bachi
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Post by bachi on Oct 7, 2014 2:52:40 GMT
Circus Maxium ~ Avanzan por las filas, se escurren entre el océano de gente y al final chocan con los casi infinitos puestos de feria que están conglomerados en círculo, desordenados y bulliciosos. La atracción es ensordecedora y los colores invitan a los ojos curiosos a emborracharse de risa, es como una hipnosis inconsciente y si les duele tanto el cuello es solo porque no dejan de mirar hacia un lado y hacia otro. Arriba, derecha e izquierda, abajo para no tropezar con los pies. Pero la máxima atracción no puede ser vista de día. La máxima atracción se encuentra solemne y silenciosa en el centro del enorme campamento de puestitos, esperando que sea la hora para que el espectáculo estalle adentro. Baja el sol y se remueven nerviosos con el boleto en la mano. La gente no va, sino que corre hacia la entrada descomunal de la carpa violeta decorada de franjas doradas verticales. En la entrada frenan la marcha y se hace el silencio. La palabra que reza como letrero y como amuleto de la buena suerte sobre sus cabezas, hace juicio a la expectación general: Cupiditas, deseo en latín. Y ahí aparece, entre la oscuridad del interior, el presentador oficial de Circus Maxium, se prenden las luces y que empiece el show. Circus Maxium es uno de los otros muchos circos en el negocio, sin que nadie sepa bien de dónde salió o cómo. Su política es no tener política: Si no tienes nada que ocultar, eres bienvenido. Si tienes que ocultar algo, eres bienvenido de todas formas. El pasado queda atrás una vez que formas parte de la gran familia, y a no ser que cometas la imprudencia de faltarle el respeto a algún miembro, siempre serás considerado parte de la casa. Acróbatas, contorsionistas, payasos, magos, bailarines, trapecistas y domadores de animales son solo algunos de los pocos puestos que ocupan en la gran carpa. El show de Circus Maxium va desde lo tradicional hasta la presentación de toda una obra maestra de ópera. Toda clase de exóticas personalidades se desenvuelven dentro de sus paredes de lona, y no importa que tan grande, gordo o desquiciado seas, Cupiditas desea tu bienvenida. No circulan el globo porque no tienen forma de cruzar los océanos, pero se conforman con el continente europeo porque saben que la gente viaja de todas partes del mundo para verlos. Su última parada es Italia y es allí donde anunciarán su última noticia: Encriptado en los folletos de promoción dispersos alrededor de toda la ciudad, Circus Maxium ofrece abrir sus puertas para todo aquel que logre descifrar la invitación, pues está aceptando nuevos miembros en la familia. Serán puestos a prueba una semana y observados minuciosamente por toda la gran familia con el único objetivo de saber si son aptos para el trabajo… y para guardar el secreto. Porque cuando se abren las puertas de la carpa y durante la noche presentan su espectáculo, las cosas dentro del circo cobran vida. La pintura de los mimos no es pintura, durante la noche se vuelve piel. El fuego que escupen los lanzallamas se vuelve real y parecen dragones e incluso los trapecistas cuando actúan lucen como una nueve especie de humanos voladores, y si por casualidad un domador decide disfrazarse de elefante… sentirá algo más que solo atracción por el maní. Durante la noche Circus Maxium personifica a la perfección su papel. La familiaInversionista: Herr Adolf Hauffmann (Nit) Directora: Matilda Ivanés (Bachi) -Bruno Ivanés Vont (Bachi) Ayudante: Alejandro Suarez (Harry) Mago: Rufus Gray (Eve) Adivino: Lumiere Giordetti (Nit) Payasos: Treste (Nit), Hilaria Zanier (Milly), Santiago Terna (Bachi) Lanzallamas: Derian Krige (Milly) Domador de leones: Thomas Wilfric Omaia (Bachi) Trapecista: Fin (Nit) Bailarina hipnotista: Nuria (Eve) Compositor: Kavi (Eve) Maquillaje: Fin y Santiago Terna. Música: Kavi y Fin. Vestuario: Fin y Sally. Cocinas: Lumiere Giordetti. Publicidad: Alejandro Suarez. Limpieza: Derian Krige. Los aspirantes- Lobelha Ryan: motociclista (Bachi) - Raissa Yapur: bailarina (Nit) - Sam Campuzzano: equilibrista (Eve) - Uzeil Brambilla: cantante e instrumentista (Milly) - Cielo Vallejos: médico privado (Bachi) - Sally Cole: equilibrista (Eve) La competenciaBernard Saunière (Milly) Siro Skyler (Bachi) B. V. (Eve) Cian Keogh (Nit) *Mapa**Recordatorios*-Narrado en tercera persona. -Comentarios aparte, ya saben: (( )) [ ] {} etc etc. -Pueden tener los personajes que quieran y hacer con ellos lo que quieran (por ejemplo, desaparecer repentinamente). Me gusta jugar con la libertad que se toma el otro al escribir, pero siempre pueden preguntar. -Es un rol de seres humanos, así que a pesar de la pequeña excepción con el secreto del circo, ninguno tiene superpoderes. -Entre los trabajos del circo recuerden que hay más de los que mencioné, hay personajes que pueden ser por ejemplo veterinarios y payasos al mismo tiempo, y muchos otros trabajos incluso pueden inventarlos. Eso sin mencionar, que es normal que se repitan algunos puestos como trapecistas, entre otros. -Por si no quedó claro, cuando se hace de noche y mientras se lleve a cabo una función, el trabajo que ocupan los artistas “cobra vida”. Es decir, supongamos que su personaje es un mago y durante el día hace trucos de magia. Durante la noche ese personaje será un mago capaz de hacer magia. -No me molestan a mí los post largos, pero capaz pueden resultar un poco pesados. Los que sí me molestan son los de dos renglones TT A veces son inevitables, pero… en lo posible evitémoslos~ -Las inscripciones van a quedar abiertas indefinidamente hasta cumplir un cupo de TRES jugadores más, indistintamente de cuántos personajes se creen.
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bachi
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Post by bachi on Oct 7, 2014 2:58:30 GMT
((A continuación, los últimos posts del segundo día en el circo. Para cualquiera que se anime o tenga ganas de leer todo (no es taaaaanto tampoco) acá va link.)) . . . Sonaba una extraña melodía de fondo. “So if an old friend I know drops by to say hello, would I still see suspicion in your eyes?” Pues, pero por supuesto, Elvis! ¿Quién te crees que soy? ¿Una idiota? ¡Pero si el otro día estabas hablando con Tiffie y se te notaba en la cara…! “You can’t see these tears are real…”Matilda comenzó a sospechar que ahí había algo raro. ¿Por qué demonios estaba llorando ahora Presley? A no ser que el hombre fuese un ciclotímico recién internado en un hospital, la mujer no encontraba razón alguna para que continuara hablándole de aquella forma. “Let’s don’t let a good thing die when, honey, you know I’ve never lied…”Oh cielos, ahí iba de nuevo. Aquel hombre iba a matarla. En un intento por hacerlo callar, Matilda dio media vuelta. Ahora era como si un viejo tocadiscos tuviera polvo de más en su superficie y por eso Elvis saltaba de vez en cuando al cantar cuando le decía… Matilda abrió lentamente los ojos. La luz de una mañana fresca y gris la recibió, afuera un par de pajaritos piaban molestos en el techo de su remolque. La mujer parpadeó dos veces más, mientras comprobaba moviendo manos y pies que estaba vestida de pies a cabeza pero en la cama de su habitación. Se llevó una mano a la cabeza y tanteó el paño húmedo que tenía en la frente. ─Why can’t you see… ─tarareaba alguien al otro lado de la puerta. Alguien no. La puerta se abrió de nuevo y la música se filtró con un poco más de fuerza en su alcoba, y mientras tarareaban y aquellos pasitos que iban al compás del ritmo se acercaban, Matilda apretó con titánica fortaleza la mandíbula. Santiago le daba la espalda. Flexionaba apenas las rodillas en una patética imitación de Elvis y escurría un trapo nuevo en una bandeja cuando se dio media vuelta y se inclinó para cambiarle el paño húmedo de la cabeza a la directora del circo. Matilda lo vio todo en cámara lenta. Su par de ojos se cruzaron con aquellos témpanos azules y asesinos, y el payaso saltó. Su chillido espantó a los pajaritos del techo y, varios metros más allá, despertó a un trío de leones. ─¿¡Dónde se supone que estoy!? ─La mujer, ahora ya despierta y en camisón y pantuflas, andaba de un lado a otro. ─Y-ya se lo dije… ─intentó intervenir por segunda vez consecutiva Santiago, a quien habían recluido a un rincón del tráiler, y por tercera vez, con un ademán brusco los callaron. ─No, ya sé que estoy en mi casa. No, si quiero obtener las respuestas adecuadas de ti, tengo que expresarme específicamente ─En un torbellino de bata y cabello, se volvió el muchacho, que se encogió en su lugar─ ¿Qué diantres sucedió ayer? ¿Quién terminó la función? ¿Dónde está Bruno? ¿Dónde, por Charles Chaplin!, está todo el mundo? ¿Qué hora es? ¿Por qué no me estás trayendo un café? La última pregunta le dio un tic en el ojo a Santiago y Matilda tuvo que serenarse para que no explotara. ─Primero responde, cariñito mío, tranquilo ─Le dio dos palmaditas en el cachete con la fuerza justa y necesaria─, luego podrás traerme ese café. ¡Y hazme el favor de apagar ese bendito tocadiscos! Mientras la mujer iba y venía con las manos en la cintura, rodeándose la cadera, mordiéndose las uñas o balanceando los brazos a los costados, Santiago hizo lo que le pidieron. ─A-ayer se desmayó… Matilda gruñó. ─¡No me digas! ¿¡En serio!? ─Solo cuando comprobó el ceño fruncido del payaso se permitió bufar y hundirse en la silla más próxima─. Está bien está bien, lo lamento, continúa. ─Se desmayó y Derian y Rufus y Thomas se hicieron cargo. ─¿¡Y Alejandr…!? Ya entendí, ya entendí. Prometo que me callo. Tras un suspiro dramático, Santiago se recompuso y comenzó a contar con los dedos. ─…se hicieron cargo. Se cortó la luz ─Se escuchó un gran estruendo contra el suelo, que el chico ignoró. Antes de que la mujer pudiera ponerse de pie y recuperar su silla, la amenazó con una fugaz mirada, y prosiguió─, así que Derian hizo unas antorchas que Rufus puso por todo el circo con magia. No encontraban a Alejandro, así que Thomas y Nuria lo buscaron… Extrañamente se había quedado encerrado en la sala de máquina, ya sabe que él siempre dice que hay que arreglar ese… ─Ya sé lo que dice, queridito, ahora si no te importa ir al punto… ─Bi-bien. Pero mientras ellos hacían eso, Lumiere siguió con su acto. Los payasos nos encargamos de las medidas de seguridad, por si las dudas, ya sabe, agua y eso. Pudimos seguir con la función a-a pesar del corte y al final Nuria y Thomas volvieron con su secretario y él-él terminó el acto ─Al ver que no le decían nada, se puso nervioso─. ¿Qui-quiere su café? La mujer no respondió enseguida. Tamborileaba los dedos sobre la mesa a su izquierda. ─No me respondiste todo ─Lo acusó con un dedo─. ¿Dónde están todos, dónde está mi sobrino? Y respóndeme por favor quién fue el idiota que te dejó a cargo de cuidarme. ─N-n-nos turnamos y me tocó ahora p-pero antes fue Hilaria y… Matilda se atoró y empezó a toser. La idea de que aquella payasa con carácter de ciclón hubiese estado dando vueltas por su remolque, no era exactamente tranquilizadora. Sosteniéndose de la mesa, se puso de pie. ─…y su sobrino está bien ─siguió Santiago, retorciéndose las manos─. Lo ubicamos en nuestro vagón, junto a Uzeil y Sam. Es otro aspirante, lo-lo encontraron ayer con Lobelha. Ella se quedó con Hilaria. Aphrodite tiene su propia carpa, ya sabe. Y en-en cuanto a los demás, están todos aquí… ─¡Detente ahí mismo! ─Con una expresión desquiciada, todavía señalándolo, asintió lentamente─. Eso haré, sí sí ─Su par de ojos volaron a comprobar la hora antes de pasarse una mano por el cabello y recuperar la compostura─. Todavía hay tiempo. Santiago, escucha con atención. Tráeme aquí a todos: Los quiero a Alejandro, a Rufus, Derian, Thomas, Nuria y Fin y Treste... Espera, no. Primero ve por Lumiere, luego por Alejandro, ¿entiendes? Necesito primero tener una pequeña conversación con el adivino. Que mi asistente coordine con el resto y hasta que estén preparados, tendré tiempo de sobra para charlar con Giordetti. En cuanto a Hilaria y a ti ─Se volvió al muchacho y le brillaron los ojos─, se quedarán con los aspirantes hasta que se los llame. Prepárenlos, enséñenles las duchas, el comedor, no me importa… Pero manténganlos lejos de mi oficina hasta que termine mi charla con los demás. ─S-sí, señora, ─Bien, bien. ¿Qué esperas, muchacho? ¡Corre! Ah, Santi, cariño ─El payaso quedó a medio camino de abrir la puerta y la miró. A su alrededor el circo de a poco comenzaba a revivir. La pregunta siguió rebotando en la mente de Santiago hasta que llegó a la puerta de Lumiere, sin aliento, y se puso a golpear para despertarlo “Solo responde esto antes de irte: ¿¡QUIÉN EN SU SANO JUICIO PONE “SUSPICIUS MINDS” PARA QUE UNA PERSONA SE RECUPERE!?”
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Milly
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Post by Milly on Oct 7, 2014 14:19:55 GMT
—¿Haces esto todos los días? —la pregunta iba acompañada de una mueca que dejaba bastante claro cuánto le agradaba a Uzeil semejante suposición. —Todas las mañanas, en realidad —Derian arrastraba el último montículo de polvo con su inseparable amiga escoba. Pero en aquel momento se detuvo para dedicar una mirada triste al muchacho que lo contemplaba desde las escalinatas de su vagón, justo donde lo hubiera encontrado un par de horas atrás, al iniciar sus labores de limpieza—. Ayer viviste en carne propia cómo suelen ser los días en Circus Maxium. No hay mucho tiempo para mantener todo en orden durante el resto de la jornada —Antes de continuar, ofreció al joven un débil amago de sonrisa. Había sido sencillo interpretar su silencio—. Descuida, no es probable que a ustedes les corresponda hacerse cargo de la limpieza. Es una tarea que yo disfruto especialmente... y hay muchas otras actividades que cumplir. Te sentirás a gusto con lo que te toque, quizás hasta te permitan escoger. Fue lo que yo hice. —Bueno, tampoco sé hacer muchas otras cosas —Uzeil suspiró apenado, resignado incluso. Un bueno para nada, eso había sido siempre. A menudo se preguntaba por qué sus padres no habían decidido bautizarlo así, después de todo preferían hacer uso de aquel término mucho más seguido que su nombre de pila. Entonces sacudió la cabeza y volvió a concentrarse en el meticuloso trabajo del lanzallamas, no quería pensar en eso ahora—. Ayer, cuando acabó tu número... creí que habías muerto. —Hay noches en que yo también lo creo —respondió él luego de unos minutos, con los ojos cerrados, como recordando algo. Y luego guardó silencio hasta que el trabajo estuvo hecho. Entonces retomó la palabra, a medida reunía sus herramientas de trabajo—. Espero que mañana puedas dormir un poco más. Sé que no soy lo que cabría esperar de un anfitrión, esos son los talentos de Thomas. —Estoy acostumbrado a despertar en la madrugada —el chico se encogió de hombros, adelantándose a reunir los utensilios que Derian aún no tomaba—. Pero si a ti no te molesta que te haga compañía, tampoco a mí. —Para nada —declaró con voz gentil y educada, avanzando al vagón del que Uzeil había salido luego de sentirse incapaz de seguir durmiendo. Y tocó la puerta antes de retirarse y avanzar al siguiente vagón—. Es hora de que el circo despierte.
Hil abrió los ojos de golpe nada más sentir el llamado a la puerta del vagón. Sabía que, como cada nueva mañana, se trataba del gesto amable con el que el lanzallamas invitaba a sus compañeros a iniciar un nuevo día. Y como cada mañana, la payasa sintió la energía electrizante que para entonces recorría su cuerpo y la obligaba a levantarse de la cama de un salto. —¡HORA DE DESPERTAR, DORMILONES! —su grito podía oírse desde los puestos de confitería, eso seguro. Comenzó a saltar de cama en cama para despertar a compañeros, aspirantes y Brunos por igual. Ella ya estaba vestida, pues se había negado a volver a usar pijama luego de cumplir su turno de cuidar a Matilda—. ¡EL TIEMPO CORRE! ¡EL DÍA AVANZA! ¡LA PRÓXIMA FUNCIÓN SE ACERCAAAAAAA!
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nit
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Post by nit on Oct 10, 2014 21:14:37 GMT
Lumiere, ante los insistentes golpes en la puerta de su "mundo privado", fue a abrir con un bostezo pintado en la cara, el pelo revuelto y la tez de quien está cabreado con el mundo porque la cafetera no quiere abrirse. Gruñó al ver al payaso y le cedió el paso. -No tengo café para ofrecerte pero... tengo magdalenas si quieres.-Claro, ajeno a todo lo que ocurría aquella mañana. Y entonces, cayó en la cuenta y todo lo que había ocurrido la noche anterior regresó como auténtico maremoto a su mente.-Bien. ¿Cómo está Matilda? -preguntó, para ser cortés pues sabía como habían ido los turnos. Una mano, un nuevo bostezo oculto y de vuelta a pelearse con la cafetera maldita.
Fin, quien despertó en lo más alto de su remolque por poco y se golpeó la cabeza con el techo, pero logró parar a tiempo, una fracción de segundo antes de golpearse.-¡¡MADRE, PADRE!! -gritó bajando de un brinco- ¿!CÓMO ESTÁIS?! -gritaba, yendo al otro lado, donde sus padres reposaban. Abrió la cortina que les cubría y, al verles ahí, despertando, se llevó una mano al corazón y se sentó en el suelo.-Una pesadilla...-susurró. -Hija, no nos des estos sustos.-La madre enseguida se levantó para ir a ver cómo estaba su hija y que le contase la pesadilla mientras Treste se levantaba con pesadez, pasaba por el lado de ellas y se fue directo a hacer café. Sentía que esa mañana, sería agitada. Demasiadas cosas habían ocurrido aquella noche pasada, demasiadas cosas por asimilar pero... lo más importante, ¿por qué se había terminado la magia?
Raissa, por su parte, una vez empezó el caos la noche anterior y la luz se fue, sintió la mano de su prometido cerrarse alrededor de su brazo y el cómo la obligaba a levantarse para marcharse de ahí envueltos ambos de los guardaespaldas que miraban a todos lados para vigilar que nada les pasara. Esa mañana, mientras despertaba en la cama junto a si prometido quien la miró tras bostezar.-Buenos días, Raissa.-Le sonrío.-Buenos días -le contestó ella, mirándole también.
(CopyPasty)
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Post by Eve on Oct 12, 2014 0:19:31 GMT
-…saludo al sol- dijo al terminar la serie de estiramientos realizados sobre el techo del motorhome de Matilda al mismo tiempo que oía el portazo que marcaba la salida de Santiago. Con una sonrisa en los labios, Sally recogió la caja de color rosado chillón junto con la nota escrita en tinta morada, se balanceó como un chimpancé y equilibró su peso de modo que lograba descender ayudándose de sus piernas y el brazo libre. Toc, toc, toc…toc-toc Tres golpes simples y pausados, un golpe imaginario dentro de su cabeza y a continuación otros dos. Dejó ambas cosas a los pies de la puerta y desapareció corriendo en busca de sus nuevos amigos.
Muy buenos días, adorada Mati:
Espero que ya estés consciente al igual que la última vez que te vi. Sólo quería dejar un regalito para agradecer el que me hayas aceptado como postulante y de paso hacértelo recordar (he oído de desmayos con casos de pérdida de memoria). En la caja encontraras un cupcake casero comprado en una dulcería y el collar que tanto te gustó ayer. No te preocupes, tengo más de ese tipo.
Con amor
♥ ♥ ♥ Aphrodite ♥ ♥ ♥
Un sueño repleto de melodías de guitarra en la plaza de Roma, imágenes borrosas de personas divirtiéndose y ella danzando en medio con alguien a quien no alcanzaba a verle el rostro, salvo por un par de big... -¡AY!-el cuerpo de Hilaria había caído justo sobre su estómago antes de que siguiera su recorrido por los camarotes, despertando a los demás. -Buenos días, dormilón- murmuró Nuria dándose vuelta entre las sábanas para acariciar dulcemente la cabeza del gatito sobre su almohada- hoy será tu gran presentación en la sociedad circense…sólo no te metas en la jaula de los leones- susurró al mismo tiempo que un gran bostezo se apoderaba de ella y la convencía de dormir 5 minutitos más.
Sam apenas pudo dormir un par de horas. La emoción de estar donde se encontraba en aquel momento, era demasiado para creer. Había aprovechado su insomnio para recorrer una a una las literas, observando a esos seres extraños, cada uno un mundo diferente que combinaba normalidad y magia para dar vida al circo. Vio cabelleras revueltas, escuchó monólogos sin sentido, ronquidos y juraría que hasta un rugido. De no ser porque un par de ojos felinos lo sorprendieron, hubiera seguido curioseando por ahí. Pero regresó a su lugar y durmió lo que le pareció 5 segundos hasta que oyó la voy de Hilaria. Nunca estuvo tan feliz de empezar un día.
Una de las ventajas que más disfrutaba al ser el mayor de la gran familia (aparte de tener prioridad en la fila del baño), era disponer de un espacio separado de los demás. Aunque eso no lo libraba de la voz aguda de la payasa que en aquel momento atravesaba la pared divisoria de cada vagón. Rufus ya estaba despierto y había terminado de darle unos retoques verduscos a su barba, bigote y cabello bicolor. Dio un último vistazo a su alrededor y decidió ir al compartimiento de al lado a ayudar a Hilaria, tanto a despertar a los más dormilones como con los nuevos…y Bruno.
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bachi
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Post by bachi on Oct 13, 2014 1:51:13 GMT
((Esa carta con exceso de colores me FUSILÓ los ojos... AGAIN.))
Pero a pesar de que le dieron lugar de paso, Santiago no hizo ningún ademán para pasar dentro. La mirada del payaso voló nerviosamente del cabello despeinado del adivino a la cafetera, así sucesivamente un par de veces más mientras se retorcía las manos. Cuando por fin habló, salió todo con un suspiro apesadumbrado antes de recuperar la fuerza al final. —Ma-Matilda está bien. Está despierta. De hecho —lo miró de reojo—... De hecho quiere verte. Ya. Ahora mismo. Por su propia e íntegra seguridad, dio dos rápidos pasos hacia atrás ya dispuesto a marcharse. —¡Ah! —se golpeó la frente con la palma, exageradamente, y rió sin ganas—. Casi lo olvidaba. Te recomiendo llevarle una taza de café caliente. Y llévate contigo las cartas —Le echó una última ojeada al defectuoso cacharro que tenía por nombre cafetera y deseó silenciosamente que Lumiere tuviese éxito en su difícil empresa. Ni se despidió ni explicó a qué se refería con el mazo de cartas. El muchacho salió despedido hacia los humildes aposentos del asistente del circo con la esperanza de que el adivino comprendiera que se le estaba solicitando en su "campo" de trabajo, bien temprano en la mañana, cuestión que las vibras cósmicas no interfirieran con el delicado destino de la directora del circo. Y su delicado estado de ánimo. Mientras llamaba a la puerta de Alejandro con un débil golpeteo, se mordió el labio y deseó que le hubiese tocado otro turno. No debía ser coincidencia que lo hubiesen elegido a él justo en la mañana, justo cuando Matilda solía despertar, justo cuando... —Ay, payasos. Me deben una grande. Una PIZZA grande —suspiró.
—¡Una almohada voladora es lo que se te acerca! —exclamó Lobelha mientras levantaba su maraña de pelos azules y, con energía, revoleaba su cojín directo a la cara de la payasa. No comprobó si había dado en el blanco porque volvió a sumergirse en un mar de mantas. Con una sonrisita placentera, y disfrutando el calor en los pies, la chica se hizo un ovillo y cerró los ojos procurando que todo el griterío afuera de su dulce coraza fuera interpretado para su cerebro como el tierno cantar de las aves por la mañana... Aquello se detuvo cuando escuchó no uno, sino varios pasos arriba de sus cabezas en el vagón. Decidiendo que aquello tal vez era normal allí, Lobelha resistió la tentación de espiar por un agujero de su caparazón y, sonriendo de nuevo, procuró descansar. La puerta corrediza se abrió, dejando que entrase la luz fría de una mañana que recién empieza, y Bruno, con pijamas arriba y una malla de playa con colores flúor por debajo; miró a Hilaria. —Yo ya estaba despierto. A veces no duermo —explicó asintiendo. Desde el bulto de sábanas en la cama de Lobelha, llegó un resoplido de obviedad mezclado con risa. En eso, Bruno se dio media vuelta hacia el exterior y alzó la mano a modo de saludo— Oh. Hola viejo de barba verde. —¿No se supone que éste debería estar durmiendo con Uzeil, Sam y Santiago? —Lobelha, ya resignada y envuelta en sábanas hasta la cabeza, señalaba a Bruno con el pulgar mientras se sentaba en el catre.
Si bien Matilda por un momento habría jurado que alguien estaba haciendo estiramientos en su techo, y aunque había descartado entre carcajadas la idea, volvió a reconsiderarla una vez le golpearon la puerta y leyó aquella nota que le dio epilepsia visual. Meditó un par de minutos, contemplando el regalo envuelto que yacía en el suelo al mismo tiempo que doblaba cuidadosamente la carta para guardarla en su bolsillo. Parecía un cachorro inofensivo haciéndole ojitos. Y cerró la puerta una sola vez sin siquiera mirar atrás. Podía vivir sin cupcakes sorpresivos, oh claro que sí. Sin lo que no podía en definitiva vivir, era una buena taza de algo caliente al comenzar la mañana, y aunque el whisky que descansaba en uno de sus tantos caóticos estantes la llamó, gruñendo entre dientes se sentó frente a su escritorio dándole la espalda. —Dejen... de seducirme... —refunfuñó por lo bajo, mientras revolvía entre cajones y carpetas, hasta que finalmente su rostro se iluminó al buscar lo que estaba necesitando. Los formularios de inscripción.
Siro no solía ser de los que se levantaban temprano, o los que podían tener algún tipo de remordimiento emocional que le impidiera dormir por las noches. Era más bien un sujeto práctico que catalogaba todo de forma organizada dentro de cajoneras en su mente. Dichos catálogos incluían desde citas como "Cría cuervos que..." hasta cosas más insulsas como "Recuerdos de primaria". La conversación a la que ahora estaba haciendo memoria no sabía muy bien dónde catalogarla, y eso tal vez se debiese a que el tipo que ahora lo estaba contratando no fuese del todo una persona "ordinaria", como tampoco el recuerdo al que hacía memoria mientras caminaba por la Roma tempranera comiéndose un gelato de chocolate con chantillí y chispitas de colores, mientras paseaba al perro de su hermana. El por qué paseaba él al perro era un misterio incluso para Siro, pero estaba demasiado ocupado entre cucharada y cuchara como para reparar en aquel error. "Es una verdadera lástima que no te encuentres en terreno para informarme, Skyler" Al hombre le dio un escalofrío y apuró al perro con un tirón de correa para que terminara de sacar los bollos calientes del horno. "Me interesa tu opinión ¿Qué te parece que sea eso?" ¿Que qué le parecía? Una locura le parecía, eso le parecía. ¿Cómo se suponía que un condenado circo del siglo XXI pudiese prescindir de recursos eléctricos y tecnología avanzada para seguir su función? En otras palabras, si no había electricidad en toda Roma, y a no ser que tuviesen generadores con la potencia para despegar un nuevo Sputnik al espacio; Siro no había podido darle una respuesta contundente que satisficiera los requisitos. En vez de eso había respondido lo único que alguien en su situación podría haberle dicho a Saunière: Él ya había establecido el contacto con el pececito, a él le conocían la cara y no le convenía mucho mostrarse por allí, tal vez él (jefe) debiese considerar la opción de contratar a alguien para meter las narices sin problemas allí dentro. ¿Que quién? Ah, pues, él no tenía idea, pero lo pensaría. Tenía algunas sugerencias. Siro suspiró y esquivó la caca del perro al seguir caminando. Por supuesto que no tenía ni una sugerencia.
Tic, tac, tic, tac, tic... ¿Era realmente "tic" y "tac"? Cielo frunció el ceño y aguzó el oído. Tic, tic, tic, tic... Sonrió satisfecha y asintió. En realidad era el mismo sonido, solo que el cerebro humano, al hacerlo una repetición, separaba los dos resultados para convertirlos en un producto diferente y, así, darles una distinción característica que, en un futuro, sería de común acuerdo humanitario conocido como "el sonido de las agujas de un reloj". De todas formas, mientras daba vueltas formularios y atendía distraídamente a señoras con dolores de tobillo, ancianos con fuertes dolores de cabeza y niños con golpes de calor, la guardia de Cielo iba pasando y pasando lentamente como un iceberg que avanza contracorriente impulsado por el deber. —Pfff —se rió mientras anotaba el número de socio del servicio social de una mujer con un niñito muy inquieto—, los icebergs no tienen deberes. —¿Disculpe? —Que los icebergs no tienen deberes, señora —contestó con naturalidad.
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Milly
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Post by Milly on Oct 13, 2014 17:16:22 GMT
Como una fotografía. Así de paralizada quedaría Hilaria luego de analizar la pregunta realizada por su amiga -había decidido otorgarle el título durante sus charlas nocturnas con la almohada- peliazul. Y la contempló como acabara de materializarse en su propia cama. Luego miró a Bruno. Y otra vez a Lobelha. Y a Bruno... —Es cierto —declaró estupefacta, el rostro todavía enrojecido por el acertadísimo almohadazo de la joven aspirante sobre su rostro de payasa—. Probablemente... hum... tal vez... —llevándose un larguirucho índice a la sien, se forzó a dar con una respuesta a semejante misterio. Y cuando creyó dar con él, reprodujo unas palmaditas de satisfacción—. ¡Ah, claro! —se dio en la frente con su palma abierta—. Debe haberse confundido durante mi turno de cuidar a Matilda. No lo culparía, estaba todo tan oscuro y la atmósfera era tan somnífera... —bostezó, dando la apariencia de sentirse tranquila con aquella suposición que explicaba más bien absolutamente nada—. De todas formas, es mejor así. Este mequetrefe es mi prisionero de guerra hasta que Matilda al fin despierte y se haga cargo. Así que mientras más cerca lo tenga para vigilar sus movimientos... ¿¡QUÉ ES ESOOOO!? En un segundo, su prácticamente nula capacidad de concentración había volado de Bruno a la diminuta bola de pelos que reposaba junto a la cabeza de Nuria. Un segundo después ya se encontraba acuclillada junto al catre de la bailarina, observando absorta la versión de bolsillo de los leones de Thomas.
Encontró despierto al chico nuevo -¡como si él no lo fuera!- cuando regresó al vagón para ir a por sus escasas pertenencias. —Buenos días, Sam —le saludó con la sonrisa que el ambiente matinal del circo le contagiaba. Como jamás antes, las manos le cosquilleaban de impaciencia por iniciar el día, por conocer los requisitos para convertirse en un verdadero miembro... por resolver los cabos sueltos pesquisados la noche anterior. Sintió el peso de la tarjeta de presentación en el bolsillo de su pantalón—. ¿Despertado por la dulce voz de Hilaria?
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nit
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Post by nit on Oct 13, 2014 18:09:34 GMT
Si el estado catatónico llegase con solo recibir noticias, de seguro que Lumiere lo hubiera alcanzado en milésimas de segundos antes de escuchar las "buenas nuevas" de la boca de aquel. Suspiró, cerró la puerta cuando el otro se largó y se acercó a la cafetería, preparó dos cafes y, mientras estos se preparaban, fue en busca de aquellas cartas. Y se esperaba lo peor. Y que cualquier dios les pillara confesados. Y... que hubiera guardas de seguridad en la entrada, bomberos, incluso médicos en ambulancia. Matilda y él solos. Eso era lo único que importaba en ese momento. Porque Matilda y él no es que terminaran en buenos términos cuando... Decide dejar de pensar en ello, observa la cafetera, la apaga y luego observa el mazo que lleva en una mano. ¿Solo una miradita? Decide que el destino no está del humor como para concederle pistas y ya se le hace tarde. Se viste, se arregla medianamente bien y como puede y luego mete el mazo en el bolsillo para luego agarrar las dos tazas con cuidado y presentarse frente al vagón de Matilda.
Inconsciente o no decide tomar el toro por los cuernos y abre la puertezuela del vagón de Matilda y así presentarse al interior. Cierra con el pie haciendo equilibrios y finalmente se presenta ante ella con la taza, todavía humeante, en una mano y rápidamente la posa frente a ella para luego apartarse y sentarse. Siente tenso el ambiente, siempre es así cuando ambos están solos. Y sabe que debería haber predicho lo que sucedió anoche, que debería haberlo sabido, prevenido a todo el mundo en general y a Matilda en particular pero no lo vio y la razón la desconoce. ¿Cómo se lo hará entender? -Me han dicho que querías verme -empezó a hablar cuando el café ya hubo quemado su garganta tras el primer sorbo.-¿De qué querías hablar? -se hace el destendido mientras procura que todo en él de la imagen de que está relajado aunque ambos saben que es pura fachada. La relación entre ambos es tensa desde que Lumiere decidió dejar la relación entre ambos. Y todo siempre termina en discusión y ruega a todos los dioses que conoce y que desconoce porque esa sea la excepción. Da un nuevo sorbo a su café y, tras ponerlo en la mesa, decide que debe mostrar sus cartas.-Traje esto, Alejandro dijo que las trajera.-Y mató al mensajero. Y supo que ya no había marcha atrás.
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bachi
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Post by bachi on Oct 14, 2014 0:17:23 GMT
Cuando escuchó la puerta, Matilda todavía estaba agachada detrás del escritorio revolviendo entre cajas de cartón. No fue sino hasta que Lumiere se hubo sentado frente y que hubiera olfateado el desayuno caliente, que decidió salir de su escondite. Apoyó con fuerza la palma de la mano en la cual tenía varios papeles, y se impulsó para levantarse. Lo primero que hizo fue reírse. Corto pero tendido, soltó una carcajada mientras se sentaba y soltaba los formularios para beber su bien merecido café. A pesar de haberse levantado hacia ya, quizás, quince o veinte minutos, y aunque tuviese la bata y las pantuflas de cabezas de conejo, ella se sentía radiante: Ya había conseguido pintarse las uñas de violeta y el esmalte ya estaba seco. Voilá. —Seguramente el que te lo pidió fue Santiago, el payasito refunfuñón, y no mi pelirrojo asistente, Lumiere querido. Pero ya que —hizo ademanes para espantar pensamientos y le clavó los ojos. Al principio sonrió, quedaba en su rostro el dejo divertido que le producía verlo nervioso, pero después la expresión se tornó en una preocupación sutil que disimuló al tomar más café. Ella no iba a desmentirlo pero tampoco iba a reafirmarlo. Que la hubiesen dejado había sido un golpe seco, las razones aún más patéticas en su opinión, y la forma, descarada. Pero sí, le había dolido en su orgullo. Sin embargo... —Antes de que empecemos a hablar, quiero dejar en claro que esta charla tiene que trascender temas personales que hayan surgido entre los dos —Matilda entrelazaba lentamente los dedos sobre el escritorio—. El circo, nuestra razón de ser y nuestras almas, corre peligro, y eso es para mí mucho más importante. Y creo que tú también lo presentiste, Lumiere. Es por eso que hoy te pido que esto sea meramente formal —Soltó un suspiro mezclado con risa y relajó un poco el semblante—. Debe ser la primera vez que nos quedamos charlando solos sin que alguno de los dos termine de regreso a su guarida. ¡Y vaya qué récord! Ya son 5 minutos. La directora del circo se puso de pie, asomó la nariz por la pequeña ventanita del motorhome y volvió a recuperar su sitio, cruzando una pierna sobre la otra. —Yo le pedí a Santiago que trajeras las cartas —Sorbo de café—. Y aunque convoqué una reunión para que todos tengan la posibilidad de contarme qué fue lo que exactamente sucedió ayer por la noche, primero quiero escuchar con tus palabras por qué no lo viste venir. No es normal, Lumiere. ¿Recuerdas el invierno en Moscú? La helada que podría habernos dejado sin leones y sin trabajo. Fatal. ¡Fatal habría sido! Y, sin embargo, lo viste venir. Y no me hagas rememorar otras anécdotas como una vieja loca. Sabes de qué hablo. En parte, esa es razón por la que te pedí que me traigas las cartas. Si algo está sucediendo y no puedes predecir qué sucede alrededor de Circus, por lo menos debes ser capaz de ver en mí futuro algo relacionado —Se detuvo unos segundos—. Ahora sí, hombre, ¡por dios! Habla de una vez o sentiré que charlo con un reflejo mío muy bajo y con barba.
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Post by Eve on Oct 18, 2014 22:43:45 GMT
-Se me ocurren muchos adjetivos para la voz de Hilaria…ninguno se parece a “dulce”- rió Sam mientras se sentaba en la cama y estiraba los brazos para terminar de espantar el sueño- Vaya noche ¿eh? Apenas pude dormir. Todo esto es tan...increíble ¿No te pasa lo mismo? Un día estás en tu vida normal, estudiando, trabajando, todo es una rutina y de pronto decides divertirte un poco y ¡BAM! Te topas con una invitación para unirte a un circo- las palabras salieron atropelladas de su boca, pero no por eso dejó de buscar en la mirada de Uzeil algo que indicara que no era el único que se contagiaba de esa emoción- Da miedo, pero se siente…se siente...mágico.
-Muy buenos días a todos- saludó Rufus asomando la cabeza por la puerta y dando un vistazo dentro del vagón de las chicas antes de ser echado para atrás por una fuerza invisible llamada “el grito de Hilaria”. Como si comprendiera la naturaleza explosiva pero inocente de la payasa, el pequeño gato no se inmutó. Se dedicó a observarla con sus gigantescos ojos marrones, examinándola como si fuese ella quien se unía a aquella mágica fiesta y cuando hubo determinado que era digna, soltó un suave maullido. Nuria, en cambio, yacía echa bolita en el suelo. -Nunca…más…vuelvas…a…hacer…eso- fue el saludo de la bailarina que poco a poco se incorporaba, estirando las prendas del pijama para tener una apariencia decente y “madura” para defender a su nueva masco…-¿Rufus? ¿Bruno? ¿Por qué están aquí?- Los sucesos de la noche anterior golpearon con fuerza dentro de su cabeza- ¡Oh, cielos! ¿Cómo está Matilda? -Oh, ella está bien- resonó la voz cantarina de Aphrodite, quien entraba como una aparición de tules y campanas, trayendo consigo un frasco de leche y comida para gato- Es interesante todo lo que oyes sobre su motorhome- razonó llevándose unas croquetas a la boca y pasando un puñado a los presentes- ¿Quieren? Están muy ricas… ¿Por qué se demoran tanto los demás? ¡Hey! ¡HOMBRES, ARRIBA!
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Milly
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Post by Milly on Oct 20, 2014 1:31:05 GMT
Las palabras de Sam describían, en apenas un puñado de palabras, la sensación que a él mismo lo embargaba en aquel momento. No obstante, una buena cuota de amargura se apoderó de él al sonreír. —Es como un sueño, ¿no? Me gustaría no tener que despertar nunca… pero mi familia seguramente debe estar como loca a esta hora, sin saber dónde estoy —se estremeció, y luego volvió a centrar su atención en el muchacho—. En caso de que alguien pregunte, ¿podrías decirles que he ido a casa? No demorará mucho, acaso un par de horas. Buscaré ropa limpia y daré señales de vida, es todo —le dedicó un amistoso gesto de despedida antes de retirarse. Minutos después, sin embargo, el regordete muchacho se encontraba a muchísimas calles de un hogar al que no pretendía volver siquiera bajo amenaza, y tocaba, no sin algo de desconfianza e indecisión, la puerta de la dirección inscrita sobre la tarjeta que apretaba nerviosamente en su diestra. Bajo la dirección rezaban dos únicas palabras: Siro Skyler.
Hilaria era, con probabilidad, una de las pocas -si no la única- personas a las que el comportamiento de Aphrodite no conseguía causar desconcierto de ningún tipo. De modo que al verla ingresar al improvisado cuarto, no hizo más que recargar un codo sobre el hombro de la chica, con total camaradería, tras el doloroso esfuerzo de dejar de observar al minino. —¿Así que al fin ha decidido despertar? ¡Fabuloso, no hay tiempo que perder! —Avanzó hacia Bruno, resuelta a empujarlo sin apenas delicadeza hacia la salida de la estancia—. Ve a vestirte, bandido, debes estar listo para cuando Matilda requiera tu presencia. ¡Y ni se te ocurra escapar! Voy a estar pendiente de cada uno de tus movimientos, así que me enteraré de cualquier paso en falso. Le cerró la puerta en la cara, pero al segundo inmediatamente posterior ya se asomaba por la ventana adyacente a la entrada y, corriendo las cortinas del pequeño cuadrado de cristal, lanzaba sus últimas advertencias al pobre sujeto, posando sus dedos índice y corazón bajo los ojos y luego él, de ida y vuelta, una y otra vez, hasta considerar que el aludido había captado la idea: lo estaría vigilando. —¿Te importaría echarle un ojo mientras me visto, Rufus? Solo necesito que te asegures de que entra al dormitorio de hombres y no a cualquier otro sitio. Y en tanto se deshacía de su colorido pijama de rayas, flores, estrellas y osos, olvidándose por completo de la presencia del mago, volvió a fijarse en el pequeño gatito. —Y dime, Nuria —su voz sonó amortiguada al pasar su remera favorita por encima de la cabeza—. ¿Esa criatura angelical ya tiene nombre? Podría darte algunas propuestas, si aún no tienes nada en mente.
((Espero que no haga daño que te adelantemos, Nit n.n))
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nit
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Post by nit on Oct 21, 2014 22:46:06 GMT
((No pasó nada XD))
Él la observó y escuchó, bebiendo de a sorbos su propio café el cual se acababa de dar cuenta que no había echado la cantidad adecuada de azucar y estaba amargo. Suspiró interiormente amargado por aquello pero río ligeramente cuando Matilda dijo aquello de los 5 minutos. Tras las siguientes palabras miró su café y se mantuvo en silencio un largo rato hasta que finalmente la miró.-Fue extraño -empezó a hablar- pues cuando se fue la luz sentí que no veía nada. Y antes... hacía días que andaba ofuscado, normalmente me sucede cuando tengo dolor de cabeza o voy estresado -la miró- no preguntes- le pidió para luego volver a mirar su taza- pero todo ese ofuscamiento se va -volvió a levantarla para fijar su mirada en la directora y negar con la cabeza- cuando empieza el espectáculo, con tu presentación y con el resto de actuaciones, a medida se acerca mi turno se me va aclarando la mente pero ayer de noche... veía pero veía caos, solo caos, una colisión de sonidos y colores en movimientos mareantes. De tanto en tanto veía cosas claras pero eran solo flashes que duraban milésimas de segundo. Sí,-inquirió antes que la otra pudiera decir nada- me tomé una pastilla para el dolor, un antigripal y todo lo que se me ocurrió pero nada. Fue como si la magia del circo no hubiera funcionado para mí anoche. -Y agachó la cabeza, avergonzado. Había sido total y cruelmente sincero, ¿para qué debía añadir nada más?
Sin más alargó la mano a su bolsillo tras posar la taza en la mesa y sacó el mazo de las cartas del tarón con una larga inhalación de aire para luego soltarlo lentamente mientras empezaba a moverlas. -Matilda... -la miró mientras las manos seguían con aquella tarea- lo siento.-Se disculpó. Y no añadió nada más. Se estaba disculpando por lo de anoche, por haber fallado a la directora pero también se disculpó por tantas y tantas otras cosas. ¿Habría vuelta atrás? ¿Por qué se arrepentía ahora, justo ahora?
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bachi
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Post by bachi on Oct 21, 2014 22:56:35 GMT
Matilda espantó nuevamente aquellas moscas del pasado que se interponían en su presente con la cara irremplazable de Lumiere. —No ahora, cariño, no precisamente ahora —Sus ojos seguían con enferma meticulosidad el movimiento de manos del adivino al barajar lo que probablemente sería el juego más importante de su vida—... Pero gracias. La sonrisita se borró en cuanto fue consciente de que el receso terminaba. Nunca le había gustado tentar a la suerte, tontear con galletitas de la fortuna y cosas así. Matilda era una mujer práctica en sentido laboral y también personal (cuando algo no funciona, simplemente sigues adelante con otra cosa), pero en un pequeño rinconcito de su mente, el primitivo ser supersticioso estaba tan presente como la primera vez... Después de todo, dirigía un maldito circo con carácter, ¡diablos! ¿Qué espacio a la cordura dejaba eso? Como si se preparara para unos 100 metros llanos, relajó los hombros moviéndolos hacia arriba y hacia abajo, giró el cuello hacia un lado y hacia otro y agitó las manos en el aire. Al final, suspiró. Le dedicó una fugaz mirada al mazo y luego sus ojos se posaron feroces en Lumiere con una mezcla entre decisión y miedo, miedo a las fuerzas desconocidas que esa mañana moverían las manos del adivino. —Muy bien. Estoy lista, cuando tú quieras. Recuérdame cómo es esto, qué se supone que tengo que hacer y... mierda, ¿quieres whisky? Muero por un trago de whisky —Se puso de pie, tomó la botella burlona, sacó dos vacitos de uno de los cajones de su escritorio y los depositó bruscamente uno frente al otro, sin dar posibilidades a una negativa.
—Ohhh —Lobelha ya estaba en el suelo, colocándose el calzado con enérgica destreza en medio de todo aquel desastre, mientras unas risas continuas sacudían sus hombros—, yo que tú rechazaría amigablemente la oferta, Nuria! Otra carcajada anticipada a los siguientes comentarios, y se dispuso a controlar la maraña que era su cabello. Por primera vez estaba siendo consciente de que pronto la someterían a una serie de pruebas rigurosas y estremecedoras: ¿La harían caminar por una cuerda a 100 metros lejos del suelo con tan solo un paragüas? ¿Debería practicar lucha libre con leones, vestida como mujer de la selva con un collar de huesos humanos atados al cuello? O quizás podría ser algo más interesante como bailar con fuego... La sola idea le encendió mejillas, mirada y el ánimo. Una sonrisa triunfal ya estaba apoderándose de su expresión, cuando cayó en la cuenta de que en ninguna de esas oportunidades podría salir viva. Lentamente la muchacha se dio vuelta hacia las otras tres, aprovechando el momento de intimidad femenina. —Hmmm, esteee, y díganme... ¿Cómo fue que ustedes entraron al circo? No sabía si podía preguntarlo y la indirecta pregunta cubriría su reciente preocupación, o al menos eso imaginaba ella.
La puerta se abrió y, al juzgar por el celular sobre la oreja del hombre y por la forma despreocupada en la que echaba una última ojeada hacia el interior del hogar, no se había abierto exactamente porque hubiera escuchado que tenía visitas. Siro se quedó allí plantado en el umbral, dejando a la persona al otro lado de la línea hablar y hablar como si las palabras se vomitaran solas por su garganta. Miraba a Uzeil con la misma expresión de sorpresa con la que se mira a una hormiga que de forma repentina y de la nada ha aparecido en la mesa del comedor junto a las tostadas. —Sí sí, te llamo luego. Cortó y mientras se metía el aparatito en el bolsillo trasero del jean y se sorbía la nariz, continuó mirándolo. —En la oscuridad parecías más alto —Asintió, mesándose la barbilla de forma pensativa y encarcó las cejas al contemplar el día gris—. Bueno, en marcha. Sin dar mas explicaciones, comenzó a caminar. En la espalda de su remera Angus Young le sacaba la lengua a Uzeil mientras enseñaba a gusto unos cuernitos recién conseguidos que le habían salido junto a la gorra del uniforme escolar. Siro sacó el celular de nuevo y marcó otro número. Esperó, esperó. Dio a la casilla de mensajes y blasfemó por lo bajo. Ella era la única otra persona posible que se le había ocurrido al reflexionar durante toda la noche en las palabras de Sauniere, y si ella no respondía en los próximos cinco minutos, su última esperanza se iría por el drenaje. Y no era una esperanza a la cual le gustara recurrir, pero era su última, su única brisa de respiro antes de la sentencia final.
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Milly
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Post by Milly on Oct 21, 2014 23:57:27 GMT
Uzeil siguió de cerca los pasos de ese extraño sujeto, la indecisión y el recelo ajustándose a su rostro como una máscara hecha a la medida. Todo indicaba que su visita en búsqueda de posibles respuestas resultaba precoz y que, a juzgar por todas y cada una de las acciones emprendidas por el tal Siro desde el instante en que abrió la puerta, el chiquillo no era bien recibido. No del todo, al menos. Su falta de modales y su insistencia con el teléfono no contribuía de ninguna forma a realizar alguna mediación para su creciente incomodidad, y aunque en un inicio se había sentido casi seguro que el tipo pretendía llevarlo a alguna parte, su falta de interés hacia él devoraba rápidamente las certezas iniciales. Y al final ya no lo soportó. —Esto... ¿sabes? —intentó llamar su atención, cuando reunió el valor para caminar a su altura. Soltó una risita vergonzosa—. Si estás ocupado ahora, puedo venir otro día, a otra hora, de verdad. En todo caso, creo que fue una mala idea venir, una tontería. Es que creí, de verdad creí que... —No hubo forma de que pudiera continuar. A esas alturas ya se sentía irremediablemente torpe. ¿Qué hacía ahí? Por lo que sabía -o sea, absolutamente nada-, Siro podría haberse limitado a tomarle el pelo la noche anterior.
Hilaria estuvo vestida en un suspiro. Un suspiro que, por cierto, parecía haber alborotado su cabello de firmes y desorganizados resortes rubios a un nivel desproporcionado. Y evidentemente, la payasa no emprendería el más mínimo esfuerzo por controlar aquella indómita selva dorada. Le gustaba evidenciar de forma visible el caos de su propio carácter. —No fue nada tan elaborado como lo que están haciendo con ustedes, eso es evidente —dijo la joven al levantarse de su cama y sacudirla un poco. Como si con aquella actitud hacendosa pudiera disimular su entusiasmo por compartir un trocito de su historia de vida, la misma que ya nadie de la familia circense se interesaba por escuchar luego de la enésima vez que se repetía el mismo relato—. En mi caso, al menos, todo se resume a una cuestión de una insistencia a la que Matilda no pudo negarse —rió a carcajada limpia por el simple hecho de recordarlo, y volvió a tomar asiento en la cama que acababa de ordenar—. El circo había llegado a Francia. Y por pura casualidad fui a parar a una de sus funciones. Cuando vi lo que hacían ahí, simplemente... entendí que era el sitio al que pertenecía. No conocía el motivo, pero lo sabía. Así que se lo dije a Matilda al término de la función. Y volví para repetírselo al día siguiente, y al siguiente... hasta que llegó el momento en que debían viajar al siguiente país de su recorrido. ¡Y claro! —dio un par de palmaditas de entusiasmo— ¡Ahí estaba yo! No sabría de decirlo, pero creo que mis apariciones la trastornaban un pelín. Y cuando por fin entendió que no iba a poder zafarse de mí tan fácil, me dejó a cargo de Treste una semana, a ver si tenía alguna ínfima pizca de talento.
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Post by harry on Oct 22, 2014 12:50:38 GMT
Él era el tipo de persona a la cual le gustaba tomarse las mañanas con calma, desayunando tranquilo después de una larga noche de sueño. Muy a su pesar, la mañana después de estar tres horas encerrado en una sala de generadores tiene sus problemas. Alejandro estaba pensando en llamar a aquel dolor de cabeza que sufría en ese momento "resaca de encierro". ¿O "encierro de la resaca"...?. Sea como fuere, el dolor de cabeza (Seguramente producto de pasar horas ideando medios de escape, sumado a la falta de sueño) venía condicionando toda su mañana. El té que se derramó de repente era una catástrofe, y se molestó a sobremanera cuando no pudo encontrar su cepillo de dientes (El cual tenía en la mano) por espacio de varios minutos. Pero no era cuestión de dejarse derrotar por un dichoso malestar. ¡No señor! ¡El Circus Maxium necesita ser dirigido! ¡Y la dirección necesita asistencia! ¡Y la asistencia necesita algo para el condenado dolor de cabeza!. Y así, medicamento para el dolor de cabeza y media hora después, ya se encontraba bastante mejor. Suspiró y miró al techo, hamacándose en su silla y haciendo un resumen mental de las cosas que tenía para hoy. Sería un día ocupado. Pero si la suerte da una mano y no se pasa ningún dictador por el circo, debería ser todo más o menos tranquilo. Para los estándares del circo, claro. Entonces fue cuando oyó la puerta y a alguien refunfuñando atrás. Se levantó pesadamente de la silla y caminó hacia la puerta. -Perdón, pero no tengo dinero encima como para una pizza ahora.- Dijo a modo de saludo.-Y aunque lo tuviera, no creo que sea hora una buena hora para eso.
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Post by Eve on Oct 24, 2014 14:32:04 GMT
Aprovechando las risas y las preguntas sobre un nuevo régimen alimenticio, Nuria decidió ignorar sutilmente la oferta de Hilaria mientras buscaba sus cosas de aseo entre los cajones estrellados. Pero al escuchar la pregunta de la peliazul y luego el silencio mortal y atento de Aphrodite, intercambió una rápida mirada con Rufus al mismo tiempo que Hilaria se mandaba con la historia de su llegada a Circus. No pudo evitar sorprenderse al percatarse que la payasa ni siquiera consideró mencionar una prueba o algo similar. Después de todo, a preguntas ambiguas, respuestas iguales. -Él me trajo- contó señalando al mago cuando le llegó el turno- Yo vivía con una caravana de gitanos, así que ya estaba acostumbrada a viajar constantemente de un lado a otro. Solo fue cuestión de hablar con Ivanés y…aquí estoy- decidió omitir las razones de su traslado al circo, no quería deprimir a la joven en su primer día. -Yo conocía a Matilda desde hace mucho años. He trabajado aqui desde que Circus Maxium nació- sonrió el anciano una vez se hubo asegurado que Bruno iba en la dirección correcta.
…28, 29, 30 Quedó tendida en la suave alfombra púrpura en el preciso momento que el celular comenzó a sonar, pero no se molestó en estirar el brazo para contestar. Claro que no, había completado la tercera serie de treinta abdominales y necesitaba un breve descanso. …I’m a freaking gemini “Puede dejar su mensaje en la casilla de voz” pensó cuando el ringtone dejó de retumbar a diez centímetros de su oído. Brisa tenía la teoría de que al elegir la canción más detestable, se hartaría rápido de escucharla y respondería las llamadas en el menor tiempo posible. Su hipótesis tendría validez de no ser por el hecho de que detestaba cualquier contacto humano más que cualquier estúpida cancioncilla pop. Esperó un par de minutos y devolvió la llamada sin siquiera dar un vistazo a la pantalla. Tuuuuuuuu…tuuuuuuuuu…tuuuuuuuuu…y contestaron, pero ella siguió sin decir una palabra. Después de todo, la buscaban a ella.
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bachi
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Post by bachi on Oct 27, 2014 18:41:52 GMT
Bruno de hecho sí iba en la dirección correcta. Llevaba dando vueltas en el mismo lugar hacia ya casi cinco minutos, por lo tanto ni iría a ningún sitio. Lobelha saltó del vagón y lo miró. Pensaba que estaban, ella y Uzeil, casi en la misma situación que el jovencito recién salido del manicomio, nada más que ellos parecía que iban directo a entrar en uno. Se dio vuelta a mirar al viejo mago y le sonrió. —No sé por qué pero me lo imaginaba. ¿Y Matilda siempre fue la directora del circo? Las cuentas no me darían bien de ser así, y a no ser que se conserve en formol... —Se rió y miró hacia el vagón de los chicos— ¡Hey! ¿Y Uzeil? Sam, ¿Sam cierto? ¿Lo viste salir? —preguntó enarcando las cejas— ¿Sabía que teníamos que reunirnos, cierto? No queriendo despertar sospechas de nada, se mostró calmada por fuera, pero por dentro se preguntó si su amigo se había dado cuenta de eso mismo que ella acaba de comprender y no habría decidido volver a su vieja vida. Rápidamente desechó el pensamiento. Las reacciones que ayer había demostrado lo reafirmaban: En ese circo era donde el chico quería estar. —Ahora que lo pienso... —La chica golpeó un puño con la palma de su mano— Dejé mi moto estacionada cerca de la entrada, ¿creen que pueda ir a buscarla antes de desayunar?
Santiago se llevó el susto de su vida. Recuperando un poco de la teatralidad propia de la existencia del payaso, se llevó ambas manos al pecho y allí se aferró. —¡Alejandro! —exclamó al verlo sano y salvo y suspiró. Casi se podría haber puesto a llorar— Cielos, estuve llamando a la puerta tanto, tanto tiempo que por un momento creí... Bueno. N-no importa —Si seguía perdiendo así el tiempo, Matilda lo degollaría—. La directora quiere que los juntes a todos para hablar con ella. T-tal vez primero quieras llevarlos a desayunar, ella... —No estaba seguro, ¿debía o no debía decir que se había juntado a solas con Lumiere? Lentamente se le cayó el alma a los pies y miró a Alejandro con la boca abierta. Oh cielos, ¡oh cielos, ¡nunca le había preguntado ese pequeño detalle! ¿¡Y ahora cómo se suponía que taparía ese silencio que estaba dejando!? ¡Y LO SEGUÍA DEJANDO! ¡Raápido estúpido Terna! ¡Escupe algo, escupe algo! —Ella se estaba pintando las uñas y-y creo que-e quiere arreglar los asuntos de-de las prueb-b-bas de los aspirantes entonces... Retorciéndose los dedos, casi se podría decir que le salía humo por las orejas.
En cuanto Uzeil llevase un par de horas con aquel sujeto, comprendería que era parte de la naturaleza de Siro caminar como si todo el mundo alrededor estuviese muerto, vivo, o... Qué más le daba a él. Podría haber caído un meteorito, que Siro Santana Skyler lo tomaría con calma. Por dentro gritaría, se haría pis y lloraría por su mami, claro, pero por fuera era que simplemente no sabía cómo hacer "eso" que la gente llamaba cambiar de expresión. Así que mientras esperaba con el corazón en la boca que aquella bruja loca le respondiera, usaba la otra mitad de su cerebro para calcular las cuadras hasta la oficina de Sauniere. De Uzeil sólo supo que balbuceaba algo. —Para nada —respondió al captar las últimas dos palabras. Siro tapó el micrófono del celular y lo miró—. Creer está mal. Tú actúa y la corriente te llevará. Por cierto, ¿qué decías? —Volvió a ponerse el celular contra la oreja y continuó hablando—. Estamos yendo a las oficinas del jefe justamente, así que que hayas venido fue una suerte, de otra forma no me habrías encontrado en casa. El jefe es un tipo ordenado. Para ser el líder de una Organización no gubernamental En Contra de las Estafas de Espectáculos, tienes que serlo. Así que le gusta la puntualidad. Eso acababa de ocurrírsele. Vaya, Siro, a veces los sorprendes a todos. —Así que... ¿Qué decías? Oh, espera. La bruja loca acaba de responder... ¿Brisa? ¿Estás ahí? —Silencio—. Acabas de escuchar lo que dije, ¿cierto? Bueno, no me gastaré en decirte que es mentira. Ambos sabemos que es verdad, y la verdad es importante. Lo decía Sócrates —Silencio—. Pero no te llamaba para decirte eso, ¿tienes un minuto? ¿Qué hora es? Porque en unos veinte minutos, creo, debería llamar a Ciani. Ya sabes —Por más calmado que él hablara, seguía respondiéndole sólo silencio al otro lado—. Keogh.
Thomas despertó, se puso una bata que encontró y unas pantuflas que no eran suyas. Bajó las escaleras y el olor a pan le golpeó directo en la nariz, instalándose debajo de su bigote y sobre sus ojeras para sacarle una sonrisa. No sabía qué era lo que lo había despertado, pero tal vez esa incipiente sensación de que se estaba olvidando algo significaba... algo. —Buenos días Nani —saludó al pasar a la señora dueña de la panadería y se sentó en una de las mesas de la cocina— ¿Qué tengo para desayunar hoy? La mujer bufó. Esa mañana uno de sus panaderos había llegado retrasado y Omaia no habría querido estar en sus zapatos. —Para ti nada, bambino. Mi corazón ha sufrido una terrible traición por parte tuya y de ese mostacho sonrisón, y no piensa sanar. Thomas sonrió y tomó un sorbo de la taza de café que la misma mujer acababa de servirle. —¿Y a qué se debe esa terrible falta de desconsideración mía si se puede saber? —¡Ah! ¡Ah! —Todos en la cocina aceleraron el ritmo, por si las dudas, mientras la mujer tomaba lugar junto al hombre y se limpiaba las manos de harina en un delantal. Aunque la fachada de la parte de cafetería de la panadería era hermosa, y la vista desde la casa que había arriba del local se llenaba de sol por la mañana, el lugar favorito de Thomas era esa enorme ventana que daba a una de las calles de Roma, justo a la fachada trasera de un enorme hotel cinco estrellas, mientras adentro amasaban, mezclaban y, más importante, le daban de comer— ¡Y encima lo niega! Niega haberle pedido la mano a mi hermosa Antonia y haberse ido con otra de puntas azules. El bigotudo de rió. —¡Yo nunca le pedí la mano a su hija, Doña Carmela! No hago promesas que no puedo cumplir. Además, como ya le dije, a duras penas recuerdo haberle golpeado la puerta ayer a las 4 de la mañana por pan. —¡Y qué iba a hacer yo! ¿Dejar al pobrecito domador de leones de Circus Maxium afuera, pasando hambre y frío? Ya sabes que en esta casa, eres como de la familia. Un par de risas en la cocina confirmaron la novena insinuación de Carmela por el matrimonio y Thomas no pude menos que robarse una medialuna dulce para compensar. —Dígame, doña Carmela, ¿por qué hay tanto auto blindado y hombre de traje esperando afuera del hotel? —preguntó distraídamente, robándose una rebanada de pan. —Ah, pues mucho no sé querido. Dicen que un importante empresario árabe anda de luna de miel con su jovencita esposa. ¿Sabe? La hemos visto a la mujer, chiquita, diminuta. ¡Y que hay que tener ganas de andar bajo esos tules negros con este calor! Thomas estuvo a punto de comentar que, para no saber nada, la mujer sabía bastante, hasta que su cerebro todavía dormido recordó cierta pareja con aquellas características aparecer en cierto circo. —¡Disculpe, doña Carmela! —Besó la mano de la mujer, y saliendo a todo trapo, hizo una reverencia antes de desaparecer— ¡El deber me llama! —¡Deber! ¡Así le dicen ahora a irse de casamentero con mujercitas ya casadas!
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nit
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Post by nit on Oct 28, 2014 21:03:28 GMT
Detuvo lo que estaba haciendo justo cuando Matilda le ofrecía el vaso de Whisky y la miró a los ojos. -Esto quedará entre tú y yo -habló tuteándola, se permitía el lujo tras tantos años tratándola. -Ahora bien -la miró intensamente a los ojos- mírame -le ordenó tendiendo el mazo de cartas a mitad de la mesa después de haber limpiado esta de papeles y cosas que pudieran estorbar esparciéndolo todo por el suelo- ahora -las posó suavemente- corta el mazo -y aguardó a que lo hiciera. Agarró el mazo de abajo y lo puso encima del otro para luego volver a agarrar las cartas y, esta vez, esparcirlas en filas de 3 y en 3 columnas, hasta formar un cuadrado de hasta 9 cartas. Tragó saliva y la miró tras dejar el mazo a un lado, esas no las usaría.-Bien, ¿quieres que las destape? -le preguntó totalmente serio.
Raissa había conseguido lo que se había propuesto pero con una claúsula enorme. Llevar el móvil encendido, a tope de batería y con el volumén más estridente que había en él por si él, en algún momento, se le ocurría llamarla seguramente, para vigilarla. Y sí, sabía que los guardaespaldas irían tras ella, hiciera lo que hiciera y embaucara a quien embaucara. Bajó el ascensor siendo seguida por uno, el otro se quedaría con el jefe en la habitación, para unírsele otros tantos más una vez el ascensor resonó en la planta baja. Una vez fuera del edificio ya estaba todo el dispositivo montado para aguardar por ella y su seguridad. Y ahí, fue solo un instante, cuando los ojos de Raissa, protegidos por unas gafas de sol de Gucchi, fijaron su marroncínia mirada en la tez del Domador de Leones del círco y tuvo una idea, una idea que posiblemente le trajera futuros problemas. Se acercó a su guardaespaldas de mayor confianza y le cuchicheó cosas al oído para luego este, tras mirar a Thomas, se acercó a Omaia con total discreción.-Sígame, por favor.-Y, para asegurarse que le seguía, le agarró del brazo para luego abrirle la puerta de aquella limusina todo terreno con los vídrios de atrás tintados de negro e invitarle a acceder al interior. Cerró la puerta y él subió arriba y la limusina arrancó. Solo ahí Raissa se quitó las gafas primero y se mostró tal cual era tras quitarse el pesado velo negro. -Me estoy arriesgando mucho, demasiado pero ellos son mis hombres de confianza -se refirió al chofer y al guardaespaldas para luego mirar atrás donde otro coche blindado les seguía, el resto de su séquito- así que hablaré sin tapujos. -Le miró y le tendió aquel tiquet que almacenaba como oro en paño- entendí el mensaje y quiero presentarme a las pruebas, aunque solo podré hacerlo frente a una mujer pues se supone que tú no deberías ni verme. Ahora nos dirigimos al Circo, por favor -casi le suplicó- haz que me den la prueba ahora, por favor.-Y volvió a desaparecer bajo el velo negro y las oscuras gafas de sol.
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Milly
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Post by Milly on Oct 31, 2014 1:12:05 GMT
Observaba las diapositivas reproducidas por el proyector, una tras otra, con la atención y el análisis crítico que solo la experiencia sabía darle a un hombre. Y así se mantuvo, la mirada pendiente de cada detalle y de la voz de los expositores hasta que la presentación acabó y las luces volvieron a encenderse. Entonces pudo contemplar los rostros expectantes y aterrados de su equipo creativo. Ese par de sujetos y Cian eran los únicos presentes en la sala de presentaciones. Además de Berdard, claro. Decidió que en aquel momento de insoportable incertidumbre, una ligera sonrisa haría magia en favor a la ansiedad de sus subordinados. Así que esbozó el gesto, captando enseguida el peso que se libraba de los hombros de los otros dos. Solo él sabía -y probablemente Keogh también- que detrás de su sonrisa se ocultaba un sentimiento de frustración magníficamente camuflado. Tanto dinero invertido, tanto tiempo perdido, tanto esfuerzo por buscar profesionales competentes... le costaba creer que eso era lo mejor que tenía dentro de sus filas. Pero estaba siendo injusto en sus juicios. Eso también lo sabía. —Impresionante. Una propuesta impresionante —felicitó al par con absoluta sinceridad, porque sus palabras eran ciertas. Ningún centro de entretenimiento en todo el mundo sería capaz de elaborar jamás las ideas de espectáculo que su equipo acababa de presentarle. Pero por algo Saunière estaba donde estaba: acostumbraba a apuntar más alto—. Pero no es suficiente, jóvenes. Lo siento. Los aludidos se miraron el uno al otro, desconcertados. Luego uno volvió a concentrarse en el magnate. —¿Señor? —Por favor, no me gustaría que abandonasen esta habitación con la idea de que acabo de despreciar sus esfuerzos. Han realizado un trabajo magnífico y serán compensados por ello. Es posible que compre los derechos para algún nuevo proyecto local, si ustedes están de acuerdo —Un segundo después, la expresión de padre comprensivo mutó a la de profesor que ejerce disciplina—. Pero la meta que nos congrega aquí hoy va más allá de estas ambiciones. Quiero ideas nuevas, imposibles e inalcanzables. No el remiendo y la explotación desproporcionada y alucinante de propuestas que ya son conocidas —señaló la puerta con resolución—. Cuando crean tener lo que quiero, pueden programar una nueva cita con mi secretaria. Cian aquí presente estará pendiente en caso que consientan otorgarnos la patente de lo que han expuesto. Saben que no encontrarán un mejor postor que nosotros. Gracias por su tiempo, señores. Esperó que su equipo abandonase la sala para dirigir a Cian una mirada de gélida inexpresión. —Tengo que idear un plan C. No puedo permitirme perder el tiempo de esta manera en tanto el resto de mis esperanzas se depositan en Siro y sus habilidades para la pesca.
Uzeil se quedó mirando a Siro como el idiota que todo el mundo solía decir que era. —¿El jefe? ¿Estafas de espectáculos...? ¡No, no, espera! —a pesar de su exclamación, seguía caminando por detrás de Siro tan rápido como podía para no perder el paso. Entre el esfuerzo y sus balbuceos, empezaba a cansarse. Definitivamente debería bajar un par de kilos si no quería morir de un infarto a los veinte años—. No necesito ver a nadie, lo único que quiero saber es si era cierto lo que dijiste ayer. ¿En serio eres un renegado de Maxium? —preguntó, los ojitos muy abiertos de pura curiosidad. Sabía que el sujeto estaba concentrado en el camino, que prestaba más atención a su conversación telefónica y que por lo tanto él sería ignorado casi en un 100%, pero no le importaba si luego debía repetir la pregunta. Empezaba a ponerse nervioso y necesitaba sacar afuera las inquietudes que lo carcomían. ¿Por qué no había traído a Lobelha consigo? Era un poco extraña, pero definitivamente sabía tratar con la gente mucho mejor que Uzeil. Y se sentía mucho más cómodo cuando ella estaba cerca y se hacía cargo de la situación. Eran los contraproducentes resultados de ser un adolescente impulsivo.
La mata rubia alborotada de Hilaria irrumpió en escena. —¿Una moto? —inquirió con mirada soñadora, casi flotando de la emoción—. ¿Una moto de verdad? ¿¡TIENES UNA MOTO DE VERDAD, Y LA MANEJAS TÚ!? —corrió a abrazar, o más bien asfixiar, a la pobre muchacha—. Es definitivo. Eres la mejor amiga que estaba esperando. Tienes sentido del humor, tienes el cabello azul y tienes una moto. ¡Es perfecto! ¿Puedo verla, puedo, puedo? Llevo tanto tiempo intentando que me dejen conducir la motocicleta del circo para que poder conseguir mi propio carnet...
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Post by Eve on Nov 4, 2014 15:25:21 GMT
-Oh no, por favor, no la dejes acercarse a la moto- advirtió Nuria abriendo los ojos con expresión horrorizada- No la dejes acercarse a nada, a decir verdad. Lobelha, hay dos simples reglas que debes seguir para mantener el vagón de las chicas en paz: No desordenes mis cosas y no le des a Hilaria ningún objeto que pueda causar heridas, golpes, explosiones o muertes accidentales. -Oh, eso es cierto- asintió Aphrodite con una enorme sonrisa- Si ya es difícil reemplazar a los heridos ¡Imagina lo que sería hacerlo con un muerto! –desechó la idea con un movimiento distraído de la mano y continuó- Uno de los trapecistas esta lesionado, Finn tuvo que presentar el acto con otro de sus compañeros, apenas tuvieron tiempo para ensayar.
Escuchando la voz hablando al otro lado del celular, una de las comisuras de sus labios se elevó a apenas un milímetro. Paseó alrededor de la habitación, ignorando las palabras y enfocándose más en la entonación. Adivinando que no estaba solo, había alguien ahí y ese alguien estaba siendo engañado. No se preocupó en dar una respuesta a las interrogantes de Siro sino hasta que notó la necesidad de una respuesta por parte de su interlocutor. -Así que ahora me necesitan-dijo con voz complacida mirando hacia una bulliciosa calle- Lastima, no estoy interesada- y colgó.
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bachi
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Post by bachi on Nov 11, 2014 21:15:05 GMT
La mano de Matilda fue temblorosa hasta el mazo. Los dedos se posaron sobre las cartas y decidieron cortar justo al medio. NO. Mejor más arriba, mejor... —¡Ahhg, ya, que mierda! —Cortó y alzó los dos brazos como si se deshiciera de un enorme peso sobre la mesa. Mientra Lumiere seguía el meticuloso paso a paso de su juego de adivinación, la directora de Circus Maxium se puso de pie de un tirón y se bebió un segundo vaso de whisky de un otro tirón que le hizo enrojecer las mejillas. Sacudió la cabeza y subió y bajó los hombros para que el escalofrío desapareciera de su cuerpo. Cuando la pregunta finalmente llegó, la mujer supo que nunca antes había estado tan nerviosa. No, bueno, sí. Recordaba muchas situaciones en efecto, pero no eran la misma clase de nervio que sentía ahora. Aquello que el adivino destapase sería definitivo. Nunca antes Lumiere se había equivocado, bueno tal vez un par, pero no en algo así, a nivel profesional, privado pero impersonal al mismo tiempo. En esto estaba metida la magia del mismo circo, y Matilda tenía miedo de lo que aquello pudiera decirle, incluso de que explotaran si llegaba a darlas vuelta. Sin mirarlo, abrazándose como una niña de diez años que pide un peluche, y con la uña del dedo índice entre los dientes, negó lentamente con la cabeza. —No. No quiero. Pero ya está, ¿no? No tengo opción, ¿cierto? Tsk —Su autocompasión se detuvo al chasquear la lengua y sonrió. Dio una vuelta completa, recuperó su asiento frente al sujeto con una determinación antes inapreciable y puso una mano sobre aquella que Lumiere usaría para al fin desvelar el misterio—. Me cago en tus reglas, lo hago contigo ¡Mira si voy a dejar que un completo loco me de vueltas las cartas! —Se rió ante la broma y una a una las fue dando vueltas sin mirar ni siquiera una sola vez ninguna. Apenas Matilda separó su mano de la del adivino y abrió la boca expectante para preguntar, en algún lado del remolque se abrió una ventana de forma estrepitosa y una ráfaga de viento arrasó con los objetos en su oficina. Las cartas que Lumiere había dejado apartadas a un costado volaron en todas direcciones, pero las 9 que habían sido dadas vuelta permanecían sobre la mesa, apenas sacudidas de vez en cuando por un estremecimiento cuando las ráfagas las azotaban. Llegó un punto en que el viento fue tal adentro del motorhome, que la mujer tuvo que echarse al suelo y cubrirse los ojos con los brazos. El viento se desvaneció en cuanto se arrojó al piso. Cubierta de pies a cabeza por lápices, bufandas y papeles, Matilda se puso de pie y se intentó acomodar el cabello. Asomó la nariz por el borde del escritorio y vio a Lumiere inexpresivo, sentado en la silla tal cual lo había dejado. Bufó y golpeó con las palmas sobre la mesa. —Y yo que pensaba tener una velada tranquila —bromeó pero no le llegó la broma a los ojos. No esperó a que Lumiere respondiera, estaba acostumbrada a las cosas extrañas rodeándola en aquel circo, pero a plena luz del día no era del todo normal. Con el corazón latiéndole frenéticamente, Matilda tomó una de las cartas y miró su reverso. Unas delgadas líneas de colores amarillo y violeta decoraban la parte posterior. Cualquiera habría dicho que no pertenecían al mismo mazo del cual habían salido, pero ella lo había visto, y tragando saliva volvió a dejarlo todo tal cual en su lugar. Ya no estaba tranquila ni un pelo. Matilda estiró el cuello y sus ojos se agrandaron ante lo que vio. Las cartas que había conocido por Giordetti, que recordaba casi a la perfección por todos sus trucos y bromas, estaban totalmente diferentes: Cinco locos. Una carpa idéntica a Circus Maxium siendo golpeada por un rayo. Una sombra sentada sobre un banco, con los ojos vendados sosteniendo dos espadas cruzadas en el pecho. Invertida. Un rey de Oro con dos caras. Invertida. Una balsa con un payaso, un león, una sirena, un mago, un sujeto con antorcha y un arlequín, alejándose por un río. Y Matilda, su misma cara, su misma ropa, sosteniendo un basto al borde de un risco, con un pie en tierra y otro en el aire. Las últimas tres cartas no tenían nada más que color: Negro, rosa y blanco. —¿Lumiere? —Con la voz temblorosa sus ojos volaron hasta el rostro de aquel que todavía no había hablado.
Lobelha ocultó la risa detrás de las dos manos. —Está bien, está bien, entiendo. Pero no hay de qué preocuparse, ¿no es cierto —La mente sagaz de la chica sacaba humo mientras los pequeños trabajadores-neuronas echaban más leña al fuego—, Sam? —Sin permitirle respuesta alguna, sujetó al chico por un brazo mientras sonreía a Nuria, y a Rufus— ¿Aphrodite? Ellos van a acompañarme y así, mientras Hilaria tendrá la oportunidad doble —La guiñó el ojo a la payasa con evidente intensión de convencerla y hacer que los demás la vieran— de cuidarnos y ver mi moto, ¿qué dices? Y mientras tanto ustedes se encargan de Bruno... Por cierto, ¿dónde está Derian? ¿Y Fin no es siempre puntual? Además, creo que no vi a Thomas por aquí en ningún momento y seGUro que Matilda entra en crisis sino... ¡Bah! —Desvalorizó el comentario con una mano y frunció el ceño convencida, mientras disimuladamente empujaba a todas sus víctimas lejos de los dos "adultos responsables". Bruno los observaba desde el suelo, meditabundo, con un palito haciéndole de bigote— Pero qué cosas digo, ustedes tienen todo bajo control. ¡Así que iremos a buscar mi moto y volveremos! ¡Bye! La peliazul dio media vuelta y avanzó a toda velocidad, aún sin soltar a la chica y al chico que tenía aferrados por los brazos, sabiendo que Hilaria les llevaría la delantera. Cuando se consideró lo suficientemente lejos, suspiró. —Muy bien, escúchenme con atención pero sin alarmarse, SIN alarmarse, ¿está bien? —Miró a uno y a otro—. Uzeil se ha ido y tenemos que encontrarlo. ¡No vine con ese chico hasta aquí y pasé lo que pasé para que al final se rindiera y echara todos mis planes por la borda!
Siro suspiró muy lentamente, miró la pantalla del celular y cuando entendió que ya le habían colgado, lo guardó en su bolsillo más cercano. Brisa llamaría. Para ella era mejor no insistir. Sí, llamaría. O le haría vudú desde un recóndito baño de metro. En ningún momento dejó de caminar, en ningún momento respondió al chico. Siguió caminando hasta que doblaron una esquina, dejaron que el tumultuoso tráfico romano avanzara, y cruzaron hasta la otra diagonal. —A ver si entiendo —respondió al fin, comprendiendo que una persona normal tendría un límite de tiempo para esperar por respuestas. Siro detuvo su paso rápido y se sorprendió al ver que el chico iba un par de metros detrás. Lo esperó, y cuando lo tuvo justo frente a sí, retomó con calma donde habían dejado—. A ver si entiendo, viniste hasta mi casa, cruzaste todo este condenado infierno a esta hora de la mañana, habiéndote escapado del circo, habiendo seguido unos pobres instintos sobre los cuales seguro tu familia siempre te advirtió de que no confiaras en extraños... Para comprobar si era cierto o no que soy un renegado de Circus Maxium —Sonrió debajo de su largo bigote de motoquero—. Me caes bien, chico. Pero eres idiota. Y los idiotas debemos ser menos idiotas y más precavidos ¿Y si no hubiera sido un renegado blabla y hubiera sido un pedófilo psicópata? En fin. Por suerte para ti, todo lo que te dije es cierto. Somos los buenos... ¿Uzeil, no? Bien, Uzeil, somos los buenos, y de hecho sí necesitas conocer al jefe porque de hecho le gustará saber que te mostraste interesado. Ya veremos, según su estado de ánimo. Ah. Cierto. Tomó el celular de nuevo y llamó al contacto CIAN KELLOGGS. Mientras sonaba al otro lado, Siro miró al chico y empezó a caminar de nuevo. —¿Le dijiste a alguien que venías para acá? Deberías avisar, ¿no tendrías que estar en la escuela o algo así?
Thomas se mantuvo aferrado al cómodo sillón de cuero sintético negro de la limusina sonriendo todo el tiempo y asintiendo, con un único y claro pensamiento en la mente: Me acaban de secuestrar unos matones musulmanes que seguro querrán bañarse y luego matarme en nombre de Alá porque me acerqué trotando sin querer a una importante jefa terrorista de su secta ultra-religiosa. Cuando pareció que Raissa se desvestiría ahí mismo, Thomas se tapó los ojos sonriendo y asintiendo todavía, negando con la cabeza por si las dudas cuando lo creía conveniente y totalmente consciente de que le temblaba hasta el bigote. Ay dios, me matarán, sí. Ahora me está mostrando su rostro para que sea lo último que vea al morir. Dios dios dios, nunca le dije adios a los chicos, Mafumita, pobre Jerry, y M... y además el pan... Esperen un minuto... —OH CIELOS, SI NO ME MATAS TÚ ME MATARÁ NURIA. Espera, ¿qué dijiste? ¿Entendiste el q...? ¡Eres una ingresante! Ya recuerdo, eres esa chica que quiso comprar el circo una temporada ¡Quién lo diría! ¡Encontré una ingresante!
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Post by Eve on Nov 12, 2014 23:54:18 GMT
-No se están yendo simplemente a pasear ¿Cierto?-preguntó Rufus alzando una ceja cuando todos los jovenes desaparecieron. Nuria negó con la cabeza y dejo escapar un gran bostezo. -No, pero mientras no exploten nada, todo estará bien. La gitana se levantó del lugar y comenzó a arreglar su cama, asi como la de ambas muchachas. Mientras recogía varios aparatos chirriantes (propiedad privada de Hilaria), descubrió la mirada del anciano sobre ella. -¿Sí?¿Ha perdido algo Sr.Gray?-preguntó ella esbozando una sonrisa. -A mi nada, pero tal vez usted haya perdido un poco la razón-contestó el anciano dirigiendo la mirada hacia un muy familiar corbatín atigrado que descansaba sobre la mesa de noche donde la gitana guardaba sus cascabeles y pulseras-¿Larga noche con el domador? Nuria enrojeció hasta las orejas.
Aphrodite llevó ambas manos a la boca, cubriéndose lo que debió parecer un exagerado grito de horror pero que no fue más que un "Oh" susurrado a medias. -Tú debiste estar con él-le recriminó a Sam dándole un empujón con el huesudo codo- ¿O se te escapó? ¿Eh? -¡Ay!-se quejó el muchacho frotándose el brazo donde habia sido golpeado- Él dijo que iria con su familia a dar señales de vida, que solo recogería algunas cosas y luego volvería...no veo por qué preocuparnos-dijo. -¡Eso es lo que él quería que pensaras! Pobre, tal vez este bajo la lluvia, triste, solo, sin nada que comer- comentó la chica como si fuese incapaz de notar que era temprano en la mañana, el sol estaba brillando y Roma no era precisamente un pueblo abandonado.
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Milly
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Post by Milly on Nov 14, 2014 18:19:31 GMT
Lo cierto es que no lo había pensado. Pero ahora que Siro se lo planteaba... había sido bastante idiota. ¿Qué tal si se trataba de secuestradores? Desde luego su familia no pagaría una sola moneda por él, y en el circo apenas lo conocían. Así que si ese era el caso, tendría que arreglárselas solas llegado el momento adecuado, porque escapar ahora no era una opción factible. La curiosidad era más fuerte y necesitaba saber de qué jefe hablaba ese sujeto, a qué demonios se refería con 'ser los buenos'. ¿Sería algún truco parecido al de Circus? ¿Mostrar interés le otorgaría el acceso a una red de espías o algo parecido? Definitivamente no iba a preguntárselo directamente a Siro. Seguro tendría algún problema de atención, o algo por el estilo. —Tendría que —Uzeil no le dio mucha importancia al comentario—. Pero considerando que tampoco fui ayer, dudo que otro día marque la diferencia. Por cierto... ¿falta mucho? Creo que me estoy derritiendo. A ver si la impaciencia cambiaba un poco el genio despistado de su guía.
A Hilaria la misión encomendada, más que preocuparla, pareció devolverle el espíritu al cuerpo. No es que hubiera perdido en algún momento, más bien, el entusiasmo había sobrepasado su estado basal. —Así que, ¿un fugitivo? —la payasa se frotó las manos, impaciente y prácticamente corriendo hasta la moto de Lobelha, pues ya la había divisado a la distancia—. ¡Nadie se escapa del Circus así como así! —Adelantó al resto un buen tramo de camino, estirando el cuello, como si eso bastara para pillar a Uzeil escondido por ahí. Al comprender que eso no serviría de nada, aguardó a que los demás la alcanzaran para soltar el meollo del asunto—: Entonces... ¿dónde lo buscamos?
Habiendo terminado su ritual de recorrer el circo completo, tocando puerta a puerta para despertar a los durmientes, Derian volvió al punto de inicio y asomó tímidamente la cabeza al compartimiento que servía de dormitorio femenino. Lo común era que se limitase a tocar nuevamente la puerta, pero ya que esta estaba abierta, supuso que su llegada no produciría mayor incordio. —¿Están ya todas de pie? Según parece, Matilda finalmente despertó y me parece buena idea que... —se cortó a mitad del relato, sorprendido al ver a nadie más que Nuria, Rufus y Bruno—. ¿Dónde están todos?
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Post by Eve on Nov 18, 2014 2:22:57 GMT
-En una misión de vida o muerte- dijo Rufus saludando a Derian con un gentil movimiento de cabeza- Literal. -Lobelha mencionó algo de una moto e Hilaria enloqueció...más- rio Nuria escondiendo cualquier otro rastro que pudiera delatar lo sucedido unas horas atrás, algo de lo que no estaba muy orgullosa. Sujetó su largo cabello en un ajustado moño sobre la cabeza y caminó hacia la puerta del vagón- Iré a buscar algo que hacer- por no decir a alguien a quien asesinar- Si Matilda despertó, tú deberías ir y hablar con ella sobre el desenlace de anoche- le dijo al mago antes de esbozar una sonrisa traviesa- Eso si logras recordarlo. -No me retes- amenazó Rufus saliendo tras ellos para luego darse cuenta de que alguien faltaba, regresó sobre sus pasos y señaló con el bastón al muchacho- ¿Quién se queda con él? Nuria dirigió su mirada a Derian y desplegó todos los encantos que pudo. -Oh, caballero de bri...- pero no terminó la frase porque adivinó en el rostro del lanzallamas que no se haría cargo del crío, al menos no solo- Esta bien- se rindió inflando las mejillas y dejando escapar luego el aire- ¿Lo llevamos con los leones?- preguntó casual haciéndole una seña a Bruno para que la siguiera, aparentemente sus brillantes pulseras le daban cierto rango de atención- Si no me equivoco, te debo una ayuda con la limpieza de las jaulas.
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nit
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Post by nit on Nov 23, 2014 10:32:01 GMT
Mientras todo el proceso había durado, Lumiere no se había ni inmutado. Se había mantenido en una posición rígida y solo sus ojos se habían ido aclarando hasta llegar al blanco perfecto. No es que se hubieran volteado, no, es que literalmente se habían vuelto blancos. Solo ocurría cuando el hombre entraba en trance. Un trance, por otro lado, muy poco usual. Era entonces cuando su voz cambiaba y variaba y se escuchaba como si dos o más personas hablaran al unísono desde su interior. Movía los labios pero no era su voz. Las pocas personas que habían visto a Lumiere en esa ocasión habían asegurado que las voces que salían de su interior eran tan espeluznantemente diabólicas que habrían dado el alma al diablo con tal de no escucharla. No escuchó las palabras de Matilda, tampoco supo que ella se había escondido ni que estaba realmente asustada. -Cinco locos andaran por la cuerda floja, cinco locos sin retorno, abocados a la locura más estrepitosa. -Su mano se había posado en la primera carta y ahora, en silencio, se movió como llevada por algún ser sobrenatural, hacía la segunda.-Ten cuidado -replicaron las múltiples voces a la vez- ten cuidado. Habrá cambios repentinos, cambios que no esperas, cambios definitivos.-Y volvieron a callar para volver a mover la mano a la siguiente.-Habrá traición, deslealtad...-y las múltiples voces se rieron, como si aquello les causara la mayor de las gracias- vigila...-repitieron mientras pasaban, aún risueñas, a la siguiente carta que estaba abajo de las anteriores.-Oh, oh, oh... cuídese de quien tiene dinero, dinero, dinero ...-repitieron varias veces más. Todo volvió a quedar en silencio hasta que volvieron a retomar la palabra- payaso, un león, una sirena, un mago, un sujeto con antorcha y un arlequín, todos... todos ayudaran. Ayudaran en lo imposible. Habrá paz, ¿la habrá? -y se volvieron a reír forzando el rostro de Lumiere en algo casi grotesco.-Seguirás adelante.... vivirás, tendrás el poder...-Y viajaron a las de abajo donde se detuvieron un rato en silencio, completo silencio pero una voz se escapó.-¡¡¡CÁLLATE, NIÑA!!! -le gritó para luego volver a quedar en silencio.-Se acercan los tres. La negra sólo problemas con ella viste, el rosa es peligro inminente y el blanco un mar de incertidumbre-Ahora sí, Lumiere cayó sobre la mesa como desmadejado para, tres segundos después, empezar a moverse.-¿Qué... rayos ha pasado? -preguntó con su voz. Sus pupilas volvían a ser las mismas pupilas de siempre. -¿Matilda? -vio el desorden en el interior de aquel lugar.
¡¡GRACIAS A ALÁ QUE EL HOMBRE COMPRENDÍA AL FIN!! -Estamos llegando, Señorita, -anunció el guardaespaldas en árabe. -De acuerdo. Haremos lo acordado. Ahmed -se dirigió al conductor- esperarás fuera con el coche y dirás que entré dentro a pedir autógrafos a todos los integrantes del circo. Sharam, serás mi guardaespaldas y nos acompañarás a él y a mí hasta donde esté la directora. Entraré acompañada de él o sola -aquello le ponía algo nerviosa pero Sharam la interrumpió. -Ya la ha visto pero no puede verla bailar, solo la Directora lo hará.-Le replicó. -Sí, sí. Solo la directora. -Sabia que se había puesto en un aprieto al mostrarse frente a Thomas pero sabía que Sharam lo entendía. Y esperaba que Ahmed lo hiciera también. -Entonces, tras la prueba, saldré e iré a pedir autógrafos así tendré la coartada perfecta.-Respiró hondo y miró de reojo a Thomas a través de sus gafas de sol. Aquello era toda una locura pero debía admitir que era lo más divertido que había hecho en años.
Cian, quien había mirado aburrida las diapositivas de aquella presentación, regresó la mirada a su jefe cuando el móvil sonó y observó quien llamaba. -Es Siro, Señor, -anunció para luego atender la llamada- aquí Cian. Sé rápido y conciso, estoy en una reunión-habló alto y claro, con su fría voz típica. Para ella cada que estaba con el jefe era una reunión. Y una de muy importante así que todos sus informantes y amantes debían ser claros y concisos y no andarse con rodeos; porque amaba tanto su trabajo era una de las razones por las que ella, sinceramente, seguía soltera aún a sus 32 años. Esperaba que Siro fuera directo a sus palabras pues no estaba para rodeos. Ni ahora, ni nunca.
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