresar antes a los Emirates Árabes Unidos. Como castigo. Y como castigo iba tapada de la cabeza a los pies observando ruinas, edificios modernos, coches, semáforos y farolas avanzar en una extraña danza caótica de modernidad y antigüedad que, efectivamente, no casaban. Una vez llegaron, todo un ejército de guardaespaldas rodeó el todoterreno del medio para ayudarles a bajar y acompañarles donde fuera que tuvieran que ir pero, ¿dónde debían ir? Raissa bufó para sus adentros y, toda solícita, se acercó a un puestecillo que vendía comida para preguntar si sabía donde debería presentarse para hacer las pruebas, mostrando en su mano el boleto premiado. Y el calor era sofocante pero aún más debajo de aquella negra mortaza.
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bachi
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Post by bachi on Nov 3, 2015 6:00:36 GMT
((Y aquí, aprovechando la interrupción de Raissa, adelanto C8))
Siro miró el celular para fijarse en la hora y volvió a hacer una mueca. Llevaba cerca de media hora esperando a Brisa en la puerta. Se sentía como el chico poco popular que consigue invitar a la chica popular a la fiesta y que al final descubre que es una mentira. Pero en este caso ni era una fiesta ni era mentira. Brisa había firmado el contrato y con ello había acordado ser parte de algo por lo que ni siquiera se había molestado en pregunta. Podían existir dos razones: O bien ya había hecho su tarea, o en realidad no le importaba. Y eso último coincidía con su forma de ser. El hecho de que estuviera tardando siglos en vestirse para ir a la primera reunión de encuentro con su nuevo jefe, Bernard Sauniéré, quizás justificaba la segunda opción. Siro volvió a mirar el celular y bufó. Tecleó rápido y le avisó a Cian que tenían "un retraso" pero que pronto estarían allí. En lo posible, la mujer distraería al jefe con alguna excusa... Si estaba de buen humor. El hombre se apoyó contra la puerta de la entrada a los departamentos, bostezó evidentemente cansado, y miró al cielo. Si seguían tardando así, les caería la lluvia encima. —Come on, Briiisa —susurró bostezando de nuevo. En cuanto se habían despedido, lo único que había ocupado la tarde y el día de Siro había sido confirmar aquella pequeña idea que, como una sacudida, le había iluminado las ideas. Estaba preparando todo para poder mostrárselo a Sauniéré en cuanto lo tuviera bien definido y explicado. No más segundos errores, no más cosas incompletas si quería mantener el empleo. Pero estaba optimista. Siro pensó en el celular pero no lo miró.
Frente a su reflejo en el espejo, Santiago se arreglaba un enorme y ridículo moño amarillo con manchas de pintura roja en el cuello. Hizo una mueca, definitivamente hubiera preferido la nariz y la pintura de payaso que esa formalidad, pero la ocasión lo ameritaba. Salió de entre su pequeño cubículo en el vestuario de hombres y cruzó las cortinas y pasó al de mujeres. Nadie se fijó en él, era casi normal que anduviese de un lado a otro porque se encargaba del maquillaje. Además, siendo Santiago, ni si quiera se le hubiese ocurrido mirar siquiera un solo sostén de mujer. Antes moría de la vergüenza, derritiéndose por el calor y la humillación. Así que pasó de largo y se enfocó en los tocadores, buscando a una posible Hilaria que estaría revoloteando por ahí. —¿Alguien vio a Hil? —preguntó sin atreverse a mirar. —¡Heeeey! —le llegó una respuesta desde atrás y se sobresaltó. Lobelha le pasó un brazo por lo hombros y le picó la mejilla con un dedo y una sonrisa malvada— ¿Qué haces exactamente aquí, picaróon? —Bus-bus-bus-buscaba a H-Hi-Hi-laria, Lobel-Lobel-Lobelha. La peliazul lo soltó y se rió. —Ya Santi, estamos todas cambiadas hace ya más de cuarenta minutos. En serio. Sino pregúntale a Aphrodite. O bueno, a ella no. No sé si exactamente está vestida o qué lleve puesto. Santiago no quiso saber más pero esbozó una sonrisa y cerró los ojos. —¿A-alguien necesita que la ayude con s-su maquillaje? Lobelha se miró en el espejo. Llevaba su campera de cuero, una camiseta sin mangas de color blanco que resaltaba sus curvas femeninas, debajo unas calzas negras rotas en las rodillas y una pollera azul estridente que parecía casi un pseudo-tutú. En los pies, las zapatillas. Estaba considerando en serio tener que hacer su muestra de piruetas con la moto y un par de tacos no se lo impedirían. Mientras se miraba, se soltó el cabello azul y se lo peinó con los dedos. —Yo no, gracias Santi. Quizás sólo me delinee los ojos, pero para algo más, creo que ya llevo demasiado color —Se rió—. Quizás Nuria, Fin y las chicas necesiten una mano, pregúntales. En ese momento, pasó Thomas. El domador de leones había cambiado el leopardo circense por un sobrio y modesto traje de corte clásico negro. Se había engominado el cabello hacia atrás, aunque un mechón revoltoso escapaba sobre su frente, hasta incluso había dominado su bigote. La única mota de color, era una flor pequeña y roja en la solapa del traje. Lobelha silbó al verlo y Thomas simuló que pasaba por una pasarela, para risa de ambos chicos. —Fin no está aquí, pequeña. Sigue en el motorhome de Mati. Por lo que tengo entendido, la dire acaba de contratar a una nueva doc y están acordando los últimos detalles del accidente de Jeremy —Hizo una pausa y los observó— ¿Y? ¿Ya están preparados? —Yo sí —asintió la joven— ¿Sam y Uzeil ya están afuera? —Creo que sí. Puedes fijarte, y sino, vuelve a gritar por aquí. —¡Avísenle a Aphrodite que salgo si pregunta por mi! —exclamó mientras se escabullía hacia el exterior de la carpa. Disimuladamente, mientras acomodaba varias brochas de los tocadores, Santiago se aclaró la garganta. —No sé si Nuria está a-aquí. Thomas enarcó una ceja. —Vaya crío insolente —Lanzó una carcajada. ¿Cuándo se había vuelto tan evidente?
En cuanto la nueva participante había hecho su dramática aparición, rodeada de seguridad que parecía salida de una película yanqui sobre el FBI, Matilda los había mandado a todos a descansar. Según lo que se habían enterado los nuevos por boca de los demás circenses, la directora había charlado cerca de tres horas, manteniendo un debate candente pero sutil con el esposo de la muchacha. No se sabía lo que habían acordado, pero sí que Matilda le había cedido momentáneamente uno de los vagones de habitaciones para que la joven y su esposo se acomodaran hasta que fueran las pruebas, pues era de dominio público que bajo ningún concepto podrían irse durante la semana que durase aquello. Él sí, pero no la joven. Ni Lobelha la había visto, ni nadie en realidad. Luego del descanso habían almorzado y la tarde se había presentado igual de calma hasta que los puestitos de venta que rodeaban al circo habían vuelto a abrir. Fue allí que se anunció una función del circo día por medio, y la feria se llenó de aquella gente que había ido esperanzada a ver una nueva función. Lejos de decepcionarse, aquello hizo que la emoción de Lobelha fuera en crescendo. Aquello sólo podía significar una cosa: Las pruebas estaban por comenzar. Habían ofrecido toda la vestimenta que tenían a mano para que la usaran como más placer les diera, la única condición era "vestirse formalmente circense", pues al parecer esa noche habría una especie de cena de bienvenida, y evidentemente se habían esmerado por impresionar a los aspirantes. No tardó en comprobarlo cuando vio el motorhome de la cocina donde quizás estuvieran Treste y Lumiere trabajando en la cena junto con la esposa del líder de payasos: Debido a la amenaza de lluvia, habían quitado el techo plegable de la casa rodante y habían sumado un par de sombrillas más para alargar el reparo sobre una hilera de mesas de diversas formas que habían acomodado afuera. Los asientos iban desde bancos de plaza a simples taburetes de oficina, pero lo que le daba el toque especial a todo aquello era la gama de colores de las luces que habían colgado afuera, como si fuera un arbolito navideño haciendo juego con los manteles sin combinar con los cubiertos. Allí encontró a Bruno, sentado, balanceando las piernas silenciosamente y contemplando las luces. Le sonrió al verla. —Más azul —comentó, somnoliento. La chica enseñó los dientes en una sonrisa. —Tú también te ves bien, Bruno. El chico llevaba un traje verde de purpurina haciendo juego con unos elegantes pantalones negros que cortaban la racha de color hasta los zapatos que, obviamente, eran de un rojo deslumbrante. Pero por lo demás, el chico parecía increíblemente sobrio, mucho más de lo "normal". Parecía que se había intentado acomodar el cabello y Lobelha hasta podía jurar que quizás allí habría un poco de la mano de Santiago. —¿Viste a los demás? Creí que estarían aquí ayudando en la cocina.
Dentro del motorhome, Matilda terminó de leer y comprobar que todo estaba en orden y asintió. Le pasó la hoja a Derian y, mientras éste firmaba, se volvió a la mujercita que tenía en frente. Cielo Vallejos se había presentado ese día, puntual como había dicho desde el hospital que sería, en las puertas de Circus Maxium. Había venido por dos asuntos en especial: Uno, la evidente desaparición del paciente Ivanés. La otra, había descubierto la triquiñuela de la invitación y quería participar. Para Matilda aquello había sido una sorpresa. Lo primero que hizo fue preguntarle "¿Qué?", pues el color blanco de la bata le había como absorbido los pensamientos. Fue a partir de ese momento que la mujer, con una risita nerviosa pero simpática, le explicó que no tenía mucho para ofrecer, pero podía ocupar el papel de médico si lo necesitaban. Que podía presentar muchos certificados y mucha elegancia más de por medio que la directora del circo había olvidado que existía afuera del mundo. Claro, allí todo era mera formalidad. La primera y única prueba que le dio, fue analizar a su lisiado trapecista, y acto seguido, había decidido contratarla. —Entenderá, señorita Vallejos, que esto es un trabajo de por vida. Significa empezar de cero, ir a donde vayamos, ser una familia. No sé cómo funcionen las cosas de bien allá en el mundo exterior, pero aquí nos regimos por un tipo de reglas distinto —había dicho. Y por eso allí estaban ahora. La había citado después de las 20, y si volvía, significaba que aceptaba el trabajo. Había vuelto. Se había quitado los tacos y se había puesto otros, y se había venido con dos valijas de modesto tamaño. Y una sonrisa que la conmovió. Por eso ahora estaban en su despacho, con Derian como el único acompañante a su lado pues Cielo, más que artista, sería asistente de circo y necesitaba otro tipo de contrato. No del "especial". Además debía darles tiempo a Lumiere y a Rufus de cambiarse. Uno con la cena y otro con la vejez, váyase a saber cuánto les llevaría aquello. Avisada del acto especial que se celebraría esa noche, la doctora se había puesto un vestido negro de cuello redondo y se había recogido el cabello en un rodete. Estaba intercambiando un par de palabras con Fin, a quien Matilda había citado además, específicamente para hablar del tema de Jeremy. —Llevará un tiempo —explicaba de forma calmada Cielo—, pero veré de suministrar bien nuestro botiquín de primeros auxilios para velar porque no nos falte nade para tratarle el pie. No te preocupes. ¡Será como tener mi propio consultorio andante! —De hecho —Matilda sonrió y miró a Derian—, yo sé de alguien a quien le podríamos pedir algunos fondos más para comprarle un despacho decente a la nueva doctora. Hauffmann no podrá decir que no.
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Milly
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Post by Milly on Nov 4, 2015 19:48:01 GMT
Los tartamudeos de Santiago acabaron por atraer a Hilaria desde el fondo de los vestidores. —¡Ah, así que aquí estás! —suspiró aliviada, echando una mirada crítica a su compañero. Ordenó el ya ordenado moño amarillo antes de tomar su mano y arrastrarlo hasta los tocadores—. Quiero verme tan bonita como Nuria. O lo más cerca que se pueda, al menos. En esta ocasión las vestimentas de la payasa diferían por completo de la extravagancia típica de su oficio. Llevaba un bonito vestido dorado decorado con piedritas y flecos, muy al estilo charleston. El cintillo en su cabeza, a juego con la tonalidad del conjunto, no controlaba en absoluto la locura de sus rizos, pero a Hil no parecía importarle demasiado. Se notaba más preocupada por las sandalias de diminuto taco, las que se quitó nada más tomar asiento en un taburete. —Es tan injusto, Santi —suspiró entonces la muchacha, echando una miradita de resentimiento a Thomas como si él tuviera la culpa de todo. En opinión de la payasa, sí que la tenía—. Por una vez tratamos de vernos un poco más elegantes... y ella va y se viste con la intención de opacarnos a todas. ¡Sí, Nuria, estoy hablando de ti!
En ese momento Uzeil salió de la cocina, haciendo equilibrio con los vasos y platos que le habían encomendado distribuir a lo largo de las mesas. Cualquiera hubiera dicho que se asaba dentro del traje gris que llevaba puesto... y era verdad. Parecía un chiquillo cuyo último deseo en la vida habría sido asistir a su propio baile de graduación. Acomodó con cuidado la vajilla sobre la mesa y miró a Bruno con mala cara. —Creí que habías dicho que ibas a ordenar los cubiertos —señaló el montón de cucharas, cuchillos y tenedores de todos los colores y materiales imaginados. Entonces suspiró—. Bueno, ya. Si tú vas con los vasos, yo me hago cargo de los cubiertos. Fue a tomar un cuchillo cuando descubrió que Lobelha estaba ahí. —Empiezo a creer que el que no entiende el concepto de formal soy yo —dijo con el rostro inexplicablemente colorado—. Pero te ves bien, así que no creo que importe. ¿Nos ayudas?
—Supongo que no —convino Derian, ordenando papeles como un digno reemplazante de Alejandro. Lo que resultaba extraño, considerando el elegante frac azul marino que llevaba puesto—. Pero tampoco va a entusiasmarlo demasiado. Aunque no lo daba a entender con ninguna de sus gestos solemnes, el hombre estaba bastante satisfecho con la incorporación de esta nueva integrante. En Circus eran todos magníficos haciendo su trabajo, pero eso no quería decir que los accidentes no sucedieran. Recordó con un estremecimiento la caída de Fin aquella misma tarde, durante los entrenamientos.
((Este post se ve microscópico al lado del de Bachi u.u))
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Post by Eve on Nov 5, 2015 21:14:42 GMT
Si no respondía aún era por el simple temor a estropear el trazo del delineador negro sobre sus párpados maquillados, dándole el toque final a lo que llevaría esa noche. La mujer se levantó del taburete en donde estaba, dándole paso a una de las gemelas que por enésima vez retocaba el rubor de sus mejillas. Llevaba un largo vestido en color rojo, ceñido en la cintura y suelto a lo largo de las piernas con un atrevido corte a un lado de ellas. Como no podía faltar en ella, pedrería dorada sostenía el traje a sus hombros sobre un bonito corte en forma de corazón en la parte delantera y bajaba a lo largo de su espalda, revelando el amplio escote a la altura de su cintura. La gitana se sostenía sobre unos bonitos y peligrosamente altos tacones dorados que parecían haber formado siempre parte de su anatomía por la facilidad en que se movía. Y es que eran pocas las oportunidades que tenían para usar ropas de ese tipo y un público frente al cual lucirlo, cuatro postulantes era un número mayor al que esperaban. -Oh, pero que hermosos están todos. Hilaria ese color queda bellísimo en ti - dijo una voz femenina apareciendo en la entrada. Al principio era solo una enredadera de cabellos trenzados y decorados por piedritas de colores, pero cuando Aphrodite se dignó a plantarse de cuerpo entero dentro de los vestuarios, reveló que se hallaba dentro de un enterizo blanco sin mangas y de piernas anchas, únicamente ajustadas a los talones. Y en los pies, unas delicadas y sencillas sandalias plateadas- He dejado el puesto de la feria siendo atendido por una amiga- explicó- Y Sam no debe tardar en llegar, lo vi devorando algodón de azúcar hace unos minutos. Nuria- llamó como acordándose de algo mientras se quitaba de encima un pequeño bolso de tela que pasó desapercibido entre las sombras- Aqui tengo tu encargo. -Cielos, gracias- contestó la gitana casi abalanzándose sobre él y girándose nuevamente hacia el espejo mientras acomodaba su cabello en lo alto, dejando un par de mechones sueltos para darle un estilo algo más informal y sujetando el resto con una peineta a juego con la pedrería del vestido- realmente no puedo creer lo rápido que puedes armar estas cosas. -Yo misma me sorprendo- aseguró ella antes de desviar la mirada hacia otro punto- Thomás, estás muy callado, creo.
La mujer apareció 10 minutos más tarde de la última llamada de Siro, justo cuando le pareció notar que el chico estaba aburriéndose de estar parado esperándola. Por un microsegundo pensó en bromear sobre el hecho de que existían los sofás en esa casa y que ahora que no había más compañía, podría haberse tomado la libertad de ponerse cómodo. Pero supuso que muy probablemente eso habría aterrado a Skyler hasta el punto de salir huyendo a tropezones y haciendo que seguridad, en el primer piso, saliera tras a él confundiéndolo con un ladrón o un desequilibrado mental. Lo que no estaba tan lejos de la realidad, a fin de cuentas. Cerró la chaqueta de cuero hasta el cuello y sacudió su oscura melena que ahora se balanceaba en una alta coleta sobre su cabeza, tomó las llaves que seguían en el mismo lugar en donde las habia dejado y empujó a chico fuera del departamento. -¿Me vas a explicar en qué consiste todo esto?-preguntó una vez que el ascensor cerró sus puertas- ¿O tengo que seguir esperando a que algún ser divino me mande una respuesta de forma telepática?
-...Y es así como conseguí al gran T-Rex dentro de mi repertorio de sombras espías- explicaba Rufus bastoneando de camino a la carpa, vestido con un elegante traje negro y corbatín esmeralda a juego con la barba. El sombrero de copa, infaltable y los zapatos brillando del lustre que uno de sus conejos le había dado. Probablemente con las orejas. A su lado, Sam caminaba muy atento a la historia y a cuidar de que el mago no fuese a caer de bruces al suelo. Le parecía muy valiente de su parte eso de alzar al bastón por los aires precisamente cuando parecía fallarle el equilibrio, pero él no parecía notarlo en medio de la emoción. Realmente no sabía hasta que punto era verdad y desde donde se mezclaba con los desvaríos de la edad. Él por su lado, vestía con el color más elegante que pudo encontrar entre sus cosas. Un conjunto de dos piezas en color negro y calzaba gruesas botas oscuras. Sally le había conseguido unas muñequeras de cuero para darle "estilo" a su apariencia. En un principio no le había convencido mucho, pero lo cierto es que terminó de gustarle cuando miró su reflejo en una de las ventanas del motorhome.
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nit
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Post by nit on Nov 6, 2015 11:25:15 GMT
-¡¡¡¡NO!!!!! -gritó en el interior del motorhome lanzando lejos aquella prenda negra como ala de cuervo. -No me cabrees.-La amenazó. -¿Qué vas a hacerme? -le preguntó, valiente.-¿Eh? ¿Me vas a moler a palos? -Estaría en mi derecho -le contestó. -¡¡No estamos casados!! -le contestó- no hay nadie aquí con autoridad para -pero calló cuando una bofetada le volteó la cara y sintió como las lágrimas hervían en su mirada. Le miró y, sin dejar que cayesen, se volteó y salió fuera de motorhome donde la esperaba su guardaespaldas de confianza, choqueado de verla salir sin el velo.-Condúceme donde se llevará a cabo la cena -ordenó y el hombre, confuso, asintió mientras ella improvisaba un pañuelo para su cabeza con un pañuelo que había llevado en la garganta. Una vez llego observó todo lo que se estaba llevando a cabo. Detuvo a Lumiere sin saber quien era y le preguntó educada si podía colaborar. Él la miró perplejo y cuando ella comentó quien era, él se quedó parado y fue Treste quien tuvo que esquivarlo a último segundo. Ambos iban ya arreglados aunque Treste ya iba sin chaqueta y con las mangas de la camisa subidas hasta los codos y dobladas, "un desastre" en opinión de Sana. -¿Puedo ayudar? -repitió a la pregunta a lo que Treste la miró y asintió mientras ella se guardaba el anillo en un bolsillo. -Claro, entra ahí dentro. Creo que mi esposa tendrá trabajo para ti -y ella, feliz y seguida por el gorila, accedió a ver en qué podía ayudar. -¿De verdad, Treste? -Es una participante más, no? -se encogió de hombros-, ¿por qué no tratarla como una más? Va a ser parte de la familia, ¿cierto? -No sabes de su cultura. -No, no la sé. Igual que no sé nada de la cultura de la que provienes, vidente, pero una cosa tengo clara. -Le miró con atención.- Yo lo tenía todo a pedir de boca pero me arrebataron lo que más quería en el mundo. Me harté y me largué. Ella está hasta las narices de su esposo prometido o lo que quiera que sea, déjala ser una más, acéptala como te aceptamos a ti. Circus Maxium nunca puso pegas a nada. -Pero que ese hombre es un tipo subido en el petrodolar -se sorprendió. -Mira, mejor, nos desharemos del diablo de Kauffman -gruñó colocando lo que había estado llevando entre manos.
-Matilda, sé que estás emocionada con que contemos con una doctora pero yo...-tomó aire y se deshizo el moño que había llevado hasta el momento dejando que toda su larga y abundante cabellera cubriera al completo su espalda- necesito hablar contigo -miró a Derian, a la doctora y finalmente a la directora de nuevo.- Quiero irme una temporada de Circus Maxium, vivir la vida como una persona normal y corriente. La herida de Jeremy, el pequeño accidente de hoy... No soy yo, Matilda, y siento que o me voy una temporada o no me reencontraré nunca. Quizás sea una crisis pasajera y en dos días regrese pero necesito aclarar puntos conmigo misma antes de seguir.-Y si la dejaba irse, el circo se quedaría sin sus dos trapecistas principales.
Hablando todo un poco, ¿dónde estaba Kauffmann en ese momento?
-Ha sido una grata sorpresa, gatita -le sonrío a la joven que yacía a su lado, desnuda, observándole con adoración, quizás al dinero que él tenía y no tanto a su persona, ¿o si? -Me alegro que le haya gustado, Señor -le sonrío, mirándole, se la notaba cansada. -Descansa. Te lo mereces -acarició con la yema de sus dedos las marcas de las ataduras aún visibles y luego se volteó para agarrar su móvil y, tras dudarlo, llamar a Matilda directamente. Sin edulcorantes. Quería saber qué se estaba haciendo con su dinero y, ¿por qué no ahora?
((ME VAN A MATAR!!!!!!!!! *Huye* xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD))
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bachi
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Post by bachi on Nov 8, 2015 6:07:09 GMT
((Mi post fue gigante solo porque tengo muchos condenados personajes y tuve que introducir todo, Milly 8’DDD)) Arrastrado como era la costumbre, Santiago tuvo poca oportunidad de rechistar. De todas formas estaba listo, para eso, además de ser payaso, vivía: Le gustaba pintar. —P-pues tú también te ves muy bonita, Hil —le aseguró el joven, asintiendo algo sonrojado, pero ya demasiado compenetrado y perdido en rizarle las pestañas como para preocuparse por la vergüenza del halago dado. Le atrajo el rostro hacia él cuando se desvió para regañar al domador de leones con las cuchillas de su mirada. Thomas, en tanto, ya se había sentado junto a ambos payasos sobre el tocador contiguo para mirar el trabajo de Terna con una sonrisa divertida. Se rió ante el comentario de la payasita. —¿Y exactamente qué problemas tienes con el vestido de Nuria, eh? Un fugaz desvío de mirada por parte de Santiago más allá del domador, hizo que éste se volviera a ver. Dio un brinco para consternación del artista (quien casi había perdido el pulso), y Thomas recibió a Aphrodite con los brazos extendidos, antes de robarle una vueltita al tomarla de la mano. —Oh, vaya que hoy se tomaron todos muy en serio esto de la elegancia! Estás hecha un copo de nieve, Sally, una reina de hielo —le dio un beso en el dorso de la mano—. ¿Y callado por qué? Si es porque no digo nada aún de la belleza que está hecha hoy Nuria, es simplemente porque no sería la primera vez que me regañan por observar antes de tiempo —Le guiñó un ojo—. En todo caso, juro solemnemente que no he mirado ni una sola vez, hasta que no esté completamente lista. Prometió que la próxima vez se llevaría mis bellos ojos. Obviamente era mentira. Pero no había querido decir ni mu, pues por allí al otro extremo de los tocadores, estaban el resto de las bailarinas bullendo, yendo y viniendo, y sabía que si llegaba a tocar con la punta de los zapatos el lugar, se le lanzarían como fieras. —Por otro lado —puso carita inocente y se cruzó de brazos—, ella ya sabe que es una belleza siempre y no hace falta un humilde, sencillo y débil hombre como yo se lo diga.
Bruno y Lobelha intercambiaron una cómplice e inesperada mirada cuando Uzeil apareció como un viejito gruñón a dar órdenes. La chica se tapó la boca con la punta de los dedos mientras con los gestos físicos, el muchacho daba a entender que se estaba levantando a regañadientes, como si cada músculo de su cuerpo estuviese entregado a la vagancia. Su cara era otro cantar, sólo se limitaba a sonreír plácidamente. —Vasos —asintió, serio—, entendido. Con una sonrisa radiante, Lobelha se acercó a las mesas. —¡Pues claro que los ayudo! Y gracias —Se encogió de hombros, pero era evidente que estaba contenta y satisfecha con su imagen—. Tú también te ves increíblemente bien —Le dedicó una sonrisa y rápidamente volvió a la tarea de ordenar los cubiertos. —¡Oh! —exclamó de repente Bruno— ¡Sí! Refuerzos. El chico ni siquiera había conseguido ordenar un solo vaso, que ya estaba sentado de nuevo, saludando con un bamboleo perdido de manos al mago y al compañero que venía junto a él. —¡Hey Sam! Wow, qué bien te ves! Y hola señor Rufus. Usted también se ve muy elegante hoy —saludó, guardando las buenas maneras. Aprovechó la ocasión y les enseñó los tres únicos cubiertos que le quedaban por acomodar— ¿Es normal aquí que sea todo tan… variopinto? ¿O más bien una especie de regla? —Tal y como había observado Uzeil antes, había tenedores, cucharas y cuchillos de todas las formas, tamaños y colores— ¿Y qué con ese? —Recién había caído en la cuenta de la presencia del sujeto que parecía sacado de una película sobre el FBI, apostado en la entrada de la cocina como un guardia.
Matilda asintió a las escuetas pero siempre puntuales palabras de Derian, y como si diera por terminada la reunión, apoyándose con las palmas de las manos en el escritorio se puso se pie. —¡Bien! Excelente, en ese caso, Cielo, si me hicieras el favor de… La interrupción de Fin dejó a la directora por un momento en blanco. La doctora, que se había puesto de pie con ella, comprendiendo que ya estaba terminando su reunión, por un momento temió que la mujer sufriera un desvanecimiento o rictus facial. Estuvo a punto de comentarlo cuando la sonrisa rígida se volvió a la muchacha que había hablado, y Cielo cerró rápidamente la boca. —Derian —Habló de forma tan calmada y dulce, que la doctora sintió un escalofrío—, si eres tan amable de indicarle a la doctora Vallejos la ruta hacia la cena… De no haber estado presente la nueva adquisición de Circus Maxium, Matilda se habría tomado la libertad de que Derian participara del asunto. Pero no podía dejar a la mujer a la deriva. Esperó a que ambos salieran, para dedicarle una furibunda mirada a la trapecista. Fuera del motorhome, Cielo se abrazó y miró al supuesto “Derian”. Se sentía por completo incómoda. —Qué cosa, eh… —sonrió, más bien hizo una mueca, y se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja antes de aclararse la garganta— Em, pues, tú dirás.
—No espero —Era evidente que Matilda intentaba mantenerse calmada— que me expliques por qué demonios se te ocurre soltar eso así sin más frente a una persona que acabamos de contratar. Pero sí espero que me expliques qué DIABLOS cruzaba por tu cabeza cuando lo hiciste. ¡No puedo creerlo, Fin! ¡Sinceramente no puedo creerlo! ¿Qué diantres pensabas? ¿¡No podías esperar al menos a que la doctora saliera!? ¿¡No podías esperar al menos hasta mañana, cuando NO tenemos una cena de bienvenida, cuando NO tenemos la presión de hacerles firmar la primera parte del contrato a los aspirantes!? Diablos, Fin, me sorprende tu irresponsabilidad, falta de tacto, el completo desprecio al sentido común…! Podría haber seguido, pero el teléfono sonó. Sin embargo, dejó que sonara. Matilda suspiró y se sentó, entrelazando los dedos sobre el escritorio y observando a la chica que tenía delante con seriedad. —Espero que comprendas que “una temporada lejos del circo”, como tú misma dices, implica una ruptura del contrato. No puedes irte así como así, nena —Negó con la cabeza—, ya lo sabes. Esto es cosa de negros o blancos: Estás dentro o estás fuera. Por supuesto que el contrato puede romperse, puedes volver a intentarlo… Pero sabes las consecuencias de un contrato roto y QUÉ DEMONIOS CON ESE TELÉFONO. Rabiosa, pues le estaba taladrando la cabeza, arrebató el tubo y se lo llevó a la oreja. —¿Diga? —gruñó.
“Estamos… yendo” Siro tecleó rápido y envió el mensaje a Cian. No sabía si la secretaria pretendía que la pasaran a buscar, pero juzgó que le quitaría las dudas en poco tiempo. Recién ahí se volvió a Brisa. El ascensor sonó una linda campanilla y salieron al recibidor. —¿Qué quieres saber? Además de lo que ya sabes, claro —Le abrió la puerta y esperó que saliera—. No me vas a hacer creer que no viste el nombre de la compañía del jefe en el contrato, que no buscaste su apellido en Google y te pusiste manos a la obra. No me dirás que Brisa Vallejos perdió el toque —Sonrió.
((Matilda: SÍ, NIT, TE MATARÉ. Luego de matar a Fin, claro~ Tranquila, yo detengo a la loca 8 DDD Bachi se complace con las cosas inesperadas!))
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Milly
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Post by Milly on Nov 9, 2015 2:13:47 GMT
Una sandalia dorada salió disparada a través de los tocadores… y fue a dar de lleno contra la cabeza del domador de leones. —Perdona, Thomy —Hilaria habló sin mirar al aludido. No quería que Santiago la regañara por arruinar la perfección de sus últimos trazos de maquillaje—, pero una cursilería más como esa iba a hacerme vomitar. ¡Eso sin contar que te haría ver como un tonto a pesar de tu traje elegante! Entonces la muchacha se levantó, luego de esperar con asombrosa paciencia los eternos minutos que su compañero payaso había tardado en darle un par de retoques. Se instaló frente a Thomas y calzó su recuperada sandalia. —¿Y? ¿Qué dices tú, mi bigotudo amigo? —se dio una vuelta tras otra para sacudir los flecos de su vestido y lucir su atuendo—. ¿Estás de acuerdo con Santiago y Aphrodite? Adelante —insistió sin dejar de girar más y más rápido—, puedes hablar con libertad, en tanto no sueltes otra frase horriblemente melosa y… Demasiado tarde para seguir hablando. Perdiendo por completo el equilibrio, la revoltosa payasa fue a parar justo en medio del grupo de bailarinas, derribando a un par con ella. Trató de disculparse, se esforzó en serio, pero era difícil modular alguna palabra inteligible cuando uno se reía a carcajadas.
Derian meneó la cabeza y se encogió de hombros. Era el gesto con el que pretendía restar importancia al asunto y aligerar la incomodidad de Cielo. —Bienvenida a Circus Maxium, doctora —repuso el lanzallamas con su conocido amago de sonrisa—. Acontecimientos inesperados como estos, que aparecen en el momento menos apropiado, son comunes en estos territorios. Si ha presenciado uno de estos eventos significa que ya es una de nosotros. Ahora, si me acompaña por aquí… Guió a la mujer hasta el lugar convenido para la cena. Para cuando llegaron, la mesa ya era un arcoíris de vasos, cubiertos y platos meticulosamente distribuidos por su superficie, y Uzeil se veía contento por tener la respuesta a alguna pregunta recientemente formulada por Lobehla. —Es por la chica —dijo e chico con un jocoso y divertido aire de sapiencia—. Ya saben, la de negro. Creo que está ayudando con la comida, o supervisando la comida… no lo sé —tomó asiento en un lugar al azar, admirando satisfecho su trabajo con la mesa. En casa hacía ese tipo de cosas todo el tiempo, después de todo, para eso estaba el joven Brambilla: para hacer lo que nadie quería. La sensación de hacerlo voluntariamente era nueva y agradable. Reparó en Derian… y en la desconocida mujer que lo acompañaba. El hombre sacó provecho de la mirada curiosa del muchacho para llamar la atención del resto. —Les presento a la doctora Cielo Vallejos —dijo con un gesto hacia la aludida para invitarla a tomar asiento—. Acaba de incorporarse a la familia. Imagino que Matilda se referirá a los detalles cuando venga... en unos momentos —observó a los presentes realizando un rápido conteo mental—. ¿Dónde están los demás?
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nit
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Post by nit on Nov 10, 2015 21:31:33 GMT
-Vaya, ¿así que le has estampado eso en el rostro -las patatas fritas cayeron en chisporroteo quejoso en el aceite hirviendo de la freidora mientras Sana sujetaba el mango para no sumergirlas demasiado, manías- y te viniste hacía aquí? Eres valiente, sí señor.-La alabó, observándola. -No puedo seguir viviendo a su lado, siento que día a día me ahogo y no soy capaz de respirar. Me gustaría vivir mi vida, ser libre. -Y estás en tu derecho -le sonrío, maternal. -Mira, si pasas las pruebas serás parte de este circo y aquí nadie podrá tocarte un pelo. -Sacó las patatas, las echó encima de una servilleta y enseguida Raissa corrió a poner otra encima para quitarles el aceite aunque retiró enseguida las manos pues se empezaba a quemar. -No has cocinado nunca, no? -a lo que ella negó con la cabeza, avergonzada. -No te preocupes, seguro encontraremos algo que se te de bien.
Lumiere observó a Cielo Vallejo a la par que Treste hacía intención de volver a entrar pero Shaid le cortó el paso.-Pero, ¿qué? -preguntó sin entender a lo que el rostro de la joven árabe se asomó y habló en árabe con el gorila y este finalmente le dejó pasar. -Siento lo ocurrido.-Se disculpó. -No pasa nada, no pasa nada -le sonrío afable, dandole golpecitos en la cabeza con el pañuelo.-¿Cómo va la cocina, Sana? -preguntó acercándosele. -Si trajeras de vuelta a ese holgazán de Lumiere, creo que iría mejor. Ve fuera y búscale, vamos. -Pareció que le echaba con el cucharón que ahora tenía en la mano a la par que Raissa miraba la escena atónita. -¿Qué te parece tan sorprendente, chica, qué lo eche a patadas? -se río, negando con la cabeza. -hola, bienvenida, soy Lumiere, el adivino del Circo. Además de cocinero y... -¡¡¡Lumiere!!! -gritó el vozarrón de Treste- a la cocina. -... adíos -y corrió hacía ahí.
Y bendijo el bendito teléfono que sonó justo en el bendito momento en el que Matilda -y su sentido común- la estaban matando. -Vaya forma de recibirme, no? -era la voz de Kauffmann del otro lado-, solo quería saber cómo os iba pero, ¿tenéis problemas? -quiso saber. Si había problemas en el sitio donde él metía el dinero, quería decir que él tenía problemas. -Solo te llamaba para saber si mañana va a haber función. Desagradablmente -acarició las curvas de la mujer a su lado con suavidad- hoy he sabido que no había función, ¿es eso cierto?
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bachi
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Post by bachi on Nov 29, 2015 22:54:04 GMT
Aprovechando que la payasita estaba lo suficientemente concentrada riéndose a carcajadas entre chillidos de horror, correteos y exasperadas sonrisas femeninas, como para notar al cazador acercándose, Thomas con un rápido movimiento alzó a la jovencita en brazos y, cuidando de no estropear maquillaje y peinado en un solo movimiento que sólo su elegancia sabría manejar, el domador se calzó sobre el hombro, como bolsa de papas, a Hilaria. —Solo diré —comenzó mientras enfilaba hacia la salida, seguido por Santiago que cuidaba que no se cayera desde atrás— que te colocaría en mi árbol de Navidad en el lugar de esos ángeles de plástico barato que tengo, sino fuera porque eres un diablillo de Tazmania —contagiado de su risa, soltó una carcajada y la depositó a salvo y sana en el suelo del exterior de la carpa—. Con esa te compré, lo sé —Le guiñó el ojo, divertido y se volvió a Santiago— ¡Soldado Terna! —bramó de repente. —¡Señor sí señor! —saltó sin siquiera darse cuenta el aludido. Thomas asintió, satisfecho con la respuesta. —¡Hazme el favor de escoltar a estas bellas damas al lugar de su cita, soldado Terna! —¿No debería s-ser "hágame"...? —susurró Santiago, rompiendo la forma que recuperó de un salto cuando fue regañado por el Teniente Omaia. —¡No cuestionará a sus superiores, soldado Terna! —¡Señor sí señor! —¡Y tomará mucho ponche de frambuesa esta noche, soldado Terna, lo tendré vigilado! —¡Señor sí... señor? —¡Ahora andando! ¡Sally! Ven aquí cariño que serás escoltada por las dos estrellas más brillantes de esta noche. Sólo y una vez que se hubiera asegurado que sus tres compañeros se encontraban bien encaminados, el domador de leones volvió sobre sus pasos con una divertida e insinuadora sonrisa en los labios. Con las manos en los bolsillos, se apoyó cuidadosamente en uno de los postes de la carpa y aguardó a que Nuria decidiera a salir finalmente para dejar de hacer esperar a su paciente escolta.
Cielo miró el perfil de Derian y sonrió. Pues si todo era tan caótico en ese lugar y aquel ser que vibraba paz casi salida por los poros con la facilidad de un oso hibernando había sobrevivido allí, la mujer supo que Circus Maxium era en realidad un cofre lleno de sorpresas. —Pues casi podría decir que se siente como estar en casa —Se rió—. Ya sabes, la sala de espera de un hospital... —Se encogió de hombros. Para cuando llegaron los dos, Lobelha ya había ocupado un lugar junto a Uzeil, balanceando las piernas inquieta en el lugar. Bruno se había sentado en la punta más cercana a la puerta del motorhome de la cocina, y a juzgar por su mirada, lo hacía con la esperanza de recibir el primer plato que de allí saliera de manos de Lumiere. —¡Hola, qué tal! —saludó alegremente la muchacha a la recién llegada y Cielo correspondió con una afanosa reverencia. Si esa mujer era doctora, pues estaba en el lugar correcto, pensó. Casi en seguida se volvió a Derian y se mordió el labio, evitando una risa—. Pues justo detrás de ti —respondió—. O al menos un trío! —Va-vaya Derian —saludó Santiago—. El azul te-te queda más que el rojo dirí-ría yo —asintiendo. Acostumbrado a la anárquica tormenta hilariana, aguardaría a que antes tomara asiento su compañera, antes de seguirla cual sombra. En tanto, Cielo ya se había escabullido y sentado junto al supuesto Lumiere que segundos antes se había presentado antes de huir hacia la cocina luego de estrecharle la mano. —¡Un gusto! —consiguió responderle antes que desapareciera detrás del guardia malote que custodiaba la entrada en la cocina. Y acto seguido se volvió a los demás, con una modesta sonrisa—. ¿Y ustedes, tienen nombre? Sé que me van a presentar luego pero... —Lobelha Ryan, con algo de suerte, futura circense de Circus Maxium —respondió observándola con una radiante sonrisa, con los codos apoyados en la mesa y las mejillas derretidas en sus manos. —A mí ya me conoce, doctora —saltó una vaga voz desde la punta de la mesa. Bruno la saludó y Cielo soltó una carcajada que la sorprendió hasta a ella. Santiago, todavía junto a Derian, se frotó las piernas nervioso. —Mi nombr-bre es San-Santiago —forzó la salida de la "n" que se le había trabado en la garganta. ¡Por Baco! que odiaba presentarse— Terna —Suspiró aliviado— ¡S-soy payaso! Junto con... —Señaló a Hilaria. Nunca podría presentarla más rápido de lo que ella lo hacía.
La voz al otro lado le produjo un escalofrío y el humor de Matilda se ensombreció. Más que miedo, hubiera dado gracia ver su cara de fastidio. Observó al techo del motorhome y le sacó el dedo mayor y la lengua. —¡Ohh vayaa! —respondió casi en seguida, utilizando el tono más dulce que podía dada la situación— Hauffmann —Le lanzó una mirada cómplice a Fin. Sea lo que sea que hubiese sucedido antes, sería charlado luego. Esos ojos ahora decían "Ve en paz, chica, hablaremos de esto más tarde"— señoor —prosiguió una vez que la circense se hubiera marchado—. Pues sí, no se preocupe. La función de hoy se había cancelado porque estamos con el tema de las nuevas incorporaciones al circo, por lo tanto nos tomará tiempo. Esto solo sirve para incrementar la emoción de la gente, de todas formas, ya sabe, mantener viva la llama... La expectación —El silencio al otro lado le molestaba. Haciendo acopio de toda su paciencia, procuró no exasperarse—. En fin. Comenzaremos mañana mismo con las pruebas para los aspirantes y mantendremos las funciones día por medio en la semana. Hoy se presentarán formalmente todo los chicos, así que estamos algo apresurados con los preparativos —No lo invitaría. No lo invitaría, oh no no lo invitaría a las pruebas. No lo haría—... Puede venir a las pruebas si así lo desea, pero en lo personal, le recomiendo aparecer en la última. Su presencia será inestimable ya que será la verdadera presión de saber de quién se trata lo que los pondrá en su máximo.
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Milly
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Post by Milly on Dec 7, 2015 21:43:04 GMT
((Hauffmann ha pasado de darme miedo... a darme asco D:))
Sacando el máximo provecho posible de la introducción ofrecida por Santiago, la payasa dio otra vuelta que hizo girar los flecos de su vestido, se detuvo en seco y acabó con una pronunciada y divertida reverencia. —¡Hilaria a sus órdenes, doctora! —exclamó llena de energía, estrechando la mano de Cielo y apresurándose a ocupar un asiento a su lado, obligando a su vez a Santiago a sentarse junto a ella—. Aphrodite también vino con nosotros —señaló a la susodicha tan entusiasmada como un niño que desea mostrar un juguete nuevo—, planea incorporarse al circo de verdad, como el resto de los integrantes. Ya sabe, no más con su bonito puesto de curiosidades... —por las miradas que el resto de los presentes le obsequiaban, supo que empezaba a irse por las ramas. Así que recapituló, adelantándose a cualquier otro que pretendiera llamar la atención de la última novedad del circo—. Así que, doctora, ¿eh? En mi opinión nos viene como anillo al dedo, con todo esto del accidente de los trapecistas y lo demás... ¿Le contó Derian que también él iba a ser médico? —No, Hil, no lo hice —contestó ecuánime el aludido, que como Bruno había decidido tomar asiento cerca de la puerta de la cocina. En su caso, para ayudar a repartir platos cuando estos estuvieran listos. —Bueno, yo no sé si sea verdad del todo, ¿sabe? Es solo un rumor que circula por ahí, y el malo de Derian nunca ha querido referirse al respecto. Pero algún día, ¡algún día...! —Yo soy Uzeil Brambilla —el muchacho sentado junto a la peliazul interrumpió de sopetón, intuyendo por el gélido silencio del lanzallamas que la payasa acababa de tocar un tema delicado sin siquiera llegar a notarlo—. Otro aspirante —sonrió tímidamente—. Apuesto a que usted no debió someterse a ninguna prueba para entrar. ¡Qué afortunada!
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nit
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Post by nit on Jan 17, 2016 18:22:45 GMT
((Post express y fugaz u.u ><))
Y aparecería con su abundante cabellera recogida en una larga y abultada trenza, vestida con top negro, leggins negros y una camiseta blanca con agujeros y desbocada que le caería despareja hasta casi las rodillas. Ocupó un puestecito (hagan apuestas o siéntenla donde gusten) y puso su trenza al frente, mirando a quienes tenía por su lado mientras, en el interior del carromato-cocina, Raissa aún alucinaba con Sanna quien se reía por su cara.- ¿Qué pasa, nunca habías visto esto? -le preguntó y Raissa negó con la cabeza lo que provocó que la cocinera riera más fuerte. -Aquí eso es normal pero te acostumbrarás, te lo aseguro.
-¿Qué día se darán las últimas audiciones? -preguntó mientras observaba entrar a su acompañante al baño y la dejó estar, escuchando el inconfundible sonido del agua caer. -Iré a la última entonces -aclaró después que le aclarase aquello último. -Luego me iré de Italia hacía Alemania, tengo asuntos pendientes allá. ¿Algo más, Matilda?
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Post by Eve on Feb 16, 2016 1:33:16 GMT
Aphrodite había desaparecido corriendo tras Santiago en cuanto adivinó que el domador esperaba a la bailarina. Ella sabía muy bien qué tanto podía demorarse en una sola sesión de maquillaje, así que antes de que el señor del bigote gracioso pudiese detenerla salió pitando con los brazos en alto cual caricatura de la Warner Bros. Hilaria ya la presentaba apenas entraba al motorhome con aquella señorita y asentía confirmando lo que fuese que la payasita hubiese contado sobre ella. Si dijeron que era una asesina serial de patitos de hule, estaba en un bochornoso problema. -Mi nombre es Samuel- se presentó el muchacho a un par de asiento más allá- solía trabajar como mecánico en un taller no muy lejos de aqui- casi podía imaginar que habían pasado semanas desde su llegada al circo- Realmente no estoy muy seguro de lo que haré... -Nunca nadie lo está- rió Sally cubriéndose la boca con los dedos mientras reia.
-Creo que tu acompañante acaba de salir despavorida- comentó Nuria asomándose a la vista de Thomás- Supongo que por ésta vez tendrás que conformarte conmigo- bromeó al acercarse para tomar uno de sus brazos como apoyo, después de todo, el terreno irregular del circo siempre podría jugarle una mala pasada. -Debo admitir que es agradable verte vestido tan elegante, Thomie- ronroneó la gitana con una media sonrisa dibujándose en lo labios antes de que un suspiro escapara de ellos- Hace tanto tiempo que no teníamos un evento como éste..oh, por cierto- la idea golpeó su mente y como si las suaves paredes moradas de la carpa tuviesen oídos, agregó bajando la voz- ¿Hablaste con Matilda? Te lo iba a preguntar más temprano, pero entre una cosa y otra…fue complicado.
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bachi
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Post by bachi on Mar 8, 2016 1:42:59 GMT
((JAJAJAJA PERO QUÉ CARAJO LE PASA A SALLY XDDDDD ¡MATA PATITOS DE HULEEE! Santiago: *chilla de horror como en Psicosis* ))
La cascada de palabrerías de Hilaria captarían la atención de Cielo en cuanto a la tentativa profesión de quién parecía ser el asistente de la excéntrica directora del Circo. Con lo metódica o más bien curiosa que la doctora Vallejos era, guardó la nota mental para ahondar en el tema más adelante. De momento, no podía dejar de estar sorprendida por la cantidad de jóvenes interesados en entrar a un circo. Y se apresuró a comentarlo. —Vaya… Un gusto conocerlos a todos, chicos —Sonrió, todavía algo cohibida. Aquello pasaría rápido, sin embargo, por un lado, estaba acostumbrada de carrera al trato, por el otro… Después de Bruno, cualquier adolescente o joven era fácil de tratar— ¿Ustedes notan… Son conscientes de cuántos quieren ingresar a un circo? Sinceramente no estoy al tanto de las estadísticas —En esta ocasión, miró a los más veteranos del circo, o por lo menos, a los ya integrantes—, pero considero que que hayan… —Entrecerró los ojos y los fue contando uno a uno, de paso, repasaba sus nombres— ¿Uzeil, cierto? Y tú eras Sam, Lobelha… Sally ¿y hay otra chica en la cocina, cierto? Pues, me parecen un número interesante a decir verdad. Asintió, sorprendida. Lobelha se rió. —Quizás… Pero nosotros nos sentimos unos pollitos en comparación con tanta cosa. Y creo que Uzeil tiene razón. ¡Nunca se me hubiera ocurrido ingresar a un circo como médico! Pero es verdad que puede ser tranquilamente un pase libre —Le brillaron los ojos. Santiago hizo una mueca. —N-no sé si es tan así —Al sentir que estaban todos los ojos posados sobre él, se encogió un poco en el lugar. Él único que no lo miraba porque estaba atento a la cocina era Bruno—. Tuvimos un veterinario, una vez… Hace un tiempo… Lobelha agrandó más los ojos. —Se lo comieron los leones. —¡Oh no-no-nno! —Santiago comenzó a agitar las manos frenéticamente, buscando ayuda en Derian, Hilaria… ALGUIEN.
Mientras Thomas guiaba a su compañera por el terreno, sintiéndose un caballero y hasta el caballo del caballero, paladín de la justicia, asentía y sonreía. —Sí, hablé con Matilda, pero me parecía más interesante la charla que estábamos manteniendo antes… ¿Qué es eso de que te agrada verme así con traje, hummmm? —Enarcó las cejas una y otra vez, acariciándose la punta del bigote con la mano libre cual villano de película vieja. Antes de emitir una carcajada, negó con la cabeza. Era difícil eso de estar serio tanto tiempo—. Hablé y, aparentemente, la chica podrá entrar. No sé cómo. Ya sabes cómo es esto —Se encogió de hombros y miró a los alrededores, abarcando todo el terreno del circo con la mirada—. No sé si es que no hablamos de ello por alguna especie de acuerdo secreto super confidencial o porque es natural para nosotros… Pero siempre pienso que este circo trama algo —Se rió, divertido ante la idea. Las luces del motorhome casi estuvieron encima de ellos cuando, de repente, como si recordara algo, frunciera el ceño y se volviera bruscamente a Nuria, ofendido. —¡Ah, AH! ¡Maldita truhán, cierto, LO OLVIDABA! Tenemos que hablar después —Entrecerró los ojos y se inclinó hacia ella, tocándole la punta de la nariz con el dedo índice acusador. Thomas se volvió dramático, dolido, sujetándose el pecho para fervor de sus espectadores que ya desde la mesa reían, y suspiró— ¡No podrás hechizarme con tu magia bella, misterio de la noche que se me escapa entre los dedos! —Por allí escuchó algún chiflido de Lobelha, y eso solo hizo que su actuación cobrara más vida. Cuando daba por terminado el acto, llevándose el dorso de la mano a la frente, disimuladamente se acercó a Nuria, para mirarla dada vuelta, ya que la observaba con la cabeza echada hacia atrás—. Hablo en serio. No creas que un experto en felinos no sabe cuándo alguien oculta uno. Exijo conocer al pequeño retoño. Sabiendo que esas palabras quedarían entre los dos, volvió a su número y, con irrisoria expresión de desconsuelo, apartó un asiento de la mesa para que Nuria se sentara, cual caballero, y se escabulló entre sus compañeros Derian y Lumiere.
En el último minuto, en vez de sentarse en la acera a esperar un coche, Siro viró y se dirigió hacia la salida del subte más cercana. Se volvió a Brisa solo cuando estuvo justo frente a la escalinata, para comprobar que lo seguía. No dio explicaciones, simplemente continuó bajando. Pagó los dos boletos él, tras sacar tarjeta del bolsillo interno de la campera, y esperó sentado en la zona de embarque y desembarque. —Sabes que no necesariamente tienes que responderme todo lo que te pregunto. O por lo menos eso se yo después de tanto tiempo acostumbrado a que no lo hagas. Pero de vez en cuando… Muuuuy de vez en cuando, las cosas que te pregunto de verdad son importantes —La miró. Siempre iba serio, no porque así se sintiera siempre, sino porque era la imparcialidad en vida, pero ésta vez, sonrió debajo de ese bigote rubio y asintió. Se acomodó más en el asiento y cerró los ojos, más relajado, como si hubiera aclarado un debate diplomático sobre la utilización de la energía nuclear.
—El último día de la semana. No se preocupe, sabe que puede llamar cuando quiera para confirmarlo —Matilda se observaba las uñas, distraída. Cuando Hauffmann expresó la última consulta, analizó mentalmente las posibilidades. Al final envió todo al diablo y asintió—. Sí, quizás sea de su interés saber que acabamos de contratar una nueva doctora para el personal circense y resto. Está calificada en exceso. Podrá chequearlo el último día de pruebas cuando usted mismo asista. Ahora, para no importunarlo de más, debo retirarme. Me espera una cena de bienvenida a la cual no deseo faltar. Matilda cortó. Sonreía. A pesar de todo sonreía. Y rápida como el rayo se cambió. Utilizando un enterito mono, de negro elegante, espalda apenas descubierta con escote en V y un cuello redondo de brillantes plateados, la directora de Circus Maxium se calzó unos modestos stilettos louboutin rojos de poco taco, y salió. La verían llegar andando con su zancada grácil y amplia, y por primera vez en esos caóticos días, desinhibida, relajada. Como si pudieran leerle la mente, Santiago se puso de pie y conectó el celular común de la cocina a unos parlantes pequeños que asomaban por la ventanilla del motorhome, dejó cargar un tema en YouTube, y mientras Thomas se ponía de pie para recibir a la dama con una reverencia que hizo soltar a la mujer una grata carcajada, la invitó a bailar un jazz light de salón. La hizo girar, la hizo saltar y moverse con la punta de los pies, y cuando finalmente la entregó a la mitad de la mesa, donde estaba su silla vacía aguardándola, Matilda pusó las manos en jarra y miró a todos los presentes con una alegría desbordante y contagiosa que daba chispas. —Ahh, ¿pero qué veo? ¡Están todos bellísimos esta noche!
((Se viene gran discurso de inauguración se vieneeeee 8 DDDD))
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Milly
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Post by Milly on Mar 9, 2016 19:01:07 GMT
((*Esconde sus patitos de hule*))
Hilaria pasó un brazo por los hombros de Santiago para ayudarlo a calmarse, mientras que con su mano libre ofrecía un gesto vago y desdeñoso hacia el resto de los presentes. —Nada de eso, el problema no fueron los leones —aclaró con evidente decepción en la voz. Volvió a sonreír, sin embargo, cuando se preparó a soltar las siguientes palabras con un divertido tono de confidencia—. Thomas, por otro lado... —soltó una carcajada inesperada—. Él es una diva cuando se trata de sus felinos, ¿verdad que sí Santiago? ¡Ya van a comprobarlo ustedes mismos! Ninguna persona demoraría en hartarse si critican su trabajo todo el tiempo. Es el mismo motivo por el que no tenemos un asistente oficial para el aseo —miró de reojo a Derian, que continuaba muy tranquilo y en silencio a la espera de que Sanna solicitara apoyo. Uzeil seguía dando vueltas a una parte esencial de las palabras de Hilaria cuando el domador de leones y su acompañante se acercaban a la mesa, seguidos poco después por la mismísima directora. La payasa, que seguía riendo encantada a causa del improvisado baile, se levantó de su asiento para aplaudir a la recién llegada. —¡Tú estás fabulosa Matilda! —exclamó y sin poder contenerse, fue a rodearla con un abrazo antes de que pudiera ocupar su importante y reservado asiento de directora—. ¡Impecable como siempre! ¿Vas a decirnos por fin a qué se debe toda esta formalidad y elegancia? ¡Casi me siento una persona civilizada! —Si la dejas respirar, Hil —comentó Uzeil con una sonrisa desde su asiento—, tal vez pueda contestarte.
((Amo los discursos de Matilda <3 <3))
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nit
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Post by nit on Mar 27, 2016 8:56:05 GMT
-Vamos, vamos, vamos... afuera, vamos -la cocinera empujaría a la chiquilla con el pañuelo en la cabeza hacía la puerta mientras Lumiere daba su último toque maestro a todos los platos que iban a ser servidos-, nada de peros, afuera, vamos. -Y Raissa no tuvo más remedio que agarrarse el velo, afianzarlo, tragar saliva y salir a la luz de las bombillas que alumbraban aquella cena improvisada. Dirigió una corta conversación a su guardaespaldas y este se retiró al carromato que les habían adjudicado a la par que ella tomaba asiento muy nerviosa y tensa mientras veía a Matilda bailar. -¿Estás bien? -preguntó Fin mirándola a lo que la árabe asintió con la cabeza-, no has podido integrarte pero no te preocupes, ya verás como todos aquí son super majos y agradables. Quizás sientas que están algo locos pero, ¿qué sería de la vida sin una chispa de locura, eh? -le sonrío para luego tenderle una mano.-Soy Fin, ¿puedo saber tu nombre? -Ra... Raissa -se presentó y le tendió la mano que la propia Fin encajó. -Bienvenida entonces, Raissa.
-Y aquí estoy yo.-Apurado, Lumiere ocupó un lugar cualquiera mientras la directora seguía aquel baile y finalmente les hablaba a todos. -¿Todo bien, Fin? -Le preguntó a la trapecista a lo que ella asintió.
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bachi
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Post by bachi on Aug 28, 2016 19:56:00 GMT
Cielo abrió los ojos de forma tan plácida, que le recordó a la experiencia leída una vez durante su infancia, en un bellísimo libro donde un personaje había hablado sobre el sueño de las hadas y lo refrescante, lo líquido que debía sentirse sumirse así en brazos de Morfeo. La mujer se sentó en el catre rechinante como cualquier otro día y, aunque al principio se extrañó un poco de ver dónde estaba, más tarde asintió con una parsimonia que en otro tiempo la hubiera alarmado. Se acomodó con movimientos de los dedos del pie las pantuflas y se envolvió con la frazada para combatir el fresco típico de la mañana, observando todo a su alrededor. Matilda ya le había comentado que, mientras trabajara, tendría su espacio personal en un cuarto separado dentro de la enorme tienda de la carpa, al otro lado de los vestuarios. Le habían acomodado baúles repletos de disfraces para hacerle lugar al catre, una camilla, un biombo y un pseudo-escritorio réplica de la época victoriana. A ella le parecía acogedor. Lo único que le molestaba era la poca o nula luz que entraba por la condenada ventanita de plástico, que abrió en cinco minutos de completa lucha, para que pasara el aire. El resto del tiempo que tomaran los viajes, había explicado la mujer, ella compartiría cuarto con el staff femenino del circo como cualquier otra chica más. Pero eran pequeños lujos que podían darle. Cielo se cepilló el cabello en dos pasadas y se acomodó en una coleta. Se cambió la ropa de cama por algo cómodo para ponerse debajo de la bata de médico y se acuclilló frente a su baulera personal. Eso era lo que siempre le llevaba más tiempo: Decidir qué par de zapatos usaría esa vez. Había sido recriminada con aires de grandeza y post-modernismo medicinal: No era calzado seguro, no era calzado cómodo, definitivamente no estaban en una pasarela. Pero ella siempre respondía amablemente que, del sector que se encargaba, no tenía que luchar con mucho más que un par de resfriados. Y por si existía alguna duda, sacaba del maletín un par de zapatillas deportivas con limpios calcetines puestos en cada lado. Pero Cielo amaba sus zapatos y era una mujer que cuidaba su aspecto con sutil gracia. Era su única verdadera debilidad. Pero negó lentamente con la cabeza ésta vez. Sabía que no habría nadie levantando aún tan temprano, así que ella sola se hizo café y se lo llevó para tomar adentro de la carpa de Circus Maxium. Allí sentada en las gradas, observó la inmensidad del escenario y mordisqueó una medialuna dulce mientras balanceaba los pies en el aire haciendo gala de sus lindas zapatillas deportivas. Cielo aprendería a amarlas también, implicaba un giro de 180 grados en su vida y estaba dispuesta a hacerlo, pero no por ello dejaría de ser quien era. La responsabilidad era otra, ahora, ya no se trataban de meros resfriados, sino de posibles fracturas, de contusiones, de equilibrio físico y mental, kinesiología y hasta heridas cortantes de animales salvajes… Cosas que le atemorizaban, por cierto, pero estaba lista para prepararse. Sus zapatillas de colores lo decían todo. Así que mientras preparaba su pequeño espacio o salita de atención para los posibles heridos de esa primera jornada de examen, fue haciendo nota mental de todo lo que necesitaría. Su puesto de avanzada terminaría siendo envidia de cualquier pelotón de infantería: Había desplazado camilla y biombo, preparado una balanza, abierto un nuevo dispenser de agua potable y ordenado en una bandeja frutas y cereales para los participantes. Tenía su botiquín de primeros auxilios personal y el propio del circo a mano, además de un juego de muletas y cuello ortopédicos que al parecer Hilaria había decorado hacía tiempo con brillantina. Los había contado la noche anterior, así que había preparado fichas médicas con los nombres de pila (porque aún no se sabía sus apellidos) tanto para los nuevos, como para los circenses de siempre. Hubiera regañado a Matilda por no haber mantenido los datos al día, de no haber visto las cosas que había visto ayer. Pero ahora ya lo sabía. Circus Maxium era un poquito diferente en cuanto a su gente y a su… bueno, circo. Pero las cosas estaban cambiando, había dicho la directora, y los cambios había que saber cómo sobrellevarlos. Para eso estaba ella. —¡JA! Ni me van a ver ir y venir de lo rápido que iré esta semana —sonrió, jovial, al silencio absoluto de la madrugada dentro de la enorme carpa, mientras ponía los brazos en jarra y se sentía la Mujer Maravilla. Lástima que fuera tan temprano y ella fuera la única médica psicópata del grupo que estaba acostumbrada a dormir menos de dos horas y trabajar doce.
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Milly
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Post by Milly on Aug 30, 2016 0:47:58 GMT
Pero Cielo no era la única despierta a esas tempranas horas. Más allá de la gran carpa, más allá de las habitaciones móviles que alojaban a los circenses durmientes, un muchacho deambulaba de un lado para otro, oculto bajo la oscuridad de un amanecer que tardaba en manifestarse, y oculto también bajo la capucha de la bonita sudadera que había comprado el día anterior usando el dinero que, según su propio testimonio imposible de rebatir a menos que conocieran a sus padres, había traído de su última e inexistente visita a su hogar. No es que esperase no ser descubierto. Siempre podía alegar haberse sentido invadido por el nerviosismo asociado a la llegada inminente de las pruebas de ingreso, nerviosismo que fuera de toda tapadera era absolutamente real. Pero el meollo del asunto era que estaba obligado a iniciar sus averiguaciones si pretendía conservar buenas relaciones con el señor Saunière. Algo le decía que impacientar a un magnate como ese no traería nada bueno consigo, y el sentido de auto conservación de Uzeil era bastante más agudo que el de la mayoría de la gente. Así que ahí estaba, explorando los límites del circo con las manos en los bolsillos, con su apariencia eterna de chiquillo asustadizo. No creía verdaderamente que pudiera tropezar con algo útil así como así, pero no perdía nada intentándolo y empezar a descartar posibilidades. No, los verdaderos secretos, sospechaba el joven Brambilla, estaban en la oficina de la directora. O con algo de suerte, alguna pista habría en la carpa. Y como la segunda opción era de momento bastante más accesible que la primera, hacia la carpa fue que trazó su ruta luego de un paseo por las tiendas cerradas y la sección de generadores eléctricos y demases. Nervioso como estaba, no fue extraño que se llevara un susto de muerte cuando se encontró con Cielo en el interior de la carpa. —¡D-d-doctora! —gimió luego de un gritito ahogado. Estaba pálido de la impresión. Involuntaria e inconscientemente retrocedió un paso—. Buenos días —consiguió agregar después de sobreponerse. Hasta se permitió esbozar una sonrisa tímida—. Veo que Derian tiene una seria competencia en lo que concierne a la persona más madrugadora.
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bachi
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Post by bachi on Aug 31, 2016 0:48:47 GMT
Me alegro verdaderamente de verlos a todos aquí esta noche.
La comida fue y vino casi, casi como si estuviera viva. Las conversaciones derivaron desde las anécdotas más insólitas a las suposiciones más descabelladas. Como si Sally pudiera asesinar patitos de hule, pffff.
De verdad.
Corrió el buen vino, frías gaseosas para los menores y para Thomas y Lumiere también. Hubo buena música, y no se dejó de comer aún ni aunque luego se acomodó todo para despejar una improvisada pista de baile. Santiago sacó a bailar a Nuria con una pata de pollo en la mano y Lobelha aprovechó el despiste de todos para sacar una foto de la escena con el celular. Las luces navideñas de todos los colores, sabores y tamaños parpadearon en desorden al ritmo de cien villancicos silenciosos. El domador se acomodó los bigotes en cierto momento y no sólo sacó a bailar a Sanna, sino que también a Derian al mismo tiempo.
Saben lo que es el circo para todos. Lo que significa que crezca, que a veces se caiga y se levante de nuevo. Me parecía justo por eso celebrarlo: Una posible expansión de nuestro cuerpo siempre es motivo de festejo. ¡Quién no querría tener otro brazo o nariz! Por eso, sí sí, pero también porque en secreto y no tan en secreto los admiro y estoy muy orgullosa de todos ustedes, de los que ya son mi familia, de aquellos a quienes intento cuidar y aprecio. En cuanto a los que recién llegan, a los que quizás se queden y a los que quizás se vayan, sepan que por el simple hecho de estar ya aquí, de haber visto todo este desastre y haber decidido quedarse, tendrán siempre un lugar especial guardado en Circus Maxium y serán bienvenidos como invitados siempre que lo necesiten.
La fiesta fue trasladándose. Las luces dentro de la carpa se encendieron, se escuchó la música y no fue exactamente que Kavi estuviera allí dirigiendo desde la sala de sonido. El vestido de Hilaria brillaría de verdad, Cielo sería más oscura que la noche durante esa velada, y lentamente los cabellos de Nuria comenzarían a bailar con ella, sumiéndose en una hipnótica y hermosa danza de flores azules. Se diría que Lumiere levitó, que Derian tenía llamas en las manos y hasta que a Thomas le habían salido bigotes. Guiados como un flautista, encabezando la marcha por un Kavi y una Matilda contagiada de carcajadas eternas, la marcha se deslizaría contra el tiempo y la cotidianeidad hacia la gran ciudad lejos, muy lejos de allí. Los que los vieron, no los vieron en realidad. Eran una marcha de disfraces, de cuentos de hadas, de monstruosas criaturas que transportaban su propio ritmo y música. Eran y no eran, porque iban y venían de la vista de los poco cautos, y aquellos que sabían ver mejor, temerían tener frente a sus ojos alguna especie de aquelarre, de radiación cósmica que estuviese afectando sus sentidos.
Ahora, sin muchas más ganas de retrasar la muestra de destreza culinaria de nuestros chefs, los invito a quedarse. Los invito a celebrar una de tantas noches que quedarán por delante si deciden dar el sí más importante de sus vidas. El precio es caro, como lo es el de cualquier profesión, pero lo vale si lo contemplan ante sus ojos les gusta. Si estas ejemplares personas son para ustedes pues, eso mismo, ejemplos… Si para ustedes el mundo les dejó apartado un lugar espaciado, especiado y demasiado cargado… Si son lo que no quieren pero otros querrían… Si desaparecen en solitario, si el público los aparece y dormir es algo necesario de vez en cuando… Si no temen a desconocer, pero admiten con coraje no comprender… Pues, nuestros jóvenes aspirantes, éste puede ser un lugar para ustedes como lo es para nosotros. Aquellos que tienen un pie dentro de lo corriente y otro fuera, sin calcetín, ¡los saludan, los invitan y felicitan! ¡Bienvenidos, bienvenidos sean a Circus Maxium y que su estadía sea eterna!
Vorágine, ruido y melodía. Ya es de día. Ahora, todos a dormir.
—¡Heeey! ¿Cómo estás, Uzeil? ¿Así que no soy la única en madrugar? Bueno, parece que no sólo Derian es mi competidor —Sonrió. Cielo no lo había notado a simple vista, pero su nariz olfateaba como sabueso. En cuanto notó que el chico estaba incómodo de alguna forma, dio dos palmaditas a la grada en la que estaba sentada y lo invitó a tomar lugar. —¿Pudiste dormir? Pareces algo preocupado —Se rió, tras reflexionarlo— Tonta soy. Discúlpame, de verdad. Se que debes estar super nervioso, hoy comienzan las pruebas. Será una semana intensa, pero no tienes que preocuparte en realidad. Suelen buscar talentos, así que sean cuales sean las pruebas, el consejo que puedo darte en confiar en lo que viniste a hacer —Le guiñó el ojo—. Tengo entendido que Matilda los comenzará a llamar a partir de las nueve de la mañana para firmar algo así como un contrato de confidencialidad. Puedes aprovechar el momento para hacer todas las preguntas que tengas.
Sonó el despertador y Siro lo apagó con un manotazo. Tenía el rostro hundido en la almohada. Ayer había vuelto tarde. La reunión había terminado en lo que el definía como una “agradable fachada-cena de bienvenida”. En principio fue para integrar a Brisa al equipo, nada más. Conocerla y medirla. Bernard era así. Y Siro, siendo como era, sabía que muy a su pesar toda la directiva del jefe hacia la nueva “inquilina”, iría a parar entre sus responsabilidades. No se había puesto el despertador por eso, de todas formas. —Disculpe, señor —El hombre esperó al final para poder interrumpirlo mientras aguardaban a las mujeres—, pero recordará que tenía una idea para presentarle, en caso de que el muchacho tenga algún que otro traspié de por medio. Me gustaría proponerle una reunión. ¿Mañana a la mañana tiene tiempo? Será rápido. Pude desarrollar el plan y creo que se lo haré entender de forma concisa —asintió, casi dándose ánimos. Mientras se ponía a duras penas los jeans, aun sentado al borde de la cama, se preguntaba qué diantres había estado pensando. Dormir, en ese debería haber pensado, en DORMIR.
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nit
super nerd
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Post by nit on Sept 1, 2016 17:55:20 GMT
Las zapatillas puestas, la capucha sobre el cabello bien recogido en aquel apretado e imposible moño y la puerta del motorhome abiera para ella poner un pie fuera en el escalón el otro escalón y cerrar la puerta tras de ella. Se estiró cuál larga era y observó a su alrededor para empezar a desentumecer su cuerpo y echarse una carrera hasta la carpa para luego entrar, realizar pirueta y, justo levantar la mirada, encontrarse cara a cara con Uziel y la nueva doctora. -Pensé que la carpa estaría vacía...-susurró, mirándoles algo contrariada para luego dudar unos segundos y finalmente acercarse a las mismas, sin sentarse para echar atrás la capucha y mirarles mejor. -¿Qué tal ha dormido, Doctora? -cuestionó para luego mirar a Uziel. -¿Y tú? ¿Nervioso? -negó con la cabeza-, no te preocupes, Matilda es buena gente, Uziel -asintió. Aunque luego se rascó algo el cuello, pensativa. -Oh, sí, soy Fin -extendió la mano a ambos-, Fin a secas -se río, algo nerviosa. -Soy la trapecista -señaló hacía arriba-, aunque también fui en su momento la contorsionista. A veces me gusta venir aquí a practicar tres o cuatro cosas, sobretodo cuando no puedo dormir -miró a la Doctora enigmáticamente y luego volvió su atención a Uziel, apoyando su trasero en el respaldo de los asientos que quedaban unos escalones más bajos. -¿Cuál es tu especialidad, chico? -quiso averiguar, observándole. -Bueno, yo no fui una persona seleccionada, nací en el circo, ¿saben? Mi padre es el hombre de los payasos, quien lleva la batuta y mi madre es la cocinera aunque antes fue acróbata sobre caballos. -Infomó aunque levantó la mano, como advirtiéndoles. -No se lo recuerden, se pone echa una furia.
Cian ya estaba sentada en el despacho suyo, tecleando frenética ve tu a saber el qué hasta que finalmente se detuvo, volteó a mirar su café y lo tomó con sus dos manos, pensativa. Mientras lo bebía, negó con la cabeza e imprimió todo lo que había estado escribiendo hasta el momento. ¿Avances? Ninguno. Bufó, se quitó lsa gafas y se masajeó los ojos, estirándose. Iba ya por el tercer café o, ¿es que se había pasado la noche en vela? y sentía que no podía más con su alma pero era para un bien mayor y ya, por fin, había conseguido acabar el dossier de la reunión del día anterior y del anterior y... Posó la taza vacía en la mesa cuando la impresora escupió la última página y agradeció el silencio sepulcral que finalmente se respiró en el despacho, sintiendo como la cabeza, embotada, empezaba a pesarle...
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